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Opinión
El Gran Reemplazo

El otro día escuché a alguien, que se autoproclamaba de izquierdas, llevarse las manos a la cabeza porque en Euskal Herria la población migrante suponía ya un 20% del total. Y que eso ponía en riesgo la identidad, la lengua y la cultura vascas. Subrayaba que el problema era el carácter masivo de la migración, ya que la masificación dificultaba una correcta “integración” en nuestra cultura y nuestras costumbres.
Habló de la teoría del Gran Reemplazo: una especie de plan oculto cuyo objetivo es reemplazar a la población blanca y cristiana de Europa. Pues resulta que no era el único en señalar esa amenaza fantasmagórica: parece que en Euskal Herria van permeando tales ideas, tanto a izquierdas como a derechas, en sectores abertzales como unionistas.
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Reflexionando sobre todo ello, en seguida me percaté de que Euskal Herria ya tuvo su particular “gran reemplazo”. Durante el siglo XX miles de migrantes de origen andaluz, gallego, extremeño, asturiano… transformaron radicalmente la demografía de nuestros pueblos. Por lo tanto, a día de hoy en Euskal Herria somos mucho más del 20% las personas de origen foráneo.
No obstante, resulta que muchos de los que llegaron en aquella primera ola migratoria en seguida se incorporaron a las luchas obreras y de liberación nacional y a día de hoy, sus hijas e hijos, totalmente euskaldunizadas, participamos en todo tipo de expresiones de lucha y organización popular que siguen bullendo en nuestro territorio. 60 años después de aquella ola migratoria Euskal Herria no solo no ha desaparecido, sino que ciertamente se ha enriquecido y reforzado en muchos sentidos.
Las hijas e hijos de la anterior ola migratoria, totalmente euskaldunizados, participamos en todo tipo de expresiones de lucha y organización popular que siguen bullendo en nuestro territorio
Como en aquella época, la actual ola migratoria presenta sus riesgos, pero tales peligros no los encontraremos en los migrantes. Por ejemplo, con respecto al euskera, para una persona de origen árabe o senegalés lo mismo le da aprender euskera o castellano. Y sin embargo, la mayoría termina aprendiendo castellano. ¿Por qué? Efectivamente, porque el estado español (igual que el francés), tras décadas de supresión y minorización, ha logrado que el euskera no sea un idioma normalizado. Y en muchos lugares de Euskal Herria no es funcional aprender euskera.
Del mismo modo, al abordar la cuestión de la migración es habitual tratarla desde la perspectiva de la “integración”, de que si vienen tantos migrantes no podremos integrarlos en “nuestra cultura”. ¿Pero a qué se supone que tenemos que “integrarlos”? ¿A la cultura individualista y capitalista que tan generalizada está en nuestras sociedades? ¿Quizá a esas vidas metropolitanas y urbanas completamente desarraigadas y desligadas del territorio?
No olvidemos que muchas de las personas provenientes del Sur Global traen consigo un amplio bagaje de sabiduría popular, riqueza cultural y recorrido político. ¿Y si en vez de en el paradigma de la integración probamos a situar la cuestión de la migración en el paradigma del aprendizaje mutuo?
¿Y si en vez de en el paradigma de la integración probamos a situar la cuestión de la migración en el paradigma del aprendizaje mutuo?
Por último, la teoría del Gran Reemplazo pone especial énfasis en la cuestión del islam. ¿Es el islam en sí mismo una amenaza para Euskal Herria? En mi opinión no lo es. La cultura islámica puede llegar a ser una parte constituyente del acervo cultura euskaldun, de la misma manera que ya lo es la cultura cristiana. Eso no significa que ciertas expresiones del islam no dejen de ser peligrosas (como lo son las del cristianismo), y que por lo tanto, no tengamos que combatirlas. Un claro ejemplo es el salafismo, como propuesta política reaccionaria que trata de ordenar la totalidad de la vida social, tanto en el ámbito público como privado, según lo que dictamina el islam. Propuestas como esa sí que suponen una amenaza para una Euskal Herria libre y es muy probable que en el futuro tengamos que combatirlas, de la misma manera que combatimos al integrismo católico. Pero de nuevo, no nos confundamos de enemigo.