América Latina
Rosa Cañete: “Las élites políticas y económicas han capturado las instituciones”

La desigualdad, la corrupción, el clientelismo y la incapacidad de cambiar con un modelo productivo con claros límites ecológicos y sociales están profundizando la crisis de América Latina. Rosa Cañete, coordinadora de la campaña Iguales de Oxfam analiza los principales signos de alarma para el futuro del continente.

Rosa Cañete
Rosa Cañete participó en los debates sobre reforma fiscal de 2004, 2005 y 2012 en República Dominicana. David F. Sabadell
28 nov 2017 06:30

165 millones de personas son pobres en América Latina y el Caribe. Otros 200 millones están en riesgo de serlo. El milagro económico de la región forma parte del pasado y un nuevo factor de riesgo amenaza con arruinar el precario legado que ha quedado de una década de Gobiernos de progreso. Es la desigualdad, la principal epidemia social que el mundo padece desde la crisis de 2008. En América Latina y Caribe, el nuevo ciclo de aumento de la desigualdad se fecha en 2011. Desde entonces, la regresión del continente es alarmante. El PIB ha caído, la pobreza ha vuelto a aumentar y, con ello, sube también la violencia.

La economista Rosa Cañete Alonso (Madrid, 1977) es coordinadora de la Campaña Iguales en América Latina y el Caribe de OXFAM. Cañete ha encabezado el equipo de trabajo que publicó el informe Privilegios que niegan derechos (desigualdad extrema y secuestro de la democracia en América Latina y el Caribe). Su visión es que la región debe replantearse el modelo de desarrollo y que la izquierda tiene que superar los traumas generados por las expectativas frustradas tras los gobiernos de progreso de la primera década del siglo.

¿Por qué habla Oxfam de un secuestro de la democracia?
Planteamos que, si bien la democracia era un principio fundamental para poder desarrollar desde los Estados procesos más incluyentes –se luchó muchísimo en América Latina por la democracia y frente a las dictaduras–, las democracias no han traído los frutos, en términos de acceso más igualitario a derechos de la población, que deberían haber traído. Por tanto, si dos de los fundamentos de la democracia son avanzar en la igualdad de derechos y avanzar en que las opiniones de las ciudadanías tengan pesos equilibrados en el debate democrático, esos dos principios no se cumplen en absoluto.

Planteamos que las élites tanto políticas como económicas han capturado las instituciones y los procesos democráticos de manera que impiden el avance de políticas que sí podrían haber reducido la desigualdad de riqueza económica, de oportunidades y también de poder de las poblaciones.

No es que llegues a la perfección de aquí a mañana, pero el avance ha sido mínimo. Por tanto, si toda democracia puede ser imperfecta, allá [en América Latina y el Caribe] lo es mucho más.

Con pocas excepciones, los países de América Latina han vivido sus periodos democráticos más largos, entonces, ¿qué factores han sido determinantes para que se haya producido ese fracaso?
Hay un elemento muy fuerte que es la influencia de las élites económicas en la toma de decisiones sobre políticas públicas. Cómo, desde fuera, desde la élite económica, se controlan las decisiones estatales. Decisiones que deberían estar representando los intereses de las grandes mayorías y que acaban beneficiando solo a un grupo. Hablo de la definición de políticas fundamentales en la lucha contra la desigualdad como son la política fiscal, tanto la tributaria como la de gasto, la política laboral, las políticas de igualdad entre mujeres y hombres, las de protección social, servicios básicos universales (salud, educación, derecho al agua), etc. Son políticas que han estado capturadas por intereses económicos privados.

Por ejemplo, la política tributaria en América Latina reduce seis veces menos la desigualdad que en la OCDE. Se trata de un problema de diseño. Hay un problema de cómo está estructurado el empleo y el mercado en la región. Las rentas del capital, por ejemplo, en muchos países de América Latina no están ni gravadas por el impuesto sobre la renta. Cuando se ha conseguido hacer que paguen algún tipo de impuesto tienen tasas inferiores a las rentas del trabajo. Eso solo tiene una explicación: se está protegiendo a unos contra otros.

