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Fiestas populares
Halloween, la fiesta maldita
Pocas fiestas generan un mayor rechazo que Halloween. Para sus detractores es una memez de la que nada bueno puede salir, incomprensible más allá de ser una muestra de nuestra decadencia. Quienes tienen algo que decir al respecto se expresarán en los mismos términos, reproduciendo año tras año idéntico discurso según el cual estaríamos ante una bobalicona tradición importada que ha restado relevancia, cuando no suplantado, a la fiesta de Todos los Santos.
Ciertamente se desvanecen los rituales que otrora vinculaban el mundo de los muertos y de los vivos, como los que nutren la festividad de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos. La inversión que comporta Halloween es completa pasando de la seriedad a la farsa, del dolor a la alegría y sigan ustedes comparando que tendrán dos mundos frente a frente, pero carece de sentido achacar a la fiesta y festejantes cambios de alcance pues cuanto anoten es un simple reflejo de los tiempos. Tan intrascendente como nos parece, es de hecho una buena ocasión para pensarnos como sociedad.
Realmente la chiquillería con Halloween estaría actualizando la fiesta, desposeyéndola de molestos y artificiosos añadidos.
No hay detrás de Halloween pesadas cargas de profundidad, pero podemos retorcer el argumentario de la crítica. Por ejemplo, respecto al tópico de la colonización anglosajona, realmente en sus comienzos la fiesta estuvo dirigida a la colonización interna. En un país multiétnico ansioso de referentes compartidos, elementos simbólicos de origen diverso (anglosajón, latino y de los países de Europa del Este) fueron integrados y reelaborados dentro del proyecto institucional de EEUU por crear un calendario festivo propio, bajo la ilusión de una tradición cultural unitaria. Y respecto a la debacle de nuestra fiesta tradicional, comentemos como la fiesta del Omnium Sanctorum es justamente la suplantación de una fiesta pagana celta, matriz de Halloween. El festejo respondía al calendario lunar, a comienzos de noviembre, en la época de las últimas siembras. Gregorio IV, en el siglo IX, la cristianizó bajo el día de Todos los Santos y, un siglo más tarde, San Idilio, abad del monasterio de Cluny, añadió la celebración del 2 de noviembre como día de los Fieles Difuntos. Realmente la chiquillería con Halloween estaría actualizando, desposeyéndola de molestos y artificiosos añadidos, la fiesta según formas más ajustadas a sus raíces.
Cabe preguntarse cuándo y, sobre todo, por qué fueron llenándose nuestras calles de muertos vivientes y toda clase de engendros en las vísperas del festivo del 1 de noviembre. A fines del pasado milenio y con la entrada del presente, pasó de ser una ocasión festiva minúscula impulsada por la industria del ocio y dirigida a estudiantes extranjeros, a formar parte destacada del calendario festivo para el grueso de la juventud. Pero el éxito de esta transfusión festiva no se debe sólo a la intervención de los empresarios de la noche y al peso relativo de los estudiantes extranjeros. La clave residía en la necesidad de dotar de excepcionalidad a la rutinaria práctica del salir de marcha, acogiendo para ello con entusiasmo cualquier entramado festivo, sin miramientos.
La sencillez de la fiesta de Halloween, su carácter lúdico, desenfadado e intrascendente, señalado por sus detractores, explica su éxito.
La sencillez de la fiesta de Halloween, su carácter lúdico, desenfadado e intrascendente, señalado por sus detractores, explica su éxito. Que carezca de larga trayectoria en nuestra sociedad y permanezcan ajenos quienes tienen mayor edad es justamente un valor añadido, pues niños y jóvenes encuentran una ocasión única para la distinción por la vía festiva. La solución de continuidad entre niños y jóvenes es otro puntal que ha sostenido su implantación, siendo una ocasión especialmente grata para los primeros mientras los segundos la desarrollan dentro del marco de sus propios modos de festejar.
Por último, tejiendo puentes, en no pocas localidades viene a llenar la carencia de la fiesta del Carnaval, que del fin del invierno y la entrada de la primavera pasaría a celebrarse con el fin del otoño y la entrada del invierno. Aunque predomine la oscura temática característica de Halloween, los festejantes se disfrazan según les plazca con los más variados motivos, prestándose encantados a los liberadores juegos simbólicos característicos de las fiestas carnavalescas.
Intentamos aquí hacer un breve compendio de motivos por los cuales pensar Halloween como la viven y sienten quienes lo celebran, esto es, como una fiesta más. Pero sabemos que solamente puede ser pensada y tratada como un problema que resolver. Su suerte es análoga a la de otras ocasiones festivas que forman nuestro calendario: cuando ya no pueden ser ignoradas sufren una sobreexposición donde la representación se articula a partir del detalle de cuanto pueda servir para su problematización, buscando la asociación con temas que ya han sido plenamente perfilados, el “vandalismo”, “la botellona” u otra fantasmagoría que esté en boga. Con la aplicación del mismo axioma que rige la representación de la práctica de salir de marcha o cualquiera otra manifestación propia de la juventud, todo aquello que suceda en el tiempo y espacio festivo puede serle atribuido y la define, ya sea un contenedor de basura quemado, un autobús apedreado o cualquier otra incidencia. Vean el parte tras cada celebración. Así caracterizada lo siguiente es denostarla y clamar por la erradicación de la maldita fiesta.
Pero a pesar de todo se celebra.