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La vida y ya
Para vivir bien
Encontré una hoja con anotaciones. No tiene fecha, pero debe de ser de hace tiempo porque la tinta del boli es azul. Hace años que escribo con boli negro. Entre muchas otras frases había escrito: “Si te ponen una canasta, juegas al baloncesto; y con una portería juegas al fútbol, pero ¿y si en el patio lo que hay es un árbol?”. Creo que era una formación sobre cómo transformar los patios de los colegios e institutos.
Me acordé de un debate que tenemos cada año a principio de curso sobre si poner o no plantas en las clases y los pasillos. Me acordé de los motivos que dan las alumnas y alumnos que, año tras año, defienden la importancia de generar espacios verdes en los lugares en los que pasan tantas horas al día.
Dan muchas razones. “Porque es un sistema para mejorar el aire y el olor en las aulas”. “Tener una planta refleja un pequeño gesto por colaborar para tener un mundo más sostenible”. “Para aprender a cuidar algo”. “Mejora el trabajo en equipo”. “Decora la clase”. “Es una responsabilidad compartida por todo el grupo”. “Puede ser un ejemplo práctico para las clases de biología cuando se estudia todo lo relacionado con las plantas”.
Cuando las escucho es como si sintiera esa savia de los árboles regenerándose. Esa savia bruta que encuentra la manera de subir contra la gravedad hasta donde están las hojas, a pesar de que ir en sentido contrario a lo que apuntan las leyes de la física resulta siempre desafiante.
“Para vivir bien hacen falta plantas, profe”, dijo una alumna.
Esa frase es una forma de recordar que para vivir bien no es suficiente con levantarte cada mañana y meterte en el metro con los ojos pegados al sueño de estar en otra parte. Con pensar que algún día, mañana, no sé, otro día quizás, que algo cambiará porque las cosas tienen que cambiar, aunque no sabes cómo, pero sabes que tienen que cambiar. Con pensar que un libro será suficiente, que un té compartido será suficiente, que con quitarte el reloj será suficiente.
Esa frase es una forma de recordar que para vivir bien hace falta decir basta a la barbarie cotidiana. La de aquí cerca. La de más lejos. Que para vivir bien hace falta generar espacios donde lo inesperado pueda suceder.
Llenar los pasillos y las clases de plantas. Cambiar el asfalto de los patios por tierra donde crezcan árboles quizás, por qué no, sea una manera de ayudar a que sucedan cosas inesperadas.