Tribuna
2019: ¿resistencia o avance?

2019 no debe ser el año de la resistencia, sino del avance. Porque no ha llegado el momento de poner trincheras sino de hacer factibles las utopías.

Manifestación Antifascista en Granada ok
Miles de personas recorrieron las calles de Andalucía para mostrar su rechazo al fascismo Carlos Gil
Daniel Ripa

Exdiputado de Podemos en Asturias.

15 dic 2018 11:15

Dos de Diciembre de 2018. Adelante Andalucía celebra su noche electoral en la sevillana Sala Box de La Cartuja. Coincidencia que al inicio de la tarde provoca chanzas y al final sólo caras largas. Andalucía, a pesar de los cánticos durante la intervención de Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, no ha sido la tumba del fascismo. Sube el tono y Pablo Iglesias decreta la alerta antifascista ante millones de personas. ¿Llegan tiempos de resistencia? ¿Se ha cortado nuestra utopía de transformación?

Apunte previo: La España del 15M y La España de las banderas

Así titulaba el editorial de mayo la revista asturiana Atlántica XXII. Buscaba caracterizar a los dos ciclos sociológicos y electorales más importantes de la década. El primero, con un eje social y democrático, engloba al 15M, a las feministas del 8M y a la lucha por la recuperación de derechos y repartir los beneficios de la mejora económica (desde pensionistas a trabajadores y funcionarios). El segundo, la España de las banderas, incluye la “reducción de los impuestos, cadena perpetua revisable y mano dura contra los nacionalismos periféricos. Es decir, más Estado central y policial y menos Estado del Bienestar y de las autonomías”.

Primero vienen los acontecimientos políticos y sociales. Luego, la movilización social que impulsa cambios en emociones y actitudes. La entrada en la agenda pública solo hace visible lo que ya se están produciendo en las cabezas y corazones de las personas, pero también lo retroalimenta. Solo al final llegan los cambios electorales.

La España del 15M y la España de las banderas han conseguido girar a millones de personas hacia sus posiciones. La población española es crítica con el sistema político, feminista y pide recuperar derechos, como señalaba la España del 15M; pero mayoritariamente también rechaza el independentismo catalán (aunque se abre paso el discurso de la plurinacionalidad, ausente décadas a nivel estatal).

Lo señalaba hace unos meses en El Salto, al relatar los cinco ciclos del cambio político: el ciclo populista-conservador o nacional-populista ha llegado para quedarse: “El ciclo feminista y el de la recuperación-redistribución (transversales y movimentistas) fijarán agenda política, pero ya no lo harán en solitario. Habrá disputa. Estos dos espacios se van a cruzar, con subidas y bajadas ecualizadas, y competirán en las elecciones de 2019 y 2020”.

Pueden confrontar electoralmente o puede que solo se active uno de los dos, en función de aquello que se consiga introducir en agenda (y ahí la movilización social es clave). Son dos tendencias estructurales de calado que harán que millones de personas se movilicen electoralmente o no, y giren hacia unas u otras opciones. Un último apunte: no vuelven las izquierdas y derechas, ambos ciclos son transversales y apelan a gente de todas las opciones ideológicas.

Cuatro factores han marcado las elecciones andaluzas: radicalización de la agenda catalana; abstención selectiva; transversalidad del PP y Vox; y la revuelta (incipiente) rural.

Catalunya, first: radicalización de la agenda catalana

No hay 400.000 fascistas en Andalucía, pero sí que hay 400.000 personas (y varios cientos de miles más que votaron al PP y Cs) que se han radicalizado en el último año. La posición ‘nacional’ es ahora más extrema tras un juego de espejos entre Catalunya y el resto del Estado. Medios de comunicación, grupos de WhatsApp y Facebook y conversaciones informales fomentan cierto efecto burbuja, lo que en psicología se conoce como “pensamiento de grupo”, que lleva a la extremización de las posiciones. Quien no simpatizaba con el referéndum, meses más tarde pedía el 155, al poco 25 años de cárcel y finalmente la recuperación de la dignidad patria. Lo explica Ignacio Escolar: “Las elecciones andaluzas han sido las primeras del ‘a por ellos’, las primeras fuera de Catalunya tras el octubre catalán. Ha pasado más veces en la historia. Cada vez que Catalunya ha lanzado un pulso a la unidad de España, la consecuencia ha sido una respuesta reaccionaria”.

