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Crónica
La plantilla de Airbus saca músculo con otra huelga general en la Bahía
La última propuesta de negociación puesta sobre la mesa vuelve a incluir el cierre de Airbus Puerto Real, idea que cuenta con el rechazo de toda la plantilla y de numerosos actores sociales de la Bahía. El cierre supondría la pérdida de 500 empleos directos y más de 1.000 indirectos, ya que el sector concentra parte de su actividad productiva en la industria auxiliar —subcontratada— que depende de la empresa matriz.
Como si de una aldea gala se tratase, la plantilla de Airbus Puerto Real se niega a bajar los brazos pese a que tiene enfrente a un enemigo mucho mayor. Contra viento y marea llevan dos meses de lucha incansable que impide el cierre rápido e indoloro que planearon en Madrid para la fábrica donde se concentran sus puestos de trabajo. La dirección de la multinacional aeronáutica no pudo imaginar ni por un segundo que para acabar con esta fábrica tendrían una piedra tan grande en el zapato. Su solución pasaba por recolocar a las 500 personas de la casa, es decir, contratadas directamente por Airbus. Con esto, pensaban que los ánimos se calmarían, sobre todo en un contexto de crisis por la Covid-19. Sin embargo, tanto la plantilla de Airbus como la de la industria subcontratada, han logrado lo que parecía imposible: retrasar el cierre definitivo de la factoría y obligar a reabrir las negociaciones.
“Un compañero nos advirtió de que no era normal ver las naves vacías cuando esta multinacional no deja de vender aviones. Unos poquitos nos dimos cuenta y empezamos a movernos."
Carmen, montadora de Airbus, fue una de las primeras que tuvo consciencia de que algo raro pasaba a finales del año pasado: “Un compañero nos advirtió de que no era normal ver las naves vacías cuando esta multinacional no deja de vender aviones. Unos poquitos nos dimos cuenta y empezamos a movernos. Cuando fue pasando el tiempo, otras compañeras y compañeros empezaron a sospechar y a unirse en lo que ahora es una resistencia enorme. Sabemos que es difícil evitar el cierre pero si no tuviéramos esperanza no estaríamos aquí.” Unos conflictos laborales que esta trabajadora relaciona con la salud mental: “Esto es duro, muy duro. Trabajar durante meses sabiendo lo que se nos venía nos va a pasar factura. El ambiente tan triste en el que nos encontrábamos es algo que no se puede explicar con palabras. Llevamos muchos meses luchando y no vamos a parar, pero esto es muy duro”. Carmen, al pertenecer a las 500 personas que trabajan en la plantilla matriz, sería recolocada en otra planta según los planes de la empresa.
Para Josemari, otro miembro de la plantilla de Airbus, la asistencia de este viernes no es suficiente: “Este problema afecta no sólo a los trabajadores, también a toda la Bahía. Echo de menos a mucha gente”. Él coprotagoniza una de las escenas más tiernas de la marcha. Su hija —una puertorrealeña que no ha podido ir al colegio por ser día de fiesta— le acompaña durante toda la marcha. El padre carga con un altavoz y ella sujeta el micrófono y, con apenas 7 u 8 años, comienza muchos de los gritos de lucha. Una nueva generación crece al calor de la resistencia contra la precariedad y el exilio. Tampoco a ella la lluvia ni los 10 kilómetros de caminata le impiden seguir con ánimo. Josemari también nos advierte sobre el papel del Comité en las negociaciones —“Nos han vendido”, comenta sin tapujos—. Y es que no son pocas las críticas que recibe habitualmente Juan Manuel Trujillo, presidente del Comité y delegado de CCOO, y uno de los partícipes del acuerdo del que reniega la plantilla.
Un recorrido bíblico
La huelga empezaba como todas las huelgas. Piquetes tempraneros y toda la plantilla concentrada a las puertas de la factoría. De nuevo, y como en todas las citas donde entra en juego la lucha de Airbus, un despliegue policial inmenso con decenas de furgones y cacheos exhaustivos a todo el que pasaba por allí. La novedad del día estaba en el cielo: una lluvia torrencial acompañó durante toda la jornada a los manifestantes que no pararon ni un solo segundo de lanzar consignas. Como si de una plaga bíblica se tratase, aquella mañana las fuerzas divinas no estaban del lado de la plantilla que tuvo que hacerse fuerte bajo una lluvia desmesurada para lo que se acostumbra en la zona.
