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Una de las críticas clásicas del anarquismo a la vía institucional es la facilidad que tiene la institución, creada sólo para un público muy concreto, de absorber a los agentes que se aventuran en ella.
Decir esto a estas alturas puede parecer hasta redundante. Sin embargo, creo que no se llega a entender la cuestión lo suficiente, más aún viendo el fuego cruzado entre las distintas formaciones que en los últimos meses han intentado entrar, volver a entrar o mantenerse en la institución.
Para empezar, hay que entender que la democracia parlamentaria en este país, con sus diferencias a nivel municipal, autonómico y estatal, está hecha por hombres y para hombres; para partidos consistentes y jerárquicos; para opciones políticas apoyadas por el Poder; para blancos; y para personas que no se encuentren entre las clases trabajadoras.
Mucho se habló del 15M como el proceso de indignación representado en las acampadas y algunas movilizaciones multitudinarias, pero poco del legado en cada barrio y pueblo de Madrid
Por tanto, la vía institucional requiere de ser consciente de todo ello. Si pretendes abordar la vía institucional con organizaciones horizontales, plurales, interculturales, con vidas precarizadas, sin jerarquía, sin apoyo de los poderes fácticos, sin dinero, sin violencia, con fórmulas líquidas y difusas… se tiene que tener claro que la institución no está hecha para ti. Esto parece que se olvida cada que vez que se lanza una crítica.
La irrupción de Podemos
Cuando irrumpe Podemos en la escena, nos encontramos en Madrid ante un conglomerado de movimientos sociales (la PAH, las Mareas, ecologistas, las marchas, Centros Sociales...), Sindicatos combativos reorganizándose, asambleas de barrios y pueblos surgidas con el 15M buscando rumbo y con escasa participación y una reorganización y reorientación de los feminismos que poco tiempo después comenzaban a imaginar la huelga feminista. Todo esto marcado por un proceso represivo del que aún no podemos calcular las consecuencias sociales, penales ni psicológicas.En un primer momento, la aparición de Podemos generó una reconfiguración del escenario incluyendo los famosos círculos. A ellos acudieron muchas personas tanto que venían del proceso de desgaste del 15M, militantes de “toda la vida” que no participaban ya (demasiado) en los movimientos vivos del momento, así como militantes “en activo” que empezaron a vaciar movimientos.
Pero el vaciado del movimiento y de los distintos proyectos sociales que había en los barrios vendría después: las elecciones autonómicas, municipales y los mal llamados “municipalismos”.
Con esto no quiero decir que el fin de muchas asambleas de barrio y pueblos del 15M, de la calle, etc., fuera únicamente responsabilidad de la vía institucional. Ya se venía con baja participación, fuertemente golpeadas por la represión, multas y la necesidad de buscar recursos económicos y sobre todo, el miedo a dar saltos de escala organizativos así como de fijar rumbo y estrategia propias. Sin embargo, la vía institucional propinó el golpe definitivo vaciándolo de participación e introduciendo, a marchas forzadas, los debates aparcados desde la acampada sobre la vía institucional.
No obstante, poco se ha analizado el proceso de “descentralización del 15M”, la potencia que ha tenido, la capacidad de acción y de unidad que ha llegado a alcanzar así como un incesante trabajo de participación y de concienciación. Propaganda, periódico propio, marchas, apertura de Centros Sociales, proyectos económicos autogestionados… Mucho se habló del 15M como el proceso de indignación representado en las acampadas y algunas movilizaciones multitudinarias, pero poco del legado en cada barrio y pueblo de Madrid durante tantos años, muchos más por cierto, que el que parece dejar Podemos, “municipalismos”, etc.
