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Opinión
La gran lavandería
Entramos y salimos de un año a otro con una nueva muestra de la calidad de sociedad avanzada y sobre todo tolerante en peor de los sentidos de la palabra, hemos acabado con un mundial de fútbol limpiando la imagen de un país feudal, injusto, machista donde la raíz de los derechos humanos se encuentran en la sociedad medieval, pero arropado por unos estados, que se autoasignan un estatus mundial de clase superior, defensores de los derechos humanos, que por motivos económicos higienizan y avalan gobiernos, como el de Qatar, en cuyos territorios el valor de vida humana no tiene en ocasiones ningún valor añadido a la extrema plusvalía que se extrae a su trabajo, países cuyo poder reside en las materias primas que extraen y valor del número de esclavos o de vasallos extranjeros sumisos y temerosos de sus amos protectores (emires, califas, dictadores).
En esos idílicos estados del norte hay gente que se atreve a decir que los que aceptan estas condiciones indignas lo hacen a sabiendas y con consentimiento, espero que se percaten que esto ocurrirá en su paradisíaca sociedad que intuye, por ejemplo, que el viajar es un derecho de libre elección, pero la mayoría de seres humanos que han trabajado en Qatar para que occidente haya podido disfrutar de un “fantástico mundial”, o los hombres, mujeres y niños que atraviesan continentes o mares para poder encontrar la forma de sobrevivir, lo hacen por supervivencia, lo hacen porque en sus países al margen de haber sido expoliados han sido dejados en manos de una élite inútil, pero muy útil para el sistema, un sistema que higieniza el hambre, la pobreza, la falta de derechos, la explotación o la marginación étnica o religiosa, “lavándose las manos” cuando lo tiene delante, en una muestra más de la hipocresía del poder económico. Donde solo cuentan las cifras y no las personas.
Entramos el año nuevo, enterrando a un Papa en medio de las condolencias de todos los gobiernos del norte económico y de multitud de dirigentes del resto del mundo, que además ensalzan la imagen de semejante personaje, del cual echan pestes una parte importante y progresista de los creyentes católicos, un señor que se tuvo que retirar porque no podía contener la avalancha de denuncias de corrupción financiera y sospechas de encubridor de casos de pederastia en su época de obispo, durante años desde su cargo de “santo inquisidor” en los tiempos que dirigía la institución repulsiva, que mandó a la hoguera y torturó a cientos de miles de ciudadanos durante siglos renombrada ahora “Santa congregación para la doctrina de la fe”, su preocupación no se centró en proteger a los niños de los abusos de los victimarios, sino en salvar las almas de estos del infierno eterno, defensor del sacerdocio masculino como si protuberancia varonil fuera una herramienta indispensable para ciertas tareas pastorales, se opuso a un referéndum en Italia sobre la tecnología genética, negó la eficiencia de los condones como prevención contra el sida en África, consideraba el matrimonio gay como el anticristo una fuerza maléfica, afirmaba que la teoría de evolución de Darwin era irracional… Debía declarar por escrito antes del próximo 24 de enero por una serie de acusaciones de encubrimiento en un caso de abusos sexuales… Ahora lo despide el poder entre elogios, un individuo que posiblemente será beatificado, pese a que muchos católicos renieguen de sus ideas teológicas y su comportamiento ético.
La idiosincrasia de unos y otro no están muy alejadas, si lo están del pensamiento de los ciudadanos “libres” del cualquier parte del mundo: creyentes de cualquier religión, ateos o agnósticos.
El norte económico sufre una endémica regresión ideológica con una restricción de la libertad individual muy en la línea de higienizar situaciones y delitos que están censurados en sus constituciones, ha dejado claro que la libertad de viajar es solo para sus ciudadanos y los del resto de mundo que tengan suficientes recursos económicos y “titulaciones” para no molestar, los poderes e intereses supranacionales deciden según su conveniencia, cualquier evento o conflicto se alimenta y se utiliza para desviar la atención del problema global de la especie que repetiremos un millón de veces el ecosistema, convirtiéndose en una gran lavandería donde se utiliza jabón, lejía, suavizante, perfume para globalizar a su gusto… escogiendo el producto más adecuado para diluir el color que se quiera ocultar.