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Bismillah. Atención, spoiler. Amina se ha sacado el doctorado. Saira ha cortado con Abdullah. Momtaz quiere su propio estudio. Ayesha se ha echado una novia no musulmana. Bisma busca algo más en su vida. Prepárate que vienen con hambre.
Para quien no las conozca, han vuelto Las Chochos. Las cinco estrellas de We are Lady Parts, una comedia musical punk que se hizo de culto nada más estrenarse en Channel 4. Cómo no, si sus protas y sus guionistas son rockeras, obreras, musulmanas, practicantes y racializadas. Lady Parts huele a poder.
La serie pasó de boca en boca hasta su entrada en Filmin. Me apañé para verla de aquella manera y no podía dejarla. Nida Mansur me puso enfrente a mis cinco hermanas del extrarradio de Londres gritando “llevo a Voldemort debajo del pañuelo”. Sin explicar qué quería decir tal o cual giro cultural o de qué iba el debate, porque las protagonistas absolutas de la historia eran ellas, nosotras. Cachondeo. Rocanrol. Ni un padre integrista. Ni una madre castradora. Ni un profundo conflicto humano para comprar un milímetro de visibilidad, hasta aquí hemos llegao. Por eso es tan fascinante We are Lady Parts: porque el público blanco mayoritario era un invitado y la fiesta seguía sin él.
Las Lady Parts son un icono, que sirve lo mismo para ponerle una vela que para adornar un restaurante. Atención, spoiler: eres una artista musulmana y pobre en Londres. Sales a jugar con los pies atados
Atención, spoiler. Las Chochos ahora son famosas. Van a grabar su primer álbum. Les ha salido competencia, una banda llamada Segunda Esposa. Una agente les hace una oferta demasiado buena para ser verdad. Todo el mundo habla de Lady Parts en la escena indie, como tantos hablan de Nida Mansur y su serie. Ellas van a por todas y las guionistas también. Sus bolos y sus tramas argumentales son más ambiciosos. Pero si la industria es un campo minado para cualquier músico, las Lady Parts sortean minas desde el desayuno. No hay momento en que no entre un personaje random a exotizarlas, porque ¿a quién no le va a gustar una punki con hijab? Las Chochos lo saben, y Nida Mansur también. Que van a ser utilizadas por los productores pero no más que por jefes, influencers y chicos monísimos buscando un insta con las musulmanas sexies. Sexy es la palabra que más les repiten. Atención, spoiler: encontraremos muy pocas escenas en las que estén solas porque siempre, siempre hay alguien mirando. Un marido, una fan, un jeta, nosotros (vosotros). Cualquiera que las necesite para lanzar un mensaje. Las Lady Parts son un icono, que sirve lo mismo para ponerle una vela que para adornar un restaurante. Atención, spoiler: eres una artista musulmana y pobre en Londres. Sales a jugar con los pies atados.
Y llega el Tito Steve. Blanco, calvo, rico, aliado. Se apunta a todos los bolos, se sabe de memoria “Bashir with the good beard”. Hay que tocar en la boda de Tito Steve, que el estudio de grabación no se paga solo. Llega Tito Steve y a Nida Mansur le llegan los premios, las críticas alucinantes, los gifs en Tumblr y los epígrafes en tesis doctorales. Llega un público fascinado con esas canciones y esas poses que no te imaginas en tus vecinas de Marruecos, que de lejos parecen todas iguales. Claro que en la boda del Tito Steve no suenan las canciones de las Lady Parts, sino versiones de Britney Spears —bendita sea—, no vaya a ser demasiado para los invitados. Así que Amina acaba teniendo pesadillas con no ser lo bastante halal, pero Saira con no ser lo bastante punk. Bisma con esconder su negritud. Y Momtaz, atención, spoiler, bastante tiene con que no descubramos que no tiene pedigrí. Pesadillas muy reales, lo sabemos todas, aunque al elenco de We are Lady Parts no le ha caído ni de lejos la que le cayó a Yasmin Fletcher por ser demasiado blanca para hacer de turca en Ms. Marvel.
