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Kabilas de mesa camilla
¿Por qué lees a Nawal El-Saadawi?
Leer y escribir es algo femenino, si bien son “ellos” los amos de la inteligencia, las grandes ideas, las teorías, los discursos, la última palabra, y los aplausos, que una mujer lea y escriba es aceptable. Pues mientras estamos leyendo o escribiendo no hacemos ruido, ni disputamos a nuestros primos y hermanos el mando de la tele. Ya se encargará el síndrome de la impostora y el engranaje del capital que no se publique, impriman o expandan las ideas que lo desestabilicen.
Educación
La filosofía en la Academia Todas somos impostoras
O si lo hacen, el entramado del sistema mundo sabrá cómo darle la vuelta a la tortilla. Para leer y escribir hay que estar alfabetizada, tener tiempo y tener cabeza para hacerlo con el cuerpo estragado de apilar jornadas laborales. ¡ah! y el móvil alejado. De chiquitilla me encantaba leer. En el cole había una estantería por clase con un par de baldas de libros protagonizados por niños y adaptaciones de obras escritas por hombres y esa era la biblioteca a la que tenía acceso.
Luego estaban las enciclopedias de mi casa de las que mi mama y mi papa hacían acopio por si de grandes estudiábamos (mis hermanos o yo). El día que la sincronía cósmica puso en mis manos adolescentes un catálogo para pedir libros a domicilio, me pareció que había asaltado los cielos. ¡Se acabó leer a Fray Perico y su borrico! ¿Se pueden ustedes imaginar a qué tipo de relato y discurso daba voz la editorial del catálogo? Una ristra de autoras, machos y hembras, contando historias que reforzaban ( y refuerzan) el estatus quo del mundo. Y yo allí, inocente y embelesada, devorando aquello.
Desde entonces leo sin ton ni son, a riesgo de que se me contamine el cavilar, ahora bien que a estas alturas de bibliografía y de vida, una ya sabe que tiene todas las faltas del mundo que habita aunque no lea
Amantes, amigas, compañeras, clientas y socias con un criterio literario más selectivo que el mío me preguntan, cuando ven mis lecturas en el alféizar de la chimenea, ¿por qué lees eso? La otra tarde la pregunta en concreto fue, ¿por qué lees a Nawal El-Saadawi?
Nawal El-Saadawi escribe un poquito de tó. Escribe novela y escribe ensayos. Médica de profesión toda su obra, literaria y médica, gira en torno a la lucha contra la violencia patriarcal contra las mujeres y la defensa de un mundo igualitario. ¿A quién no le va a gustar? La cosilla que difumina su legítima lucha es que la señora remanece de fuera de las fronteras del autoproclamado occidente. Concretamente del país del Nilo y para más recochineo en tierras del islam. Doña Nawal es de Musulmania.
Más que una bibliografía cerrada o unas líneas rojas en cuanto a consumo cultural, son menester las luces y el cavilar jondo que nos libre de la doble vara de medir
Volvemos a darle una patá a la lata de la doble vara de medir. Una mujer que denuncia el machismo en Europa está denunciando el Machismo, una mujer que denuncia el machismo en Egipto está denunciando a la sociedad egipcia. ¿O la crítica de la Beauvoir es sólo de la sociedad francesa? ¿La Audrey habla na más que de Estadounilandia? No he leído a ninguna, por cierto. No están en las bibliotecas públicas de mi entorno rural andaluz.
He leído una biografía de Nawal Es-Saadawi. Según su propio relato todas las desigualdades entre hombres y mujeres, toda la violencia que sufrían las mujeres (incluida la mutilación genital de la que ella fue víctima a los seis años de edad) se justificaba por ser la voluntad de dios. Ella no cree en un dios que condena a una persona a un segundo plano silencioso por el hecho de ser mujer, ni yo tampoco. Así que estamos de acuerdo. ¿Acaso no tiene derecho a criticar y rebelarse contra aquello que ha sido usado en su contra? Si el aparato islamófobo quiere usarlo como combustible para la máquina no es responsabilidad de Nawal, bien lo sabe diosmía.
La doctora Es-Saadawi fue víctima de una interpretación del islam colonial, machista, misógina y profundamente sumisa a las miserias de la modernidad. ¿Por qué ha de ser la víctima la que haga el esfuerzo interpretativo de la hermenéutica de la liberación y no los verdugos? Si el islam ha sido interpretado de forma contra revolucionaria y ha servido como dispositivo patriarcal de colonización hay que asumirlo, no se puede negar y mucho menos silenciar a sus víctimas.
Ella, al igual que yo, cree en la igualdad de trato entre hombres y mujeres, en las inquietudes espirituales con indiferencia del sexo. Ella ha recibido regalos quietos en su infancia (muñecas a las que cuidar) mientras que sus hermanos recibían coches y aviones y yo también, le ha dado coraje, como me dio a mi, y cuando se fue a quejar a sus mayores obtuvo una respuesta caída del cielo; es la voluntad de dios. Desgraciadamente, sé lo que eso significa.
Nawal decidió rebelarse contra el orden establecido sin miramiento y yo decidí conquistarlo (por ahora). Las dos aborrecemos al dios de las injusticias y la cultura del maltrato a las mujeres y a las niñas. Teniendo tanto en común, ¿cómo no voy a leer a Nawal? Ahora bien, ¿Sabéis a quien no leo? A la europa islamofoba que usa la vivencias de las mujeres como argumentos falaces en debates amarillistas que no aportan nada y que para colmo son tan machistas, o más, como el islam del que quieren salvarnos.
Literatura
Feliz Ramadán
También digo que no recomendaría los libros de Nawal, por lo menos las traducciones, porque son aburridas, antiestéticas, morbosas y además pecan de desatinos que enlachan a cualquiera. En la traducción de la Hija de Isis de la edición de RBA, se dice, como nota aclaratoria a pie de página, que la fiesta de final de ramadán también se conoce como fiesta del sacrificio. Para no entrar en teologías pongo un ejemplo analógico. Es como decir que la fiesta del jueves santo se le conoce también como noche güena. Churras, merinas y hasta naranjas washingtonas se han mezclado la edición.
Más que una bibliografía cerrada o unas líneas rojas en cuanto a consumo cultural, son menester las luces y el cavilar jondo que nos libre de la doble vara de medir y de ver la paja en el ojo ajeno y no guiparnos de la viga en el propio.
Me encanta leer, pero hay quien conduce sin haber leído el libro de la autoescuela