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Islamofobia
El aumento de vetos al hiyab en escuelas reaviva el debate sobre la islamofobia en España

A finales del mes pasado, el debate público sobre el uso del hiyab o velo islámico en las aulas volvió a encenderse en la Comunidad de Madrid. Decenas de activistas del Sindicato de Estudiantes llevaron a cabo concentraciones y una manifestación durante la jornada del 26 de febrero para exigir a varios institutos de Parla que autoricen el empleo libre de esta prenda.
“Las estudiantes musulmanas que decidimos libremente utilizar esta prenda tenemos que quitárnoslo antes de entrar a clase y ponérnoslo al salir. Ahora, en el IES Narcís Monturiol, la jefatura de estudios está decidida a modificar el reglamento de régimen interno para que no se puedan llevar prendas en la cabeza”, protestaban desde la organización estudiantil.
Cada vez son más los centros educativos que están vetando las prendas propias de la cultura musulmana a través de disposiciones en sus protocolos internos. Algunos docentes atribuyen este hecho a los frutos resultantes de toda la marea islamófoba que la ultraderecha lleva alimentando con éxito en los últimos años. Discriminar, desacreditar y señalar a las mujeres musulmanas utilizando su indumentaria “radical” como pretexto para verter sin piedad toneladas de racismo se ha convertido en la tónica habitual en muchas escuelas.
La alcaldesa ultra de Aliança Catalana de Ripoll (Girona), Sílvia Orriols, planteó una reforma de la ordenanza de civismo tendente a prohibir el velo islámico en las escuelas públicas
Desde que se han recrudecido las normativas, aquellos directivos escolares que afirman abogar por la protección de los derechos de las adolecentes hoy luchan titánicamente por legislar sobre sus cuerpos. Alegan a menudo querer ampliar sus libertades individuales y colectivas, aunque rechazan escuchar sus demandas o tomar en consideración sus posicionamientos.
Madrid no es el único territorio hostil para la juventud islámica. Un día antes de producirse la protesta estudiantil contra los institutos Nicolás Copérnico, Narcís Monturiol y Humanejos de Parla, la alcaldesa ultra de Aliança Catalana de Ripoll (Girona), Sílvia Orriols, planteó una reforma de la ordenanza de civismo tendente a prohibir el velo islámico en las escuelas públicas. En la propuesta, tildada ampliamente de islamófoba y racista, llega a equiparar el hiyab a prendas sin ninguna connotación simbólica como cascos o pasamontañas.
Un vacío legal que da pábulo a normativas islamófobas
A la hora de establecer un marco legal, el Estado español no tiene facultad de cara a prohibir o permitir el uso de prendas religiosas. Sencillamente no existe una regulación de carácter estatal dedicada a esta materia. Ni siquiera las comunidades autónomas tienen marcada una normativa que regule de forma amplia y generalizada el uso de hiyab en las escuelas: son los propios centros educativos, a través de sus reglamentos y protocolos internos, quienes hoy por hoy tienen la potestad de decidir al respecto.
En los últimos años, según denuncian tanto estudiantes como docentes feministas, incluso aquellos centros que antes asumían con normalidad la diversidad de credos y culturas dentro las aulas, ahora están modificando sus reglamentos para vetar el uso del hiyab. Una tendencia a imitar el restrictivo modelo de Francia, donde el uso de esta prenda lleva impedido desde 2004, cuando se estableció la prohibición mediante una ley especial durante la presidencia de Jacques Chirac.
El último informe de la Comisión Islámica de España (CIE) apela, a impulsar desde el Ministerio de Educación el respeto activo al “principio de no discriminación y de inclusión educativa” con “atención a la diversidad”
El último informe de la Comisión Islámica de España (CIE) sobre la situación del musulmán y la islamofobia en el país apela, entre otras cuestiones, a impulsar desde el propio Ministerio de Educación el respeto activo al “principio de no discriminación y de inclusión educativa” con “atención a la diversidad”. Para ello, el texto sugiere actualizar las Órdenes y Reales Decretos que aprueban loa Reglamentos Orgánicos de las escuelas, colegios e institutos para favorecer una mayor inclusión del alumnado musulmán en las escuelas primaria y secundaria. Muchas alumnas admiten sentirse a menudo “estudiantes de segunda”, además de recibir comentarios racistas y morofóbicos de forma habitual.