“Cuando empezamos a movernos la planta ya estaba cerrada. Si ahora siguen negociando es gracias a la batalla que estamos dando”
Después de dos meses acampando y marchando cada semana, cualquiera podría pensar que las energías han ido agotándose. No es así para esta horda de trabajadores y trabajadoras de a pie que están echando un pulso a la multinacional y al Gobierno con muy poco que perder. “Lo de hoy ha superado todas nuestras expectativas”, nos cuenta Chari, una puertorrealeña que destaca por ser una de las más activas en la movilización. Ha dejado a su hija mayor con la abuela y a la pequeña en la guardería de la propia fábrica. Después, se ha arremangado el mono y se ha puesto a lanzar proclamas. “Mi hija pequeña escucha todo lo que estamos viviendo y se da cuenta de todo. Ya no canta canciones infantiles sino los cánticos que lanzamos en las manifestaciones. Nos creemos que a su edad no entiende lo que pasa pero nada más lejos de la realidad.” Y es que Chari no es la única en casa que sufriría el cierre de Airbus. Su pareja trabaja con ella. “Nosotros nos turnamos para ir a la acampada, que sigue día tras día alerta en las puertas de la factoría”. Chari es consciente de que cada día de huelga es un esfuerzo necesario para seguir con este pulso contra la multinacional: “cuando empezamos a movernos la planta ya estaba cerrada. Si ahora siguen negociando es gracias a la batalla que estamos dando”.
El corte de carretera se ha extendido desde la planta de Airbus hasta el puente nuevo de La Pepa, cortando el tráfico para desidia de quien aquella mañana quisiera moverse en coche por Cádiz. Unas 800 personas hicieron este recorrido donde se mezclaban las plantillas de Cádiz con otros compañeros y compañeras que vinieron desde Sevilla (donde Airbus también tiene dos plantas) y Getafe. Allí en Madrid es donde la empresa quiere concentrar su producción en detrimento de la periferia, que corre el riesgo de perder empleo y futuro, en favor de La España concentrada, que con la complicidad de las instituciones, es la que se lleva todos los recursos y el trabajo hasta la capital del reino. En esto hizo hincapié Teresa Rodríguez, portavoz de Anticapitalistas y diputada en el Parlamento andaluz, denunciando un nuevo trato de favor para el centro de España en detrimento de las periferias. La de Rodríguez fue una de las pocas caras visibles de la política que aparecieron aquella mañana. Sólo ella y parte de su grupo en el Parlamento andaluz y casi todos los ediles del Ayuntamiento de Cádiz (con José María González ‘Kichi’ a la cabeza) acompañaron a esta manifestación huérfana de otros apoyos institucionales.
Cádiz elige lucha
Si la factoría de Airbus se ha convertido en la aldea gala que resiste al imperio de la multinacional, la consigna “Lucha o exilio” se ha convertido en el brebaje mágico que transforma a montadoras e ingenieras en un auténtico escuadrón en defensa de la tierra. Todas las personas que componen las movilizaciones hablan de lo mismo: no defienden sus puestos de trabajo solamente, defienden el futuro de una tierra castigada por la desindustrialización y el olvido de las instituciones. La huelga de este viernes 18 de junio ha sido un nuevo chute de energía: han paralizado su producción y la de la factoría CBC (que trabaja para Airbus en El Puerto de Santamaría) y han sumado a su paro el de otros enclaves industriales de la zona. Siguiendo el recorrido de la manifestación que va desde las naves de Airbus hasta Cádiz atravesando el nuevo puente de la Bahía es difícil no pensar en todo el empleo destruido en estos años. Por el camino nos cruzamos con las enormes grúas de Astilleros, que sí han sobrevivido a numerosos planes de cierre gracias al compromiso de la Bahía en no dejarlo caer.
A la llegada a Cádiz fueron otras 1.000 personas las que esperaban para sumarse a la marcha por la ciudad. La entrada a la Tacita tuvo la épica que precisan las grandes batallas de la historia. Después de una travesía bajo la tormenta, subiendo la empinada pendiente del puente de la Pepa y soportando el viento y la presión policial, llegó el sol inspirador a las puertas de la ciudad. Mucho más que el sol calentaron los habitantes de la ciudad que vitorearon, acompañaron y arroparon a la marcha. Los comerciantes salían de sus tiendas a aplaudir y tomar fotos y, ya con la ropa algo más seca, la plantilla de Airbus escuchó gritos de ánimo y apoyo en una lucha que no es de ella sino de toda una tierra.
Lugar trimilenario, por Cádiz pasaron tartessos, fenicios, romanos, árabes y cristianos y por sus calles trajeron guerras, religiones, lenguas y formas de vida distintas. Después de 3.000 años de historia, el pueblo más antiguo de occidente tiene en su haber la lucha como la fórmula mágica para sobrevivir a imperios y multinacionales, a tsunamis y gobiernos que aplican la tijera. El exilio, dicen, no es una opción. Toca esperar a ver si ahora el brebaje funciona. Por lo pronto, nadie se atreve a pulsar el botón del cierre definitivo de la factoría y para el 1 de julio hay ya otra gran manifestación convocada. Airbus no estará muerto mientras haya gente peleando por él.