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Cómic
‘Sandman’, el cómic hecho de la misma materia que los sueños
El mensaje lanzado a través de Twitter el 15 de abril ha acrecentado las expectativas de una legión de seguidores impacientes que calman sus ganas de saber con la escasa información que se va conociendo, gota a gota, sobre el estreno de la serie. Porque parece que sí, que en 2022 se verá por fin en televisión la adaptación del cómic Sandman, tras largos años de espera y proyectos frustrados. En septiembre de 2021, la plataforma de pago de contenidos audiovisuales online Netflix hizo públicas las primeras imágenes a modo de adelanto, pero guarda en secreto la fecha de la première. “Hola, humanos, ¿vuestro sueño ha sido perturbado en mi ausencia?” fue el tuit publicado desde la cuenta oficial de la serie que ha hecho salivar de nuevo a quienes aguardan noticias sobre cómo será en la pequeña pantalla la historia de Morfeo, el Señor de los Sueños. El 16 de mayo, esa cuenta de Twitter volvió a poner los dientes largos al lanzar otros tres fotogramas de la serie. Se trata de mensajes de orden promocional que perfilan con tino el carácter un tanto altivo y distante del personaje creado en 1988 para las viñetas por el guionista Neil Gaiman y el dibujante Sam Kieth. Pero es que abrir semillas en el corazón del sueño no está al alcance de cualquiera.
I reach out my substance, and I shape the world. pic.twitter.com/ttrFewSdv6
— The Sandman (@Netflix_Sandman) May 16, 2022
En una nota de prensa difundida por Netflix en mayo del año pasado, el propio Gaiman —presentado como autor y productor ejecutivo— ofrecía algunos detalles del rodaje y del reparto de la serie y se mostraba entusiasmado con el trabajo. También resumía de forma muy precisa lo que fue el cómic mensual en el que se basa, publicado durante 75 números entre 1989 y 1996: “Es un rico mosaico de mitos modernos y fantasía siniestra en el que se mezclan la ficción actual, el drama histórico y las leyendas. Sandman muestra los lugares y personas afectados por Morfeo, el rey de los sueños, mientras este intenta reparar los errores que ha cometido en su inconcebiblemente larga existencia, tanto a nivel cósmico como humano”.
En las páginas de ‘Sandman’ hay mitología, filosofía, narraciones, terror y música. Leyendo este cómic se aprende, se pasa miedo, se disfruta conociendo historias increíbles y se sueña con realidades de apariencia irreal
La descripción es perfecta, sin exagerar: en las páginas de Sandman hay mitología, filosofía, narraciones, terror y música. Leyendo este cómic se aprende, se pasa miedo, se disfruta conociendo historias increíbles y se sueña con realidades de apariencia irreal. Gaiman y el elenco de dibujantes que dieron forma a las historias de Sandman generaron un universo propio con múltiples ingredientes de campos variados y cambiaron las expectativas sobre lo que un tebeo mensual puede ofrecer. Lo hicieron, además, con gran reconocimiento de público y crítica: la serie se convirtió en una de las más vendidas de la editorial DC Comics —la casa de personajes históricos como Superman, Batman o Wonder Woman— y sus autores recibieron numerosos galardones, dentro y fuera del mundo de las viñetas.
Sandman relata las tribulaciones de Morfeo, también llamado el Príncipe de las Historias, Oniro o Sueño de Los Eternos, una disfuncional familia compuesta por él y sus hermanas Muerte, Deseo, Delirio y Desesperación, y sus hermanos Destrucción, alejado de sus parientes por propia voluntad, y Destino. Se trata de encarnaciones antropomórficas, personificaciones de emociones y principios rectores imperecederos que existen desde los albores del universo. En sus manos, huelga decirlo, se encuentran los poderes que deciden las vidas de los simples mortales. Morfeo se encarga de lo que sucede mientras la mente duerme.
