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Estudiante de Ciencias Política en la UCM. Militante de Pan y Rosas.
Estudiante de 2º de Bachillerato. Militante de Contracorriente.
Último día de EVAU y muchos estudiantes no podemos evitar preguntarnos: ¿Por qué he tenido que pasar por esto? Pretenden que no cuestionemos una prueba que nos amarga la existencia durante un año entero de nuestra juventud. Un examen meritocrático y antipedagógico que nos obliga a competir de forma feroz entre nosotros por poder estudiar lo que nos gusta y en el que tenemos que vomitar temarios eternos que hemos dado en un tiempo exprés. Todo ello a costa de poner en riesgo nuestra salud mental y de no poder dedicar tiempo a las otras cosas importantes de nuestra vida.
Se nos impone a la fuerza la lógica de “cuando no puedes más, tienes que poder más”, que le viene perfecta a un sistema educativo en el que no importa si aprendemos o no, ya que lo único que interesa es que seamos máquinas productivas para el mercado laboral, cada vez más precarizado para la juventud. Porque, aunque nos hayan dicho todo lo contrario, la EVAU no busca hacer real la famosa “igualdad de oportunidades”, ni responde a principios pedagógicos. ¿Qué va a tener de pedagógica una prueba en la que hay que recordar en tres días todo lo estudiado en un año jugándote tu futuro académico bajo muchísima ansiedad? ¿Qué va a tener de pedagógico evaluarnos a todos de la misma manera sin tener en cuenta nuestras distintas competencias, condiciones económicas y familiares o neurodivergencias?
La EVAU no es solo una prueba segregadora que nos divide y clasifica, sino que también es absolutamente elitista y clasista
Como si un examen que solo evalúa un único tipo de capacidad (la de retención de información de forma memorística) pudiera decirnos cuánto y para qué valemos. Cuando la realidad es que para la mayoría de los oficios y artes se requiere de multiplicidad de habilidades que no se pueden evaluar de esa manera tan reduccionista. Que no tiene en cuenta la creatividad, la sensibilidad, las dotes manuales ni mucho menos el espíritu crítico. Como si nosotros mismos no nos conociéramos lo suficiente para saber qué se nos da mejor o como si fuera algo malo probar para saberlo.
Pero la EVAU no es solo una prueba segregadora que nos divide y clasifica, sino que también es absolutamente elitista y clasista. Bajo la justificación “meritocrática” se esconde una prueba que perpetúa la jerarquía de clases. Marginando a todas aquellas personas que tenemos que trabajar mientras estudiamos, a las que tenemos que cuidar de hermanos pequeños porque nuestros padres trabajan dobles o triples jornadas, a las que no tenemos un espacio propio para estudiar, a las que no tenemos dinero para pagar clases particulares o directamente las tasas del examen, que no son precisamente baratas (en torno a los cien euros).
Estos días hemos escuchado mucho que la EVAU sirve para equilibrar los institutos públicos y los privados, tantas veces acusados de “inflar notas”. Sin embargo, la EVAU lejos de ser la cura de la enfermedad es uno de sus síntomas más claros. La educación pública está en crisis mientras las privatizaciones, concesiones y externalizaciones no cesan. Quizás, mejor que obligarnos a someternos a un tortuoso examen, habría que empezar a poner el foco en el estado de la educación pública y en la existencia de la educación privada. Siendo esta una de las principales fuentes de segregación del alumnado, dándole todo tipo de facilidades a aquellos que las pueden pagar con la matrícula.
La LOMLOE, conocida por quitar horas valores éticos y añadir de “emprendimiento empresarial” es sentida por muchos como más de lo mismo. No soluciona la falta de recursos, las ratios de alumnos por aula ni la precarización del profesorado. A lo que se suma la infrafinanciación de la educación, también mantenida por el actual gobierno del PSOE y Unidas Podemos, que solo dedica 6.000 millones, mientras ha incrementado el gasto militar a los 26.000 millones para sostener una política guerrerista e imperialista.
En la Comunidad de Madrid, la derecha neoliberal, bajo el beneplácito de esta ley que ha dado vía libre a la oleada de privatizaciones, no duda en regalar terreno público para hacer colegios de lujo y destinar parte del dinero público a becas para que las familias que ganan más de 100.000 euros al año puedan “ser libres” de ir a la privada.
