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Infraestructuras
Valorar lo que cuenta frente al crecimientismo
En el actual 56º período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, organismo de las Naciones Unidas encargado de la promoción y protección de los derechos humanos en todo el mundo, se ha presentado un interesante informe del Relator Especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos.
Plantea una sugerente tesis que bien podemos trasladar a nuestro entorno más cercano, ahora precisamente que se está poniendo en marcha el nuevo Gobierno Vasco: “Planificar democráticamente una transición hacia una economía que reduzca su adicción al crecimiento, de forma que contribuya a la consecución de los derechos económicos, sociales y culturales y a la reducción de las desigualdades”.
Para el Relator encargado de proteger los derechos de quienes viven en extrema pobreza, el aumento del producto interno bruto (la llamada ideología del “crecimientismo”), “no es una condición previa para hacer efectivos los derechos humanos ni para combatir la pobreza y las desigualdades”, y defiende una transición desde “una economía impulsada por la búsqueda de la maximización de los beneficios a una economía basada en los derechos humanos”.
Las economías de los países ricos han crecido mucho más de lo que se necesita para que la gente prospere y se han vuelto “obesas”
Las economías de los países ricos han crecido mucho más de lo que se necesita para que la gente prospere y se han vuelto “obesas”. En nuestras sociedades “ricas” el crecimiento no consigue reducir la pobreza y las desigualdades ni crear empleo. Además, está conduciendo a la transgresión de una serie de límites planetarios. La interminable búsqueda del crecimiento, señala el informe, “desvía la atención de lo que verdaderamente importa, a saber, erradicar la pobreza y lograr el bienestar de todas las personas”.
Hasta ahora, también en Euskal Herria, la estrategia dominante (y fallida a la luz de los datos) para erradicar la pobreza se ha mantenido en gran medida dentro de esa hegemonía del “crecimientismo”, una espiral de crecimiento económico ilimitado, para después tratar de redistribuir la riqueza mediante impuestos y transferencias.
Aumentar el PIB se ha convertido en algo imperativo y para ello se toman decisiones políticas como la liberalización del comercio, la flexibilización del trabajo o la creación de un clima de inversión favorable a las empresas (que en realidad significan reducir los impuestos a las mayores empresas), aun sabiendo que tales medidas generan pobreza y exclusión social.
El informe recoge un revelador ejemplo: “La infravaloración del trabajo socialmente útil”. El trabajo de cuidados es vital para la economía y el trabajo productivo sería imposible sin él. Sin embargo, como no se valora en términos monetarios, no se ha contabilizado ni reconocido.
Cada día se dedican unas 16.400 millones de horas al cuidado. Es decir, 2.000 millones de personas trabajan ocho horas al día sin remuneración
Como nos demuestra con datos el Relator, la atención prestada al aumento del PIB oculta la importancia del trabajo doméstico y de cuidados y la necesidad de valorarlo en su justa medida. Cada día se dedican unas 16.400 millones de horas al cuidado personal directo de niñas y niños o mayores y a actividades de cuidado indirecto, como cocinar o limpiar. Es decir, 2.000 millones de personas trabajan ocho horas al día sin remuneración. Si esa contribución se pagara sobre la base del salario mínimo por hora, representaría el 9% del PIB mundial. Más de las tres cuartas partes de ese trabajo (el 76,4 %) lo realizan mujeres, que dedican un tiempo 3,2 veces mayor que los hombres al trabajo de cuidados no remunerado.
Veamos un ejemplo en nuestro entorno más cercano. Aquí, desde el sector primario, se viene reclamando la protección urgente del entorno rural, amenazado por la industria energética y unos megaproyectos que, con la excusa de la transición energética, responden a fines lucrativos y especulativos. También les afectan costosas infraestructuras de transporte insostenibles y destinadas a sectores enriquecidos de la sociedad y al turismo, como el TAV.
Cuidados
Trabajo Esclavas del hogar
Frente a estas dinámicas, es urgente la consideración de la agricultura y la ganadería locales como actividades estratégicas, así como el desarrollo de políticas activas para la protección y desarrollo de sus explotaciones, sobre todo las de carácter familiar y producción ecológica, para avanzar hacia la soberanía alimentaria.
Por otra parte, a nadie se le escapa que las ingentes cantidades de recursos empleados en estas grandes infraestructuras podrían emplearse en otros proyectos que sí avanzasen en reducir las desigualdades y la pobreza.
Sin embargo, en palabras del propio Relator: “Mientras la economía se rija principalmente por la obtención del máximo beneficio, responderá a la demanda expresada por los grupos más ricos de la sociedad, provocando formas de producción que empeoran la exclusión social en nombre de la creación de más riqueza, y no logrará hacer efectivos los derechos de las personas en situación de pobreza”.
El dominio económico se convierte en la influencia política que permite a los grupos más ricos de la población y a los actores económicos más poderosos vetar cualquier cambio que pueda cuestionar el statu quo del que se benefician
El dramaturgo irlandés George Bernard Shaw ya avanzó el siglo pasado que el más grande de los males, y el peor de los crímenes, es la pobreza. Terminamos con una propuesta y un recordatorio imprescindible para el nuevo Gobierno Vasco, extraídos del informe, a la hora de planificar las políticas públicas: las desigualdades de ingresos y riqueza tienen consecuencias políticas. El dominio económico se convierte en la influencia política que permite a los grupos más ricos de la población y a los actores económicos más poderosos vetar cualquier cambio que pueda cuestionar el statu quo del que se benefician.
Y finalmente una propuesta. Si realmente queremos combatir la pobreza y la exclusión crecientes en nuestra sociedad, si realmente queremos contribuir a la efectividad de los derechos económicos, sociales y culturales para todas las personas, debemos abandonar el “crecimientismo” y estimular la economía social y solidaria para, por ejemplo, producir bienes y servicios ecológicamente sostenibles y de mayor utilidad social, en lugar de limitarnos a enriquecer a los ricos y fomentar el dominio de los grandes actores económicos. También en Euskal Herria.