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Precariedad laboral
La nueva diáspora española: entre la precariedad y el activismo

La crisis de 2008 supuso un punto de inflexión para el movimiento social en España, pero también para los migrantes españoles que se encontraban fuera. El libro “No nos vamos, nos echan. Las luchas contra la precariedad de la nueva diáspora española” (editorial Tirant Humanidades) pretende ofrecer un registro y una mirada sociológica sobre ese momento. “El espíritu de la propuesta era dejar un registro de la memoria de todas las iniciativas que se hicieron por españoles en la migración sobre todo Europa”, explica a El Salto Carlos Diz, antropólogo, sociólogo y coordinador del libro.
“Veíamos que en los lugares periféricos, como en Galicia, había muchas conversaciones sobre ese que está fuera, ese que quiere volver pero no puede. Se quedaban como algo individual, como el proyecto vital de alguien, pero al recogerlo en conjunto es la historia de toda una generación”, comenta el también profesor de la Universidad de A Coruña (UDC).
Pasar de lo privado a lo público, de lo individual a lo colectivo era uno de los muchos objetivos de este trabajo conjunto. “Queríamos recoger las demandas tan diversas que se encontraban en el movimiento social de la diáspora, desde el derecho al voto, la sanidad hasta el feminismo”, comenta Belén Fernández-Suárez, profesora también en la UDC, experta en migraciones y coordinadora de este libro junto a Diz.

“Nos parecía muy interesante que hubiera varios movimientos —prosigue— , todo ese activismo, toda esa diversidad incluso en la temática. Por eso quisimos hacer un libro horizontal, con participación tanto desde lo académico como lo militante, posibilitando puntos de encuentro y una autoría coral que haga del libro algo útil”.
Una utilidad que se convierte en algo para el pasado, registrando todo lo que surgió de las Mareas Granates en su lucha por el voto rogado o de la Marea Roja con los científicos en busca de oportunidades fuera de España, hasta algo necesario para el hoy. Una “caja de herramientas” como lo definen los coordinadores para que, de una vez por todas, los movimientos sociales no arranquen de nuevo cada vez que se inician.
Un país de migrantes, sobre todo en los 50, que dejó de usar la palabra ‘migración’ cuando sus nietos sobradamente formados se fueron ante la crisis del ladrillo
En ese sentido de desmemoria, la España migrante gana el primer puesto. Un país de migrantes, sobre todo en los 50, que dejó de usar la palabra ‘migración’ cuando sus nietos sobradamente formados se fueron ante la crisis del ladrillo y que hoy no recuerda lo que es ser rechazado en un nuevo país.
“El subtítulo ‘nueva diáspora’ viene porque se inscribe dentro de otras oleadas de migración que ha habido en España, como país migrante”, explica Carlos Diz, que comenta que en la investigación han descubierto los lazos entre los migrantes de entonces que se quedaron y los recién llegados. Un ejemplo, dice, es la lucha de los jóvenes migrados por apoyar la reivindicación de los españoles asentados desde hace décadas en Francia por poder hacer un viaje del Imserso.
“Hay una fractura importante generacional, son procesos desconectados y hay un borrado en la memoria muy importante”
Pese a ejemplos esperanzadores, la realidad. “Hay una fractura importante generacional, son procesos desconectados y hay un borrado en la memoria muy importante”, comenta Belén Fernández-Suárez, que señala justo un capítulo de Alberto Capote Lama que compara la acogida del migrante entre Toulouse y Düsseldorf. “Es una mirada hacia atrás, al pasado ya vivido, que parece estar más presente en Francia, por ejemplo, que en la propia España”, indica la coordinadora.
Pero una cosa son los migrantes de los años 50 y otra la ‘movilidad’ de la crisis del ladrillo. “Ha sido también una investigación sobre las palabras”, explica el coordinador del libro, que resalta la importancia de quién se llama migrante y quién no.
“El pueblo gallego o andaluz siguen muy vinculados al imaginario de la migración por pobreza, mientras que hay un contexto donde la palabra migración fue extirpada”
“El pueblo gallego o andaluz —ejemplifica— siguen muy vinculados al imaginario de la migración por pobreza, mientras que hay un contexto donde la palabra migración fue extirpada por los gobiernos de inicio del siglo XXI para cambiarlo como la generación aventurera, a vender la movilidad, etcétera”. En definitiva, “desplazando la palabra migración del debate público parece que no nos reconocíamos como un país que necesitaba mejores salarios y mejores puestos para una generación muy bien formada”.
“España es uno de los países de la Unión que más europeo se considera y tiene que ver con ese anhelo de ascensión social, que está muy presente en la actual migración”, completa la profesora de sociología de la Universidad de A Coruña. “Tanto en los 60 como ahora hay cierta fascinación por lo bien que funciona Europa y no hay que olvidarse de que el sur y el este del continente han funcionado de mano de obra para el norte”, concluye.
Una experiencia entre lo académico y lo activista
Esa reivindicación de clase también está presente en la intención de dar cabida no solo al registro académico de lo sucedido si no también al militante. “El discursos de la época es que había mucha gente que salió al exterior con mucha formación, pero también mucha otra que no, y trabajan juntas en el activismo. En cambio, los planes de retorno están muy centrados en los primeros, cuando la precariedad alcanza a todos”, explica el sociólogo.

