El laberinto en ruinas
La ciudad desmadejada (III/IV). No es posible tener la fiesta en paz

¿Te escuece la distancia social? ¿Echas de menos el jaleo? ¿Añoras la fiesta bajo cualquiera de sus formas? Aunque un tanto pasada de rosca, la distopía presente engarza con dinámicas pasadas. Desde los nunca esclarecidos sucesos en “la madrugá” del fin de milenio, la fiesta y vida de calle iban siendo fatalmente desmadejadas. No estamos tan lejos del futuro que nos aguardaba.

Llegando la primavera del 2001, el Ayuntamiento socialista de Sevilla crea la ‘Mesa para la Coordinación de Planes de las Fiestas de la Primavera’. Durante febrero y marzo se anuncian propuestas y medidas. Los “riesgos” y “puntos conflictivos” de la Semana Santa, solapados con los atribuidos a “la movida” o “botellona”, se explican empleando una metodología y una jerga propias de un estado de excepción. Cualquier medida parece justificada ante la posibilidad de que se repitan los sucesos de la madrugá del 2000, cuando la fiesta se vino abajo sin razón aparente y reinó un caos nunca visto. 

En momentos precisos de la fiesta, la masa se coagula en lo que se denomina localmente como “bulla”, seña de identidad popular que ahora era trocada en amenaza. Las concentraciones son consideradas situaciones de riesgo, diseccionadas y expuestas como “puntos especialmente conflictivos” y “zonas de actuaciones específicas”. El objetivo es eliminar las mayores muchedumbres, tomando los lugares de “la botellona” y ubicando en ellos los servicios de sanidad, limpieza y vigilancia. Y también encauzar la masa con mamparas, distribuir vallas a las hermandades para que organicen las salidas, vigilar los veladores de los bares, poner limitaciones a las unidades de televisión, controlar el estacionamiento de vehículos... Hace falta mucha policía y mejor coordinada. Como la movilización total de los medios disponibles no basta, se recurre a la seguridad privada y se conceden competencias a las hermandades, amén de alentar la actitud vigilante de los medios de comunicación y de los ciudadanos.

La “bulla”, seña de identidad popular, se convierte en una amenaza cuando la muchedumbre ha de ser puesta bajo control.

La posibilidad continuamente invocada de una situación de crisis seguritaria convierte al CECOP en el virtual gobierno de la ciudad. El inspector jefe de la Policía Local muestra el espíritu que les anima (ABC de Sevilla, 11/03/2001): ”En la Semana Santa había que poner orden (...) Ya no bastaba con aquello de “los sevillanos conocen bien las bullas” y seguir trabajando como siempre en una Semana Santa que no tiene nada que ver con la de hace años. Todos venimos observando que desde hace unos años hay puntos especialmente en la madrugada, con gran aglomeración de público que no va a ver precisamente la Semana Santa". Los medios de comunicación están expectantes. Se escuchan llamadas a la toma de la calle dejando atrás el miedo, pues la masa, aunque sea un factor de riesgo, es el pilar de la fiesta y las gentes, temerosas y vigiladas, han de participar. La respuesta popular fue tibia, por el recuerdo, el tiempo y porque esos otros internos se desvanecieron.

Cuando llegue la hora de los balances hay motivos para una alegría contenida. Para el ABC, una cosa ha quedado clara (ABC de Sevilla, 21/04/2001): “La ‘movida’ tiene remedio. La ejemplar actuación pública durante la pasada Semana Santa ha puesto de manifiesto que el problema de las concentraciones nocturnas juveniles puede ser reconducido [...] La Semana Santa ha mostrado el camino”. Todos son parabienes para el Alcalde socialista. Estaba al frente del dispositivo y se apunta el tanto. En una entrevista a El País (15/04/2001)declaraba: “Sevilla se jugaba muchísimo este año. Y yo me la quise jugar con Sevilla. Puse en marcha unos mecanismos de coordinación inéditos y opté por tomar las riendas de la cuestión. Soy el máximo responsable de acuerdo con la ley y quiero serlo, además, de cara a la ciudad”.

La epistemología y la metodología seguritarias desarrolladas contra “la movida” o “la botellona” cada fin de semana son exportadas a la Semana Santa, o a cualquier otra manifestación popular multitudinaria.

