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Euskal Herria
Por favor, no disparen al pianista
@juan_ibarrondo
En las películas de vaqueros de Hollywood se podía ver en el salón un anuncio que decía: «Por favor, no disparen al pianista». En estos últimos meses, en el marco de las campañas electorales sucesivas, hemos asistido, entre la indignación y la perplejidad, a una serie de mensajes y declaraciones que trataban de sacar réditos electorales utilizando un tema tan sensible como es el dolor de las víctimas y obstaculizando de paso el largo y complejo camino hacia la convivencia en Euskal Herria.
Un camino que, tras el fin de ETA, ha continuado paso a paso a través de la escritura de relatos inclusivos que respeten los derechos de todas las víctimas, incluidas las de torturas y otras violencias ilegítimas del Estado; también en defensa de los derechos humanos de las personas presas y sus familias, sin equiparaciones, y sin olvidarnos de las víctimas de ETA, procurando avanzar en un afán de convivencia.
Hemos asistido, entre la indignación y la perplejidad, a una serie de mensajes y declaraciones que trataban de sacar réditos electorales utilizando un tema tan sensible como es el dolor de las víctimas
Envueltos en una dinámica electoralista (en ocasiones enloquecida y delirante) ha habido quienes no han dudado incluso en disparar al pianista; es decir, a las organizaciones de la sociedad civil que en las últimas décadas han llevado adelante un trabajo discreto pero eficaz componiendo e interpretando la sinfonía de la paz.
Nos referimos a los ataques contra Aranzadi por las páginas web de los ayuntamientos sobre memoria, y más tarde (sin ponerlo en el mismo nivel) al aplazamiento por parte del Gobierno Vasco de algunos actos hasta después de las elecciones generales, cuando precisamente son actos de reconocimiento que deberían estar normalizados, asumidos como un deber y un compromiso social, por encima de coyunturas electorales y de ataques mediático-electoralistas.
La autocrítica y la revisión de trabajo sobre la memoria inclusiva es necesaria, pero queremos separar esa necesaria evaluación para centrarnos en lo que consideramos obstáculos en el avance hacia una memoria inclusiva y compartida.
Para encarar un proceso de paz, lo primero es desarmar el lenguaje. Aún recordamos las dificultades en los primeros encuentros entre víctimas de distintas violencias para llegar a un vocabulario común, que permitiera, por lo menos, entendernos.
Decía Carlos Martín Beristain que, para encarar un proceso de paz, lo primero es desarmar el lenguaje. Aún recordamos las dificultades en los primeros encuentros entre víctimas de distintas violencias para llegar a un vocabulario común, que permitiera, por lo menos, entendernos. Entendernos es el paso imprescindible para acordar.
Pues bien, en estos meses hemos asistido a una dinámica en sentido contrario. Es decir, a la construcción de un relato ad hoc para el enfrentamiento, la ruptura de la convivencia y la incomprensión mutua; un relato a veces delirante que incluía la resurrección de ETA, entendida como una especie de Moloch diabólico e inmortal, listo para ser utilizado a conveniencia.
Editorial
ETA, de principio a fin
Es descorazonador ver cómo ciertos grupos de poder pueden poner en peligro el trabajo de hormiguita de años y años llevado a cabo por tantas personas de buena fe de distinta adscripción política, asociaciones dinamizadoras y facilitadoras de encuentros, e instituciones que apoyaban estos trabajos. Todo ello, en unos pocos días de locura desinformativa.
Afortunadamente, estos mensajes anticonvivencia no han calado en nuestra tierra de la misma forma en que, al parecer, lo han hecho en otros lugares del Estado. Lo que es realmente grave, pues es imprescindible que sean los relatos convivenciales (utilizando el término de Iván Ilich), los que perduren para conseguir la vida común entre diferentes. Diferentes personas y comunidades.
Es imprescindible que sean los relatos convivenciales (utilizando el término de Iván Ilich), los que perduren para conseguir la vida común entre diferentes.
Pero incluso en Euskal Herria, aunque la mayoría social no ha comprado el relato de la extrema derecha y la derecha extrema españolas, sí que se ha conseguido mover el tablero político (y hasta institucional, según parece) en sentido contrario al camino hacia la “escritura” de un relato o relatos compartidos entre diferentes que contribuyan a la convivencia y la paz.
Pues, como bien dice el catedrático Jon Mirena Landa: “Todo trabajo que se aleje de una visión 'oficial' y concreta de cómo presentar las violencias de motivación política que han sucedido en nuestro país está amenazado de sufrir una “descarga mediática” de alto voltaje si nos atenemos al aluvión de descalificaciones de trazo grueso vertidas contra Aranzadi”.
El aviso no parece alarmista a la luz de cómo se van produciendo algunos acontecimientos, como la suspensión del acto simbólico de reconocimiento a las víctimas de violencia de motivación política que iba a realizarse el 26 de este mes en el Kursaal, la desprogramación de dos películas en la semana contra la tortura y la presentación de un libro, contribuyendo así (aun sin ser esa su intención) a la revictimización de las víctimas de la violencia ilegítima del Estado, que ya están además gravemente discriminadas en su derecho a la verdad, la justicia y la reparación.
El Gobierno Vasco suspendió el acto simbólico de reconocimiento a las víctimas de violencia de motivación política que iba a realizarse el 26 de este mes en el Kursaal. También se han desprogramado dos películas en la semana contra la tortura
La tentación de escribir un relato único e imponerlo por vía institucional no es la dirección correcta según las prácticas recomendadas por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. La historia reciente de nuestro país no es una película en blanco y negro que pueda resumirse en un par de párrafos condenatorios: quien quiera creerse su propio discurso es muy libre de hacerlo, pero por favor, al menos no disparen al pianista.