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Cine
Un Impulso Colectivo: un espacio de acogida del cine independentísimo español cumple diez años
Dicen, decimos, que la crítica cinematográfica es cada vez menos relevante en un mundo de clickbait periodístico y de centralidad de esos algoritmos que potencian las profecías autocumplidas sobre los gustos e intereses de la audiencia. Y con todo, la crítica cinematográfica sigue existiendo, aunque su supervivencia se base a menudo en la precariedad laboral o en el voluntarismo. A veces, incluso puede servir de germen para una sección de un festival cinematográfico.
Diez años atrás, el prestigioso crítico Carlos Losilla publicó un artículo sobre nuevos cines españoles denominado “Un impulso colectivo”. La organización del D’A Barcelona Film Festival, liderada por Carlos Ríos, leyó atentamente el texto y planteó a Losilla la posibilidad de impulsar una sección de producciones nacionales en el seno del certamen donde los títulos se reforzasen unos a otros como muestras de un panorama creativo diverso.
“Acabamos llegando a un acuerdo, y Ríos quiso conservar el título del artículo como nombre”, recuerda el autor de La invención de Hollywood. De ahí nació Un Impulso Colectivo, una sección del D’A Barcelona Film Festival centrado en un “cine español no institucional” o un “cine español no industrial”, en palabras del inspirador del proyecto. Obviamente, esta sección del D’A no es el único espacio para este tipo de propuestas. Certámenes históricos como el Festival Internacional de Cinema Independent de Barcelona L’Alternativa o el Festival Internacional de Jóvenes Realizadores de Granada han sido espacios de acogida generosa para unas propuestas que también han alcanzado presencias de variable relieve en los grandes festivales cinematográficos del país.
Al tratarse de cines un tanto al margen, de difícil visibilidad profesional, todo gesto de difusión y reconocimiento suma como camino posible de superación o mitigación de la precariedad. La realizadora Zaida Carmona, que ha conseguido cierta repercusión con su primer largometraje, La amiga de mi amiga, hablaba en estas mismas páginas sobre la imposibilidad de hacer segundas películas de nuevo sin medios, a través del voluntarismo y los favores de amistades.
Cine
Zaida Carmona “Quería que se viese bien esta cosa tan pequeña que a veces molesta: que las tías nos besamos”
Muchos cines posibles
De El futuro, de Luis López Carrasco, a la reciente Las tierras del cielo, de Pablo García Canga, pasando por Karen, de María Pérez Sanz. De los retratos generacionales lacónicos a la ficción con ecos de la filmografía de Yasujiro Ozu, pasando por juegos de diálogo con la historia que incorporan fantasmagorías. Y muchos, muchos documentales y videoensayos, a veces con un marcado componente testimonial. Una década de funcionamiento de Un Impulso Colectivo ha recogido propuesta de un abanico muy amplio. Y el tiempo transcurrido facilita que su equipo haya percibido alteraciones en las tendencias del cine independentísimo español.
En su décimo aniversario, Un Impulso Colectivo ha acogido ficciones juveniles con ecos del Godard de ‘Al final de la escapada’ (véase ‘Dos dies i l’eternitat’), videoensayos sobre la misoginia internáutica (‘La mecánica de los fluidos’, película premiada este año en el seno de la sección) y también objetos cinematográficos no identificados como la ‘Inmotep’ de Julián Génisson
Losilla afirma que “los principios de la sección no han cambiado, pero sí que ha cambiado un poco el cine que se hace. Así que hemos intentado que la programación reflejase estas transformaciones y que diese cabida a esta evolución”. El responsable de ensayos como Flujos de melancolía habla de una “evolución lenta que ha ido dejando algunas cosas más en el margen, mientras aparecían otras. Al principio había una inclinación más hacia el documental o hacia la no ficción, por ejemplo. Había más películas de realizadores filmando a su familia. Este año predomina más algo parecido a la ficción”. En su décimo aniversario, Un Impulso Colectivo ha acogido ficciones juveniles con ecos del Godard de Al final de la escapada (véase Dos dies i l’eternitat), videoensayos sobre la misoginia internáutica (La mecánica de los fluidos, película premiada este año en el seno de la sección) y también objetos cinematográficos no identificados como la Inmotep de Julián Génisson.
Inmotep pertenece a una especie de escena propia donde se combina el elemento fantástico, el humor (desconcertante) y la observación (¿desconcertada?) del presente. A lo largo de estos años, el D’A ha acogido obras de otros cultivadores de esta tendencia posible: Miguel Llansó (Crumbs, Jesus shows you the way to the highway), Chema García Ibarra (Uranes) o Ion de Sosa, tanto cuando trabaja como director de cámara y director de fotografía como cuando ejerce de realizador (en el largometraje Sueñan los androides).
En 2023, Un Impulso Colectivo también acogía Misión a Marte, un peculiar viaje de ‘sci-fi’, familia y arqueleogía. Fuera de competición, el D’A también proyectó el cortometraje Alegrías riojanas de Velasco Broca, que incluía demonios que parecían sacados del clásico del cine silente nórdico Häxan. Losilla explica que “no ha habido una intención de abrirse al fantástico y ver qué encontrábamos, sino que las obras se han presentado solas y hemos querido ofrecerlas al público. Han acabado formando un subgénero por sí mismas”. El crítico, de hecho, traza vínculos entre esta escena y unas autorías que han encontrado un cierto acomodo profesional-industrial y que “también han incorporado este fantástico en sus planteamientos”, como Secaderos o El agua.
Puntos de apoyo para impulsarse fuera de la precariedad
Como otros festivales, el D’A Barcelona Film Festival también se convierte en un espacio de encuentro, de una cierta convivencia entre creadores, y también de diálogo entre estos, la crítica y la audiencia. Losilla también se muestra satisfecho de que el D’A haya proporcionado descubrimientos propios “vinculados a la ciudad de Barcelona, a una especie de cantera barcelonesa. Hablo de poelículas que han ido encontrando más espacios tras su proyección en el festival, como las obras de Marc Ferrer, de Zaida Carmona y, este año, de Marc Esquirol”. El crítico también dimensiona a esas autorías que se han ganado (“merecidamente”, aclara) un lugar en un cine no tan precario económicamente, como Luis López Carrasco (El futuro) o Elena López Riera (realizadora de la ya mencionada El agua).
A la pregunta de si recordaría alguna película o alguna autoría en especial entre las programadas en todos estos años, a Losilla se le acumulan los nombres. “Deben de haber sido 80 o 100 títulos, son muchos”, dice. Además de las personas ya mencionadas, habla de Carlos Balbuena (“ha estado siempre en el D’A, y sus películas han sido siempre importantes”) y de Ramon Lluis Bande (“no es un descubrimiento nuestro, pero siempre le hemos seguido”).
Para terminar con una apuesta de futuro y no solo de pasado, Losilla apunta un título más: Las tierras del cielo, de Pablo García Canga. El crítico y comisario dimensiona que “sería una muestra de esta evolución respecto a las obras que programamos en las primeras ediciones. Porque es una película muy elaborada narrativamente, que plantea una ficción e invita al espectador a que juegue con ella. Se ha llegado a una cierta sofisticación que al principio quizá estaba pero de otra manera, o quizá simplemente no estaba”.