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Ya ha pasado más de un mes desde que el cierre de Airbus Puerto Real sobrevuela la Bahía de Cádiz amenazando con ser la enésima industria que se agota en Andalucía. Este cierre dejaría una estela de desempleo a su paso y un futuro gris en el horizonte de cualquier niño o niña que nazca al sur del sur de Europa. LTK –empresa logística de Alestis– o la cementera Holcim son algunas de las factorías industriales que han echado la persiana en el último año dejando a sus plantillas en la calle y a todo el entorno laboral que vivía de sus actividades en la cuerda floja. Ahora se le puede sumar el de la planta de Airbus en Puerto Real, cuyo cierre dejaría en el paro a los más de 1.000 trabajadores/as auxiliares de la planta (estas empresas trabajan para Airbus pero no pertenecen directamente a la plantilla de Airbus). Se tendrá que trasladar o negociar indemnizaciones y prejubilaciones para los 500 empleados que sí trabajan para la compañía de aviones. Estos trabajadores de las empresas auxiliares son los que lideran la lucha contra el cierre de Airbus y llevan acampados desde hace un mes en los tornos de entrada a la empresa.
Viernes 21 de mayo, hay otra movilización de la plantilla que trabaja para Airbus pero esta vez no es una movilización cualquiera. El jueves los sindicatos mayoritarios de la empresa (CCOO y UGT) anunciaron por sorpresa que desconvocaban tanto la huelga como las movilizaciones en pos de un pacto para negociar el cierre de Puerto Real. También el jueves, los trabajadores a mano alzada secundaron mayoritariamente seguir con la jornada de lucha en el día de hoy pese a no contar con el apoyo de los grandes sindicatos, conocedores de la dificultad de convocar sin el apoyo del Comité de Empresa.
La primera piedra en el camino llega muy temprano, por la madrugada: un inmenso dispositivo de la policía nacional se despliega a las 3 de la mañana alrededor de la acampada y frente a la factoría para controlar los accesos e impedir los habituales cortes de tráfico con barricadas. Esto no evita que a partir de las cuatro de la mañana se unan a la acampada los primeros trabajadores para continuar con la huelga (amparada legalmente por CGT). Se despliegan las habituales pancartas y algunas nuevas que apuntan a las dos grandes direcciones sindicales por torcer el brazo frente a la multinacional aeronáutica. Sobre las cinco y media, un grupo de unas quince personas –no trabajadoras de Airbus– llega también para apoyar las movilizaciones y sufren los primeros cacheos exhaustivos de la policía, que identificó a todo el que pasaba por allí a esa hora.
La identificación alcanza también a algún periodista, además de a dos diputados andaluces no adscritos (ex de Adelante Andalucía) y una concejala de Adelante Cádiz que no fueron reconocidos por los agentes. Para las 6 de la mañana, aproximadamente dos centenares de manifestantes se distribuyen en las distintas puertas de entrada a la factoría. En la carretera frente a la misma, protegida con celo por la policía, transitan por goteo trabajadores y trabajadoras de otras industrias que muestran su apoyo con sonoras pitadas desde sus vehículos alentando a la movilización. La respuesta es inmediata, con cánticos sobre el futuro de la Bahía y el empleo para la juventud.
Hay trabajadores que al no estar en nómina de la empresa motriz no aparecen siquiera en las negociaciones
Helena (nombre ficticio) está nerviosa y es incapaz de parar ni un solo segundo. Se mueve de un lado a otro, conversa con sus compañeras y compañeros, anima al resto un rato y luego precisa ella misma ser animada. Tiene dos hijos y su pareja trabaja, junto a ella, en una de las empresas auxiliares. Es decir: se van los dos a la calle sin alternativa laboral junto a más de mil personas que, al no estar en nómina de la empresa matriz directamente, no aparecen tan siquiera en ninguna de las negociaciones. Ella no ha podido acampar porque tiene que hacerse cargo de sus hijos pero cada día de movilización llega la primera a las cuatro de la mañana. El cansancio le hace mella, se le nota en los ojos pese a la poca luz que hay a esas horas y su mascarilla siempre bien colocada por encima de la nariz. Como Helena, la composición de los manifestantes es, en su mayoría, de personal de la industria auxiliar, el más vulnerable con el posible cierre. Pero también son muchos los trabajadores de la plantilla de Airbus los que salen con sus compañeros a protestar y defender la industria. Sus bolsillos albergan carnés de todos los sindicatos, aunque quienes pertenecen a CCOO y UGT reniegan del acuerdo de sus direcciones con la patronal y el gobierno. A ellos y ellas no les vale salvar su trabajo (aunque tengan que mudarse a Getafe) si tienen que ver cómo, de nuevo, la Bahía se muere un poco más con otra industria que cierra.