“Mi intención era contar historias que fuesen de lo real a lo surrealista, de las más mundanas a las más atrevidas. Parecía que ‘Sandman’ sería capaz de eso, de ser algo más que un título mensual de terror”, explicó el guionista Neil Gaiman en 1991
Gaiman sitúa el comienzo de la historia en 1916, cuando el ocultista Roderick Burgess intenta invocar y encarcelar a Muerte con el objetivo de alcanzar la inmortalidad. Por error, el hechizo captura a su hermano Sueño. Tras siete décadas de cautiverio, Morfeo logra escapar y se propone recuperar su poder y su reino. Ese es el punto de partida de una publicación que nació en 1987, cuando Karen Berger, entonces editora de DC, propuso a Gaiman que se encargara de un nuevo título, en su afán por renovar el catálogo de la editorial. Una tarea con una condición: que fuera un personaje que nadie hubiera visto antes. El guionista aceptó la misión, aunque con dudas ya que nunca había trabajado en un cómic mensual y se enfrentaba a tener que escribir una historia todos los meses, y recuperó algunos aspectos de un antiguo personaje de DC. En realidad, poco más que el nombre. “Mi intención era contar historias que fuesen de lo real a lo surrealista, de las más mundanas a las más atrevidas. Parecía que Sandman sería capaz de eso, de ser algo más que un título mensual de terror”, explicó Gaiman en un texto firmado en 1991.
Lo fue, sin duda. El número 19 de la colección, una recreación de El sueño de una noche de verano de Shakespeare, ganó en 1991 el World Fantasy Award, siendo el único cómic que ha merecido ese premio, habitualmente copado por nombres de la literatura de ciencia ficción como Ursula K. Le Guin, Kim Stanley Robinson o Stephen King. Este último, precisamente, se deshizo en elogios al trabajo de Gaiman en Sandman en la introducción que escribió en 1994 para el tomo recopilatorio que contiene los números 51 al 56 de la serie: “Es, para decirlo en pocas palabras, un viejo almacén repleto de historias, y tenemos suerte de que trabaje para nosotros, en el medio que sea. Su fecundidad, unida a la calidad general de su obra, es a la vez maravillosa y algo intimidadora”. Para el autor de El resplandor y otras 60 novelas, lo más satisfactorio de los guiones de Gaiman es que “ha encontrado una manera de dar un rodeo al final sorpresa estándar sin sacrificar esa sensación de maravilla y asombro que hace la fantasía tan satisfactoria y esencial. Mete esas cosas en el corazón de sus historias, en vez de en los finales, aquí no tenemos la sensación de leer elaborados chistes de horror con salpicaduras de sangre y vísceras como remate final”. King también señalaba las diferencias entre Sandman y otras cabeceras clásicas de tebeos: “En las portadas originales de cada número aparece la frase ‘Recomendado para lectores adultos’, y yo me atrevo a afirmar que eso no significa que estén llenos de sangre, sexo y palabras malsonantes —aunque sí se encuentra algo de todas esas cosas, gracias a los cielos—, significa que si no eres lo bastante mayor como para mascar este material tú solito, puede que lo mejor sea que vuelvas con Spider-Man y La Patrulla-X por un tiempo. De lo contrario, te vas a quedar desconcertado”.
Un puente entre varios mundos
Aunque el peso de los guiones de Neil Gaiman fue más decisivo a la hora de definir qué era Sandman que el arte de los distintos dibujantes que trabajaron en la serie, hubo una constante gráfica muy llamativa desde el primer número, publicado en enero de 1989: las portadas del ilustrador Dave McKean, que se mantendrían hasta el final. 75 obras en las que jugó con diversos materiales y técnicas para representar el contenido de cada número en unas cubiertas espectaculares que se alejaban mucho de lo que solía ser la portada de un cómic. “En los años 90 esperaba llegar a un público que no leía comic books hablándole en un lenguaje visual que era más amplio que el empleado habitualmente en ellos”, comenta McKean a El Salto sobre su trabajo en Sandman, citando como una de sus inspiraciones las portadas de los discos de la discográfica 4AD.