La epistemología y la metodología seguritarias desarrolladas contra “la movida” y puestas a punto cada fin de semana se exportarán a cualesquiera eventos. El Ayuntamiento emprende un programa de exterminio de las formas molestas de sociabilidad juvenil (bajo el lema Sevilla es convivencia) que tendrá rotundo éxito. Esta metodología caerá sobre la Semana Santa, la Feria de Abril o cualquier otra manifestación popular multitudinaria.

A toda máquina, cuesta abajo y sin frenos

Cuando se presentan los dispositivos para la Semana Santa del 2002, se resalta la inquietud por “la presencia de grupos indiferentes a la celebración de los desfiles procesionales”. El mero desinterés por la fiesta es señalado como una “actitud de riesgo”. Cualquier incidente por nimio que sea es analizado, nada se agota en sí mismo, todo tumulto o ligero altercado puede ser indicio de que alguien intenta organizar algo. Para el Consejo de Cofradías, por ejemplo, hubo un intento de reeditar los sucesos del 2000. Según el responsable del CECOP, fue “una simple pelea entre pandillas de jóvenes". La amenaza no se ha disipado y hay que estar vigilantes.

Entrada la Cuaresma de 2003, se reedita el pregón de las medidas cautelares. Mismo dispositivo en unas mismas líneas de actuación resumidas en el consabido relato de novedades: más técnicos (sesenta y siete), que se han reunido más veces (diecinueve) para llegar al “Plan” que tan buenos resultados está dando. Más efectivos movilizados: según el día y el medio de comunicación, 1.200, 1.600 o 4.000, de los cuales son policías 1.200, 1.600 o 1.800, a los que se suman unos 200 agentes antidisturbios. La Carrera Oficial queda bajo especial vigilancia con la policía controlando cruces, principales vías de acceso y salidas de evacuación. Varias plazas serán tomadas por dispositivos especiales sanitarios y seguritarios con el propósito de evitar concentraciones. Y las tradicionales bullas son rebautizadas como “masificaciones de alta densidad recurrentes”. En un singular ejercicio taxonómico los estrategas aplican el bisturí, distinguiendo “Sectores” bajo vigilancia toda la Semana Santa, y “Puntos” especialmente conflictivos en días concretos. La noche queda bajo alerta máxima y, sobre todo, la madrugá. El mapa del terror dibujado otros años no cambia gran cosa salvo por el incremento de puntos negros y momentos sensibles. La sincronización entre cofradías tiene importancia, en tanto los itinerarios de unas y otras coinciden peligrosamente en la salida, entrada o paso por ciertos lugares, con el maremagnun humano. Es necesario funcionar como un reloj y cumplir los tiempos de los itinerarios cofrades monitorizados por GPS. Pero hay elementos que escapan a los dispositivos.

El Miércoles Santo solamente una hermandad ha podido completar su recorrido debido al mal tiempo. Sevilla sufre la peor Semana Santa de los últimos setenta años. Con la mejoría del tiempo la fiesta se recompone y llegará la hora de los balances, las proyecciones y la incesante reflexión sobre el sí mismo colectivo. El recuerdo de la madrugá del 2000 espolea la imaginación. Según El Mundo, grupos de gamberros sabotearon el suministro eléctrico en toda la ciudad. Las circunstancias no están aclaradas, tampoco quiénes fueron los autores. El relato no es continuado, ni encuentra eco en otros medios de comunicación ni fue objeto de rumor. El CECOP destacará la ausencia de incidentes, en especial durantela madrugá. Es empleada la jerga técnica y el gusto por el detalle de los balances de “la movida”: la regulación de la masa se mide en toneladas de basura recogidas, asistencias sanitarias, intervenciones en riñas...

En 2004 los prolegómenos de la fiesta son los partes emitidos del CECOP, con ocasionales recuerdos a los sucesos del 2000. Siguen los mismos puntos negros, los mismos agentes policiales desplegados o los servicios públicos estratégicamente ubicados. Hay novedades como la seguridad privada contratada por el Consejo de Cofradías para controlar el acceso de abonados a las sillas y palcos de la Carrera Oficial, explotado este año por el Consejo sin intermediarios, uno de los mayores negocios por estas fechas. El principal desarrollo de la deriva que tratamos será el minucioso empeño de regular los flujos de gente con 8.000 vallas, itinerarios peatonales en un solo sentido y la práctica de cortar intermitentemente algunas calles estrechas para evitar aglomeraciones (modus operandi policial ensayado con “la movida”). Pero esta Semana Santa estará marcada por los atentados islamistas del 11 de marzo. A lo largo de la Carrera Oficial y otros puntos, las papeleras fueron retiradas y selladas las tapas de alcantarillas, hubo más agentes de paisano y la basílica de San Lorenzo fue cerrada durante la noche. Estas medidas dieron cuerpo al rumor de que algo podía pasar. Por ello incluso fue visto con alivio que lloviera los días grandes de la fiesta y no hubiera procesiones.

