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Memoria histórica
Cuando los nacionales “fusilaron” a Rosita Díaz Gimeno, la “sonrisa de la República”
Considerada por Chaplin como una de las “mejores actrices” que había conocido o la “sonrisa de la República” por otros, la prensa anunció el fusilamiento en 1937 de la actriz Rosita Díaz Gimeno. No fue así, siguió viviendo en el exilio. Aunque no pudo salvarse del olvido de gran parte del público español.
El 23 de febrero de 1937, un mes después de que el diario socialista Avance iniciara su tercera época en Gijón, tras quedar Oviedo donde se editaba en poder del coronel golpista Aranda, apareció una noticia en la portada del periódico en la que se daba cuenta del fusilamiento de la artista de cine Rosa Díaz Gimeno por los facciosos. El titular, tal como está redactado, parece dar respuesta a un rumor circulante por aquellas fechas. La actriz —se decía en la información— “fue detenida, juzgada y ejecutada por los fascistas en consejo de guerra el mes anterior, acusada de un delito de espionaje”.
Sin embargo, quien fue sin duda una de las actrices más populares durante la Segunda República tuvo más larga vida. Rosita Díaz Jimeno, que había nacido en Madrid en 1911 o 1908, fallecería lejos de España el 23 de agosto de 1986. Rosita fue la esposa de Juan Negrín, no del jefe del gobierno republicano sino de su hijo mayor, del mismo nombre y profesión (médico), con el que Rosita se casó un día antes de abandonar España camino del exilio, en enero de 1939.
Cuando se dio noticia de su fusilamiento en el citado diario, Rosita se encontraba ciertamente en Sevilla, ciudad en la que rodaba una película, interrumpida al estallar la guerra. Se trataba de El genio alegre, dirigida por Fernando Delgado, que sería estrenada precipitadamente en diciembre de 1939, sin que la actriz protagonista figurara en los títulos de crédito, caso a no dudar insólito en la historia del cine. En Sevilla, la protagonista había sido tomada como rehén por los golpistas, creyendo quizá que se trataba de la amante de Juan Negrín padre, no de su hijo.
Según Carmen Negrín, nieta del político socialista, para el canje de la actriz intervino gente de Hollyood y puede que las circunstancias hubieran sido lo suficientemente graves como para temer por su vida, pues Díaz Gimeno se había caracterizado, además, por sus opiniones claramente favorables al voto femenino, al divorcio y otras cuestiones en relación con la emancipación de la mujer que denotaban su mentalidad avanzada. Quizá por eso el periódico asturiano adelantó erróneamente ese trágico final, con una ditirámbica glosa de su personalidad a cargo posiblemente del periodista Ovidio Gondi, especializado en la sección de cine del mencionado diario.
Rosita Díaz fue muy amiga de Luis Buñuel, al que conoció en los estudios de la Paramaount en Joinviville (París) antes de la guerra. Ya en el exilio, mantuvieron su amistad en Estados Unidos, hasta el punto de ser la actriz y su marido los padrinos de Rafael, hijo del director de cine aragonés. Se ha llegado a decir que Buñuel estuvo muy enamorado de Rosita, una mujer adelantada a su tiempo, muy distinta a Jeanne (esposa de Buñuel) y también muy diferente al tipo de mujer que sobrevivía en la España de la posguerra. Jeanne Rucar, la esposa de Buñuel, dijo de ella: “Era una mujer guapa, con personalidad, a Luis le encantaba. Desde antes eran amigos de Luis, pero yo los conocí en Nueva York”.
Díaz Gimeno se había caracterizado, además, por sus opiniones claramente favorables al voto femenino, al divorcio y otras cuestiones en relación con la emancipación de la mujer
Según recoge Manuel Fructuoso (Las mujeres en la vida de Luis Buñuel. Sus amores II), el cineasta de Calanda le contó al escritor Max Aub lo que sigue respecto a su relación con la actriz madrileña: “En Nueva York, Jeanne vivía bastante lejos, quiero decir, vivíamos bastante lejos, y se ocupaba de los niños. Teníamos poco dinero. Yo trabajaba en el Museo (MoMA) y me enamoré de R. [Rosita])”. Luego añade: “Hoy me alegro de que no pasara nada”. Fructuoso suma a esas notas otras posteriores del mismo escritor, fechadas en su diario el 17 de enero de 1972, pocos meses antes de su muerte, en las que se refiere al regreso de Buñuel desencantado de España, en donde había estado enfermo, y a unos breves comentarios con relación a R. D. [Rosita Díaz] que sí podrían interpretarse como propios de una amorosa amistad.
Aunque en Wikipedia se afirma que la actriz falleció en Nueva York, Carmen Negrín cree que murió en el sur de Francia, adonde viajaba todos los veranos para visitar a sus padres y asistir al festival de Cannes. Incluso piensa que está enterrada allí. La noticia de su fallecimiento pasó desapercibida en la prensa española, pero sí mereció esta carta al director del diario El País, suscrita por Roberto Rendueles y fechada el 12 de octubre de 1986, en la que se la califica como embajadora de la cultura de nuestros país en Estados Unidos y México, después de haber tenido éxitos notables en España como Se ha fugado un preso, El bandido de Ronda, Susana tiene un secreto y La Dolores, filmes todos ellos proyectadas durante el I Festival de Cine de Nueva York.
En Hollywood, Rosita protagonizó Angelina o el honor de un brigadier, Vida bohemia y Rosa de Francia; en México, que le brindó numerosos premios y homenajes, rodó también Pepita Jiménez, El último amor de Goya y Me enamoré de una sirena. Fueron también notables sus éxitos en teatro, como en su papel de Saini en La casa de té de la luna de agosto, representada en inglés en Broadway, y en español en México y varios países latinoamericanos. En la ciudad de México tuvieron gran repercusión pública sus interpretaciones en Jano es una muchacha y La visita, de Dürrenmatt.
Rendueles centra su gran labor como difusora de la cultura española sus múltiples clases y conferencias, impartidas en universidades y colegios norteamericanos. Fue elegida miembro de honor de la universidad de Hoffstra, antiguo centro docente de gran prestigio, declarándola “extraordinario paladín de la cultura española en Estados Unidos”. Participó con su esposo en sesiones sobre literatura y cultura española en otras importantes instituciones, tales como la universidad de Yale. Perteneció al consejo asesor de Lengua y Literatura Romances de la Universidad de Princeton. También fue miembro de honor de la Asociación de Licenciados y Doctores de Estados Unidos, junto al doctor Severo Ochoa y otras distinguidas personalidades.
Roberto Rendueles, que conoció a la actriz y pretendió paliar con su carta el silencio de la prensa española ante la muerte de la actriz, lamenta al término de la misiva “que España haya olvidado a esta eminente artista, que fue considerada por Chaplin como una de las grandes actrices que había conocido y a la que Román Gubern calificó como la sonrisa de la República. Una mujer —concluye— de gran talento, entrañable, bellísima, de gran generosidad y bondad”.