Esta entidad, que ha abogado por la permisión de “prendas para la cobertura del cabello” en las aulas, cifra el alumnado islámico potencial en 374.779 niños y jóvenes (42% español y 58% de otra nacionalidad). Según el Estudio demográfico de la población musulmana, elaborado por la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) y por el Observatorio Andalusí en España residen un total de 2.412.344 musulmanes. Del total de ciudadanos musulmanes, 1,3 millones son migrantes (55%) y algo más de un millón, españoles (45%).
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En Parla ya hay dos centros en los que se ha efectuado la prohibición de portar hiyab y se espera al menos un par más se sumen a las restricciones de sus vecinos. Normalmente, los reglamentos no contienen menciones específicas o expresas contra las prendas islámicas, quizás con el objeto de evitar ser tildados de racistas. No obstante, la exclusión se produce de forma indirecta. “La norma aparece camuflada en una prohibición general de llevar la cabeza tapada (gorras, capuchas, pañuelos...), para no decir directamente que no dejan llevar velo en los colegios”. Sí se permite, en cambio, portar símbolos de otras religiones como cruces, medallas, estampas de la Virgen del Rocío o pulseras que remiten a ideologías concretas
“La supuesta razón de la norma es para evitar que se implanten bandas”, cuenta a El Salto Alberto, docente en un instituto de San Fermín-Orcasur donde no se permite el velo ni otras “prendas de vestir que cubran la cabeza”. Pero el hiyab, advierten las alumnas, no es un mero accesorio estético, sino una forma de habitar la propia identidad, cultura y principios que vertebran la vida de toda una comunidad.
También refleja una manera de estar en el mundo acorde a ciertos valores que sienten orgullosamente como propios. A juicio de algunos maestros, cuanto más se amplían las medidas punitivistas y prohibitivas de forma marcadamente antiislámica, más aumentan los ataques racistas y xenófobos en los colegios. Esto es así porque muchas veces son los propios profesores quienes deslizan todo tipo de comentarios que ridiculizan y minusvaloran a las jóvenes por motivo de su religión. Otros repiten como un dogma discursos que sitúan al islam como un peligro delante del resto de compañeros y estos últimos terminan asociando esta religión a connotaciones negativas.
La violencia racista se reproduce dentro de las aulas
Esto a su vez legitima a otros alumnos a usar la islamofobia como arma arrojadiza. Khadija (nombre ficticio), de 18 años, cursa 1º de Bachillerato de Ciencias Sociales en el instituto Monturiol de Parla, uno de los que se han levantado estas últimas semanas contra el veto al hiyab. Antes estudiaba en otro centro de este municipio, el IES Humanejos, donde comenzó a recibir comentarios hirientes por vestir acorde a su identidad cultural: “Al principio no conocía que estaba prohibido llevar la cabeza cubierta y entré el primer día de clase muy feliz con mi hiyab y la Jefa de estudios lo primero que me dijo a la entrada fue ‘quítate eso de la cabeza que no te va a dejar pensar’. Aquella situación fue tan violenta que acabé llorando”, traslada a este medio con tristeza.
“Entré el primer día de clase muy feliz con mi hiyab y la Jefa de estudios lo primero que me dijo a la entrada fue ‘quítate eso de la cabeza que no te va a dejar pensar’ y acabé llorando”, cuenta una alumna de instituto
Ese curso, los comentarios y políticas escolares antihiyab llegaron a impactarle tanto en su cotidianidad que ello repercutió de forma directa a su rendimiento académico. No es la única a la que la discriminación impide estudiar con normalidad. Alberto cuenta cómo muchos institutos advierten a las adolescentes musulmanas en el momento de la matriculación de que no podrán llevar hiyab si se inscriben. Al saber que van a contar con ese impedimento, con el coste emocional que saben que tendrá en sus vidas, muchas acaban yéndose a otros institutos. De esta forma, sus posibilidades de elección del centro donde estudiar se reducen considerablemente. Ahora, Khadija muestra una honda preocupación ante la posibilidad de que su colegio también lo prohíba cuando arranque el próximo curso escolar.
