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Valencia
Vecina de Benetússer: “Estamos en shock, pero sales a trabajar a la calle hasta que el cuerpo aguante”
El martes hicieron vida normal. Cuando llegó el SMS, a las 20.03h, el agua ya les rebasaba la cintura. El miércoles nadie vino a ayudar. El jueves por la tarde, un camión entró al barrio Grupos de Benetússer para llevarse enseres rotos y una pala excavadora movió barro. Pero llegó el aviso de que podía desbordarse el cauce de València Sur. El camión se marchó. Estuvo trabajando una hora. Ayer viernes, voluntarios que llegaban de la capital pasaron de largo por el barrio, donde vive la gente más pobre de este pueblo de 15.000 habitantes, que creció con la migración de los años 70 del pasado siglo. Tampoco entraron los efectivos de la UME, de los bomberos, de la Guardia Civil ni la policía, explican al teléfono Ana Martínez, educadora social, y Laura Pérez, maestra de esgrima.
Conversan durante media hora. Quieren clarificar la situación, que definen como dantesca. Están seguras de que las palabras no reflejarán el panorama. Son las 16.30h y están agotadas. Achican agua y barro y acarrean alimentos desde que se despiertan hasta que el cuerpo aguante. Han vuelto a casa, han puesto el móvil a cargar —porque ya han recuperado la luz— y hacen esta llamada. Hay momentos de silencio para contener el llanto, tanto por dolor como por alegría. Explican dónde aparecen los cadáveres: al intentar levantar un coche, sale una niña. En los ascensores, en el interior de los vehículos, en los garajes, en los bajos. “No ha venido nadie por aquí en tres días, es una vergüenza, hay cadáveres por la calle, es un desastre total”, clamaba Pérez el jueves por whatsapp, cuando la comunicación iba a trancas y barrancas. El riesgo de infecciones por bacterias va en aumento.
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Pérez da clases de esgrima en el Club la Robera sala d’Armes, que trabaja con personas con discapacidades. Lo primero que hizo el miércoles al salir a la calle fue verificar cómo estaban sus dos alumnos que utilizan silla de ruedas, y viven en sendos bajos, ambos inundados. Al hombre lo rescataron los vecinos de arriba y pasó a salvo la riada. La mujer se cobijó encima de la encimera de su cocina. Padece la enfermedad de los huesos de cristal y también es sorda. Pedir ayuda por teléfono al 112 era imposible y no pudo escuchar si algún vecino golpeó la puerta para socorrerla. Por la mañana, la llevaron a un piso de arriba. “Cuando me vio, se emocionó, nos abrazamos y le dije que hoy [por ayer] voluntarios del club irían a limpiarle la casa”, agrega. Así ocurrió.
Todo pasó en apenas diez o quince minutos, explican Pérez y Martínez. Estaban en casa cuando escucharon un estruendo que no sabían identificar. “Serán los vecinos”, auguró una; “será una cañería”, pensó la otra. Se asomaron por la ventana y vieron el agua acercarse. Bajaron a toda prisa para mover los coches: “En un minuto, el agua alcanzaba la mitad de la rueda; en cinco, ya la cubría entera”. Desistieron. Han perdido dos vehículos, pero agradecen estar vivas.
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“En un cuarto de hora, todo se desmadró” y focalizaron sus esfuerzos en “subir a las personas a los pisos altos” de su edificio. La mayoría de vecinos de la finca pasaron la noche en el rellano del primer piso arrullados, esperando a que el agua bajara, controlando si subía, pergeñando un plan: mochila con lo básico y huir hacia el tejado. Mientras, “todo olía a gas y gasolina”. Se aconseja no fumar por el riesgo de explosión.
“Estuvimos trabajando hasta incluso las 19h, no había avisos, nadie nos avisó, ni siquiera los ayuntamientos”, remarca Martínez
La educadora social insiste en situar la geografía y la demografía de su pueblo: población trabajadora. Si miras el mapa, Benetusser, Alfafar y Sedaví son tres pueblos pegados entre sí. Pertenecen a la comarca Horta Sud y se encuentran al sur de València. La capital. “Estuvimos trabajando hasta incluso las 19h, no había avisos, nadie nos avisó, ni siquiera los ayuntamientos”, remarca Martínez. En otras ocasiones, se suspenden las extraescolares por viento y lluvia, como ocurrió en Alfafar, no ocurrió así en Benetusser y Sedaví, agrega Pérez.