Un pacto negociado bajo la manta
¿Y cuál es el pacto al que han llegado para cerrar la factoría? La última propuesta, presuntamente aceptada por la compañía, llevaba la firma de las direcciones confederales de CCOO y UGT así como de Reyes Maroto, ministra de Industria del Gobierno. Esta propuesta confirma el cierre de Puerto Real salvando los 500 empleos directos de la plantilla de Airbus. A este medio millar de trabajadores/as les mandarán a la recientemente ampliada planta de Getafe (Madrid) o a la pequeña nave del Puerto de Santa María, que apenas podría acoger a unos cuantos de estos trabajadores por las dimensiones de su fábrica. De hecho, la planta del Puerto –la última de Airbus en la provincia de Cádiz– no pertenece ni siquiera a la empresa. Esto facilita que sea la siguiente en caer en la estrategia de la multinacional de centralizar en Madrid su producción a costa de cerrar factorías en el sur. La posición del Gobierno y los grandes sindicatos llega después de meses de negociación a espaldas de la plantilla, según fuentes de la factoría, que han visto cómo les aseguraban que no habría cierre al tiempo que trataban de minimizar el ruido de las protestas para que el vendaval pasara pronto. No ha sido así y esta jornada de huelga da muestra de ello.
A las seis y media se inicia el primer fuego de la mañana en la carretera, como preludio de lo que está por venir. Algunos manifestantes han conseguido esquivar durante un momento el fuerte dispositivo policial y ahora arde lo que parece ser parte de la carrocería de un coche. Se bloquea parcialmente el tránsito de vehículos, aunque las imágenes distan mucho de los grandes cortes de carretera de semanas anteriores. El maltrecho estado del firme frente a la planta es el vivo ejemplo de una lucha que permanece en el tiempo. La ceniza acumulada durante días inunda los alrededores de la vía y el asfalto calcinado de jornadas anteriores provoca baches molestos para los vehículos que por allí se desplazan.
La huelga frena la producción
Ya se atisban, a lo lejos, los primeros autocares de la compañía. La hora clave ha llegado. Cuando los autobuses diarios contratados por Airbus lleguen se verá realmente si la huelga ha sido un éxito o no. El nerviosismo está en el ambiente y la plantilla en huelga no lo puede ocultar. Al principio hay dudas sobre si los autobuses vendrán con trabajadores que han decidido ignorar la lucha. Con la tensión en aumento algunos se ponen en lo peor. Un “no me lo puedo creer”, con rabia y tristeza, es la única frase que se pronuncia a viva voz mientras el vehículo se acerca. Pero son sospechas vanas, el primer autobús viene vacío, se acerca y tal como llega se va por donde vino. Ahora sí, vítores y cánticos de alegría para liberar la tensión acumulada. Lo mismo pasa con los siguientes autocares que se aproximan. En la fábrica no se trabajará este día.
“Los únicos que han venido hoy son los responsables de la empresa, no hay trabajadores dentro”
La huelga ha sido un éxito rotundo. Al rato, un hombre en una motocicleta de gran cilindrada entra por la puerta. “Los únicos que han venido hoy son los responsables de la empresa, no hay trabajadores dentro”, nos aclara Juan Antonio Guerrero, delegado sindical de CGT y uno de los organizadores de la acampada. El motorista cruza la valla y tiene que soportar los abucheos de los trabajadores y trabajadoras que, enfadadas, no comprenden que vaya a la factoría ignorando la pelea que se está dando fuera. Pero no les importa más que un rato porque la fábrica sólo se mueve con la energía de sus trabajadores/as y hoy no han asistido. En la factoría se acabará la jornada sin colocar un tornillo.
En algún momento llega también Juan Manuel Trujillo sin hacer mucho ruido. Él es el presidente del Comité de Empresa de Airbus y delegado de CCOO. La tensión se puede cortar con un cuchillo porque Trujillo forma parte de la dirección que ha firmado el acuerdo de cierre. Su asistencia a la concentración es obligada por el puesto que ocupa pese a que él mismo desconvocara ayer la huelga y las movilizaciones. Ya poco puede hacer, la plantilla le ha desbordado desde el primer día. Se mantiene al margen en un lateral charlando con cuatro colegas, sin mezclarse mucho y bien cerca de la policía. El resto de las personas, contentas y satisfechas por el éxito del día, se congratulan y ya piensan en la siguiente acción. Una de las trabajadoras pone perspectiva al asunto y comenta en voz alta, casi gritando: “estamos yendo a contracorriente, sed conscientes de que luchamos contra lo peces gordos de una multinacional y nos mantenemos firmes y sin doblar el brazo”. Suenan más vítores y más aplausos.
La semana que viene volverán las asambleas a la puerta del currelo y decidirán juntos y juntas cómo seguir la huelga. La lucha sigue en la Bahía. “De aquí nos llevarán el último día encadenados a la fábrica si hace falta”, comenta otro joven trabajador. Hoy han insuflado ánimos tras un mes de dura acampada. Esta será su gasolina para seguir prendiendo la mecha durante más tiempo.
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