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Opinión
La berlusconización de Mazón

A principios de esta semana, en plenas Fallas, Carlos Mazón anunció un preacuerdo con Vox para sacar adelante los presupuestos de la Generalitat Valenciana. Una auténtica bombona de oxígeno para un zombi político como Mazón, que le permite seguir parapetado en su cargo, evitando —por ahora— ser imputado y ganar tiempo para asegurarse la pensión cuando, por fin, sea expresidente. A cambio, el PP valenciano asume íntegramente las tesis del partido de Abascal en materia de migración y negacionismo climático. El propio Mazón fue ya el primer barón popular, tras las últimas elecciones autonómicas, en abrir la puerta del gobierno a la ultraderecha, incorporando a Vox al Consell valenciano. Y ahora se convierte en el primer presidente autonómico popular en alcanzar un acuerdo presupuestario con Vox, después de la ruptura de los cogobiernos autonómicos, el pasado julio, por el rechazo de la ultraderecha a aceptar las cuotas de distribución territorial de menores migrantes no acompañados.
Así, solo siete meses después de aquellas rupturas, con un Mazón en pleno pulso con Génova y bajo una presión máxima para que dimita, Vox se cobraba una victoria política y simbólica que trasciende las fronteras de la Comunidad Valenciana. Logran que el president valenciano asuma completamente su agenda antimigración, obligándolo a verbalizarla en la rueda de prensa donde anunció el preacuerdo presupuestario, en la que afirmó: “No admitiremos repartos de inmigración ilegal. Nuestros centros están saturados”.
El problema para Mazón es que, en paralelo, Génova repite que los gobiernos autonómicos del PP cumplirán y aceptarán los repartos de menores que contempla la ley, lo que obligaría al Gobierno valenciano a desobedecer la dirección popular de Alberto Núñez Feijóo para complacer a Vox.
El acuerdo con Vox se produce con el telón de fondo del congreso del Partido Popular Europeo previsto para finales del próximo mes de abril, en Valencia. Lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿Mazón es una excepción o, más bien, una norma en Europa?
No podemos perder de vista que la deriva reaccionaria que aqueja al mundo no afecta solo a unos Estados Unidos presididos por Trump, sino que atraviesa el tuétano de unas instituciones europeas
Si bien es cierto que, con el acuerdo con los de Abascal, el gobierno valenciano asume casi todas sus propuestas migratorias, no lo es menos que la derecha democristiana europea lleva tiempo adoptando las políticas migratorias de la ultraderecha. Sería un error señalar únicamente a la extrema derecha como responsable de la necropolítica migratoria que destruye derechos e inocula una visión xenófoba de la migración humana. Debemos ampliar el foco y señalar a la gran coalición del extremo centro (populares y socialistas) que gobierna la Unión y que lleva años reforzando la “Europa fortaleza”, usando el espantapájaros de la extrema derecha como coartada.
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De hecho, la propuesta del nuevo reglamento europeo de retorno, presentada por la Comisión Europea la semana pasada, es una buena muestra de ello: un intento de exportar a los veintisiete el “modelo Meloni” de centros extraterritoriales de internamiento de extranjeros. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, lo señaló como ejemplo para “extraer lecciones” de cara a desarrollar una estrategia “innovadora para contrarrestar la migración ilegal”.
No podemos perder de vista que la deriva reaccionaria que aqueja al mundo no afecta solo a unos Estados Unidos presididos por Trump, sino que atraviesa el tuétano de unas instituciones europeas que traducen los discursos de odio, racismo y xenofobia de la extrema derecha en políticas públicas.
El otro gran mantra de movilización de la agenda de la extrema derecha europea es el negacionismo climático, condensado en su rechazo al llamado Pacto Verde Europeo, al que acusan de ser una propuesta de ecologismo radical “nefasta para el campo, la industria, el empleo y la soberanía energética y alimentaria de España”.
Un discurso que Mazón ha hecho suyo a raíz del preacuerdo presupuestario con Vox, llegando a afirmar: “Desde aquí apoyamos firmemente a nuestros agricultores, ganaderos y pescadores; por eso rechazamos y llamamos a la acción en contra del Pacto Verde Europeo y sus medidas, que van directamente contra la esencia de nuestra economía y que no solo afectan al sector primario, sino también a la industria y al desarrollo económico de la Comunidad Valenciana”.
