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Referéndum del 1 de octubre
Defender el 1-0... En las que nos tenemos que ver
Las ofensas al pueblo por parte Rajoy y sus secuaces nos han hecho salir a defender un proceso del que desconfiábamos y en el que muchas de nosotras no creíamos.
Escribo estas líneas en calidad de migrante andaluza en Catalunya, feminista, anticapitalista y vecina del barrio de Sants. Escribo desde la pasión. Me apasiona analizar las relaciones de poder, complejizar qué lugares vamos ocupando en cada espacio y momento histórico y cómo nos movemos -o no- de ellos; me apasiona defender el lugar (entiéndase ‘lugar’ en sentido amplio, antropológico y político) en el que nací y también en el que convivo con mis primas y hermanas de lucha y de vida; me apasiona partirme la cara por las mías.
Y es que la víspera del 1 de octubre en Catalunya es un momento apasionante.
Durante el inicio y desarrollo del procés nunca me sentí interpelada: un liderazgo convergente que poco tenía que ver conmigo en una sociedad –como tantas otras– profundamente clasista, racista y patriarcal cuyo proyecto político nacional, poco autocrítico, no me representaba. “Qué hace una andaluza, con toda la mandanga andaluzofóbica que sufro cada día, defendiendo nada aquí”, me preguntaba. También me pasa que, aunque siempre me haya posicionado a favor del derecho a decidir y a la autodeterminación de los pueblos, ni el independentismo ni mucho menos el nacionalismo o el patriotismo me atraviesan. Tampoco considero que la libertad ni la democracia vaya de urnas.
“Qué hace una andaluza, con toda la mandanga andaluzofóbica que sufro cada día, defendiendo nada aquí”, me preguntaba
Pero hace pocas semanas, el despliegue represivo del Estado español llegó a su máximo (¿?) esplendor: a través de sus cuerpos de “seguridad” impidió actos y charlas, vulneró derechos básicos como el de reunión, se introdujo en sedes de medios de comunicación, saltándose a la torera el derecho a la libertad de prensa, intervino la Generalitat económica y materialmente, detuvo a Consellers y a activistas. La Policía Nacional, sin orden judicial, intentó irrumpir en un partido político de la izquierda independentista. La Guardia Civil más rancia y recalcitrante registró equipos informáticos, requisó furgonetas que salían de empresas de mensajería, despreció el derecho a la correspondencia y a la privacidad.
Entonces, las ofensas al pueblo por parte Rajoy y sus secuaces nos hicieron salir a defender un proceso del que desconfiábamos y unas instituciones en las que no creíamos, o al menos problematizábamos, muchas de nosotras. “En las que nos tenemos que ver”, nos decíamos las unas a las otras en las concentraciones; “no te lo perdonaré jamás, Rajoy”, lamentaba una amiga en su muro de facebook. Y es que más bien nos estábamos echando a las calles a defender a nuestras hermanas y vecinas, a un pueblo al que le está cayendo la del pulpo.
Esto ya no iba de banderas, iba de represión al más puro estilo años 50. Esto ya no iba de independencia, iba de libertades. Esto ya no iba de naciones, iba de ruptura con un Estado que ni como andaluza ni como habitante de Catalunya me representa.
Llegó Piolín y el humor como estrategia de supervivencia colectiva, los comités de defensa de barrios y las asambleas en centros sociales okupados, los vídeos emotivos y un sentimiento de unidad raruno. Llegaron las manifestaciones multitudinarias donde señores encorbatados gritaban els carrers seran sempre nostres, pijas llamaban a la huelga general, anarquistas defendían la sede de un partido político y anticapitalistas protegían la Consejería de economía del Govern.
Llegó –volvió– el mar de contradicciones.
También se viralizó en internet un vídeo cuyas reacciones me revolvieron entera: el de los fachas de Huelva gritando “A por ellos” al despedir a la Guardia Civil que se dirigía a Catalunya. Los comentarios andaluzofóbicos inundaron twitter y los muros de facebook de amigas catalanas y otros no andaluces simpatizantes con este proceso. Leí mofas al acento onubense y comprobé perpleja cómo se reforzaba el discurso perverso de la antagonía de los pueblos, “el fascista y el demócrata”, el discurso de las dos españas para referirse al pueblo que me vio nacer frente al pueblo que me está viendo crecer. De pronto sentí muy hondo mi condición de migrante en un mismo Estado que nunca fue nación, me estalló todo por dentro ante el miedo de perder la perspectiva, de renunciar a la criticidad, de dejar de saber de dónde vengo, de olvidarme de qué lugar ocupo en esta tierra que no me enraíza pero que me cobija.
No puedo obviar que las relaciones de poder entre esta tierra y la tierra en la que yo nací son innegables. Me encuentro cada día con muestras de desdén hacia mi gente, medias sonrisas condescendientes, paternalismo del que mira desde bien arriba, silenciamiento de una historia obrera y migrante del sur y otras partes del Estado que se dejó la piel, la salud y, a veces, incluso la memoria para poder sobrevivir lejos de su sol. Vivo en una tierra en la que se usa el apelativo “quilla”, con el que yo interpelo a mis amigas, para designar a las personas de “mal gusto”, “vulgares”, de una clase inferior. Para designar a las del sur.
