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Guerra en Ucrania
La Patria como subterfugio de los canallas
La fase actual de la guerra en Ucrania surgida a raíz del 24 de febrero del pasado año, como sucede en cualquier evento de magnitud histórica tan trascendente, ha provocado un sinfín de posiciones paradójicas en diversas áreas del espectro político nacional e internacional. No obstante, ha prevalecido la histórica situación del pueblo poniendo carne y sangre por intereses ajenos y, a menudo, mal conocidos.
Es una cuestión manida que el pueblo desprecia las guerras porque son instrumentos de los poderosos para defender sus propios intereses, reiterándose el argumento de que buena parte de estas no se producirían si los mandatorios tuvieran que estar en primera línea de fuego. No obstante, los jerarcas mediante la fuerza y/o el convencimiento acaban logrando que el cuerpo del pueblo se disponga a sufrir, he aquí la trágica consecuencia de un aparente destino inevitable. Para lograr ese fin, tanto desde los instrumentos de poder occidental-ucraniano como ruso se observan referencias cargadas de simbolismo patriótico legitimadoras de los argumentos propios para justificar la guerra, hasta lograr una apropiación popular contraria al referido discurso respecto de los promotores y beneficiados de las guerras: La patria, la soberanía y/o la nación como fuente permanente de justificación de la muerte.
El concepto Patria ha evolucionado hasta ser entendido como el grupo humano con quien compartimos valores culturales, religiosos, éticos, lingüísticos e identitarios e, inversamente, a través de los que nos diferenciamos, de los “otros”
El concepto Patria, como bien dibuja en su clásico Por amor a la Patria Mauricio Virolli, ha evolucionado desde la época clásica de una comprensión de aquella como el ente encargado de otorgar y proteger derechos, seguridad y bienestar a sus ciudadanos, a la equivalencia con el grupo humano con quien compartimos valores culturales, religiosos, éticos, lingüísticos e identitarios e, inversamente, a través de los que nos diferenciamos, de los “otros”. Esta nueva y creciente adopción del concepto patria, como aparente respuesta sociopolítica al proceso globalizador, se ha reforzado en Occidente de forma significativa en las últimas décadas.
Rusia, desde tiempos inmemoriales, en palabas de Dostoievski sufre de una disputa interna entre su alma occidental derivada de la permanente influencia, no generalmente pacífica, de Europa, frente al alma de vocación más imperial y nacionalista con miedo permanente de perder su esencia eslava por la influencia europea. La trasposición extrema de ese esencialismo ontológico a la geopolítica de una Rusia, que a la par que buena parte de Occidente ha experimentado una creciente influencia de ideas nacionalistas (Duguin, Primakov o Ilin como ideólogos ultranacionalistas de Putin), alimenta una idea de miedo a la desaparición como nación, que justifica su defensa mediante cualquier medio hasta lograr convencer a buena parte de sus ciudadanos de la necesidad de una invasión como estrategia defensiva de la idea de gran nación rusa.
La semana política
Paz sin honra
La utilización de las élites rusas de la sangre del pueblo en su beneficio ha sido un devenir histórico que parece repetirse. Tener más sangre disponible que su adversario ucraniano parece erigirse en una de las grandes ventajas rusas ante las pocas muestras de superioridad militar hasta el momento. Ello motiva a los gobernantes rusos a extender la guerra indefinidamente para lograr una posible victoria por agotamiento, de sangre ucraniana o de donantes europeos que poco a poco se van distanciando respecto de las políticas a seguir.
La utilización de las élites rusas de la sangre del pueblo en su beneficio ha sido un devenir histórico que parece repetirse. Tener más sangre disponible que su adversario ucraniano parece erigirse en una de las grandes ventajas rusas
En el caso ucraniano, no es tan difícil de comprender el convencimiento de la necesidad de defenderse en tanto en cuanto han sido atacados, más allá de que la razón de ese ataque pueda ser tan ajena a la propia Ucrania como los motivos que llevan a Occidente a donar ingentes cantidades de armamento y dinero para que se defienda de Rusia, más si tenemos en cuenta la existencia de una estrategia de fortalecimiento del sentir identitario ucraniano a raíz de los sucesos del Maidan y la coyuntura posterior.
Sí es más paradójico y menos sostenido el apoyo de buena parte de la población europea al envío de material militar y económico a Ucrania. La argumentación general es la necesidad de protegernos de un imperio expansivo que se encuentra a nuestras puertas y debe ser detenido antes de que sea tarde, teniendo como escudo victimizado a un pueblo que pone el cuerpo para nuestra protección. Las voces contra ese apoyo, excluyendo las genuinamente pacifistas, no ha sido tanto el rechazo a las causas del apoyo como la desconfianza de estar todo guiado por el hegemon estadounidense que se aprovecha de la circunstancia económica y geoestratégicamente.
Lejos de los intereses, ambiciones y acciones de las élites políticas, la realidad de la guerra está demostrando una vez más que aquellos han conseguido la confrontación no solo militar, sino de extrañamiento entre los pueblos ruso y ucraniano y ruso y europeo, que persistirá mucho más allá de la guerra. Pese a una historia que impide a unos y otros conocer lo que son sin la respectiva contraparte.