El intento municipalista
A mediados de 2014, en Madrid, comenzaba a fraguarse Municipalia, si bien antes venía trabajándose la idea en ciertos espacios, nunca se hacía con la única intención de lanzarse a la institución. En lo que se tarda en pestañear se cambió de nombre a Ganemos. Comenzaba la carrera por las elecciones. Desde esa fecha hasta las elecciones, cada militante en Madrid tenía dos opciones: o abandonaba el movimiento de base en el que participaba o se introducía en las locuras internas de una organización nueva, con prisas, con disputas internas y a una velocidad imposible de alcanzar sin no estabas ahí 24/7. Quien diga que esta candidatura era la candidatura del movimiento, sencillamente, miente. En todo caso fue una candidatura de militantes que participaban en movimientos hasta esa fecha. Como mucho, llevaban en su programa reivindicaciones de los movimientos que a ritmo de telefonazo y telegram se configuraba. Procesos asamblearios, horizontales, respetando los ritmos —vamos, lo que viene siendo en teoría el Municipalismo— eran algo impensable. Recordemos que la vía institucional no está hecha para nosotras.Y en ese momento llegó Carmena. Justo lo que necesitábamos para entrar. Y no por aquello de que era una figura con posibilidad de competir frente a “la Espe”. No. Carmena era perfecta porque llegaba con una serie de imposiciones bajo el brazo: la jerarquía necesaria para la vía institucional. Esto, claro, no se sabía; aunque sí se intuía.
No obstante, la ilusión de la campaña se contagia. Estamos ya de lleno en la institución: no respetamos los ritmos, no somos horizontales, aupamos líderes sin conocerlos; y en el mejor de los casos no vamos a ganar, si no simplemente a darle un buen susto a la institución.
Llegan las elecciones y Madrid se llena de alegría. El Sí Se Puede de la PAH se repite por todas partes. No tardan ni dos semanas en vaciarse los espacios de base. Ahora todo el mundo habla por telegram y resuelve los problemas y demandas de los movimientos sociales a base de telefonazo. No solo se vacían nuestros espacios durante los siguientes dos años sino que ni el movimiento, ni la gente que entró, tenía la capacidad ni la preparación suficiente para hacer las cosas en beneficio mutuo, con cabeza, estrategia y sentido. La institución transformó también al movimiento.
Los techos de cristal también estaban dentro
Dos años en los que tampoco tardaron en llegar las decepciones y las dificultades. El techo de cristal de la calle lo volvíamos a tener de nuevo en la institución. Y sobre el techo de cristal había otro techo de cristal: ¿dejaremos algún día de mirar hacía arriba y miraremos hacia abajo y hacia los lados? Quizás la calle no sea un sitio solo para calentar el ambiente y abrir telediarios. Quizás tengamos unos movimientos sociales sobre suelos de cristal. Quizás los movimientos sociales de Madrid no estaban preparados para el salto. Habrá que recordar la próxima vez que para romper el techo de cristal dentro de la institución hace falta un movimiento y una sociedad (o un pueblo) fuertes capaces de apoyar la ruptura de ese techo. Mientras que para el salto institucional haya que vaciar la calle, esa ruptura será siempre imposible; y será además un sinsentido.A los dos años de mandato comienzan las rupturas, comienzan los jaleos. Mientras tanto, Podemos sufre también varios desbarajustes. Recordemos que, para estar en la institución, es necesaria la violencia, es necesario el odio y el resquemor, o si no, asumir la jerarquía. No hay vuelta de hoja.
En estos últimos dos años podríamos haber preparado un escenario mejor. Los movimientos, por suerte, y gracias al esfuerzo de muchas, no solo sobrevivieron sino que crecieron. En el caso de los feminismos, redescubrimos que la calle puede romper todavía muchos techos de cristal.