Voy a votar “sí” porque a mí la españa rancia, de alma franquista, envenenada, fascista retorcida no me va a permitir problematizar todo esto desde el lugar que deseo
Así que he decidido que, precisamente por todo ello, pasado mañana no sólo voy a salir a defender a mi barrio y mis vecinas, sino que voy a votar. Y voy a votar “sí”. Porque quiero que se genere el marco político y emocional para poner todo esto encima de la mesa y trabajarlo juntas, al lado de mis comadres catalanas, desde el diálogo sosegado y también desde la rabia exaltada, por qué no. Porque yo nací en esa Huelva invisibilizada, aislada y empobrecida, en el mismo lugar que esos miserables del vídeo y que otra gente hermosa -gentes de mirada y oídos grandes de la costa de la luz-, pero vivo en Barcelona, ciudad de convergents torturadors y también de gents de cor tendre i puny combatiu, de feministas desatadas que no vacilan cuando hay que aullar.
Voy a votar “sí” porque la solidaritat és la tendresa dels pobles. Voy a votar “sí” porque a mí la españa rancia, de alma franquista, envenenada, fascista retorcida no me va a permitir problematizar todo esto desde ese OTRO LUGAR que yo deseo, porque creo que se puede abrir una brecha de posibilidad frente a esa españa de los guardias civiles onubenses del maldito videíto que obviamente no me representa.
¿Y sabéis quiénes tampoco me representáis? Aquellas que utilizáis la andaluzofobia infame para avalar vuestra lucha.
No me representáis ni una mijita.
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Una de las cosas más hermosas que he leído! Muy grande
Madre de Dios... Me parto las manos aplaudiéndote!!!
Coincido contigo al 800%... Lo único que nos diferencia es que yo ya nací aquí, pero tengo raíces de allí. Lo de los señores encorbatados gritando els carrers... y las pijas llamando a la huelga general... Has dado en el clavo. Un pueblo unido ante la hez. Después de defender urnas juntos y cortar carreteras codo a codo, te abrazabas a todo el mundo... Un beso tía!!!
Madre mía, si al final los peores son esos, los andaluces que se vuelven independentistas. No me estraña ni una mijita.
Te siento lejana en lo ideológico, en lo cultural y en las formas de expresarnos.
Y sin embargo, qué curioso, muy cercana en lo de la sensación de contradicción. Porque yo sí soy español, español, español, generalmente con más orgullo que vergüenza.
Bueno. Pues hoy soy español, español, español... e independentista. Lo cual tiene tan poco sentido como lo tuyo.
Esta gentuza nos está volviendo locos...
Un artículo que me ha emocionado, aunque creo que se confunde al Estado con el gobierno que ejerce el poder del estado. El PP no es el estado, aunque mucho me temo que tenemos PP para rato y sus políticas
“Si por la situación geográfica y política del fascismo no cabe esperar que abandone la partida, cabe esperar dos formas de poder conseguir la victoria. Una, la reconquista palmo a palmo de todo el territorio nacional, de las posesiones coloniales y de sus hijos. Otra solución sería lo que podrían hacer como máximo sacrificio,
como máximo favor Francia e Inglaterra en beneficio de la causa antifascista española. Esto es: que la unidad nacional existente hasta el 17 de julio del año pasado fuese transformada mediante un nuevo statu quo, según el cual se
impusiese la paz, concediéndonos a nosotros esa pequeña porción de España que tenemos y reconociendo la otra media España a un Estado fascista. Y nosotros, que somos anarquistas, que hemos sido siempre internacionalistas, que no compartimos el concepto político del nacionalismo; nosotros, anarquistas, decimos que eso no puede ser. Acaso de todos los cálculos que actualmente se hagan ése sea el que prive en el pensamiento de la diplomacia internacional: partir España en dos.
Nosotros, anarquistas, nosotros Confederación Nacional del Trabajo, que representamos a nuestros trabajadores de esta España liberada, pero que representamos también a los trabajadores de la otra media España, nosotros decimos que la CNT no consentirá nunca que España sea partida en dos.”
"Los viejos hombres de la revolución son más fuertes que el mundo que los sucedió" H.M.Enzensberger, El corto verano de la anarquía. Eran más fuertes y mejores que nosotros...
Mil gracias por este artículo. Como andaluza viviendo en Madrid me apetecía escuchar algo desde esta perspectiva. Mil gracias, quilla.
Agradezco la honestidad del texto, pero me suscita una pregunta: ¿qué posibilidades tiene un reférendum sin garantías (con el que no se siente interpelada cerca de la mitad de la población de Cataluña) de generar un instrumento de convivencia
(un Estado, al fin) más justo?
Me ha encantado. Me he sentido como tú en todo este proceso, como andaluza que ha vivido en Cataluña y que ha vivido toda esa andaluzofobia en persona y en las redes.
Me ha encantado. Desde la pasión, creo que has dado en el clavo. Espero que se abra esa ventana de posibilidad.
Un article preciós. Totalment d'acord amb els teus sentiments, els teus raonaments i les teves conclusions. #vullvotar