Cuando varias compañeras de su misma confesión se organizaron para tratar de renegociar con la jefatura de estudios esta medida, una de ellas recibió ataques islamófobos por parte de la dirección: “Una compañera se reunió en nombre de todas explicando nuestra preocupación, estuvo dos horas sola hablando con el director y la jefa de estudios y nos dijo que lo que más repitió el director fue usar el término trapo de manera despectiva para referirse al hiyab”, describe. En otras ocasiones, esa misma alumna sufrió burlas contra su culto por parte a través de expresiones como “que se vaya a rezar a fuera“ delante de toda su clase.
A su juicio, estas actitudes no solo alientan la islamofobia, sino que también “reproducen la normalización del machismo y la segregación, vulnerándose el derecho a la libertad de identidad”. Cuando ni los propios referentes adultos se dirigen con respeto hacia las mujeres de culto islámico resulta casi utópico que los alumnos no acaben abanderando discursos racistas y neorreaccionarios contra el que viste, siente o piensa diferente. Las descalificaciones de índole islamófoba refuerzan al mismo tiempo la noción de “otredad” construida históricamente en torno a las personas con identidades no normativas. Ya en 2021, la Fiscalía de Delitos de Odio de Barcelona abrió diligencias de investigación contra Vox tras una denuncia de varias comunidades islámicas de Catalunya por publicar una serie de videos y eslóganes antiislamistas.
En España, pese al nulo posicionamiento del Gobierno central sobre la cuestión del hiyab en las escuelas, la Constitución Española sí ampara la libertad religiosa en todas las confesiones en su artículo 16: “Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”. Además, la Ley 26/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el acuerdo de cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España, blinda este derecho. A pesar de ello, como denuncian las alumnas, la forma en que a muchas se les hace desprenderse del pañuelo delante de sus compañeros varones demuestra la falta de empatía hacia estas adolescentes.
Según los códigos propios del islam, el velo tan solo puede retirarse en presencia de miembros masculinos del entorno familiar como primos o hermanos. Cuando, ignorando los las sensibilidades de las alumnas, se les fuerza a retirarse el hiyab como si fuera un jersey, “se siente una humillación muy grande porque te sientes casi desnuda”, explica Souad, madre de una alumna afectada por el veto antivelo en un instituto de Getafe. En este municipio, advierte, se están extendiendo con fuerza las normativas en contra del hiyab: “Al principio notaba que había cierta libertad en este sentido pero ahora desde hace tiempo es evidente que cada vez los colegios están limitando más el uso de las prendas religiosas, las comparan al hecho un gorro, que es un accesorio”, reprocha ante este medio.
“Las mujeres que llevamos el hiyab sufrimos constantemente con las miradas, con tener que leer comentarios de odio en redes sociales e incluso con ver en la tele cómo partidos de la derecha están en contra nuestra”, apunta otra alumna de Parla
La cuestión de la libertad religiosa en los centros llevaba siendo una olla a punto de estallar desde hace años en toda Europa. Sin embargo, ha sido en las últimas semanas cuando muchas afectadas han decidido alzar la voz por primera vez. Fatima (nombre ficticio), estudiante de 16 años en el instituto Nicolás Copérnico de Parla, quien inicialmente no sentía los vetos como una discriminación directa, comenzó a plantearse por qué ellas acababan siendo tratadas de forma muy diferente a otros compañeros y compañeras de su misma clase. “Los musulmanes, sobre todo las mujeres que llevamos el hiyab sufrimos constantemente con las miradas, con tener que leer comentarios de odio en redes sociales e incluso con ver en la tele cómo partidos de la derecha están en contra nuestra”, apunta.