Adelante Andalucía apostó las elecciones a la bandera blanca y verde. Querían, acertadamente, territorializar la campaña. Acercar a los problemas concretos y buscar sus causas y soluciones. La corriente de fondo de la España de las banderas se lo llevó por delante: quienes se basaron en ese eje ganaron y dentro de esos partidos, se viró hacia los más duros.

No se habló de Andalucía (no solo allí: el Congreso de los Diputados ha registrado tres veces más iniciativas sobre Catalunya que sobre Andalucía esta legislatura). O quizás sí. Para muchas personas, Catalunya quitaría más puestos de trabajo que los que Andalucía proveería. También picaron el cebo. Podemos pedía incansablemente a Ciudadanos y PP que no hablaran de Catalunya, llamaba ‘mamarracho’ a Casado por su postura con los inmigrantes y se pedía a Sánchez que acogiera a más refugiados. A cada declaración, reforzamos la agenda que teníamos que evitar.

Trump sacó menos votos que Hillary Clinton: la abstención selectiva

En las elecciones estadounidenses de 2016, participaron ocho millones más de personas que en las anteriores. De esos nuevos votantes (0,5 puntos más de participación que en 2012), los republicanos ganaron dos millones de votos (a pesar de ellos bajaron en apoyo, 46,9% de votos, frente al 47,2% que habían obtenido cuatro años antes) y Clinton perdía 100.000 votos respecto a Barack Obama (48,2 frente al 51,2% de Obama), pero superaba en votos a Trump. Es decir, Trump no ganó tanto por un giro masivo de voto demócrata (aunque sí que se produjo en algunos estados industriales en crisis, que giraron a republicanos) como por la abstención de un electorado demócrata al que no ilusionaba una política profesional como Hillary Clinton.

Por primera vez en Andalucía hubo mesas electorales no constituidas al faltar las personas designadas. En San Pedro de Alcántara, el vocal suplente salió corriendo, obligando a quedarse en la mesa al primer votante. Preferían la multa a un día en un colegio electoral. No es baladí. Síntomas de una desafección política que se mantiene: descontento social y económico; descontento nacional-territorial; descontento contra el sistema político y la corrupción; y descontento en el medio rural. La abstención, además, es selectiva. Los sectores precarizados participan electoralmente hasta 11 puntos menos de media que los integrados, mientras que las personas en riesgo de exclusión lo hacen hasta 20 puntos menos.

Como en Estados Unidos, la desafección favoreció una gran abstención entre las filas socialistas (y también en Podemos). La victoria de Susana, la política profesional que aupó a Rajoy y calló ante la corrupción en su partido, se veía como segura y la participación innecesaria. Eso ha provocado la victoria de PP-Cs-Vox.

Si en mayo de 2015 hubo una hiper-movilización de un electorado que votó a Podemos, y esa alta movilización se mantuvo el 20D de 2015 (pero no el 26-J), ahora ha pasado lo contrario. Ha existido una hiper-movilización electoral de las opciones populistas-conservadoras (Vox, Cs, y PP) que se mantendrá durante 2019. ¿Se acuerdan del dogma que decía “la derecha gana porque va unida y la izquierda pierde porque va desunida”? No es exactamente así: la derecha ganaba porque iba a votar y la izquierda se abstenía. El reparto en varios partidos que concurren por separado es la ‘hipótesis Aznar-Casado’ que frena la abstención ante la corrupción del PP: ya no se perderá ningún voto.

Las elecciones no se ganan sin alta movilización y los resultados en Andalucía dicen mucho de dónde está Podemos a día de hoy. Sus votantes necesitan motivos para ir a los colegios electorales y golpear con su voto al régimen. Podemos compite contra la abstención. La percepción de institucionalización, las guerras internas, Catalunya o la crisis del chalet están en el imaginario colectivo (“os voté, pero os habéis alejado de la gente, no vivís como ellos”).

El día D, un abstencionista de Podemos se levanta, sabe que hay elecciones pero le parecen todos cada vez más parecidos, le llegan cuatro mensajes a su WhatsApp del grupo de amigos o del trabajo sobre Podemos y Catalunya, maldice el chalet, piensa que no vale para nada su voto y que gobernará otra vez el PSOE, desayuna con la última noticia de Puigdemont y deja para por la tarde ir a votar, pero ¡qué pereza y para qué!