Y vuelta con la burra al trigo
Podríamos haber valorado realizar una reflexión amplia junto con los movimientos sociales y las que querían una vía institucional. Pero nunca llegó a tiempo.Las preguntas llegaron a escasos meses de las siguientes elecciones, a individualidades, nunca a los movimientos. Mal en tiempo y en formas. Ya no estábamos a tiempo de hacer las cosas mejor. Ya no estábamos a tiempo de reflexionar colectivamente y en los colectivos. Ya no estábamos a tiempo de aguantar los ritmos de los movimientos. Si se hacía, volvíamos a correr exactamente los mismos riesgos que en 2015. Todo se hace a toda velocidad, las decisiones vuelven a tomarse por la imposición de los tiempos institucionales, no se construye organización ni se consolida lo que había. Todo el mundo se olvida de Villaverde, de Usera o de Carabanchel Alto. Además, no se despierta el ánimo en la militancia, tampoco existen los círculos, tampoco existen las asambleas del 15M en los barrios y pueblos. Los movimientos existentes aún viven la resaca de 2015.
El fracaso, en este sentido, estaba asegurado. No se despertó en campaña la misma ilusión. No había carteles en cada esquina, no había artistas apoyando la campaña, no había murales espontáneos, bicicletas adornadas con caras de Carmena... una campaña con muchos y (sin duda) interesantes mítines en los barrios con un público ya suficientemente fiel.
Ha llegado el trifachito y parece que se quedará un tiempo en la ciudad y en la Comunidad Autónoma. Hemos “perdido” el Ayuntamiento, hemos vuelto a perder la Comunidad. Todo por un puñado de votos. Pero lo que nadie dice es que hemos perdido mucho movimiento, hemos perdido organización. Hemos perdido tiempo. Las energías invertidas hasta ahora en los dos procesos electorales y en la vía insitucional en Madrid, deberían ahora invertirse en crear organización. En 2014 se hablaba de la necesidad de crear una organización en forma de red en primer lugar y en segundo lugar, la vía institucional. Ni lo primero se hizo, ni lo segundo ha funcionado.
La importancia de la pregunta (y de la organización popular)
Es hora de organizarse, de recuperar el tiempo perdido, de pensar que puede funcionar a nivel local, de reflexionar acerca de la potencia que tuvo el 15M “descentralizado”, repensar en torno a la falta de estructuras (en todos los sentidos), bajar al barro y crear de nuevo poder popular.No podemos volver a caer en el error de no preguntarnos si tiene sentido plantearse vías institucionales que empujen al resto del movimiento a posiciones que no quieren, que no les convienen o incluso les perjudiquen. A estas preguntas se puede responder de forma totalmente distinta (a título individual), pero la clave no es la respuesta, sino la pregunta. La pregunta nunca se ha hecho hacia el seno de los movimientos, hacia sus espacios de decisión. Por temor a la respuesta, por temor al proceso… ya da igual: metimos a los movimientos de lleno en el proceso y desde fuera.
La tarea más importante de todas es por tanto, crear (o recrear) un movimiento suficientemente organizado y maduro como para poder preguntarse, en tiempo y forma, si quiere de nuevo el asalto institucional. En ese momento, si lo conseguimos, darían igual ya los riesgos que se corrieran si se toma una opción u otra: lo importante sería que el movimiento estaría ya suficientemente organizado y maduro como para formularse la pregunta.
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Cuando hacemos análisis de la realidad tenemos que intentar ser lo más objetivo posibles, evitando valoraciones subjetivas, puesto que algunas tienen mucho que ver con la "contaminación ideológica". Aún lo recuerdo porque empezó a correr a principios de 2014 como un rumor y mucha gente lo repetía sin analizarlo, y veo que seguimos pero no: no es cierto, por más que se haya repetido, que en el momento de surgir Podemos se estuviera viviendo un momento de recesión de las movilizaciones. Si miramos las cifras de 2013 es el año que más manifestaciones y conflictos laborales se dan desde el "inicio" de la crisis económica. En 2014 fueron las primeras Marchas de la Dignidad que sacaron en Madrid a 2 millones de personas después de meses de trabajo militante. También hubo dos rodeas al Congreso y unas movilizaciones importantes en medio de la coronación de Felipe VI. Evidentemente, difundir el derrotismo era el paso previo fundamental para que la gente pusiera sus esperanzas en los vendedores de crecepelo de la nueva política.