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Memoria histórica
El anunciado y frustrado matrimonio del dictador Miguel Primo de Rivera
Se llegó a publicar en la prensa de la época, pero una entrevista “espontánea” del periodista González Ruano con la novia en la revista Estampa hizo que no se celebrara el enlace.
Raro fue que un diario como ABC, tan bien informado de la intrahistoria aristocrática española, diese a mediados de abril de 1928 el anuncio de un evento, publicado en su sección de ecos de sociedad, y que finalmente no llegara a realizarse. Lo hacía dando pie a una fotografía del presidente del Consejo, Miguel Primo de Rivera, paseando por el hipódromo de la Castellana con su prometida Mercedes (Nini) Castellanos y Mendiville, en el que se decía que el futuro enlace entre ambos tendría lugar en el mes de septiembre, coincidiendo la boda con el día de la onomástica de la novia:
“En los círculos aristocráticos ha circulado con insistencia la noticia del próximo enlace del presidente del Consejo, general Primo de Rivera -se decía en el citado periódico-, con la bella y distinguida señorita Niní Castellanos y Mendiville, hija de la difunta condesa viuda de San Félix. La noticia es exacta. El fausto suceso tendrá lugar el 24 de septiembre, día en que celebra su fiesta onomástica la prometida del jefe del Gobierno. La señorita doña Mercedes Castellanos pertenece a una de las familias de mayor relieve en la sociedad madrileña. Su padre, don Lorenzo Castellanos, fue un diplomático distinguidísimo, que ocupó cargos preeminentes, y en todos dejó gratos recuerdos de su talento y de su patriotismo. Su madre, dama que brilló en sociedad por su inteligencia, su bondad y su elegancia, casó en segundas nupcias con el coronel de Artillería don Manuel de Alvear, conde de San Félix”. De la prometida del dictador se dice por lo cultivado de su espíritu, su belleza y exquisita distinción “es ornato de la sociedad aristocrática, en la que cuenta con extraordinarias simpatías”.
Fue el periodista César González Ruano, que habla del hecho en sus memorias (Mi medio siglo se confiesa a medias, ed. Renacimiento), el primero en adelantar las impresiones de la futura esposa del marqués de Estella en una entrevista publicada en el semanario Estampa poco días después, el 24 de abril, con la imagen a toda portada de la protagonista. La conversación, titulada Lo que nos dice de su próxima boda la prometida del Presidente, se celebró el 20 de abril, según anota en el citado libro el redactor de esa revista, y discurre en un cómodo y confortable palacete de la calle Juan Bravo, en el barrio de Salamanca. El tratamiento dispensado a doña Mercedes abunda en zalamerías hasta el más servil empalago en torno a su personalidad, a la que el periodista ensalza en su presentación por su resuelta modernidad, la finura de su gracia y su gentil silueta.
Un pormenor a tener en cuenta en una interviú de este carácter no puede dejar sin primera mención el día en que se conocieron los futuros cónyuges. En este caso fue en el hospital de Carabanchel, en 1921, cuando con motivo de una visita del general, este vio a su prometida ejerciendo de enfermera en el centro. El dictador tenía entonces 51 años y Nini Castellanos rondaría los treinta y tantos. La discreción evita que Ruano entre en detalles acerca de lo dilatado del noviazgo, si es que se inició al poco de aquel encuentro, pero sí conviene recordar que la vida del dictador fue dada al alterne en prostíbulos desde el temprano fallecimiento de su primera esposa, Casilda Sáenz de Heredia, fallecida de sobreparto en 1909. Solo habían pasado ocho años desde su matrimonio, del que tuvieron seis hijos, entre los que se cuentan José Antonio, fundador de Falange Española, y Pilar Primo de Rivera, fundadora de la sección Femenina durante la dictadura franquista.
Muy sonado fue el caso de la amante de Primo de Rivera conocida por La Caoba por su color de piel. Se trataba de una cabaretera andaluza, prostituta cocainómana y traficante de narcóticos, que después de ser denunciada fue detenida y recurrió por ello al dictador para para ser puesta en libertad. No lo consideró oportuno el juez José Prendes Pando, ni tampoco el presidente del Tribunal Supremo, por lo que Primo trasladó al primero de juzgado y obligó a jubilarse antes de tiempo al segundo para así acceder a la petición de su amante. El caso lo dieron a conocer en febrero de 1924 Miguel de Unamuno y Rodrigo Soriano -cuenta Paul Preston-, con quien Primo se había enfrentado en un duelo a espada, por lo que ambos fueron desterrados a la isla de Fuerteventura. El motivo oficial alegado fue que el vicerrector y catedrático de griego de la Universidad de Salamanca había escrito una carta en la que tildaba a la monarquía de podrida. El general, por su parte, hizo crecer aún más el escándalo con una nota pública a las que era muy aficionado en la que decía: “El presidente del Directorio no se siente molestado por la persistencia de la insidiosa campaña fundada en su intervención, para que se hiciese justicia a una mujer, a su parecer injustificadamente detenida. Así volverá a proceder cuando la ocasión se presente, teniendo a gala de su carácter haberse inclinado toda la vida a ser amable y benévolo con las mujeres”.
