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Salud Pública
T271A, la mutación de gripe aviar en una macrogranja de visones gallega que ha desatado la alarma mundial
El Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC) ha puesto todos sus focos apuntando hacia una granja gallega de visones. A comienzos del pasado octubre, en esta explotación peletera de Carral (A Coruña), un equipo de veterinarios percibió un aumento significativo de mortalidad animal. Un 0,7%: el doble de lo esperado. La cifra llegó incluso hasta el 4,3% en poco más de una semana. Ante este repunte con pocos precedentes, los sanitarios tomaron la decisión de realizar muestreos de urgencia. Las pruebas dieron negativo en SARS-CoV-2, pero positivo en un subtipo de gripe aviar. Para tratar de contener el brote, la Xunta de Galicia decidió matar a 51.986 animales y eliminar sus restos. Ahora, una investigación de la prestigiosa revista europea sobre control de enfermedades infecciosas Eurosurveillance sugiere que el virus llegó desde aves silvestres y mutó en la explotación peletera. Eso demostraría no solo su capacidad de transmitirse entre mamíferos, sino la aproximación a un potencial salto hacia los humanos.
El brote ha hecho sonar las alarmas en centros de investigación por todo el mundo. La mutación registrada (T271A) de la influenza H5N1 es completamente inusual: “Los casos detectados en la granja de visones se distinguen de todos los virus que se han producido hasta ahora en la población aviar en Europa, ya que poseen una mutación poco común que puede tener implicaciones para la salud pública”, relata el estudio dirigido por Montserrat Agüero, del Laboratorio Central de Veterinaria del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. De hecho, esa anómala característica está presente en el gen de tipo aviar del virus de la gripe A de origen porcino que produjo la pandemia de 2009.
“No abordar de forma rápida este tipo de brotes sería como jugar a la lotería”, explica Gonzalo Fernández, decano de la Facultade de Veterinaria de la Universidade de Santiago de Compostela. Para Fernández, cuando se llega a ese punto, no hay más alternativa que el sacrificio masivo. “El sistema de producción de visones es bastante abierto. No se puede asegurar que los animales no entren en contacto con aves silvestres o con animales domésticos como un gato, por ejemplo”, argumenta el también especialista en enfermedades infecciosas y epidemiología.
“En este tipo de instalaciones, los animales están hacinados y solo se les cría para arrancarles la piel. Es algo que no parece adecuado ni a la moral de nuestra época ni al interés comercial de la inmensa mayoría de la sociedad”, apunta Rubén Pérez
Además, en el contexto del contacto con aves silvestres, los efectos del cambio climático traen consigo nuevos retos para los veterinarios que trabajan en prevención: “Se están produciendo cambios en las migraciones que tenemos que abordar. Las portadoras de todos los tipos de virus influenza son las aves silvestres”. Si no se controlan estos contactos directos con animales domésticos, explica el investigador, “es más probable que se produzcan mutaciones y recombinaciones víricas” que desemboquen en un problema de salud pública.
En ese sentido, la investigación del Centro Europeo de Control de Enfermedades hace hincapié en la necesidad de extremar las precauciones en las granjas: “Debido a la susceptibilidad de los visones a virus emergentes, es necesario fortalecer la cultura de bioseguridad en este sistema de crianza y promover la implementación de programas de vigilancia”. Apelan directamente a la necesidad de establecer sistemas de control para “prevenir el contacto entre los visones y animales salvajes y controlar los eventos de transmisión de enfermedades de los visones a los trabajadores de la granja y viceversa”. De hecho, la “lamentable situación” de las infraestructuras de estas explotaciones peleteras es algo que las asociaciones ecologistas y animalistas han venido señalando en los últimos años.