El manejo que hacen los distintos sectores en la definición de políticas fiscales y tributarias, o las exenciones que disfrutan las empresas, se discute fuera del debate público y muy a menudo entre bambalinas, dando grandes privilegios a sectores industriales, sin ningún tipo de análisis coste/beneficio en términos sociales. Mientras tanto, los impuestos al consumo no han hecho más que subir en toda la región durante décadas, porque los Estados, sino recaudan vía renta o riqueza, tienen que recaudar por otras vías.

El uso patrimonial del Estado que se hace desde muchos gobiernos en América Latina extrae recursos a la garantía de derechos de manera sistemática. No son casos de corrupción aislada

Otro ejemplo evidente es el de los salarios mínimos. Solo un país de la región tenía en 2011 un salario mínimo que cubriera el salario de subsistencia. Cómo puede ser que una definición tripartita, con sindicatos, Estados y patronal no consiga en casi ningún país de la región aprobar un salario mínimo que equipare al mínimo de subsistencia. Estamos hablando de un montón de trabajadores que siguen viviendo en la miseria legalmente... y son los que han tenido la suerte de tener un trabajo formal.

Introducís también el factor de "la riqueza negativa": el endeudamiento. ¿Hasta qué punto el acceso al crédito está empeorando la situación de los Estados y las poblaciones? 
Tanto a nivel estatal como a nivel de particulares se empieza a generar un nuevo ciclo de deuda en la región. Pero hay realidades muy diferentes. Hay que contar con que hay países para los que esto no supone un problema. Son principalmente los países extractivistas, aquellos que han conseguido tener ingresos tributarios fuertes que no les llevan a cerrar en déficit cada año. Los de Centroamérica, Paraguay..., son países que no obtienen suficientes rentas vías tributación o mediante otra serie de ingresos y cada año cierran con déficit. Esto los va llevando a ir adquiriendo cada vez más deuda. Eso empieza a ser cada vez un problema mayor en la región, cuando había sido superado hace años.

En términos de personas particulares estamos hablando de que, en los deciles de menor ingreso, en el 10% de la gente más pobre, no es que no tengan riqueza, es que tienen riqueza negativa. Con un 1,3% del ingreso a nivel regional, esa población [el 10% más pobre] el día que tiene algo, ya lo debe. Por supuesto, más que un problema macro es un problema de subsistencia básico. Porque no se han generado tampoco las redes de protección sociales necesarias.

¿Qué papel juega la corrupción en esa espiral de desigualdad extrema?
Hay que mencionar que el secuestro de la democracia o la captura del Estado no solo se da desde la élite económica, se da muy a menudo también desde las élites políticas. Y ahí identificamos dos grandes fenómenos que pesan mucho en la región. Uno es el clientelismo y otro es la corrupción. El uso patrimonial del Estado que se hace desde muchos gobiernos en América Latina le extrae recursos a la garantía de derechos de manera sistemática. No son casos de corrupción aislada, es cómo un partido de gobierno opera de manera corrupta. Financiando las elecciones e incluso utilizando las empresas públicas para generar cierta independencia económica respecto de las élites. Generan su propia base económica para no tener que estar dependiendo de la financiación privada.

Se es muy consciente de la corrupción y eso crea un fuerte sentimiento de que la política no sirve. Esto es muy contraproducente para las clases que no pueden proveerse servicios de manera privada

La percepción de corrupción entre la población no ha hecho más que crecer, y se acentúa desde el año 2009 fortísimamente. Eso hace que, por ejemplo, en las valoraciones que se hacen con encuestas como el Latinobarómetro, desde el ejecutivo al congreso, los ayuntamientos, los sindicatos y las empresas, ningún órgano de gestión baja de siete, siendo el diez lo más alto en corrupción y el cero lo más bajo.

