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Procés
Hasta cuatro años de prisión por manifestarse a favor de la amnistía en 2019
¿Y si la amnistía no llegara a todas las personas que lucharon por el derecho de autodeterminación de Catalunya? Esa es la pregunta que se les pasa por la cabeza a tres jóvenes madrileños que se enfrentan a cuatro años de prisión por desórdenes públicos y atentado y resistencia contra la autoridad. Esta historia repleta de sinsabores comenzó el 19 de octubre de 2019, cuando el Movimiento Antirrepresivo de Madrid (MAR Madrid) organizó su habitual manifestación por la amnistía total de los presos políticos.
Represión
Doce detenciones tras las cargas de la policía en la manifestación antirrepresiva de Madrid
La movilización terminó con disturbios. Las ahora acusadas, y que se enfrentarán al juicio el próximo 8 de febrero de 2024, se dirigían de vuelta a su casa cuando fueron detenidas. Junto a ellas estaba otro menor, también detenido y ya absuelto de los mismos hechos. Solo la palabra de los agentes, que aseguran poder reconocer a estas personas de entre las cientos que tomaron parte en los disturbios, hace que estén sentadas en el banquillo de los acusados.
Los organizadores recuerdan el éxito de la manifestación de aquel sábado: “Fue multitudinaria, más de 6.000 personas por el centro de Madrid pidiendo la amnistía total de los presos políticos”, rememora Marco Fernández, portavoz del MAR Madrid. La cosa estaba caldeada. El miércoles de esa misma semana se había dado a conocer la sentencia del procés, lo que desembocó en fuertes disturbios en las protestas de Barcelona, y una concentración en apoyo desde la Puerta del Sol de Madrid. En esa ocasión, el joven Dani Gallardo fue detenido y enviado durante meses a prisión provisional en un caso que fue tildado por la defensa como de montaje policial.
Por eso, el 19 de octubre de 2019 la manifestación convocada por el MAR Madrid y comunicada a Delegación del Gobierno terminó en Sol cuando ya empezaba a anochecer no fue suficiente. Varios cientos de personas empezaron a enfilar la calle Preciados en dirección a Callao. Querían cortar la Gran Vía y, por unos minutos, lo consiguieron. Inmediatamente después llegaron las cargas policiales totalmente indiscriminadas que afectaron a personas ajenas a la protesta que salían de comprar en las tiendas de la zona.
Los primeros enfrentamientos en Callao entre disparos de pelotas de goma y el uso de gas pimienta por parte de la Policía frente al lanzamiento de sillas por parte de los manifestantes dieron paso a un correcalles por las inmediaciones. Finalmente, 12 personas fueron detenidas, dos de ellas menores de edad. La Fiscalía pidió prisión provisional para tres de los detenidos, aunque el juez no la dictaminó.
Estas tres personas que serán juzgadas en febrero de 2024 fueron víctimas “de unos policías que salen de caza y de manera arbitraria convierten a todos con quienes se cruzan en posibles víctimas“
Estas tres personas que serán juzgadas en febrero de 2024 fueron víctimas “de unos policías que salen de caza y de manera arbitraria convierten a todos con quienes se cruzan en posibles víctimas de una detención sin motivos, como ya hemos visto en repetidas ocasiones”, agrega Fernández. Así lo recuerda una de las encausadas que, en octubre de 2019, tenía 19 años y estaba estudiando en la universidad: “Una vez en Sol nuestra intención era coger el Metro y volver a casa, pero una marea de gente nos llevaba hacia Callao”, recuerda.
Sin motivos para la detención
Esta joven, a partir de entonces, recuerda gritos, el helicóptero de la Policía sobrevolando muy bajo la zona y el sonido de los disparos de bolas de goma. “Intentamos subir al Metro de Gran Vía, pero estaba cerrado, y lo mismo hicieron con Callao, así que pensamos ir al de Plaza de España”, continúa. El entramado de calles les despistó de tal forma que acabaron en la plaza de Ópera, donde la situación parecía más relajada que en las calles adyacentes, donde se sucedían las carreras, cargas y cortes de vía con contenedores.
“Me acuerdo que nos acercábamos a la boca del Metro de Plaza de España y por entonces estaba en obras. De repente, llegaron dos personas. Una agarró al chico que nos acompañaba y nos dijeron que nos paráramos. Iban de negro y nos asustamos por si nos iban a pegar, porque nos habían dicho que los de la Falange también estaban de caza”, recuerda la ahora acusada. Pronto se dieron cuenta de que eran policías secretas, aunque nunca les mostraron una placa. Esposados, los cuatro se dirigieron a un coche patrulla que les llevó a una comisaría. “No nos querían decir ni dónde estábamos ni qué iba a pasar con nosotros”, apuntilla.