El artista reconoce que lo primero que le viene a la cabeza cuando escucha la palabra “Sandman” es un periodo de tiempo: el que media entre que terminó sus estudios de arte y el final de su trabajo en DC. McKean huye de la mitificación de aquellas obras en las que mezcló todo lo que se le ocurrió: “Si miro esas portadas me parecen una serie de entradas en un diario, que recogen mi gusto y estilo cambiantes. Hoy las veo como un puente entre dejar de ser un estudiante y convertirme en profesional, también me doy cuenta de que no eran del todo mías: me parece un trabajo en el que participar me hizo feliz, pero no me representa”.
Para él, Sandman era “básicamente un cómic de fantasía comercial” y las portadas debían reflejar eso. Durante los primeros años disfrutó mucho explorando con ellas el uso de fotografías, fotocopias, manipulación digital o diferentes fuentes tipográficas para crear collages que marcaron una línea muy reconocible en lo primero que se ve de un cómic, su cubierta. Admite también que después se le hizo difícil mantener el interés, algo que sucede en trabajos sostenidos durante mucho tiempo. “Entonces tenía una idea clara de hacia dónde deberían ir los cómics, y las portadas de Sandman representaban esa ambición hasta cierto punto. Ahora no estoy tan seguro de que esa idea fuera tan clara ni tampoco de que fuese la dirección correcta”, reflexiona desde el presente.
McKean y Gaiman ya habían trabajado juntos en Orquídea Negra, una miniserie de tres números que les encargó Karen Berger, prefigurando una línea de tebeos de corte más innovador dentro de DC que fructificó en la creación del sello Vertigo en 1993. Dirigido por Berger, Vertigo dio cobijo a cabeceras que ya funcionaban en la editorial y encontraron allí acomodo, como La Cosa del Pantano, Hellblazer, La Patrulla Condenada o Sandman (a partir del número 43), y lanzaría nuevas series con marchamo de calidad y dirigidas a un público adulto. El ilustrador no recuerda que hubiese injerencias ni correcciones o sugerencias de cambios por parte de la empresa en sus portadas, pero sí señala que en los primeros años leía los guiones completos y detallados de Gaiman para cada número mientras que al final le hacían llegar impresiones muy generales sobre la imaginería de cada historia.
Para Dave McKean, autor de las portadas de ‘Sandman’, este título fue el umbral entre “el final de una era representada por los primeros 80 años de cómics mainstream” y el amanecer de una nueva época, “que sería conocida como la de la novela gráfica”
Preguntado por aquello que hace único a Sandman, McKean considera que fue un título que ejerció de umbral entre “el final de una era representada por los primeros 80 años de cómics mainstream” y el amanecer de una nueva época, “que sería conocida como la de la novela gráfica”, pero duda de que “su reputación hubiese perdurado realmente tanto como lo ha hecho en un mundo con libros mucho más personales y expresivos, con páginas creadas por individuos, no como trabajos de encargo”.
País de sueños
La narración orquestada por Gaiman en los 75 números de Sandman alterna las historias largas desarrolladas en varios capítulos con aquellos otros relatos que se cierran en apenas 24 páginas. Por su extensión, las primeras dieron lugar a que Vertigo las recopilara en tomos, propiciando otra novedad causada por esta serie: la venta de este formato en librerías especializadas, con mucho éxito. Las historias breves, autoconclusivas, alcanzan momentos de mucho brillo como la premiada del número 19; “Ramadán”, en el 50, una fábula bellísima, dura y crítica con la destrucción de Bagdad durante la guerra del Golfo; o algunas de carácter histórico, con visitas a la Roma imperial o a Francia durante el terror jacobino.
Los argumentos también suceden en dos planos: el que afecta a Los Eternos y sus cuitas, como por ejemplo la deliberación de Morfeo sobre qué hacer con la llave del Infierno que le ha concedido Lucifer o el viaje del Señor de los Sueños y su hermana Delirio en busca del hermano huido, Destrucción; y el otro, más terrenal, en el que ocurren cosas como una convención de asesinos en serie reunidos en un hotel un fin de semana. Pero, naturalmente, ambos planos se entremezclan.
