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Fútbol a este lado
Colo Colo, trinchera por un Chile justo
El té sabe más dulce y la marraqueta de pan está más crujiente. Eso se dice que pasa en el desayuno de la mañana siguiente a una victoria de Colo Colo. Así de grande, así de influyente en la vida de muchos chilenos y chilenas dicen sus aficionados que es el club albo, el cacique, el indio, el popular, que de apodos tampoco escatima.
Hablar de Colo Colo es hacerlo del último aliento de David Arellano, mártir de un deporte que no acostumbra a tener muchos. De cómo las victorias que iba acumulando en la Libertadores del 73 retrasaron el golpe de Estado contra el Gobierno de Salvador Allende. El club, según la tesis que defienden periodistas como Luis Urrutia, era capaz de aliviar la tensión política irresponsablemente provocada por unas élites y una derecha en caída feroz sobre la Unidad Popular y la democracia.
Hablar albo es recordar, también, a su leyenda Carlos Caszely y el impactante spot con su madre torturada por la dictadura en la campaña por el No a Pinochet en el plebiscito de 1988. O la Libertadores, la única chilena, esta vez sí ganada por los Jozić, Pizarro y Barticciotto y que este 5 de junio cumple su 30º aniversario.
Pero no hace falta mirar tan atrás. En el Chile efervescente del último año y medio, desde las protestas del estallido social que comenzó el 18 de octubre de 2019 hasta una de las consecuencias de este, las elecciones a constituyentes —el próximo 15 de mayo—, Colo Colo está presente. Tanto que, con la mira puesta en estas últimas, varios socios y socias del club se han movilizado para conformar y dar cobertura política a distintas candidaturas colocolinas. Dos de sus dinamizadores, Damaris Abarca, como candidata a redactar la nueva constitución chilena, y Félix Calderón, uno de los coordinadores del espacio autónomo que impulsa este cambio desde la base, nos sumergen en el universo social del gigante chileno.
“No he encontrado nada más valioso en mi construcción como persona que esa convicción de mi abuelo. Ese sentimiento de lucha lo expresaba con el club de sus amores, Colo Colo”, recuerda Damaris Abarca
“Desde pequeña escuchaba que mi abuelo hablaba de Colo Colo y, de la misma manera, de justicia social. Era obrero y no terminó su enseñanza básica, pero no era indiferente cuando unos pocos decidían sobre la vida de muchos. No he encontrado nada más valioso en mi construcción como persona que esa convicción de mi abuelo. Ese sentimiento de lucha lo expresaba con el club de sus amores, Colo Colo. ‘Es lo más grande, mija, es la historia del cacique’. ¿Cómo no amarlo también? Si fue parte fundamental de lo que yo más he admirado en la vida”, explica Abarca, candidata por el distrito 15 región de O’Higgins bajo la fórmula Apruebo Dignidad.
“Cuando hoy —continúa— me pongo a disposición del proceso constituyente es porque veo a mi abuelo en todas las injusticias de Chile. A él y a muchos y muchas que esperaron años una hora al médico. A aquellos que tienen una pensión que es mínima en comparación a todo lo que han trabajado. Porque hasta sus últimos días mi abuelo esperaba una llamada para ir a trabajar. Muchas veces sentí que el trabajo se lo llevó. Desde muy pequeño trabajó en el campo, y toda la vida en la tierra, en las obras, sin descanso, de sol a sol. Y todavía escuchamos a algunos desconectados decir que el pobre es pobre porque quiere. Mi abuelo fue una persona humilde pero guerrera, como Colo Colo. Un club humilde en su nacimiento y en su gente, pero grande como él solo”.