“Íbamos en una furgoneta sin ventanas y sin el cinturón puesto, con las manos esposadas a la espalda, y aceleraban y frenaban para que nos chocara la cabeza con el asiento de enfrente”
Una hora y media después, les llevaron a la comisaría de Moratalaz: “El trayecto fue horroroso. Íbamos en una furgoneta sin ventanas y sin el cinturón puesto, con las manos esposadas a la espalda, y aceleraban y frenaban para que nos chocara la cabeza con el asiento de enfrente, y se reían. Era una humillación constante”, relata la joven. En Moratalaz entraron en un calabozo comunal, con tantos otros detenidos esa noche. “Conseguí llamar a mi madre sobre las 12 de la noche, cuando me detuvieron a las 20 horas”, esclarece.
Revivir el paso por los calabozos
Esta joven expresa que el trato recibido fue “traumático”, sobre todo una vez que les trasladaron a unos calabozos en la primera planta, en teoría individuales, pero en los que introdujeron a dos personas: “Lo peor fue cuando quisimos ir al baño. Gritábamos y nadie contestaba, tampoco a las señas que les hacíamos, hasta que no pudimos más. Mi compañera y yo pensamos que si tapábamos la cámara desde la que nos vigilaban, vendrían”. Llevaban más de 12 horas sin ir al servicio, y lo consiguieron no sin antes escuchar insultos y descalificaciones como “zorras, si volvéis a tapar la cámara os dejamos sin comer”, tal y como expresa la estudiante universitaria.
Más tarde se enteraron que podrían haber pasado a disposición judicial el domingo si la Policía hubiera preparado los trámites, pero no lo hicieron y tanto esta joven como sus dos amistades no salieron de Moratalaz hasta el lunes en dirección Plaza de Castilla. Con lágrimas en los ojos, relata a El Salto lo que sucedió después de salir del tribunal que le tomó declaración: “Abracé a mi madre porque me sentí muy sola todas esas horas que había estado detenida. Yo me pasé semanas con miedo. Justo me acababa de sacar el carné de conducir y cuando veía unas luces de Policía me daba miedo”.
Ese miedo ha vuelto ahora, cuando más de cuatro años después tanto ella como dos de sus amistades serán juzgadas. “No sé qué va a pasar. Ves otros casos de represión y te pones en lo peor, aunque me siento muy apoyada con mi círculo”, explica. Alejandra Matamoros será su defensora en el juicio. A ella no se le olvida cómo el menor que les acompañaba aquella tarde de octubre de 2019 y que terminó detenido y juzgado por los mismos delitos, acabó absuelto.
“Estos chavales estaban lejos del tumulto, se iban a sus casas ya y justo les detienen dos policías de paisano"
Un juicio contra el derecho de manifestación
“Estos chavales estaban lejos del tumulto, se iban a sus casas ya y justo les detienen dos policías de paisano. Es curioso que los policías puedan determinar que ellos provocaron disturbios en Callao cuando en esa plaza había unas mil personas difícilmente reconocibles”, relata la abogada. A sus ojos, “como todos los juicios políticos, este es una moneda al aire”. Sí se tendrá en cuenta que en ningún caso les requisaron materiales punzantes o peligrosos, tan solo unos folletos repartidos durante la manifestación.
“Nosotros creemos que en los juicios políticos la defensa debe ser política, revestida de elementos jurídicos básicos para decir que no se ha cometido un hecho delictivo. Y lo más importante, que este juicio representa una vulneración del derecho a la libre manifestación y como tal debe ser defendido”, se explaya Matamoros, también integrante del MAR Madrid.
“Es curioso cómo funcionan las cosas: mientras el parlamento habla de amnistía, los que luchan por ella desde hace años en la calle están siendo perseguidos”
Según Fernández, portavoz del colectivo, “ahora todos tenemos en la boca la amnistía, pero no sabemos si alcanzará a los miles de encausados catalanes que están en prisión por apoyar de una manera u otra la independencia o se quedará para Puigdemont y sus cuatro amigos”. Desde el MAR Madrid quieren poner de relieve a todas aquellas personas que también se han visto obligadas a someterse a un proceso judicial únicamente por luchar por lo que consideran justo, como numerosos sindicalistas y activistas por la vivienda.
“Es curioso cómo funcionan las cosas: mientras el parlamento habla de amnistía, los que luchan por ella desde hace años en la calle están siendo perseguidos”, finaliza el mismo Fernández.