Para ella, quitarse el hiyab se asemeja a “tener que quitarnos el pantalón, sentimos una humillación muy violenta”. Numerosas feministas musulmanas critican el paternalismo de las instituciones que esgrimen argumentos prohibicionistas para gobernar sobre sus cuerpos. “Es como si dijesen que yo no puedo decidir por mí misma, y que ellos tienen que venir a salvarme. Muchas veces, las instituciones que prohíben el hiyab dicen que lo hacen para 'protegernos' a las mujeres musulmanas, pero en realidad, lo que están haciendo es quitarnos nuestra libertad de elegir. El feminismo, para mí, es que todas las mujeres podamos tomar nuestras propias decisiones sin que nadie nos imponga cómo debemos vestirnos o qué hacer”, argumenta la estudiante. Negar la capacidad de agencia de las mujeres y cuestionar que sean las propias feministas islámicas las que decidan sobre su indumentaria las infantiliza y pone en jaque cualquier avance en igualdad.
Una educación en diversidad cultural y religiosa
Alberto confía en que sus intentos de tumbar definitivamente la normativa antivelo den frutos el próximo curso. Algunos colegios públicos cuyas políticas internas abogan por la inclusión y la diversidad han resultado beneficiar al conjunto de los estudiantes. Andrea Infante es profesora en un centro público de Rivas donde desde hace años no existen protocolos que prohiban prendas religiosas. Ha sido testigo de cómo las políticas de inclusión contribuyen a sembrar dinámicas de mayor respeto entre menores.
Tal y como traslada a este medio, la presencia en las aulas de identidades, culturas y religiones diversas se traduce en el largo plazo en un mayor aprendizaje de la pluralidad. “Cuando los coles que permiten que el alumnado musulmán lleve sus prendas de vestir esto hace que todos los demás interioricen mucho más la diversidad que tenemos en la sociedad, que normalicen las diferencias incluso en la manera de vestir”, incide a este medio la docente.
Literatura
Feliz Ramadán
Durante el mes del Ramadán, los jóvenes suelen lucir chilabas de colores y prendas tradicionales como signo de celebración, lo que permite al resto de compañeros aprender aspectos vinculados a su cultura y costumbres. Pero en última instancia se trata, infiere la profesora, de que el colegio sea un espacio de seguridad y tranquilidad para todo el alumnado, también para todas las mujeres sin distinción.
“Los institutos tienen que ser espacios seguros, vengan de donde vengan y tengan la religión que tengan. Imponer medidas racistas empeora la convivencia entre los chavales y normaliza estas tendencias racistas o islamófobas”, anota Andrea Infante, profesora
Infante está convencida de que la vestimenta deber ser la última de sus preocupaciones en un momento de sus vidas donde su prioridad debe ser formarse y conocer el mundo: “En esta etapa educativa, hasta que salgan al mundo laboral, los institutos tienen que ser espacios seguros, vengan de donde vengan y tengan la religión que tengan. Imponer medidas racistas empeora la convivencia entre los chavales y normaliza estas tendencias racistas o islamófobas que ya hay en la sociedad”. Finalmente, considera que cuando estas medidas acaban imponiéndose contra su voluntad, muchas alumnas se ven en la tesitura de tener que elegir entre el colegio y su propia cultura.
Mientras algunos centros parecen avanzar hacia modelos cada vez más inclusivos, desde las instituciones hay quienes buscan ahondar en las políticas segregacionistas. Esta misma semana, PP, PSOE y Junts han presentado en el Congreso de los Diputados una propuesta de modificación legislativa para que sea el Estado el que pueda prohibir tajantemente el uso de hiyab en las escuelas. El propósito último de los populares, que no han contado en ningún momento con el parecer de la juventud islámica, es aplicar tal medida en los territorios donde gobiernan por medio de las respectivas Consejerías de Educación. A juicio del partido conservador, tanto el hiyab como el burka, que pretenden impedir en todos los espacios públicos, “fomentan la sumisión de la mujer y vulneran sus derechos fundamentales”.