La fiesta del miedo

La falta de público fue achacada a la lluvia y al miedo, pero no era más que efecto de una tendencia de retraimiento popular iniciada al fin de milenio, reforzada por el clima desasosegante del que se rodean las fiestas de la ciudad. Cinco años después de los incidentes del 2000, la fiesta ha quedado bajo el imperio del miedo. En 2005 el CECOP da el visto bueno a todas las medidas de seguridad que las hermandades adopten, y les recomienda que mejoren los planes de “autoprotección” en sus templos. Las basílicas serán “blindadas” y, cuando salgan los cortejos procesionales, los pasos llevarán inhibidores de frecuencia para evitar atentados. La gestión telemática recibe un impulso, como una página Web donde las cofradías podrán conocer en tiempo real los “obstáculos” del recorrido. En según qué plazas no podrá detenerse persona alguna, en ciertas calles se fija el sentido de la circulación o se imponen numerus clausus. Habrá más policía que en anteriores ediciones.

Con motivo del quinto aniversario de los sucesos de la madrugá, los medios de comunicación locales reabren el caso. Es ocasión para que comparezca el periodista Garrido Bustamante, autor de los dos únicos libros sobre el asunto. Denuncia la existencia de un pacto de silencio que encubriría la verdad sobre lo ocurrido el 2000, pero no da pruebas y años más tarde se desdice. El fiscal jefe de Sevilla, Alfredo Flores Pérez, sigue negando que hubiera hecho delictivo u organización alguna tras aquellos sucesos, aunque “esa chispa puede saltar otra vez” y “los más jóvenes deberían recibir clases sobre como moverse en la bulla” .

No es el recuerdo del “11 S” sevillano lo que anima a los gestores de lo público, sino una pulsión irrefrenable por ponerlo todo bajo control.

Pero no es el recuerdo del “11 S” sevillano lo que anima a los gestores de lo público, sino una pulsión irrefrenable por ponerlo todo bajo control. El Grupo de Análisis y Evaluación de Riesgos del CECOP incluye la lluvia dentro del abanico de peligros. No cabe el imprevisto y habrá un protocolo para hacer frente a cuanta “situación extraordinaria” quepa imaginar. La normalidad será celebrada como exitosa prueba de la necesidad de las medidas sin que por ello se disipen las amenazas. Los balances periodísticos contrapuntearán los gubernamentales señalando las anomalías o los fallos detectados en el sistema. En la Semana Santa de 2007 los carritos de niños pequeños se convierten en problema y en 2008 serán los aparcamientos de bicicletas. En la Semana Santa de 2010 las personas mayores y sus sillitas plegables entrarán en la lista de los peligros. Aunque parecería difícil, se incrementará la presencia policial y el número de cámaras se duplica.

El Consejo de Hermandades y Cofradías convoca los meses previos a los sevillanos a participar porque entienden que el decrecimiento de público se debe al miedo, y colabora activamente en el plan de autoprotección de la Carrera Oficial. Pero no se corrige la tendencia y, pese al lamento por la escasez de público, muchos de los que asisten aún parecen sobrar, a tenor de ciertas retrospectivas (El Mundo, 4/04/2010): “¿Ha habido más gente o menos este año? (...) Quizá todo dependa de la experiencia propia según qué momento, qué lugar, qué hora (...) Hay cierta tendencia que con los años viene detectando uno en el comportamiento de los gentiles (...) ¿No viene siendo tomada por la peor bullanga? ¿No se nota cada año más una espesura chabacana de formas y modos?”.