En ese sentido, el capítulo dedicado a la Asamblea de Emigrantes del Estado Español en París es una buena muestra. Su autora, Sara Sánchez Calvo, doctora en estudios de género y feministas, quiso reflejar cómo una iniciativa que nació en la academia se acabó abriendo al resto de migrantes en la capital francesa. “Decido ir a Francia para hacer una tesis doctoral porque quería vivir en París, pero me encontré con una realidad del movimiento feminista francés que no me esperaba”, comenta a El Salto.
“Si nos hubiera acogido el movimiento francés no hubiéramos creado nada”
Ella vio un tejido asociativo “desarticulado, con una media de edad muy alta, con perspectivas mucho más clásicas, menos inclusivas, con una falta de visión interseccional”. Eso determinó que se autoorganizan. “Si nos hubiera acogido el movimiento francés no hubiéramos creado nada”, comenta la autora.
Recuerda como hitos importantes en el movimiento español que vivió desde París la sentencia de la Manada o la huelga feminista de 2018. “Cuando pasa algo tan bonito en tu casa y tú estás lejos da mucha rabia”, recuerda. Sara Sánchez insiste en la visión de privilegios de su posición, entre los que lograron un puesto en universidades o en postdoctorados, pero eso no evitó que se solidarizara con las necesidades de otros emigrados en París. No solo españoles.
“Encontramos un referente en las compañeras de América Latina en Francia: eran las que estaban más activas, las que llevaban más tiempo organizando y, eso, nos ayudó a salir de nuestro eurocentrismo”, explica.

La asamblea, que estuvo en marcha dos años, dio lugar a un nuevo proyecto: Radio Conchita. A este proyecto se le dedica otra capítulo del libro, firmado por Olga Bautista Cosa. “Es interesante los guiños de la nueva emigración a lo que era la emigración española en los 50, como el de las mujeres que fueron a trabajar dentro de las casas o porteras en París”, comenta Belén Fernández-Suárez, en referencia a este espacio de conexión entre las emigradas en París.
El proyecto, que lejos de ser un libro jerárquico puramente académico, tiene mucha vida por delante. Este viernes se presenta en lugares tan diferentes como una librería feminista y la sede del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “Estas presentaciones están sirviendo para comunicar entre generaciones, porque hay autoras muy jóvenes y muchas siguen emigradas e incluso hay movimientos que siguen en marcha”, comentan los coordinadores.
Una diferencia que se ve en las presentaciones, donde algunos asistentes se preguntan qué fue el 15M. Por eso, concluyen, es importante que el libro sea “memoria y caja de herramientas” para las nuevas luchas.