Se es muy consciente de la corrupción y eso está generando un fuerte sentimiento de que la política no sirve y de que los Estados no sirven. Esto es muy contraproducente para las clases que no pueden proveerse servicios de manera privada. Al mismo tiempo, hay una percepción de la corrupción privada escasa, mientras que se habla mucho de la corrupción pública. En el caso Odebrecht, por ejemplo, si bien se ha hablado de la empresa, los que están pagando en términos de comunicación son los gobiernos que estuvieron involucrados. Nadie habla de todas las empresas nacionales que, en cada uno de los países, estaban asociadas a la empresa Odebrecht.

No se habla del corruptor sino del corrompido.
Exactamente. Eso está generando una desafección política muy alta en América Latina y un cuestionamiento al rol del Estado que, si bien no han sido suficientemente eficientes y es normal que sean cuestionados, hace que se cuestione su propia existencia... Por ejemplo, cada vez hay mayor relación en el vínculo entre corrupción y la tolerancia hacia la evasión fiscal. Así se rompe el contrato social.

¿Crees que en ese contexto van a prosperar modelos de democracia autoritaria?
Y opciones tipo Trump. Algo que está pasando es que el patrón derecha-izquierda en la región cada vez está representando a menos gente. La ciudadanía está cada vez evaluando más bajo la democracia como el mejor sistema posible. Más que esa bajada o ese cuestionamiento democrático, lo más llamativo es que está aumentando mucho –ahora es un 25% de la población–la que responde que a gente como ella le da igual un gobierno democrático que otro que no lo sea. Es una sensación de que la democracia no les ha servido para nada, que no les ha representado y que, en realidad, las vías políticas de solución a sus problemas les dan igual. Es un fracaso absoluto del sistema político en la región. Lo peor de todo es que lo que está prosperando no es tanto un avance de los gobiernos de derecha sino un avance de gobiernos desideologizados y con perfil empresarial.

Es muy común ver en la región cómo gente sin ningún nivel de ingreso que intenta llevar a colegios privados y clínicas privadas de muy baja calidad y poca cualificación a sus hijos. Es por la deslegitimación del sector público

Una ultraderecha neoliberal. 
Un [Mauricio] Macri, un [Michel] Temer... que lo que apuestan es a la reducción del Estado porque ha sido ineficiente, porque es corrupto y apuestan por el rol del sector privado, que ha sido más eficiente y que la gente entiende que no es corrupto, aunque la realidad es que ha sido parte central de las corruptelas. Pero en términos de opinión pública y comunicacionalmente no se ha vendido así. La idea que se difunde es que el Estado no funciona y se plantea en términos de "yo prefiero no tener Estado, no pagar impuestos y tener acceso a un mejor empleo a través del cual me pueda pagar los servicios de forma privada". Es lo que ha pasado con ese llamado aumento de las clases medias en América Latina: es una falacia.

¿Por qué?
Cuando se habla de aumento de las clases medias es que ha habido un aumento de gente que ha pasado un nivel de renta superior a diez dólares al día. Están, primero, llamando clase a algo que no lo es. Segundo, están aplicando ese concepto sociológico y europeo de clase media a algo que no es así: ese aumento de ingreso en la clase media latinomericana es volátil. Mañana cae la economía, bajan los precios de las commodities, y vuelves a ser clase baja o pobre. Entonces, se habla de clases medias, sin que hayan tenido ese rol que juegan las clases medias de contrato social, de defensa y de exigencia al Estado de que garantice servicios públicos de calidad, que le demande esos servicios, que los valore... En América Latina esa clase media no tiene ningún vínculo, lo que ha hecho con ese aumento de ingresos es proveerse de aquello que el Estado no le da. Por tanto, no juega ese rol de presión hacia los Estados para la mejora de calidad de servicios, y no son conscientes de su vulnerabilidad. Porque ahora ellos se pagan un servicio médico privado y en cuanto caiga la economía van a tener que ir a la cola del hospital público sin que el hospital público haya mejorado su servicio. Es una clase media muy vulnerable.