En 2010 se cierra el espacio aéreo, para la Semana Santa de 2011 el Ayuntamiento dispone una página Web y perfiles en las redes sociales Facebook y Twitter, con la posición de cada Hermandad durante los recorridos procesionales, quedando cada cual al tanto de cualquier incidencia, siempre celebrados cualquier paso en la gestión telemática del cuerpo festejante. El modelo de gestión seguritaria se reproduce y extiende al conjunto de manifestaciones populares, desde la Cabalgata de Reyes a la romería del Rocío, de la celebración de la victoria de un partido de fútbol a las aglomeraciones por las compras navideñas.

El modelo de gestión seguritaria se reproduce y extiende al conjunto de manifestaciones populares, desde la Cabalgata de Reyes a la romería del Rocío, de la celebración de la victoria de un partido de fútbol a las aglomeraciones por las compras navideñas.

Para la Semana Santa de 2011 otra novedad es la red de alerta meteorológica, emitiéndose boletines diarios, en caso de riesgo de lluvia, actualizados cada hora. El tiempo fue inclemente, y en la madrugá no procesionó ni una hermandad, con la peor Semana Santa que nadie era capaz de recordar.El control total al que aspiran es imposible, y las formas no se pueden mantener estables ni aún en el más estanco compartimiento.

Se distingue calle por calle según niveles de riesgo, las zonas de especial sensibilidad acotadas con criterios de admisión, multiplicación de cámaras de seguridad, contadores-medidores de público, sistema de luces antipánico, megafonía trenzada y todo un elenco de medidas y dispositivos técnicos que no parecen tener fin.

Año tras año han ido tirando del hilo, aunque no hubiera amenaza plausible que agitar y pese a que en al menos dos ocasiones más la Semana Santa se tambaleó con sucesos que recordaron a los de 2000. En la madrugá del 2015 una pelea entre jóvenes, al ser disuelta por la Policía Local, provocó un corto episodio de pánico que no fue a más. Tomado como una mala señal, se redoblan medidas con especial mención a “la botellona”.  Al año siguiente se presume de “una madrugá blindada”. Pero en 2017 se lía parda de nuevo, arrancando con múltiples avalanchas simultáneas según el parte policial. Detenidos y hasta 15 procesados por delitos de desórdenes públicos y contra los sentimientos religiosos: al grito de “Alá es grande” o “Gora ETA” provocaron sin gran dificultad estampidas que resultaron en un centenar de personas heridas. Volvió por la puerta grande el tema, como pueden imaginar. Para el 2018 van calle por calle distinguiendo según niveles de riesgo y las zonas de especial sensibilidad serán acotadas con restrictivos criterios de admisión, detectores de metales, multiplicación de cámaras de seguridad, contadores-medidores de público, sistema de luces antipánico, megafonía trenzada y todo un elenco de medidas, dispositivos técnicos y fondos. Entre las smart cities del mundo, Sevilla encuentra su lugar.  En las ediciones venideras no habrá más que reseñar el escaso público y el buen orden reinante, todo lo más las habituales incidencias meteorológicas. En 2019 ni tan siquiera se dieron denuncias por “la botellona”, según recalcó el Ayuntamiento sobre unas fiestas que recibieron “la normalidad como nota dominante”. Y en esto que llegó el 2020.

Podríamos seguir con este desmadejamiento de la ciudad, pero dejemos hilos sueltos del acoso y abatimiento de las fiestas mayores de la ciudad, para mejor ocasión.

Solamente dos apuntes y un barrunto

En el mismísimo 2011, el Arzobispado obligó a todas las hermandades a admitir hermanas nazarenas, abriéndose al fin uno los vectores de transformación más profundos de la fiesta. Les queda carrera por delante. El otro vector lo constituyen las presiones periféricas y suburbanas, con cada vez más cofradías y hermandades pidiendo sitio. Ya se dieron peticiones de otra noche de madrugá por Semana Santa (otra posibilidad planteada fue que se marcharan a un “polígono cofrade”). Parece de lógica democrática más días de fiesta, una segunda o tercera madrugá, pero no se atiende. En cualquier caso la sevillanía periférica que da parte y cuenta de la antiSevilla, hincha los días anexos a la Semana Santa o la Feria, como hincha las cofradías señeras, siendo mayoría. No les quieren pero han de estar, les guste más o menos. En el mejor de los casos, si la fiesta sobreviviera a las tendencias sociópatas de sus gestores, puede ser una salvación pírrica, ya que cabe la muerte por éxito, implosionar tras haberse convertido en lo único que hay, lo único que puede ser.

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