Crisis energética
La industria del gas gana: no se llamará Midcat, pero habrá gasoducto España-Francia

España, Portugal y Francia acuerdan sustituir el polémico Midcat por un gasoducto submarino entre Barcelona y Marsella.
Regasificadora de Barcelona Enagás
Regasificadora de Barcelona. Foto: Enagás

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo.bsky.social, pablo.rivas@elsaltodiario.com

20 oct 2022 16:45

Giro de guión energético y fuegos artificiales en la industria gasística. Finalmente no habrá Midcat, el controvertido gasoducto entre España y Francia a través de los Pirineos, un proyecto que, tras años de idas y venidas, fue rechazado por el Gobierno francés en 2019 y acabó abandonado y a medio construir, pero que con la crisis energética y la Guerra de Ucrania había vuelto a estar sobre la mesa a petición de los gobiernos español y alemán. Sin embargo, sí habrá gasoducto entre España y Francia, una infraestructura fuertemente rechazada por el movimiento por el clima, que ve en ella un espaldarazo al uso futuro del gas fósil en Europa.

La decisión la ha anunciado hoy el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. “Después de muchos meses de trabajo entre el Gobierno de Francia, el Gobierno de Portugal y el Gobierno de España hemos llegado a un acuerdo para acelerar el proceso de interconexión”, señalaba ante la prensa tras reunirse con ambos mandatarios en Bruselas este jueves antes de que comenzase el Consejo Europeo.

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El acuerdo supone sustituir el Midcat por una nueva tubería, denominada Corredor de Energía Verde, que unirá Barcelona con Marsella de forma submarina y permitiría así ampliar la capacidad de envío de gas desde la península Ibérica a Europa. Se trata de una medida que ha defendido históricamente tanto el Gobierno español como la industria gasística ibérica —encabezada por el principal operador de la red de gas española, Enagás— pero que Francia había rechazado, al no necesitar nuevas interconexiones gasísticas. El nuevo proyecto incluye además una ampliación de la interconexión eléctrica entre ambos lados de los Pirineos.

Hub fósil ibérico

España tiene el 34% de la capacidad de regasificación —la conversión a estado gaseoso del gas licuado que llega a los puertos en forma líquida— con seis plantas regasificadoras. A ellas hay que sumar una más en Portugal y la existencia de otra más en Gijón, hoy utilizada únicamente como depósito de gas. Estas infraestructuras, criticadas por costosas y haber sido sobredimensionadas e infrautilizadas durante años, están hoy en el punto de mira de países del centro europeo, especialmente Alemania, que ha visto como su apuesta por el gas ruso se iba al traste con la invasión de Ucrania.

El nuevo acuerdo supone que Francia ha dado el brazo a torcer tras las presiones de Alemania, la Comisión Europea, España y Portugal, que abogaban por terminar el Midcat. El presidente galo, Emmanuel Macron, había rechazado en numerosas ocasiones la infraestructura, pues Francia no ha apostado tanto al gas como sus vecinos y no tiene interés en ampliar la interconexión gasística.

¿Gasoducto o hidroducto?

Sánchez ha recalcado que el acuerdo tenía que tener una de serie de premisas. “La primera de ellas es que las interconexiones tenían que obedecer y ser coherentes con nuestra apuesta por la transición ecológica y por una transición energética verde, la apuesta en definitiva por energías verdes como es el caso del hidrógeno verde”. La tubería serviría para un hipotético transporte futuro de hidrógeno verde, un supuesto que ponen en duda numerosas organizaciones, “pero también durante la transición para el gas que necesite el mercado energético europeo”, ha señalado Sánchez.

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Las organizaciones ecologistas, que llevan años luchando contra un proyecto como el Midcat, ven en la maniobra una fórmula para enmascarar más infraestructuras de gas como verde. “Yo lo veo como un rebranding: tenías Gas Natural Fenosa, ahora Naturgy. Te cambio el nombre, la localización y a partir de ahí meten la interconexión eléctrica para que entre dentro de la taxonomía verde europea y se pueda meter como Proyecto de interés Comunitario”, esto último un requisito para acceder a los fondos de NextGenerationEU para la transición energética, explica Ismael Morales, de la Fundación Renovables.

A pesar de la continua mención al futuro transporte de hidrógeno verde de un gasoducto como este, la realidad es que hoy en día la tecnología para que una tubería transporte hidrógeno verde en grandes cantidades y sin fugas ni es posible a este nivel ni rentable, “salvo que suponga una deuda pública brutal”, expone Morales.

Tampoco está claro que España vaya a exportar hidrógeno verde en el futuro. Primero porque para producir hidrógeno renovable, que necesita de electricidad para ser producido, debe haber un excedente de electricidad renovable que al menos tardará una década en conseguirse. Y segundo porque podría tener más sentido transportar electricidad para generar hidrógeno cerca de los puntos de consumo, y no mover el hidrógeno, un proceso mucho menos eficiente, más lento, con infraestructuras más complejas y con mucha más pérdida energética. 

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Todo ello ha hecho que organizaciones como Ecologistas en Acción o Greenpeace vean en proyectos de gasoductos vendidos como futuros hidroductos un intento de greenwashing en el que lavar la cara a la perpetuación de la industria de un combustible fósil como el el gas naturalm cuyo principal componente es el metano, un gas con un poder de efecto invernadero 24 veces superior al CO2.

Además, Morales explica que la tubería anunciada hoy, que tardará al menos dos años en construirse, necesitará de una intervención posterior para, en el caso de darse, transporte de hidrógeno verde. Es lo mismo que necesitaría la red nacional francesa. “Marsella está rodeada de gaseoductos que también tendrían que reconvertirse a hidroductos en un futuro. ¿Qué sentido tiene construir un hidroducto internacional si luego la red nacional es de gas?”, se pregunta.

No menos de 500 millones

El Gobierno no ha dado aún datos de lo que costará el nuevo gasoducto. “Una línea de alta tensión soterrada en tierra cuesta 300.000 euros por kilómetro y un gasoducto en tierra 655.000 euros/km. En mar se multiplica por dos como mínimo”, explica Morales. Con una distancia en línea recta entre Barcelona y Marsella de algo menos de 350 km, el coste del proyecto no bajaría de 500 millones de euros.

Donde sí ven una buena noticia desde la Fundación Renovables es en el aumento de interconexión eléctrica entre España y Francia. “Hay que sustituir el gas por electricidad”, señala Morales. Sin embargo, advierte de la posible sobredimensión de esta: “Lo que no puede ser es que nosotros aumentemos nuestra oferta de renovables para exportar más electricidad de la que necesitamos. La interconexión eléctrica está para sustituir al gas natural, no podemos llenar el país de placas solares para luego exportar la electricidad”.

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Hodei Alcantara
Hodei Alcantara
21/10/2022 7:19

Lo que queda claro de todo esto es que o el estado se pone las pilas e interviene creando una empresa pública de energías renovables, o de lo contrario, seguiremos mas años endeudandonos y contaminandonos con las energías fósiles de las corporaciones. Estamos en una década clave, pero valen más los intereses corporativos que el medio ambiente, igual que con las tierras y el agronegocio.

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