Como Fletcher, como todas, Nida Mansur cabalga la contradicción. Sabe muy bien que cada plano tiene que contarnos enteras y hartas. Sabe que detrás de cada expectativa que volamos por los aires hay otra. Del Tito Steve, de tu novio, de tu novia, o de musulmanes que necesitan iconos como el comer, porque no los tenemos. Sus fans nunca tienen bastante: sexual, queer, racializada, hijabi, munaqaba, rockera, muy bien todo. ¿Pero cuándo vas a atreverte con el cerdo? Le preguntan a Amina. Porque al final, después de todo lo luchado, las Chochos no se libran del cartel de las chicas malas del islam. Ese festival alternativo quiere minorías, sin pagar. La diseñadora ecológica les hace el favor de incluirlas en un pase. Y las Chochos tienen que decir que sí a la gente que verdaderamente tiene el poder, porque solo hay un hueco disponible y hay que llegar las primeras. Atención, spoiler: qué te creías que significaba la palabra “minoría”, Amina, vamos a ver. Que sales en Channel 4 cantando con Malala, Amina.
En la nueva temporada hay poco espacio para la mística, pero mucho para la congoja. Saira se ahoga en su propia canción en un estudio vacío (el productor ya tiene la marca). Bisam sale a la calle sin hijab, cantando por Nina Simone y llorando de miedo ante la próxima etiqueta que le pongan. Amina desea a un músico, que a su vez desea ser el novio inclusivo del año. Qué fascinación enamorar a una hijabi. Ni pensar en comprender sus tiempos o aprender sus límites. Pero no hay tiempo para la reflexión porque hay que pagar el estudio y grabar el disco, que vienen más musulmanas punkis a ocupar la grieta de visibilidad que habías arañado con uñas y dientes para existir. Porque esta es la cosa, las Chochos son unas convidadas a la gran fiesta de la multiculturalidad, cuyos protagonistas son, y siguen siendo, los que montan la fiesta. El gran villano de esta temporada somos nosotros. Vosotros. Qué movida, la identidad.
Las contradicciones que encontramos en Las Chochos, esa prisa por contarlo todo e incluirlo todo, ese abarrote de molonidad y modernidad, son la consecuencia directa de no saber si esto va a durar, de si habrá otra oportunidad
We are Lady Parts. Una serie de culto que ha tardado tres años en volver, por lo que sea. Podría ponerme a criticar sus flaquezas. ¿Qué significa ser musulmana? ¿Por qué no hay espacio para lo interior? ¿Qué rayos hacen con hijab dentro de casa? Todo el mundo es rabiosamente moderno. No hay hueco para las moras que nos caen mal, las normativas, las anticuadas, que tienen vergüenza de gritar —atención, spoiler— “¡vagina, vagina, vagina!”. Podría criticarlas, pero no me da la gana. Hoy no. Se acabó. Porque la cuarta parte de las habitantes del mundo salimos en el 1% de la producción audiovisual. Con suerte nos caerá algún pase en la Seminci, liberadas de nosotras mismas por algún director francés. Las contradicciones que encontramos en Las Chochos, esa prisa por contarlo todo e incluirlo todo, ese abarrote de molonidad y modernidad, son la consecuencia directa de no saber si esto va a durar, de si habrá otra oportunidad. Si habrá serie para las Segundas Eposas que vienen detrás. De si algún día tendremos un espacio donde narrarnos sin la obligación de molar para que en la fiesta del estreno nos aplaudan, copazo en mano, las mismas caras que dan a elegir a mi hija entre pizza jamón-queso y hambre en la fiesta de la escuela.
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OPINIÓN Snt from my ihpone
No conocía a Los Chochos, no creo que asista a ninguno de sus conciertos y dudo mucho que me compre ni su primer album ni los siguientes. Pero me gusta que existan y las creo necesarias, casi me atrevería a decir que imprescindibles... Espero que iniciativas como la suya ayuden a convertir al mundo en algo realmente plural y al imperio de la testosterona como algo con fecha de caducidad.
Imprescindibles. Aunque nadie compraremos sus discos. (Abundan los productos imprescindibles de los que todos prescindimos).