Reconversión de las granjas
Greenpeace, WWF, Ecologistas en Acción, Adega o la Fundación Franz Weber (FFW) son algunos de los colectivos que más han bregado por señalar el “estado deficiente” de algunas de estas granjas en Galicia en los últimos años. “En este tipo de instalaciones, los animales están hacinados y solo se les cría para arrancarles la piel. Es algo que no parece adecuado ni a la moral de nuestra época ni al interés comercial de la inmensa mayoría de la sociedad”, apunta Rubén Pérez en nombre de la Fundación Franz Weber. Para este colectivo, las estrategias que se han seguido desde la pandemia en este tipo de granjas “dejan mucho que desear”. “Parece que la Xunta y el Ministerio de Agricultura están protegiendo a esta suerte de lobby que es minoritario en la generación de empleo en el sector primario”, añade Pérez.
Hace apenas unos días, FFW mostró imágenes que demostraban el tránsito de aves silvestres como gaviotas por el interior de las explotaciones donde se hallan cautivos los mustélidos, pudiendo estar en contacto con la gripe aviar o con cualquier otra enfermedad. Hasta el momento, se desconoce si ha habido nuevas medidas ad hoc para prevenir estas posibilidades por parte de la Xunta o del Ministerio de Agricultura, aunque la Asociación Española de Criadores de Visón ha afirmado que todas las granjas peleteras aplican protocolos de bioseguridad y bioprotección, en coordinación con el Gobierno y las comunidades autónomas. Este colectivo se ha defendido remitiéndose a la existencia de “un estricto plan de seguimiento y monitorización de las granjas” gracias al que, en teoría, pudo ser detectado el brote.
Las últimas estimaciones del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Pesca cifraban en medio millón la cantidad de visones criados en España únicamente para ser convertidos en abrigos u otro tipo de complementos
Por otra parte, en Greenpeace no ceden en su reiterada demanda de que “no se conceda ni una sola autorización más a explotaciones de ganadería industrial, ni a la ampliación de las existentes” y que, además, “se plantee de forma urgente la reducción de la cabaña ganadera en intensivo”. Para ello, una de las vías que ponen sobre la mesa es la reconversión dentro del propio sector agroalimentario. “Hay ejemplos por toda Europa y debemos observarlos”, explica el portavoz de la Fundación Franz Weber. “En Dinamarca se promovieron cultivos de fresas, elaboración de cervezas… Nosotros luchamos contra la explotación animal y si un empresario quiere mantenerse en ese sector, hay muchas fórmulas para trabajar en él”, recalca.
El caso danés es paradigmático y puede servir de guía para otros estados de la Unión Europea. A finales de 2020, tras un brote descontrolado de coronavirus, el Gobierno decidió matar a 17 millones de visones. Pero, a su vez, compensó a los ganaderos con 2.523 millones aupándolos a una reconversión de sus modelos de negocio y limitando de manera drástica la emisión de licencias de explotación. La sintonía resonó con fuerza en Europa. Según los datos de la patronal del sector, la Asociación Europea de Peletería, en apenas un año la producción se desplomó un 73%. De las 2.726 granjas activas en Europa a comienzos de 2020, quedaban activas 755 al final del ejercicio. Pese a todo, el Estado español parece resistirse al cambio de modelo.
España, la tierra del medio millón de visones
En España existen 26 granjas de cría de visón americano activas y en producción, de las cuales 24 se encuentran localizadas en Galicia, una en Castilla y León y otra en el País Valencià. Las últimas estimaciones del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Pesca cifraban en medio millón la cantidad de animales criados únicamente para ser convertidos en abrigos u otro tipo de complementos. La existencia de tal cantidad de granjas de ganadería intensiva fue un problema de primer orden y un reto para el sistema sanitario durante la pandemia de coronavirus.
Macrogranjas
Ganadería intensiva Nación macrogranja
Ante el brote de gripe aviar tan devastador del año pasado, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria recomendó a los Estados miembros que redujeran la densidad en las explotaciones ganaderas, ya que con esto se podría hacer algo más controlable un potencial brote de esta naturaleza. “La ganadería industrial genera daños en el medioambiente, especialmente por su contaminación del agua y sus emisiones de gases de efecto invernadero, en el bienestar animal y en el tejido social rural, entre otros. Y, a la vista está, también entraña riesgos como estos para la salud humana que aún ni somos capaces de conocer en profundidad”, rematan desde Greenpeace.
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