Opinión
Poder popular y confederación de luchas: hipótesis para un nuevo ciclo político

La manifestación de vivienda del 13 de octubre pone de relieve el inicio de un nuevo ciclo político. Ni estamos ante un nuevo 15M, ni queremos otro 15M, pero debemos aprovechar los aprendizajes para iniciar un nuevo ciclo político que nos lleve más lejos.

Sindicato de Inquilinas de Madrid

Sindicat de Llogateres de Catalunya

17 nov 2024 07:01

El pasado 13 de octubre una enorme manifestación recorrió el centro de Madrid, como inicio a una serie de movilizaciones que la semana pasada tuvieron el foco en Andalucía y que recorrerán también las calles de Barcelona, Burgos, Oviedo, Zaragoza, Salamanca y Bilbao. En Catalunya, este mes se han creado más de 40 comités territoriales, con un promedio de 50 personas en cada uno de ellos, para que el 23N sea un día que dure años. Pero esto no viene de la noche a la mañana, si no que llevamos más de siete años construyendo organización, contenidos y sindicalismo de vivienda.

Los discursos de impugnación como la huelga de alquileres han irrumpido en las portadas de los principales periódicos y telediarios y no han tardado las comparaciones con el 15M. Algunas de nosotras participamos activamente en ese periodo de indignación popular y pensamos que en este nuevo ciclo que empieza tenemos que aprender de los errores y de las virtudes de un ciclo político que, queramos o no, ha sido fundamental para toda una generación. Las principales hipótesis del ciclo anterior están en entredicho y deben ser cuestionadas y superadas, pero sin dejarnos llevar por sobreactuaciones idealistas o rencillas identitarias que nos alejen de los problemas políticos que efectivamente debemos afrontar.

El ciclo 15M, pese a sus aportaciones significativas, ha demostrado la debilidad del movimientismo como planteamiento estratégico. La suma de repertorios de acción colectiva basados en la movilización sectorial y formas organizativas laxas y precarias ha demostrado una gran incapacidad para acumular fuerza a largo plazo. Esto hizo que los conflictos surgidos tras el 15M no solo se estancaran con el paso del tiempo, sino que además fueron debilitándose, abriendo paso a la recomposición del sistema político.

Para evitar un nuevo ciclo de crisis-descontento-movilización-frustración-desmovilización, es necesario que el saldo de cada nuevo ciclo suponga la construcción de retaguardias más sólidas y poderosas

Las diferentes versiones de la hipótesis electoral han demostrado también una fuerte debilidad. Más allá de sus límites consustanciales, su impotencia se hace visible incluso en relación a los objetivos marcados al inicio del ciclo por sus propios protagonistas. Cuando la institución se plantea como fin en sí mismo, se vuelve imposible impulsar transformaciones sociales. Asimismo, su estrategia de guerra rápida de movimientos, concebida exclusivamente en términos electorales y mediáticos, desaprovechó una gran capacidad militante y organizativa, la cual fue subestimada, maltratada y finalmente descartada.

Este artículo propone una tercera hipótesis para el nuevo ciclo: la hipótesis del poder popular. Esta se basa en la construcción política de un bloque social de carácter contrahegemónico, arraigado en las luchas y cimentado sobre una base sindical, y que se articula mediante la confederación de las distintas luchas que surgen como respuesta a la situación de crisis multidimensional del capitalismo.

Para evitar un nuevo ciclo de crisis-descontento-movilización-frustración-desmovilización, es necesario que el saldo de cada nuevo ciclo suponga la construcción de retaguardias más sólidas y poderosas que nos permitan iniciar el siguiente ciclo desde una posición ventajosa. Ni estamos ante un nuevo 15M, ni queremos otro 15M, pero debemos aprovechar los aprendizajes para iniciar un nuevo ciclo político que nos lleve más lejos. Planteamos ahora algunos elementos clave de esta hipótesis política post 15M.

Un sujeto múltiple

La construcción popular tiene el fin de construir un proyecto de mayorías, y se caracteriza por su vocación incluyente y afán articulador. El poder popular reconoce la diversidad y complejidad de nuestras sociedades y entiende que la tarea política principal no es reunir  exclusivamente a quienes ya comparten intereses o a los sectores más excluidos y empobrecidos. Para avanzar hacia una acción política de masas con capacidad de disputa hegemónica, debemos construir un sujeto múltiple a través de un proceso de luchas, pactos y alianzas complejas, evitando arrinconarse social y políticamente. Este sujeto no está dado; sólo puede formarse a través de los procesos de lucha. 