Es evidente que los estudiantes no somos iguales a la hora de enfrentarnos a la EVAU y eso se refleja en quiénes se quedan fuera. Los hijos de clase trabajadora nos hemos convertido en una “especie en extinción” en las universidades públicas, siendo solo el 10% del alumnado. Lo que no debería de sorprenderle a nadie con el precio desorbitado de las matrículas, de los alquileres y en general de la subida del coste de la vida que las becas no llegan a cubrir. Con la contradicción añadida de que la beca que te dan no te da para vivir todo el año y si tienes un contrato de trabajo que dure más de unos meses ni siquiera te la conceden. Es decir, la EVAU actúa como primera “criba de clase” y el coste de estar en la universidad como “la criba definitiva”. De esta manera, muchos estudiantes no llegan a la educación superior y pasan a ser la mano de obra más fácil de precarizar con la excusa de la falta de titulación.
Al mismo tiempo, vemos plazas limitadas y fijadas de antemano insuficientes para la demanda de cada generación de estudiantes. Da igual la falta de personal sanitario en un sistema de salud colapsado, ni la falta de psicólogos en la pública, cada año dejan fuera a cientos de estudiantes que ponen como primera opción estos grados. ¿A quién escuchan los altos cargos universitarios a la hora de fijar las plazas? Pues a los representantes de empresas y bancos de los Consejos Sociales. El presidente del Consejo Social de la UCM es un directivo del Corte Inglés y su vicepresidente uno de los directivos más importantes de Repsol.
Ni los supuestos partidos “progresistas”, ni desde luego la derecha, van a cuestionar la EVAU. Tendremos que ser las futuras generaciones de estudiantes, unidas a los profesores y trabajadores en lucha, las que acabemos con esta prueba segregadora y clasista. Un primer paso para cambiar radicalmente este modelo educativo a imagen y semejanza del sistema económico. Para terminar con el modelo de universidad-empresa, que el acceso a las universidades sea libre y gratuito y que estas sean gestionadas por estudiantes, docentes y trabajadores.
La historia nos muestra que se puede luchar y se puede ganar. Como hicieron las estudiantes del mayo del 68 en Francia, nosotras también queremos cuestionar esta educación de clases como trampolín para cuestionar esta sociedad de clases. Porque no pensamos conformarnos con las migajas de un sistema injusto. Porque no nos resignamos a la distopía que nos ofrecen y somos capaces de imaginar y pelear por un futuro que valga la pena ser vivido. Donde podamos disfrutar de aprender fuera de la lógica del beneficio empresarial y la productividad.
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Muy buen artículo, argumentado y valiente.
Y muy interesante la visión crítica sobre el supuesto carácter pedagógico de la ebau.
Comparto todo lo expuesto en el artículo pero, como profe de la especialidad de Economía en un instituto público de secundaria, quiero señalar que la LOMLOE no ha incrementado las horas de Economía y Emprendimiento, sino que las ha reducido respecto a la LOMCE: antes había 7 horas -todas optativas- y ahora han quedado únicamente 3 horas -una optativa en 4ºESO que se diluye porque entra en un abanico de elección de 10 asignaturas.
Esta reducción nos parece un error y la interpretamos como un intento político para empeorar la cultura financiera del alumnado y su capacidad crítica respecto al sistema económico predominante, ya que esa carencia de asignaturas se suplirá con formación externa impartida por la banca privada.
El profesorado de Economía somos especialistas en estas materias y hemos demostrado nuestra profesionalidad mediante unas duras oposiciones de acceso a nuestra plaza. Garantizamos que cualquier estudiante adquiera unos conocimientos básicos y críticos que serán cruciales para su desarrollo personal y social a la hora de decidir cómo consumir conscientemente, cómo defender sus derechos laborales, cómo gestionar sus finanzas familiares, cómo interpretar las noticias en los medios de masas, cómo mejorar los servicios públicos, o cómo hacer frente a la emergencia climática y la crisis de desigualdad.
Por favor, pedimos que no se caiga en la demagogia de considerar que enseñar Economía es lo mismo que adoctrinar en el Capitalismo. Nuestra ciencia es necesaria en el aula para abrir la mente y conocer modos alternativos de organización social. Eliminarla solo puede crear ignorancia...
En Extremadura el libro de economía de segundo de bachillerato es de "economía de la empresa".
Por no hablar de cómo se confecciona el examen.
Es dudoso el verdadero carácter crítico de esta asignatura de "teología neoliberal" disfrazada de ciencia.