“Sandman es una catedral del cómic, un gran relato sobre temas básicos para nuestra existencia”, valoran desde el correo electrónico Elisa McCausland y Diego Salgado, críticos de la cultura audiovisual y autores de varios libros acerca del mundo del cómic. El más reciente, Sueños y fábulas: historia de Vertigo (ECC Ediciones, 2022), es un exhaustivo repaso a la trayectoria del sello creado por Karen Berger dentro de DC. En su opinión, hay algunos aspectos que se han quedado “trasnochados” en la cabecera, pero aseguran que es “inmensamente más inventivo y experimental que el 99% de los cómics que se están publicando cuarto de siglo después” y destacan su importancia hoy: “En una época como la nuestra, que ha sustituido la ficción literaria —y Sandman es literatura— por la ficción mediática, de la que todos somos partícipes, Sandman es más revolucionario que nunca. Apela a nuestro mundo interior, eso que casi hemos preferido olvidar que existe para el bien de nuestra tranquilidad de espíritu”.
Para McCausland y Salgado, colaboradores de El Salto con su sección Ruido de Fondo, Sandman es responsable en gran medida de que el cómic mayoritario pudiera expresarse más allá de los superhéroes, de que la llamada fantasía oscura pasase de ser algo para los frikis a un género comercial masivo, y de una nueva sensibilidad estética de carácter pospunk y gótico. Ambos resumen las transformaciones que provocó este título en el noveno arte: “Sandman revoluciona la manera de entender el consumo de comic books; desde la forma en que llegan al mercado, pues las recopilaciones tienen como objetivo las tiendas especializadas de cómic y no los quioscos —que poco a poco pierden importancia para el mercado del cómic—, hasta el tipo de lector y, sobre todo, de lectora, que se acerca a la cabecera, pasando por personajes y argumentos diversos mucho antes de que esa inquietud llegase al mainstream”. Pero también aportan un valioso matiz acerca de la influencia sobre el presente de hitos creativos anteriores: “Prima una explotación del pasado como marca por parte de la industria cultural. En ese aspecto, Sandman continúa vigente pasados 30 años de su creación, y eso está muy bien, pero continúa vigente con casi los mismos atributos, lo cual es problemático”.
Sobre la perdurabilidad de Sandman, Juan J. Vargas, profesor de Comunicación Audiovisual y Publicidad en la Universidad de Sevilla, prefiere hablar de una obra que desafía el tiempo antes que de una obra atemporal y pone en relación el cómic con otras producciones culturales de la época. “El fundamento de la saga, lo que Los Eternos paradójicamente repiten, es que nada permanece. La desdramatización de lo augusto es uno de los grandes motivos de la serie debido a eso. Y esta es una noción muy posmoderna: está en Sandman, y en la literatura de Don DeLillo, Bret Easton Ellis y David Foster Wallace, y también, por ejemplo, en la saga Scream”. Según este especialista, responsable del blog Qwertynomia en la web de El Salto, las series de televisión posteriores al 11-S hicieron el movimiento contrario: dramatizar al payaso. “Los Soprano, The Wire, House… trataban sobre perdedores que tenían o conquistaban una dignidad. En algunos casos, como el de Walter White en Breaking Bad, acababan transfigurados en mitos populares. Ahora vivimos un momento muy propicio a las series corales —Euphoria, Succession, Station Eleven, Killing Eve— en las que todos los personajes son augusto y payaso a la vez, según sea su contacto con los demás”.