“Para muchas personas que viven a cuestas con deudas, trabajos pesados, horarios matadores, un triunfo en el fin de semana significa mucho”, dice Félix Calderón
Calderón concuerda. “Colo Colo significa mucho para mucha gente. Mucho, por ejemplo, de recomposición del tejido social en este país. Tras la dictadura la sociedad se desmembró, perdió elementos identitarios en sus sectores populares, avanzó la precarización de la vida, que profundizó el desarraigo. Colo Colo representa un marco de identidad importantísimo. Para muchas personas que viven a cuestas con deudas, trabajos pesados, horarios matadores, un triunfo en el fin de semana significa mucho. Entre tanta dificultad en este Chile neoliberal, el equipo siempre representó una alegría. Sobrepasa el cariño que uno pueda tenerle a un equipo de fútbol”.
El estallido del viernes 18 de octubre de 2019 fue la respuesta a décadas de políticas antisociales. Una subida en el precio del billete del metro de Santiago fue el detonante. Primero fueron los estudiantes del secundario, a cuyo hastío respondió la usual agresividad de los gases y carros de agua a presión de los carabineros. Mientras la calle bullía, el presidente Sebastián Piñera cenaba pizza en un local del barrio de Vitacura, uno de los más ricos de la capital. Solo tras terminar, a las doce y cuarto de la madrugada ya del sábado declaraba el estado de emergencia. Ni eso ni los tanques desplegados, ni la anulación de la subida del pasaje de transporte, ni el toque de queda (decretado por primera vez desde el pinochetismo a excepción del terremoto de 2010) en todo el país, de Arica a Magallanes, frenaron la rabia.
De hecho, “no sentir rabia es un privilegio” fue uno de los lemas de la insurrección. La solidaridad intergeneracional saltaba a las pantallas, como en el caso de esta mujer de quien una cadena televisiva no pudo obtener una condena a las protestas, sino más bien un “felicitaciones a los chiquillos que están dando la lucha por nosotros, que nos convertimos en unos cobardes”. Cacerolazos donde sonaba “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara, manifestaciones masivas, Plaza Italia renombrada Plaza de la Dignidad. Láser verde contra cañones. La Oficina de Prensa para América Latina, Radio Villa Francia, la Comisión 8M chilena y las redes sociales rompen el bloqueo informativo. Y una escalada que dejó miles de heridos, más de 400 con lesiones oculares, algunas irreversibles, por disparos de los pacos.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos, que cifró en más de 8.000 los detenidos, denunció torturas. En alguna verja, una pintada preguntaba “¿Cuántos muertos?”. 34 oficiales, uno de ellos Jorge Mora, “Neko”, atropellado por un camión de policía a las afueras del estadio tras un partido de su equipo, Colo Colo.
“Antes del 18 de octubre el mundo colocolino ya estaba organizado en base a las cosas que observábamos en la gestión de nuestro club por parte de la empresa Blanco y Negro Sociedad Anónima. Ha sido una década en la que tomamos conciencia de que más allá de maldecir a una empresa privada, teníamos la memoria histórica de un club que sabía organizarse en base a sus socias y socios. Así muchos hinchas pasamos a esa condición, levantando filiales por comunas en distintas regiones del país, y también escuelas deportivas gratuitas. Es mucho el pueblo colocolino movilizado no solo contra el hecho de que una empresa privada administre al club popular más grande de Chile, que debería ser patrimonio público de esta sociedad. También porque existe algo más allá de lo que coopta el mercado, más allá del festival aberrante de dólares del fútbol mundial. Esto es por una sociedad distinta al neoliberalismo del que ha estado preso Chile durante tantos años”, afirma Calderón, también participante del equipo de coordinación de Constitución Alba, agrupación de socios e hinchas que buscan movilizar al mundo colocolino en torno al cambio constitucional.
El fortalecimiento de filiales en los que juegan un millar de chicos y chicas por todo el país, la recuperación de espacios del estadio para actividades sociales y culturales y el aumento de socios de 300 a 10.000 en los últimos 8 años son algunos de los avances que ha peleado el CSD Colo Colo. “Apostamos por desterrar por completo el egoísmo tan funesto en los deportes colectivos y especialmente en el fútbol. Necesitamos retomar el compañerismo, el espíritu colaborativo y la democracia en el interior de todo el club”, explica el presidente del CSD Colo Colo, Edmundo Valladares, a El Salto.
