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Literatura
Feliz Ramadán
Se abren las puertas de la casa de una familia musulmana durante el noveno mes del calendario islámico, que se rige por el ciclo lunar. Estamos en ramadán. “¿Es el calendario islámico usado en los países de mayoría musulmana?” “No”, me responde la familia al tiempo que reconoce no haber vivido nunca en un país de mayoría musulmana. Son las cinco de la tarde. Según mis pesquisas, la familia ni come, ni bebe, ni fuma, ni jode hasta las ocho y pico de la noche. Me sorprende que me ofrezcan un café. Lo rechazo por respeto. “El respeto lo mostrarás en las preguntas” me dice la mujer que tiene las manos tintadas de aleña (R.C.). Acepto un café rebajado con agua especiada.
“A mí es como más me gusta” me dice la señora de las trenzas en el pelo (S.C.) “la canela endulza y no engorda”. “Ya estamos” le replica R.C. Se enzarzan en una conversación sobre los patrones de belleza, la gordofobia, la tiranía en nombre de la salud. Se me viene a la cabeza una idea que creo que me ayudará a encauzar la conversación “Vosotras como mujeres musulmanas, ¿a qué patrones de belleza estáis expuestas?” “No crea usted Doña Periodista que las mujeres musulmanas vivimos en un mundo aparte. Somos parte de este sistema; en nuestra casa nos critican la gordura y la delgadez, al igual que en el médico o en la playa. Por otra parte, el porno, el progresismo y el clero están más pendientes del pañuelo del moño.”
Llegó la que faltaba (F.B.). Entró hablando inglés al estilo de Victoria Beckham. Era la única que llevaba hiyab enmarcando sus cejas oscuras. Podemos empezar la entrevista. “¿Qué creéis que os voy a preguntar?” Una por una aciertan las preguntas que tenía; sobre la sed, la salud, el pañuelo, la pañuela, Afganistán, la nacionalidad de sus madres y padres, el feminismo suyo y los reproches a otros feminismos. Reconozco que llegué aquí queriendo ser como el Quintero, diosmía lo tenga en su gloria, y resulta que me parezco más a Ana Rosa Quintana.
-¿Qué vais a comer luego?
S.C.: Ponemos la mesa con un poquillo de todo porque los cuerpos no están siempre igual y cada día nos apetece algo diferente. Frutilla picada, café, pan y aceite, galletas, lasaña, tortilla…
-¿Alguna comida típica de ramadán?
S.C.:Dátiles. Los dátiles son lo más típico en ramadán y se comen en Indonesia, Grecia y Washington. Es lo más propio de la tradición islámica, tal vez sea de los pocos elementos comunes de la Umma. Se dice que los comía el Profeta.
-¿Qué es la Umma?
S.C.: La Umma es el conjunto de personas musulmanas del mundo. Pero no nos conocemos todas las personas. Ni somos iguales. Es una comunidad espiritual.
- ¿Qué es ramadán para vosotras?
R.C.: Por una parte, es un mes en el que respondemos preguntas a personas que consideran que la Umma es una comunidad homogénea con una cultura y creencias arcaicas impermeables al correr de los tiempos. Pero también es un mes que nos conecta con la historia de la humanidad, ya que existe como mes desde hace cientos de siglos y ha sido en este mes donde han tenido lugar acontecimientos importantes entre dios y las personas que han transmitido su profecía.
-¿Y el ayuno?
F.B.: El ayuno ya sabes ni agua desde que esclarece hasta que anoche el día.
-¿Cómo influye el ayuno en la salud?
F.B.: Entiendo adónde quieres llegar, pero la pregunta sería, ¿cómo influye la salud en el ayuno? Ya que solo si se goza de buena salud física y mental se lleva a cabo.
-Y, ¿qué pasaría si alguna de vosotras no ayunara?
R.C.: Pues bajaría un viejo moro del cielo y nos lapidaría con piedras de fuego. Fíjate.- Después de llevarse el vaso de agua a los labios me mira a los ojos esperando su sino.- Bueno, pues no funciona. Supongo que tendrá que ser con carne de cerdo. Si no, ya has visto que no pasa nada.
-Tengo entendido que sirve para sentir lo mismo que sienten los pobres.
R.C.: Sí, eso es lo que se dice a las niñas y los niños para que lo entiendan. Nosotras como adultas sentimos la pobreza cada vez que toca pagar el alquiler en una ciudad que se gentrifica a pasos agigantados (Málaga), ir al dentista en cualquier mes del año revienta el presupuesto a quienes tenemos sueldos ajustados al salario mínimo… En nuestros días y nuestro contexto el concepto de pobreza va más allá del comer o no comer. Asistir a los recortes en sanidad del gobierno de la comunidad es vivir en constante estado de alerta por pobreza.
-¿Con cuál de ustedes hablé por teléfono?
S.C.: Conmigo- dice la de las trenzas que llevaba un rato concentrada en un móvil.
-Vine aquí suponiendo que encontraría otro tipo de familia, ¿de qué os conocéis?
S.C.: Ella es mi amiga de toda la vida. A ella la conocí en Tinder. Compartimos piso por cuestiones económicas desde hace unos años. Aunque este tipo de familia te sorprenda, realmente es algo bastante común en nuestra generación. Tenemos nuestras abuelas, padres, madres, hermanas… pero somos nosotras tres quienes vivimos juntas, compartimos gastos, nos acompañamos y hacemos planes de futuro… somos nuestra familia nuclear.
-¿Vuestra religión lo permite?
R.C.: No. En nuestra religión el capitalismo no está permitido. Ojalá dios nos lo pasó alto y nos conceda los medios para echarlo abajo. Amén.
-¿Quiero decir vivir así?
S.C.: Esa pregunta la hace como periodista o como persona.
- Es que sois musulmanas pero…
F.B.: Pero modernas, ¿no? Sus ideas sobre que solo hay una forma de ser musulmana son también muy propias de la modernidad. Así que somos tan modernas como sus ideas.
Al salir de la casa miro el reloj y son casi las siete. Tengo que entregar el artículo antes de las once. No sé si me dará tiempo a encontrar una familia que se adapte más a mi concepto de lo que significa ser musulmana y así evitar replantearme mis creencias. Porque sin duda mujeres rondando los treinta, compartiendo piso, en un entorno urbano asfixiado por el precio del alquiler y amenazadas por los recortes de la sanidad pública, subsistiendo con salarios mínimos y conscientes de ello, no pueden ser musulmanas, pues son personas normales.
Estoy buscando musulmanes de verdad polígamos, tiranos, mujeres con olor a especias de estar en la cocina. Familias que me hablen de la obligación de cubrirse el pelo y no del saqueo a la sanidad pública. ¿Cómo pueden estar pensando en la gordofobia si en Musulmania las están lapidando sus propias familias?
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Bueno, hacer sátira sobre los prejuicios siempre está bien, nos recuerda que las generalidades hay que cogerlas con pinzas. Pero en este caso, y pensando esta "familia" exista realmente, precisamente pueden vivir así, como les da la gana, y siendo mujeres, porque viven en Europa, en un país de cultura cristiana, digamos. Lo cierto es que, en general, aún con el asco que todavía nos da la Iglesia Católica, ésta ha hecho más recorrido que el Islam en la separación entre la vida social, las leyes, y las costumbres religiosas. Desde luego, y también en general, si yo fuera mujer, preferiría vivir en un país cristiano