La herencia de ‘Sandman’ se detecta en varias disciplinas. Elisa McCausland y Diego Salgado apuntan que el imaginario gótico en cine, televisión, música e incluso tatuajes no sería el mismo sin el cómic
La herencia de Sandman se detecta en varias disciplinas. Como apuntan McCausland y Salgado, el imaginario gótico en cine, televisión, música e incluso tatuajes no sería el mismo sin el cómic. Citan a la cantautora Tori Amos y al director de cine Kevin Smith como ejemplos, y también resulta difícil no acordarse de Sueño al ver a Robert Smith, cantante de The Cure, en el vídeo de su canción “Lullaby”. Pero ambos señalan que “el mayor cambio que propicia Sandman, junto a otras colecciones de Vertigo, es en el interior del propio mundillo del cómic. Autores como Gaiman pasan a ser estrellas del rock, los lectores no se avergüenzan como antaño de leer historietas, y las librerías especializadas tienen sex appeal”.
Hermana Muerte
Además de los miembros de la familia eterna, a Sueño le acompañan varios personajes de su reino —sus sirvientes Lucien, el bibliotecario, el cuervo Matthew, los hermanos Caín y Abel; sus diferentes parejas, su hijo Orfeo; el Campo del Violín, la pesadilla llamada El Corintio—, de otros como Lucifer y también del reino de los humanos. En el número 8 de la serie tiene lugar una escena memorable: la primera aparición de su hermana Muerte. Es un personaje que le cambió la vida a Elisa McCausland. “Frente a la seriedad y hasta la pedantería que caracteriza a Morfeo, Muerte tiene una personalidad alegre y desprejuiciada. Representa obviamente la muerte y también cumple la función de acompañar a los recién fallecidos desde nuestro estadio terreno al más allá. Que Gaiman la imaginase como un personaje alejado de la representación tradicional, con una iconicidad absolutamente nueva que ha calado entre varias generaciones de lectores, es uno de sus mayores rasgos de genio como autor”, afirma esta experta.
La imagen de Muerte es obra del dibujante Mike Dringenberg, quien se inspiró en la modelo Cinamon Hadley para su creación, frente a la idea de Gaiman que pretendía fuese más parecida a la cantante Nico, colaboradora de la Velvet Underground. Muerte gustó mucho y protagonizó dos miniseries propias, en 1993 (El alto coste de la vida) y 1996 (Lo mejor de tu vida). “Ojalá fuese la Muerte de Gaiman —sensible, tierna, simpática y amable— la que nos acompañase al final”, anhela Sara H. Cofiño, aficionada a los cómics que está releyendo estos días Sandman. “Ha envejecido muy bien. Conserva toda la originalidad de su planteamiento fantástico y, como Neil Gaiman siempre ha sido un tipo con bastante sensibilidad social, teniendo 30 años es bastante moderna en sus planteamientos sociales”, valora. Para ella, lo mejor de la serie es “su originalidad como planteamiento de fantasía —tan alejado de la fantasía épica tipo Dragonlance que estaba de moda por entonces— y cómo no cae en prejuicios y distinciones absurdas sobre baja y alta cultura. Es un cómic que bebe de la cultura clásica, que en su momento era también cultura popular, y juega y se divierte con esto sin prejuicios”.
Juan J. Vargas destaca que los personajes de Sandman son “más una condición de posibilidad” que personajes en sí mismos y remite para explicarlo a una forma “profundamente gótica” de entender este cómic: “El gótico, como estilo artístico, nace de la forma en que el cristianismo interpretó la estética de los pueblos nórdicos, basada en lo ornamental, al mismo tiempo inorgánica y muy viva, como las marionetas, los no-muertos y otros motivos de la novela gótica y el expresionismo. El fundamento del gótico no es la representación, sino las condiciones de posibilidad de esta. Por eso muchas de las historias de Sandman, como el arco de ‘Juego a ser tú’, ni siquiera están protagonizadas por el Señor del Sueño, y cuando lo están, la narrativa tiene más valor simbólico que dramático: figura los movimientos de la historia humana, como si esta fuera una consecuencia ‘en otro plano’ de las relaciones entre Los Eternos. No se me ocurre nada más gótico que ese nivel de abstracción de la vida, que no apunta a una trascendencia en lo divino —el destino de los dioses que aparecen en Sandman es ser olvidados—, sino a una inmanencia en la cultura, en el lenguaje”.