Nuestra hipótesis no se basa en aunar a quienes comparten una misma ideología ni en representar únicamente a los sectores más excluidos, sino en generar un sujeto múltiple

El reto consiste en desarrollar herramientas para identificar las contradicciones centrales del capitalismo contemporáneo, ampliar los espacios clave de antagonismo, y generar mecanismos efectivos de disputa y construcción política. Nuestra hipótesis no se basa en aunar a quienes comparten una misma ideología ni en representar únicamente a los sectores más excluidos, sino en generar un sujeto múltiple y amplio capaz de hacer frente a las diferentes formas de dominación del capitalismo contemporáneo.

Sindicalismo de base

El sindicalismo de base es nuestro método para construir un proyecto de mayorías. Es la forma en que la crisis se transforma en lucha y la lucha en organización popular. El nuevo sindicalismo estadounidense, muy influenciado por la tradición anarcosindicalista, es muy inspirador en este sentido, por su crítica a los movimientos sociales y al sindicalismo tradicional, además de su pragmatismo para construir un sindicalismo combativo y democrático. Basado en la teoría del organizing de Jane McAlevey, su éxito político radica en la capacidad de constituir una base cada vez más amplia de gente corriente, una masa de personas que nunca antes se habían implicado y que no se consideraban activistas hasta ese momento. Para muchos de ellos, esta será la primera vez que participen en alguna lucha, y eso es lo más valioso.

El objetivo no es tener una base de activistas hipermovilizados que lanzan grandes campañas y movilizaciones, sino construir una base sindical formada por gente corriente, implicada en procesos de lucha

El sindicalismo de base rompe con el perfil del activista clásico como principal sujeto integrante y articulador de la organización. El objetivo no es ni “activar a unos pocos hiper militantes”, ni “ayudar” o “representar” a quiénes afecta la injusticia, sino generar las condiciones para que sean capaces de dinamizar su propia lucha. El objetivo no es tener una base de activistas hipermovilizados que lanzan grandes campañas y movilizaciones, sino construir una base sindical formada por gente corriente, implicada en procesos de lucha. Desde esta perspectiva, las luchas, movilizaciones y campañas, se tienen que pensar cómo medios para ampliar la base sindical y nunca ser un fin en sí mismas.

Horizontes de transformación

Un proyecto de mayorías necesita un horizonte de transformación definido, que dispute las ideas hegemónicas de la vida en el capitalismo. Este hecho es problemático, porque los movimientos sociales solemos ofrecer horizontes de sacrificio: consumir menos, no hacer turismo, abolir la propiedad privada, etc., en definitiva dedicarte a actividades que no te gustan, pero que son socialmente necesarias. Además, por lo general se trata de conductas individuales sin  impactos estructurales claros. De este modo, más que disputar las ideas hegemónicas de la vida que impone el capitalismo, lo que se suele hacer es impulsar críticas morales a dichas ideas, lo que es contrario al impulso incluyente e imposibilita la agregación.

Hay que identificar los elementos centrales de lo que sería una transición postcapitalista posible, generar horizontes de deseo asociados a la misma y vincularlos a un programa de transición

Un proyecto de mayorías debe construir horizontes de transformación deseables para las personas que se van a organizar y van a entrar en conflicto. La contrahegemonía no se puede pensar fuera de la cultura que pretende transformar, y la política transformadora debe fusionarse con los núcleos de buen sentido ya existentes, evitando elitismos y sectarismos ultraizquierdistas. Hay que identificar los elementos centrales de lo que sería una transición postcapitalista posible, generar horizontes de deseo asociados a la misma y vincularlos a un programa de transición.

Cuando una persona se une a una lucha -en defensa de su vivienda, su barrio, su territorio-, debe sentir que forma parte de un proceso de transformación mayor, deseable, que trascienda el ámbito individual y material de esa lucha. 

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Una dialéctica constituyente-destituyente

Nuestra cultura política tiene mucho recorrido impulsando procesos basados en el apoyo mutuo, la autogestión o el asamblearismo, que generan formas de reproducción social alternativas en un contexto de crisis cuando fallan el mercado y el Estado. Estos proyectos son realmente transformadores, pero a una escala micro: solo llegan a las personas que forman parte de esos grupos y pueden acabar siendo formas de autogestión de la miseria que facilitan la desposesión capitalista en lugar de catalizar procesos de ruptura.  De hecho, más que tejer “entramados comunitarios”, como diría Raquel Gutiérrez, suelen presentarse como una constelación de microproyectos aislados, incapaces de constituirse como fuerza social contrahegemónica que se contentan con ser islas de prácticas autónomas consentidas por el Estado y el mercado.

