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Hay muchas formas de contribuir a cambiar las estructuras mentales, culturales y políticas. Aunque sea tarea lenta, el cambio en el uso del lenguaje es una de las más efectivas porque logra medrar en la médula del sistema, en la estructura, logra horadar la hegemonía del pensamiento eurooccidental capitalista y mediático aunque sea de manera tangencial.
Pero hay una forma especialmente efectiva de fijar el pensamiento dominante: repetir tópicos-mentiras para naturalizarlos y generar la sensación de que el discurso racial construido por una élites blancas es lo que es. Y esa técnica básica se repite en escuelas, universidades, iglesias o… o en los medios de comunicación convencionales.
El País lleva unos meses tratando de sacudirse la caspa derechosa que desprendía Antonio Caño para moverse a la socialdemocracia ‘amable’ de Soledad Gallego-Díaz, pero no puede evitar trabajar para la estructura que lo alimenta y a la que pertenece. Y esa imposibilidad hace que el uso que hace del lenguaje sea el de las élites, sin matices, sin conectarse con los intentos que, desde abajo, buscan hacer visibles las mentiras estructurales para subvertirlas.
Un ejemplo de libro ha ocurrido con una crónica firmada desde Eldorado Paulista (Brasil), el pueblo del que es originario el fascista Jair Messias Bolsonaro. El título ya es la bomba: “Bolsonaro es el favorito de las muchas razas de Brasil menos de los negros”. Ha sido un shock leer esa frase, así, sin vaselina, en la perezosa mañana de este 26 de octubre de 2018. ¿Razas?, ¿muchas razas?
Lo cierto es que el maldito titular es perfectamente coherente con el reportaje que firman dos periodistas que, obviamente, no se han enterado de que las razas no existen, sino que hay personas racializadas, y que las “muchas razas” a las que se refieren son sólo los blancos y los criollos –que desde el punto de vista de la racialización, son blancos disfrazados-. Lo 'otro', según este delirante reportaje, son los “amarillos”, los “indígenas” y los “negros” (los únicos que, según los autores, no ven tan claro votar a un ultraderechista; algo que tampoco es cierto según los datos que difunden).
Los reporteros dicharacheros al servicio del discurso racista se apoyan en una encuesta de una empresa del diario Floha, una de las maquinarias más brutales de generar imaginarios en Brasil (aunque quien determina qué es y qué no es el gigante suramericano es la Red Globo). Escriben: “A medida que la piel del elector se oscurece el militar retirado pierde apoyo (del 59% entre los blancos al 37% entre los negros) mientras el progresista lo gana (de 28% al 45%) como muestra una encuesta realizada por Datafolha tras la primera vuelta que divide el electorado en blancos, amarillos, mestizos, indígenas y negros. Pese al rechazo de los gais y el recelo de las mujeres, en términos raciales todos prefieren a Bolsonaro salvo el último grupo”. Es decir, que en el batiburrillo “racial” –o racista- escrito por Tom Avendaño y Naiara Galarraga entran gais y mujeres. Repito su texto: “En términos raciales todos prefieren a Bolsonaro excepto el último grupo [los negros]”. Una joya para clases y talleres sobre la construcción del imaginario racista.
Los autores no ven personas esclavizadas, sino esclavos. Repiten ese término en innumerables ocasiones, y contribuyen a la cosificación de las personas afrobrasileñas con esta ‘curiosa’ descripción de un quilombo (espacios de liberación de los cimarrones, ganados con sangre y rebeldía): “Aquí [escriben, refiriéndose a Eldorado Paulista] hubo muchos esclavos hasta el XIX y ahora hay docenas de quilombos, las comunidades que estos fundaron tras ser liberados [¿por quién?]. Son poblachos [sic] en mitad del bosque que reciben discretas subvenciones del Gobierno y se dedican a cultivos artesanales; también son la obsesión de la cultura racista brasileña, que no ve su utilidad”. Los reporteros son incapaces de ver la estructura racista de Brasil como matriz colonial que se repite desde que Europa impusiera esa jerarquía de poder y sitúan esto del racismo en el ambiente rural, que es donde deben habitar los más brutos: “La brecha racial es menos brutal en una ciudad como São Paulo”, aseguran, y para reafirmarlo se van a un centro comercial de la megalópolis. Claro, para qué irse a un barrio… Mejor seguir con tópicos y meter una dos declaraciones antirracistas para aplicar una pátina socialdemócrata al texto.
Trato de recuperarme de la impresión que me ha causado este texto, pero me cuesta. Ingenuamente, uno cree que vamos avanzando, que hay otras lecturas posibles, que ya no va a leer en ciertos medios términos como razas o esclavos, pero la realidad es terca y el sistema tiene sus voceros bien alimentados. Es cierto que los periodistas no somos diferentes al resto de la población y que somos hijas de la misma educación racista y supremacista blanca y que estos chicos sólo deben estar reproduciendo, pero eso no los hace menos responsables… ni a ellos, ni a sus editores (as), ni al periódico que lo publica.
¡Qué pensarían Ganga Zumba o Zumbi, los históricos líderes del Quilombo de Palmares (un "poblacho" de 20.000 cimarrones al que Portugal tenía pánico) si vieran que más de tres siglos después de su lucha de resistencia y de guerrillas las cosas siguen así!
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¿Por qué el titular no se corresponde con el contenido del artículo? No se lee nada que indique que Brasil le saca los colores racistas a El País. Si acaso, será el articulista quien intenta sacárselos.