Lo terrible, por una campaña estatalizada, es que haya afectado al Podemos andaluz, el que ha mantenido una posición más antiinstitucionalizada, el que mejor hizo la confluencia y el que tenía a la candidata más ética, más conocida y mejor valorada. El alejamiento de la hipótesis de victoria también influye. Si nuestra única opción es girar a la izquierda al PSOE, solo con una muy amplia transferencia de voto desde el PSOE se compensa la abstención. La buena noticia de las encuestas post-electorales es que se señalaba transferencia del PSOE a Adelante Andalucía (y no al revés), lo que invierte la tendencia que existía desde la llegada de Sánchez a Moncloa, aunque lamentablemente el actual presidente no será Susana.

Casado no es tonto: la transversalidad del PP y Vox

Casado es más peligroso que Soraya. Ilusiona a las bases populares, porque vuelven a hablar desde el corazón. Favorece a Vox como un partido subsidiario (de momento) que recoge el voto descontento con su corrupción: mejor que sus exvotantes estén en Vox que en casa o en Ciudadanos, piensan. Su modelo es el austríaco, donde el presidente más joven del planeta Sebastian Kurz (32 años), gobierna con la extrema derecha del Partido de la Libertad.

En 2019 el voto conservador-nacional-populista se desplegará hablando de Catalunya, menos impuestos, defensa del medio rural y seguridad ciudadana-inmigración; con Vox y PP también confrontando al feminismo y al 8M. Habrá polarización en el tema catalán avalando las posiciones más duras contra Catalunya (del 155 a la ilegalización de independentistas). Veremos cómo generaciones más jóvenes (posteriores al 15M) que hace 5 años votarían a Cs, ahora pueden apoyar la opción más antiindependentista.

Al igual que el 15M no hablaba solo a las izquierdas (y sería un error hacerlo ahora), el ciclo de la España de las banderas no le habla solo a las derechas. Compite por todo el electorado, pero sobre todo, al ser de verdad, moviliza al suyo. Es la teoría del asesor del populismo trumpista, Steve Bannon: ya no hay centro, la política está en los extremos. Eso han hecho Casado y Vox y por eso son peligrosos: ir al extremo para transversalizarse.

La revuelta rural

Cada día más el PP y Vox están apostando su voto en el medio rural a afianzar un populismo rural. Lo decía el Secretario General del PP, Teodoro García Egea: “Somos españoles y por eso nos gusta la caza, los toros, la Navidad y las tradiciones”.

¡Ojo a la revuelta rural que se está preparando! La defensa de la caza, la autodefensa frente al lobo [“al lobo, plomo”], el mantenimiento de las tradiciones y (¡y esta clave no debiéramos obviarla!) un rechazo a la posición subordinada en lo cultural del medio rural frente al urbano [“para vosotros, lo que hacéis en la ciudad está bien, y lo que hacemos en el medio rural está mal”] esconden rechazos a los controles y burocracia y, en definitiva, un clamor frente al abandono del medio rural [“si no se revierte el abandono, al menos dejadnos en paz”]. Mal haría Podemos en mirar para otro lado al medio rural tachándoles simplemente de conservadores.

Anexo: no, nuestra gente no se ha vuelto de extrema derecha

Lo sintomático de las elecciones andaluzas es que bastó la irrupción de Vox para sembrar de dudas a las opciones del 15M. No hagamos de una mentira una profecía autocumplida: ni son los obreros ni las clases populares quienes impulsan a Vox. A día de hoy, Vox saca más votos a mayor renta media, mayor abstención, más estudios superiores, y menos nacidos en Andalucía. ¿Puede Vox llegar a otros sectores? Tal vez. Podemos comenzó en 2014 captando voto descontento con IU y de la abstención, para extenderse posteriormente a competir con PSOE o Cs. Vox nace a raíz del voto ultra de PP y Cs para luego crecer.

A día de hoy, señala Emmanuel Rodríguez: “Vox no es, seguramente, el partido del pueblo. Parece más bien el partido de la envejecida clase media masculina contra la ‘ideología de género’, de la ‘España viva’ contra la anti-España y los malos españoles y cada vez más del catolicismo militante y ofendido. No es pues el partido de los defraudados con el 15M y quizás tampoco el de ‘la protesta’, aunque lo sea en parte. Vox se puede alimentar un poco de Podemos, un poco de los exiliados del PSOE, pero su gran cuenca sigue siendo el PP”.

