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Tenemos que hablar
Hacer el agosto
A veces parece que agosto es un mes de saldo y esquina, de periódicos delgados sin noticias, de columnistas escribiendo sobre sus vacaciones en Benidorm. Es como si el mundo se parara.
Hacen el agosto las mujeres y hombres del tiempo que anuncian en televisión casi como niños con zapatos nuevos el terrible calor de este mes, dando vueltas por el mundo en tres dimensiones, con efectos especiales y mostrándonos (de nuevo) que en Murcia se puede freír un huevo en el capó de un coche y, sin embargo, en Ámsterdam los tulipanes lucen lozanos a 15 grados.
Hacen el agosto las fiestas patronales de los pueblos y las fiestas de los barrios de Madrid, la ciudad que nunca duerme, Nueva York ya fue destronada. Como cantaba Serrat, vamos subiendo la cuesta, que arriba nuestra calle se vistió de fiesta para pasar con más desahogo y tinto de verano la canícula (amo las palabras en desuso). Agosto es un mes extraño, lleno de resoplidos, con las grandes urbes cerradas por vacaciones, con Verano Azul en La 2 una vez más. (Como vea morir a Chanquete por quinta vez me tiro por el puente de Segovia, desde aquí os lo digo).
A veces parece que agosto es un mes de saldo y esquina, de periódicos delgados sin noticias, de columnistas escribiendo sobre sus vacaciones en Benidorm. Es como si el mundo se parara. Nada de pactos, los mismos incendios, nada de gobiernos, como un eterno “ya lo pensaré mañana” de Escarlata O’Hara, una ventanilla cerrada a cualquier impulso que no sea el de saltar al agua desde un trampolín. Puede que lo que más nos guste a algunos de nosotros de agosto sea septiembre. Un mes lleno de promesas como un regalo sin desenvolver, con el otoño rozándonos ligeramente la nuca, con los árboles pasando del verde al dorado, como nuestros sueños, ya cubriendo nuestros cuerpos con una sabanita ligera.
Pero para septiembre, amigos, aún quedan días de agosto en el calendario. Y hacen el agosto los gurús que convencen a la gente de que aquí no pasa nada hasta la vuelta, cuando en la vida siempre pasa algo sin importar el mes. Hay una sorpresa en cada esquina esperando, y querido Leo, querida Sagitario, puede ser que el 24 sea tu día aciago, puede que no, pero abre bien los ojos y apaga la tele, abandona a esa mujer del tiempo que te canta los grados como los números de la Lotería, sal a la calle a buscar, mira al cielo, ese que se te olvida a veces que brilla sobre tu cabeza, deslízate por azoteas secretas y haz del agosto tu agosto, porque nunca se sabe, nunca.
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