¿Hasta qué punto se hace caso a Oxfam desde los Gobiernos y hasta qué punto vuestros informes sirven para revertir este giro en el continente? 
Hay diferentes niveles de trabajo desde Oxfam. El trabajo de denuncia de la desigualdad juega un rol de cambio de narrativa, de cambio de discurso, de pelea en la narrativa imperante. En ese sentido, se ha ganado mucho espacio. Entidades como el FMI o el Banco Mundial, que tradicionalmente jamás han hablado de desigualdad, empiezan a introducirlo en sus discursos. Empiezan a volver a hacer análisis vinculados a desigualdad. Aunque estas entidades todavía están muy lejos de aplicar esa nueva narrativa a sus recomendaciones a los gobiernos. 

Luego hay otra serie de trabajos que hacemos que es trabajar de la mano y fortalecer movimientos sociales en la región. Ese impulso de la ciudadanía activa es una base importante a la hora de generar la presión necesaria a los gobiernos. En términos de participación social más cotidiana en las calles, pero también en la transformación en voto de esas demandas. Actualmente creo que se necesita una renovación en el ámbito político, que no es un trabajo que pueda hacer Oxfam, pero esas demandas que surgen desde los movimientos sociales o desde la ciudadanía tienen que plasmarse en propuestas políticas. Hay un reto para que esto pueda cristalizar en un nuevo ciclo progresista. Por decirlo de alguna manera, en una renovación o una reinvención de las izquierdas. [Éstas] han caído en un agotamiento de no renovación de liderazgos, un fuerte problema de absorción de la base social que las llevó al poder.

¿Cuáles son los puntos fundamentales para esa renovación?
Hay que introducir una propuesta productiva. De revisión del modelo de desarrollo y del modelo productivo. Un modelo que empiece a incorporar el tema medioambiental y que, por otro lado, genere empleo de calidad. Este es el gran reto que no han sido capaces de cumplir ninguno de los gobiernos progresistas. Esa narrativa está muy vacía en la propuesta partidaria de la mayoría de los gobiernos. Hay un reto importantísimo que es la calidad de los servicios públicos. Si no mejoran, de nada sirve. Es muy común ver en la región cómo gente sin ningún nivel de ingreso que intenta llevar a colegios privados y clínicas privadas de muy baja calidad y poca cualificación a sus hijos. Es por la deslegitimación del sector público.

Hay otro tema central que hay que enfrentar que es la corrupción. hay que tener una narrativa y eliminar la impunidad. Y dar un ejemplo fuerte. Hay un reto en la renovación de los liderazgos, que no vengan manchados por esa impunidad. Otro reto es la superación del modelo clientelar como modelo político, de sostenimiento de los partidos, o de relación de partidos con sus votantes. Una tercera parte de la población en América Latina declara que vio a un candidato o personas de los partidos repartiendo regalos o favores en su barrio. Tienes países como República Dominicana donde es el 53% de la población la que ha visto ese intercambio de favores durante el ciclo electoral. No solo es regalar algo en el momento electoral, sino incorporar en la masa salarial a toda la gente que apoyó políticamente a un partido.

Esa relación, que atraviesa cualquier signo (ocurre en las izquierdas y derechas), es un tema que se tiene que superar. Es difícil, porque han generado esa demanda en la propia ciudadanía, pero afecta de manera clara a la calidad democrática. Una parte importante de la población no está votando en base a sus valores o a sus principios, y eso trastoca completamente todo el ciclo democrático y también toda la capacidad de que sean las políticas públicas más igualadoras las que garanticen más servicios, las que articulen el voto ciudadano. Se rompe todo. No hay relación directa entre el hecho de que un gobierno lo haga bien y el voto que recibe. 

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