El propio Abascal llegó incluso a señalar, en la red social X, a la Comisión Europea y a su presidenta, Ursula von der Leyen, como parte de los culpables de la tragedia de la dana en Valencia: “Si hay culpables... tú eres la primera, con tu ley criminal de voladura de presas. Eres enemiga de los españoles”. Una referencia explícita a la Ley para la Restauración de la Naturaleza, una de las pocas normativas que todavía se mantienen del Pacto Verde Europeo y que, en su momento, contó con el voto en contra de la mayoría del PPE, incluidos los eurodiputados españoles.
De hecho, en noviembre pasado, los populares europeos ya unieron fuerzas con la ultraderecha para aprobar unas enmiendas que debilitaban la ley contra la deforestación, una directiva clave en la agenda verde europea. Desde entonces, los diferentes grupos parlamentarios de la ultraderecha europea han pedido públicamente al PPE que amplíe su colaboración para formar lo que denominan “una mayoría alternativa” a la gran coalición con socialistas y liberales para deshacer el Pacto Verde.
Una vez más, vemos cómo el acuerdo entre Mazón y Vox no es una excepción en Europa, sino el síntoma de la normalización de la extrema derecha como un socio aceptable, legitimando no solo su espacio político, sino también sus políticas y discursos de odio, que cada vez ganan más audiencia entre el electorado europeo.
El propio presidente del Partido Popular Europeo, el alemán Manfred Weber, se ha mostrado favorable a llegar a acuerdos con la extrema derecha, acercándose a la presidenta italiana Giorgia Meloni, a quien ha llegado a cortejar para incorporarse al PPE.
Aunque quizás el precursor de esta normalización fue el difunto Silvio Berlusconi, quien tuvo un papel clave como artífice de la ruptura con el tabú heredado de la posguerra que hasta ese momento había aislado social, electoral e institucionalmente a la ultraderecha. Berlusconi tuvo muy claro desde el principio que, para construir el nuevo bloque de poder de la derecha en Italia, era necesario sumar a la extrema derecha.Así, nunca mostró reparos en incorporar a sus gobiernos a los posfascistas de Alianza Nacional o a los ultraderechistas de la Liga Norte.
Más tarde, propició la fusión de Forza Italia con Alianza Nacional, creando el Pueblo de la Libertad, que incorporaba a la extrema derecha a un partido miembro del PPE. Sin ir más lejos, la propia Giorgia Meloni, actual primera ministra italiana por los posfascistas de Hermanos de Italia, fue ministra de Juventud con el gobierno de Berlusconi entre 2008 y 2011. Incluso, en sus últimos años de vida, ya como eurodiputado, Berlusconi se convirtió en el adalid de la propuesta de abandonar la gran coalición entre populares y socialistas —que ha cogobernado la política europea durante las últimas décadas— para intentar alcanzar una mayoría alternativa en la Eurocámara entre el Partido Popular Europeo y los grupos situados aún más a su derecha.
En estos momentos en Europa, donde se suceden los gobiernos entre la derecha y la extrema derecha —de Italia a Suecia, de Finlandia a Países Bajos—, es importante recordar al berlusconismo como precursor, con más de veinte años de antelación, de esta tendencia a recomponer un bloque de poder reaccionario incorporando a la extrema derecha.
Es evidente que Mazón no ha asumido la agenda de la ultraderecha por convicción, sino por supervivencia política y judicial, no muy diferente a un Berlusconi acosado por los casos judiciales, que se aferró al poder político utilizando a la ultraderecha como muleta para su supervivencia y la de sus negocios. En estos momentos, conviene recordar que el caimán —como lo conocían sus detractores a Berlusconi— fue devorado por su propio legado, siendo superado electoralmente por la extrema derecha: primero por Salvini, luego por Meloni. Puede que el instinto de supervivencia de Mazón, como ya pasó en Italia, se lleve por delante al PP valenciano... y quién sabe si al propio Feijóo.