El futuro fue
Neil Gaiman tenía claro que la serie iba a terminar algún día y que no se convertiría en otra colección de cómics más que continúa durante años, desfigurando el carácter que le otorgaron sus creadores. En una entrevista en The Guardian en 2013 reconocía que ese hecho era, en su opinión, el mayor cambio provocado por Sandman: “El cómic más exitoso de DC terminó porque el escritor quiso. De otro modo, la marca se habría mancillado”. Así, el número 75, publicado en marzo de 1996, fue el último de Sandman. Sin embargo, los lanzamientos en torno a los personajes, como las miniseries de Muerte, se sucedieron: Lucifer tuvo una serie propia entre los años 2000 y 2006. El propio Gaiman regresaría en 2013, con Sandman: obertura, una precuela en la que cuenta la existencia de Morfeo antes de ser capturado por Roderick Burgess. En 2018, celebrando el 30º aniversario de la serie, Vertigo dio el pistoletazo de salida a un Universo Sandman, con la publicación de números especiales y series regulares, bajo la supervisión de Gaiman. Lucifer fue, de nuevo, una de ellas. El dibujante Fernando Blanco, habitual en tebeos de DC, ilustró un par de números de esta serie, cumpliendo uno de sus sueños profesionales: trabajar en la línea Vertigo y en un título relacionado con Sandman. Preguntado por la aportación gráfica del cómic original, Blanco afirma que “por Sandman pasaron multitud de dibujantes con estilos muy diversos y no se puede decir que haya una única manera de ilustrarlo. La diferencia está en lo narrativo que a menudo atribuimos erróneamente en exclusiva al guionista cuando el dibujante e incluso el colorista tienen mucho que decir. Ahí Sandman destaca por tener una narrativa y diagramación de página abierta y flexible que favorece la irrupción de lo onírico e incluso lo psicodélico. Ahí destacaría la labor de un dibujante fabuloso injustamente infravalorado como Dringenberg”.
El estreno de la serie en Netflix —se habla de que será la producción más costosa de esta plataforma que vive horas convulsas por la pérdida de usuarios y el anuncio de despidos— puede abrir las puertas del reino de los sueños a un nuevo público. Del reparto se saben ya los nombres de quienes interpretan a los personajes principales (Tom Sturridge es Sueño, Kirby Howell-Baptiste encarna a Muerte, Gwendoline Christie hace de Lucifer) y que el año pasado se rodaron capítulos basados en “La casa de muñecas”, el segundo arco argumental del cómic, pero las incógnitas persisten. David Fernández, editor en ECC, la editorial que actualmente publica en España el material de DC, cree que a priori se puede esperar lo mejor de esta adaptación: “El hecho de que Neil Gaiman esté acreditado como productor ejecutivo y reconozca estar implicado de forma muy directa en el proceso de desarrollo parece el mejor presagio. Él mismo ha reconocido estar muy satisfecho con el resultado y asegura que la serie de televisión será muy fiel al cómic. Algo que, aunque fugazmente, ya hemos podido advertir en su primer tráiler”.
McCausland y Salgado, sin embargo, no se muestran tan optimistas y temen que se trate de la “enésima explotación de una marca cultural de reconocido prestigio”, aunque también dicen que habrá que verla “para comprobar hasta qué punto la imagen en movimiento y los efectos visuales pueden recrear lo conseguido por el cómic original con medios materialmente muy sencillos”. Por su parte, Sara H. Cofiño apunta a las reacciones que puede suscitar, que de hecho ya se han producido: “Espero que se enfaden los fachitos por cosas tontas como que a Muerte la interprete una mujer negra porque si siempre es ridículo, en este caso es todavía más absurdo porque parece que no hubiesen leído el cómic, que deja claro en diferentes momentos que la apariencia de Los Eternos depende de quién les mire: Morfeo aparece varias veces no solo como un hombre negro sino también... como un gato, porque Los Eternos también son para los animales”. No cabe duda: qué equivocado estaba el escritor Norman Mailer, fan de Sandman, cuando aseguró que se trataba de una historieta para intelectuales.