A través de estos procesos, las respuestas defensivas a la crisis se transforman en acciones ofensivas de impugnación del conjunto de las estructuras políticas y económicas

Las respuestas prefigurativas no se constituyen como fuerza contrahegemónica si carecen de una contraparte destituyente y de impugnación. Una disputa diaria en el plano material, pero también en el ideológico-cultural, que desentrañe las contradicciones del capital, politice las situaciones de explotación, deslegitime las estructuras y actores centrales del capitalismo, amplíe los antagonismos, incremente los apoyos y de legitimidad a la fuerza social que se está construyendo. La batalla cultural en los medios, al igual que potenciar las contradicciones en el seno del Estado, son elementos cruciales e intrínsecos a la lucha. A través de estos procesos, las respuestas defensivas a la crisis se transforman en acciones ofensivas de impugnación del conjunto de las estructuras políticas y económicas.

En definitiva, la hipótesis del poder popular debe asumir dos funciones simultáneas e igual de importantes: establecer un contrapoder, un movimiento de oposición, conflicto y lucha, al mismo tiempo que constituye un doble poder, una institucionalidad e infraestructura propias que hagan de punto de apoyo y foco de retroalimentación de esa lucha.

Confederación de luchas

Si nuestras sociedades entraran en una fase de profundización de la crisis, como ocurrió a partir de 2008, nos daríamos cuenta de que la actual potencia social contrahegemónica no se encuentra en una posición significativamente mejor que hace una década. El ciclo del 15M no ha logrado acumular suficiente fuerza social para enfrentar una futura crisis desde una posición más sólida. La hipótesis de la retaguardia, en un contexto de 'guerra de posiciones', sugiere que el objetivo político actual es construir las condiciones necesarias para articular un bloque social contrahegemónico. Este bloque, frente al agravamiento de las contradicciones del capital, podría transformar futuros desequilibrios en oportunidades para la organización, el antagonismo y la acumulación de fuerza social.

Estas condiciones de posibilidad no nacen de la nada; surgen de la potencia política ya constituida en organizaciones que ya están luchando desde el feminismo, el sindicalismo laboral, el ecologismo, el antirracismo o el sindicalismo de vivienda.  La confederación de estas luchas constituye el punto de partida del contrapoder del nuevo ciclo.

La crisis del capitalismo genera desequilibrios en múltiples ámbitos y de forma simultánea. Esto hace que la situación actual sea definida como de crisis multidimensional o policrisis. Un elemento principal de esta crisis, es que sus manifestaciones no se pueden combatir de forma aislada. Las luchas sectoriales, si bien son importantes para acumular fuerzas y ganar posiciones, no pueden superar por sí solas la lógica del capital, que desplazará sus contradicciones a otras esferas.

De este modo, el bloque social, contrahegemónico, diverso y popular, debe ser la herramienta para acumular fuerzas mientras se agudiza la crisis, construyendo una nueva hegemonía basada en nuestra propia institucionalidad y formas de vida. Sabemos que cuanto peor no es mejor; debemos ser capaces de hacer que el malestar y el sufrimiento tengan consecuencias políticas.

Una huelga de alquileres y un conflicto masivo en torno al alquiler y la vivienda, si no se articula en confluencia con el resto de luchas, por muy disruptivo que sea, terminará en una  derrota más

Desde el Sindicato de Inquilinas llevamos tiempo elaborando y construyendo estas hipótesis. Consideramos que las luchas en torno al problema del alquiler constituyen un frente estratégico clave para su desarrollo. La vivienda en alquiler se ha convertido en un eje central del proceso de acumulación. Los procesos de desposesión se han intensificado a través del arrendamiento, una forma de tenencia que precariza a sectores cada vez más amplios y diversos de la población. Los conflictos en torno al alquiler son clave para exponer las contradicciones de las sociedades capitalistas contemporáneas y sembrar experiencias de poder popular cada vez más fuertes. Pero sabemos que estas luchas, si no están federadas, sino se articulan junto a otras, quedarán arrinconadas e impotentes.

Por ello, estamos organizando una huelga de alquileres que esperamos sea histórica y marque un antes y un después en la historia de este país. Al mismo tiempo, estamos impulsando unos encuentros y debates junto a CGT, CNT, Ecologistas en Acción y el Sindicato de Manteros, con la intención de que se consolide un proceso de confederación de luchas que en una segunda fase integre a más organizaciones. Porque, si algo tenemos claro, es que una huelga de alquileres y un conflicto masivo en torno al alquiler y la vivienda, si no se articula en confluencia con el resto de luchas, por muy disruptivo que sea, terminará en una  derrota más.

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