Consecuencia política del estallido para los dirigentes del país fue la inevitabilidad de caminar hacia una carta magna que supla a la de 1980, aun bajo terror dictatorial. Enseguida empezó el movimiento en el mundo colocolino. “Se convocó un cabildo en el estadio David Arellano. Fue el más numeroso de los realizados tras el 18 de octubre, con más de 1.500 personas discutiendo sobre lo sucedido y lo qué queríamos para resolver ese conflicto abierto. En asamblea posterior votamos que Colo Colo iba a estar apoyando el cambio constitucional y que se hacía mandato al club tener influencia en el proceso. Nos levantamos como un espacio autónomo del club pero de socios y socias proyectando una propuesta programática”, explica Calderón.
Así, desde plataformas como Constitución Alba se apoya a 14 candidaturas. Cumplen requisitos como ser socios o socias, o tener fuertes vínculos con el club, o pertenecer al mundo del deporte. También un compromiso por los Derechos Humanos y la ética y una oposición al modelo neoliberal y la represión institucional.
“Colo Colo es una trinchera de lucha para los sectores populares chilenos en el proceso constituyente”, prosigue Calderón. “Defendemos los derechos sociales como garantía para superar que lo público se preste a colaborar con lo privado para salud, educación o vivienda. Eso ha implicado privatización y buena parte de la precariedad que se vive en Chile. Apelamos a una democracia participativa y a que en la nueva carta magna haya un mayor reconocimiento y otorgue recursos a entidades civiles como los clubes de barrio y organizaciones deportivas construidas en torno al interés público. También el reconocimiento de que Chile es un Estado plurinacional donde conviven distintas naciones, como las primeras: el pueblo mapuche, el kolla, el diaguita, el aymara o el rapanui. Somos un club que lleva en su insignia un toqui mapuche. Defendemos que se reconozca al deporte como un derecho social. Que el Estado promocione el deporte recreativo, formativo y profesional en colaboración con organizaciones sin fines de lucro”.
Eso lo tiene muy claro Damaris Abarca. “El deporte es parte fundamental de mi candidatura. Primero, porque la manera de abordar la campaña ha sido muy limpia y creativa. Segundo, porque propongo incorporar el Derecho al Deporte como garantía fundamental en una sociedad que ha dejado al deporte y a la actividad física en un segundo o tercer plano. Deporte, salud y educación van de la mano y son esenciales para avanzar hacia un mejor país”, defiende la candidata.
Abarca nos llama la atención sobre la Comisión Rosario Moraga de Colo Colo. Moraga no fue solo la madre de David Arellano, el jugador que murió en 1927, con 25 años, por una peritonitis causada de un golpe recibido en un partido. Por ese luto eterno lleva Colo Colo un crespón negro en la camiseta sobre su escudo. Moraga, decimos, fue la primera socia del club, con su casa como sede del mismo y su habilidad costurera como origen de las equipaciones.
“No solamente el fútbol es históricamente patriarcal, creo que el deporte en general. Ni hablar del ajedrez, donde seguimos siendo siete mujeres de cada 100 hombres practicándolo. Por lo mismo el 2017 decidimos fundar la Asociación de Mujeres Ajedrecistas Chilenas. Espacios como ese o la Comisión Rosario Moraga, espacios protegidos en los que las mujeres alcemos la voz y propongamos nuevas miradas con perspectiva feminista en el deporte, son esenciales para que avancemos en mayor equidad”, señala la ajedrecista número 1 en su país, tetracampeona nacional y presidenta de la Federación de Ajedrez de Chile. Mucho más pues, y por si fuera poco, que una candidata constituyente colocolina.