Voto ‘sin complejos’ del PP, voto nacionalista de Ciudadanos y recepción de nuevos votantes y abstención. En este punto las encuestas muestran datos contradictorios. ¿Habrá jóvenes que hace cinco años se habrían estrenado votando a Ciudadanos y hace 10 al PP, pero ahora lo hagan por Vox? Tal vez, pero de momento, según Llaneras en El País, no. Su apoyo en Andalucía fue menor entre menores de 25 años, personas de pueblos menores de 10.000 habitantes y con menor nivel socioeconómico. Mientras, sus resultados son más estables en municipios medianos y clases medias y altas. Entre los motivos para votarles “una cuarta parte quiere ‘frenar a los independentistas’, un tercio ‘defender la unidad de España’ y casi la mitad señala ‘su discurso sobre la inmigración’”. Todo ello, con una posición neoliberal que se aleja de los discursos proteccionistas o estatistas de Salvini o Trump.

Ciudadanos tiene un problema

Una parte del electorado del PSOE ha virado hacia Ciudadanos. Al menos 100.000 votantes en Andalucía. Puede que incluso más si hay voto oculto en las encuestas postelectorales. Sánchez lo sabe. Y quiere escorar a Ciudadanos hacia Vox para retener el voto socialista que podría irse a este partido por su alianza con los independentistas. Ciudadanos, por otra parte, es hegemónico y transversal en Catalunya, donde pide autonomía y autogobierno: ¿podrá seguir siéndolo aliándose con Vox? A medio plazo, solo tienen dos opciones. O una reedición del acuerdo PSOE-Cs, con un gran centro. O que tiendan hacia acuerdos con el PP, con Vox en la periferia.

Entre enero y junio de 2019 se producirá un elemento de primera magnitud: el juicio del Procès. El líder del partido que presidirá la Generalitat en el 2020, Oriol Junqueras, será juzgado y, probablemente, condenado. Un terremoto en Catalunya que se seguirá con expectación en el resto del Estado y que servirá a Vox, personado como acusación popular, como altavoz de sus propuestas (¿veremos a Vox haciendo campaña contra la UE en la sede del gobierno de Puigdemont en Bruselas?). Difícil que este asunto no marque la agenda y que afecte decisivamente a las elecciones de mayo.

Pedro Sánchez y las elecciones

La mayoría de la ciudadanía pide a Sánchez convocar elecciones. Hasta hace un mes por su cabeza podría pasar el convocarlas en marzo de 2019, tras aprobar el 21 de diciembre la subida del SMI y ante el bloqueo presupuestario. Cada semana más allá de esa fecha, perderá agenda social hacia Podemos y agenda nacional hacia Ciudadanos.

Sin embargo, tras Andalucía, tiene un dilema: si hay elecciones ya, da entrada a Vox en el Congreso y probablemente pierda el gobierno, pero afronta a la ofensiva las autonómicas y municipales. Pero si aguanta hasta finales de 2019 o 2020, gana tiempo para implementar su agenda social y que se perciban logros, mientras cohesiona y moviliza ante la ultraderecha, pero a cambio puede perder más comunidades autónomas. ¿Las sacrificaría por el gobierno central?

Si conocen a Sánchez saben que ahora optará por esperar. Como señala Enric Juliana, aspira a “aguantar, compactar, centrar y movilizar”. Mostrar la locura de Vox y PP, la escasa fiabilidad de Ciudadanos que podría aceptar el voto ultra, la radicalización ‘antifascista’ de Podemos y mantenerse como el partido centrado y de orden que reclama el voto útil para frenar a ‘las derechas’.

Si todo vale para frenar al fascismo, Sánchez pedirá el apoyo para frenar a Vox. ¿El miedo a Vox será movilizador? Es probable, especialmente en zonas con historia de militancia socialista y comunista. ¿Qué hará un independentismo en guerra civil entre Junqueras y Puigdemont? Probablemente apoyarán los presupuestos, porque afianzan su espacio social y porque su apoyo a Sánchez es desestabilizador para este. Un último apunte: Perder Andalucía hará más débil al PSOE, constituido como un partido del Sur del Estado (Castilla La Mancha, Extremadura y Andalucía) con miles de liberados y un colchón de votos y escaños.

