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Franquismo
El 12 de Octubre, la exhumación de un dictador y la cuestión española
Quisiera con esta intervención entablar un diálogo, desde América Latina, con aquello que considero una materia pendiente en el actual debate dentro del Reino de España. Se trata de proponer una lectura de larga duración de lo que entiendo son las tensiones que han producido cuatro elecciones generales en los últimos cuatro años, tensiones que vistas desde la otra orilla del Atlántico cobran sentido dentro del cierre del ciclo de celebraciones bicentenarias, un sentido, como ya digo, de larga duración.
El 10 noviembre se celebraran nuevas elecciones generales en el Reino de España, estas tienen como marco político las sentencias a los presos del procés y la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco. Un escenario perfecto para que el españolismo de izquierdas y derechas devenga en la imposición de los términos de la conversación, cuestión que ya ha comenzado a ver en los discursos de ambas derechas en la Comunidad de Madrid. En ese baile toca ver cuál es el ritmo que mejor le sienta al PSOE. Sin embargo, los problemas no los tiene solo Pedro Sánchez, ya que el españolismo es transversal y tiene sus manifestaciones en algunas formaciones a la izquierda del PSOE.
El próximo 12 de octubre será un buen momento para ver como danzan todas las formaciones políticas, con que comodidad celebran una identidad nacional construida a partir del genocidio sistemático en las llamadas Américas. Una identidad que prefiere pensar la condición imperial como algo que quedó en el pasado. En este sentido, el debate sobre la exhumación de los restos de Francisco Franco resulta un buen momento no solo para seguir criticando lo que llaman el régimen del 78, sino, con el 12 de octubre de por medio, recordar que el problema es la idea misma de España.
Esto que acá afirmo está muy claro cuando se mira desde América Latina, donde también tuvimos a nuestros dictadores, algunos de los cuales, por cierto, murieron exiliados en España, pero también porque nosotros ya tuvimos nuestros procesos de independencia frente a la metrópolis ibérica. Por ello, y aquí una modesta aportación, la discusión que se abre, a partir de la exhumación, es un punto interesante para mirar la guerra civil y su eventual resolución histórica en una dictadura de cuarenta años, una mirada que amplía la geografía con la que se enmarca la cuestión.
Lo que tradicionalmente ha venido a llamarse La Guerra Civil Española está inscrita, en la larga duración, en un proceso que se inicia con el fracaso de las reformas Borbónicas en su intento de detener el desplazamiento geopolítico del Reino de España, un proceso en el que éste termina transformándose en una semiperiferia subordinada al norte de Europa, un Estado sub-imperial que usa su relación con “iberoamérica” como carta de presentación en el club de las metrópolis imperiales-coloniales.
Ante la historia de las independencias latinoamericanas, que fueron en buena medida guerras civiles, la española es un conflicto que se enmarca dentro del largo proceso de deterioro del otrora imperio Español. Y la llamada cuestión territorial, que aparentemente no fue resuelta por la “transición”, resulta un eufemismo cuando miramos esta historia alejados del lugar de enunciación del españolismo.
En este punto vale recordar algo que, en su defensa en contra de la llamada leyenda negra, el españolismo siempre tiene a tiro a la hora de justificar su no condición imperial. La cuestión va de la siguiente manera, imperio sería el inglés que tenía colonias, mientras que en el caso español los territorios conquistados-colonizados no serían colonias, sino parte integral del Reino. Si esto es así, entonces las dimensiones históricas de las independencias latinoamericanas hay medirlas en su contexto geopolítico y no por sus resultados, es decir, no por lo que llegaron a ser, sino el desde dónde llegaron a serlo.
Esto nos lleva a un argumento que seguramente molesta a algunos en las dos orillas, sobre todo porque por un lado mirar los procesos de independencias de sus resultados administrativos, produce una proyección anacrónica, por ahistórica, en el que se proyectó al pasado una nación que solo se imagina posteriormente y no como fundamento de dichos procesos. Recordemos que los Estados-nacionales, al menos en gran parte de Sudamérica fueron de resultado de la conspiración interna que destruyó el proyecto de Francisco de Miranda y Simón Bolívar.Y del otro lado, resulta un argumento incómodo porque intenta poner en relieve que la cuestión catalana es meramente aparencial, porque en el fondo el problema no es la independencia de Catalunya sino la cuestión imperial/colonial, es decir, aquello que constituye la identidad del Reino de España.
Las historias de las independencias latinoamericanas se han escrito justificando los resultados, es decir, dando razón a la existencia de naciones históricas que por tanto necesitan un Estado propio y luchan en contra de la metrópolis ibérica. Lo que digo, es que lejos de leer las independencias con el triunfalismo al uso, es necesario mirar cómo estas fueron rebeliones al interior del Estado-imperial, incluso devinieron de la oportunidad política que significó la usurpación napoleónica.
Estas independencias inician alrededor de 1810 y se extienden a lo largo de la primera mitad del siglo XIX, al menos la mayoría, luego al término de dicho siglo España perderá Filipinas, Cuba y Puerto Rico y por último al interior de la península ocurrirá la guerra civil. El asunto acá, cuando se incluye a la guerra civil en la larga duración que implicó el desplazamiento geopolítico del Reino de España, es que permite mirar los cuarenta años de dictadura como el cierre momentáneo, como todo cierre histórico, de los conflictos territoriales que afrontó el Imperio durante el largo siglo XIX.
Se trata de conflictos que terminaron, en una orilla del Atlántico, con la ruptura administrativa con la metrópolis, las llamadas independencias, y en casos como el de Puerto Rico el que éste pasase al control administrativo de Estados Unidos. Mientras que del otro lado, en la otra orilla, se lograron suspender momentaneamente las “tensiones” territoriales, es decir, el Imperio logró preservar parte de su unidad territorial tras haber perdido los territorios de ultramar. Así mismo, la llamada transición terminó siendo la continuación de la Identidad Imperial que funda la idea de España, no por nada el 12 de octubre es la fiesta nacional por excelencia.
De esto se se desprende que la cuestión catalana, por ejemplo, debe leerse desde lo que ésta representa para el ego imperial español, esto desde América Latina puede comprenderse con claridad en la geopolítica del siglo XXI. Por ejemplo, Simón Bolívar hoy sería juzgado como terrorista, solo hay que ver los silencios y complicidades frente a otros procesos de independencia durante el siglo XX, Gandhi por ejemplo, hoy muy celebrado por su lucha no violenta, pero perseguido por el Imperio Británico en su momento, un personaje-eufemismo que los políticos de hoy se encargan de citar cada vez que pueden, pero que ninguno quiere tenerle en casa. Lo mismo ocurre con la lucha contra el Apartheid y un Mandela usufructuado por el ONGcismo y que hasta el 2008 permaneció en la lista de “presuntos” terroristas que elabora el Departamento de Estado.
Y es que el colonizador tiene una deuda por las vidas sobre las cuales se ha levantado su identidad, una deuda impagable, pero que le produce una herida colonial que solo puede comenzar a sanar si está en disposición de redimir su condición, sin embargo, lo que vemos en la presente precampaña, rumbo al 10N, es todo lo contrario, el ambiente electoral está mostrando los diferentes rostros del sujeto imperial españolista tanto en la cuestión territorial como en su justificación histórica, la exhumación de los restos del dictador está siendo el escenario para que todos hagan galas de ser representantes de ese sujeto, hoy VOX es la continuidad de Sepúlveda y Podemos de Bartolomé de Las Casas, los de hoy no cuestionan el españolismo como los de ayer no cuestionaron la cristianización de los territorios conquistados.
Veremos como se monta el teatrillo este 12 de octubre...