Utiel, Requena y Xiva se habían inundado por la mañana y Benetusser, Alfafar y Sedaví, que se encuentran entre los barrancos de Catarroja —conocida también como rambla del Poyo— y Paiporta, quedaron anegadas por la tarde. A esa hora, ya no llovía, pero el agua que había caído intensamente en el interior buscaba su salida al mar y a la Albufera. La gran riada de 1957 dejó 81 muertos en València, con el desborde del río Turia, por lo que se proyectó el Nuevo Cauce del Turia o Plan Sur, para salvar la capital de las gotas frías. Nadie dijo no a urbanizar las zonas desprotegidas, inundables y absolutamente anegadas por toneladas de barro aún hoy. Los muertos se elevan a más de 200; el número de desaparecidos sigue sin conocerse —Emergencias recibió 1.900 denuncias, de las cuales 600 ya estarían resueltas positivamente—.
“Estamos en shock, pero el cerebro compartimenta y sales a trabajar a la calle hasta que el cuerpo te sostenga o se vaya la luz del sol”
“Estamos en shock, disociadas. Nos quedaríamos paralizadas, pero el cerebro compartimenta y sales a trabajar a la calle hasta que el cuerpo te sostenga o se vaya la luz del sol”, indica Martínez. Ayer recuperaron la electricidad en casa. Siguen sin agua y gas. “Estamos superadas, desbordadas. A cada rato me pongo a llorar, sobre todo cuando me encuentro a gente que podría haber perdido”, señala la educadora. “Ves a gente que lo ha perdido todo, con lo que cuesta de ganar”, agrega la profesora de esgrima. Alertan sobre el analfabetismo digital de su barrio: “Ni yo puedo preparar los papeles del seguro, ¿cómo va a hacerlo una persona mayor? Lo he delegado en personas que viven en pueblos que no han sido afectados, porque no tengo la capacidad mental para esas tareas”, concluye Martínez.
“Esos quinquis que han desdeñado hoy algunos voluntarios que han llegado de València, eran los quinquis que el martes estaban salvando a abuelas”
Y dejan un buen y mal sabor de boca a la vez: “Hoy ha venido gente de València a la que se le ha pedido ayuda para mover un coche y no les han hecho caso y han pasado de largo. Esos quinquis que han desdeñado hoy, eran los quinquis que el martes estaban salvando a abuelas”. Ni un solo camión de ayuda ha llegado a este barrio marginado en el que “nos conocemos todos, estamos solos, pero unidos”, remarca Pérez.
La UME fue a Paiporta a grabar vídeos y se fue sin ayudar
Penélope Blasco tiene a su madre a casa, en Paiporta, porque la vivienda de su madre está anegada. No es un barrio marginado y su historia es similar: “Hemos pasado dos días completamente aisladas”. “Primero sacamos el agua y los cadáveres, los cuerpos estaban por todas partes. Así que dijimos: primero los cadáveres, mañana las casas”. El segundo día, el miércoles, vino la UME: “Hicieron unos vídeos y se marcharon, sin ayudar. Mientras, la gente arriesgaba su propia vida rescatando a sus vecinos. Llegaron también dos coches de la Guarda Civil a esta parte del barranco, también se fueron”, destaca
En su edificio suben agua en cubos para todos los vecinos, incluidos los de movilidad reducida, y sigue preguntándose cuánta gente fallecida hay en los garajes.
Sobre la falta de avisos, destaca lo mismo que sus vecinas de Benetússer: “El agua ya subía a las 18h y el primer aviso nos lo enviaron a las 20h, cuando todos estábamos con el agua al cuello”.
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Salvar la capital
Medios de comunicación repiten desde ayer el mensaje de que fuentes de la Confederación Hidrográfica del Xúcar señalan que el nuevo cauce del Turia “ha funcionado como se esperaba y ha evitado consecuencias mucho mayores en todo el área metropolitana de València y de la propia capital”. El cauce se diseñó para soportar caudales de hasta 4.000 metros cúbicos por segundo y el martes desaguaba unos 2.000. La capital ha quedado intacta: el viejo cauce ha permanecido seco, apenas un hilillo de agua recorría el viejo río convertido en parque. El sur del Nuevo Cauce ha vivido el mayor desastre por inundaciones del Estado.