De todo eso nada se comenta, por supuesto, en la entrevista que doña Mercedes Castellanos y Mendiville, hijastra de la condesa de San Félix, concede a Ruano para el semanario Estampa. Al periodista, autor de una encomiástica biografía de Primo de Rivera durante la dictadura franquista, lo que le interesa de la charla es la vertiente rosa de la relación sentimental con el dictador, relación que en principio fue la de una amistad prolongada, con sus alzas y sus bajas y sus insinuaciones -según la entrevistada-, “hasta que el otro día me pidió”. Acerca de los encantos de su futuro marido, doña Mercedes manifiesta la necesidad que tienen las mujeres de admirar a alguien, y en este caso ella siente admiración por Miguel, por su inteligencia y su cultura, y el conocimiento que tiene del Museo del Prado y la obra de Goya, según comprobó en una reciente visita a la gran pinacoteca nacional.
La conversación se interrumpe con la llamada telefónica de la duquesa de Montpensier, que felicita a la novia, y prosigue con las impresiones de doña Mercedes ante la expectativa de ser -según pregunta de Ruano- la esposa de quien rige nada menos que los destinos de España: “No se me oculta, es una gran boda. Un sueño para un simple señorita Castellanos como yo, ¿no? Pero lo único que me importa es el cariño que tengo a Miguel ¡Le adoro!”. Sobre las ideas políticas y sobre la dictadura, Nani Castellanos responde “que no las tenía hasta ahora. Y ahora ya se puede imaginar...”, añade.
La entrevista concluye con una referencia a las escuelas que la prometida de Primo tiene junto a la Plaza de la Cebada, en una casa de la calle de Toledo, patrocinadas por las Damas Católicas, y de las que doña Mercedes es “el alma viva y hada buena”, en expresión del periodista. “Allí aprenden un oficio las muchachitas de la barriada -escribe-, donde reina, bajo el sol que tuesta en llamas los rostros y anima las pasiones, una alegre pobreza de expresiva litografía popular”. La interviú concluye con la posibilidad de que esas escuelas tengan pronto una biblioteca y un jardín, y González Ruano “cree interpretar el sentido de la prometida del Presidente iniciando la idea de que el regalo benéfico a una Fundación, tan amada por ella, sería el mejor regalo de boda que podía hacerse a Nani Castellanos”. El general, apunta Ruano en las últimas líneas, no quiere que llamándose Mercedes, se la diga Nani, para a añadir al final del texto un desmesurado estrambote que colma la untuosa adulación de toda la interviú: “Hame sido grato, señorita Castellanos, escribir estas líneas y poner en relación, por el gran altavoz de la Imprenta, vuestra palabra con el oído público. Yo ofrezco esta información, nuncio de esponsales, campana prematura, con la intención de un ramo de rosas de España”.
Se dice que para hacer esta interviú el periodista de Estampa se presentó en la residencia de doña Mercedes de improviso y que la entrevistable ofreció una cierta resistencia previa. González Ruano hace notar en sus memorias que por aquellas fechas no se hablaba en Madrid de otra cosa que de la próxima boda del marqués de Estella. “La señorita Mercedes -escribe- me dio el éxito periodístico de que por primera vez se hiciera público el enlace, dicho por ella. La interviú pasó por la censura de Celedonio de la Iglesia, que preguntó a doña Mercedes si eran ciertas sus palabras y si le parecía bien. Si se lo preguntan a don Miguel no se hubiera publicado y tal vez no se habrían roto aquellas relaciones a los pocos días, entre mil versiones que lanzaban al silencio aquel nombre de Nini Castellanos que se había hecho popular en los Madriles”.
Para saber las razones de aquella ruptura, Ruano quiso entrevistar después al dictador e hizo repetidos intentos ante su secretario, Fidel de la Cuadra, según cuenta en esas mismas memorias. A lo más que llegó fue a que Primo de Rivera renunciara a la interviú en una breve misiva, en la se excusaba de ello por sus muchas ocupaciones. No obstante, el periodista tendría la oportunidad de hablar con el marqués de Estella con ocasión de una verbena que se celebró en el parque del Retiro en el mes de julio. Asegura Ruano que Primo le reconoció por la popularidad gráfica de la que gozaba entonces el redactor de Estampa por las muchas entrevistas que firmaba en aquellos años, apareciendo en compañía de sus entrevistados. Fue en esa ocasión cuando con la mirada insolente y descarada que caracterizaba al marqués de Estella este le reprochó haber puesto en ridículo a la señorita Castellanos, a lo que Ruano replicó que casi se había limitado a ser un taquígrafo. “Entonces la que se ha puesto en ridículo ha sido ella”, respondió don Miguel.
¿Qué ocurrió para que aquel matrimonio no llegara a realizarse? Todo parece indicar que fue determinante esa entrevista publicada en Estampa sin permiso del futuro marido, pero no parece que haya en ella nada que justifique por lo dicho la ruptura de aquellas relaciones. Primo de Rivera dejará de ser presidente del Consejo pocos meses después de ver a Ruano, “con una nota -según el periodista hagiógrafo- larga y fatigada en la que todos vimos el desaliento de aquel hombre al que toda España había de reconocer poco más tarde como uno de los más ejemplares y enamorados políticos de su patria. El 28 de enero terminaba -concluye Ruano- el gobierno del marqués de Estella, después de seis años, cuatro meses y trece días de asumir el poder”. No mucho más tarde fallecería en París el dictador, sin que de su prometida Nini Castellanos nunca más se volviera a saber nada.