Frenar al populismo nacional-conservador avanzando posiciones

Kichi paró a Vox en Cádiz, única ciudad donde se ganaron las elecciones el pasado 2D. Que nadie dude que Carmena, Taboada, Ada Colau o Xulio Ferreiro harán lo mismo. Ya lo hace Jeremy Corbyn, que está frenando al UKIP en el Reino Unido, con el programa más socialista dentro de la socialdemocracia europea. Una isla en un panorama europeo donde avanza la extrema derecha.

La victoria frente a las opciones populistas-conservadoras dependen no tanto de reforzar sus marcos (anti-inmigración-acogida; España-Catalunya; fascismo-antifascismo; caza-prohibir la caza) como de instaurar otros que los deje fuera de juego (avances sociales, logros de las ciudades del cambio, movilizaciones sociales del ciclo 15M-8M-reversión de recortes). Hablar de otras cosas y hacer que la calle obligue a hablar de otras cosas.

Si la campaña va sobre Catalunya, ganarán Cs, PP y Vox. Si va sobre cómo erradicar la desigualdad de las mujeres y ampliar derechos laborales y sociales, ganará quien represente el ciclo 15M (¡ojo a Sánchez!).

El acuerdo presupuestario de Podemos con el gobierno estatal buscaba mostrar utilidad y movilizar a potencial abstención (“el paso por las instituciones sirvió para algo”). Esa utilidad es necesaria para revertir la ola abstencionista que viene. Pero no es suficiente: necesitamos ampliar el horizonte de lo posible. Continuar avanzando, también desde un frente institucional. Frente a los recortes: blindaje social, vivienda, ampliar sanidad pública. Ante las demandas del 15M, soberanía popular, propuestas democráticas, regeneración ética, soluciones a la emigración y desempleo juvenil. Ante el impulso del 8M, igualdad ante la brecha salarial y las violencias. Sobre el juego de espejos en Catalunya, encaje territorial, lucha contra la desigualdad, más democracia y mejora de financiación y autogobierno del resto de comunidades autónomas. Frente a la España vacía, soluciones demográficas para fijar población ¡y servicios públicos!

Pero también tenemos que instaurar debates nuevos, porque, ¿qué piensan Vox y PP de la jornada laboral de cuatro días? ¿Y del transporte público gratuito? ¿Del control de la contaminación para frenar el cáncer? ¿De las escuelas infantiles de 0 a 3?

Nuestro proyecto de país, afortunadamente, es mucho más amplio. Necesitamos un frente de ideas, la innovación política ha de volver a estar de nuestro lado. Donde hay un modelo y una idea, Vox no pasa. Lo recuerda con crudeza Emmanuel Rodríguez: “A partir de ahora no se va a hacer política con bolitas de algodón y palabras caramelo: cambio, ciudadanía, gente, los de abajo, derechos. Si se quiere hablar de cambio habrá que hacerlo soportándolo (con movimientos y con sociedad civil)”, en una línea que prosigue Guillem Martínez: “A la extrema derecha no se le puede contestar con lenguaje de unicornios, sino con voluntad de ser problemático. Es bueno que las izquierdas se rompan los cuernos en algo más que en difundir léxico y palabras. Es bueno no apostar por el mero cálculo electoral, sino por cálculo de cambios estructurales”.

Los movimientos sociales tienen que ayudar esta primavera a impulsar una agenda social, un frente social que marque otras prioridades políticas. Cerrar el paso a los ultras es militar en todos los ámbitos de la sociedad. El 8M necesita propuestas concretas sobre la mesa que frenen a la reacción patriarcal de PP y Vox, porque serán las mujeres (y especialmente las más jóvenes) la primera línea de avance. ¿Serán en mayo las elecciones del 8M? Así está siendo en Estados Unidos donde las más jóvenes lideran la alternativa a Trump.

Necesitamos también una labor didáctica y preventiva desde la sociedad civil en temas como la inmigración, la igualdad o los impuestos.

Mantener el discurso impugnatorio frente a las elites del Ibex 35 y al resto de partidos también es necesario. En Asturies, Podemos ya ha donado 175.000 euros en proyectos sociales esta legislatura y está personada en los seis grandes casos de corrupción que afectan al PSOE y PP, además de impulsar cuatro comisiones de investigación parlamentarias por corrupción. Mal haríamos en blanquear al régimen solo por el miedo a Vox.

Señala Alba Rico la única certeza de las elecciones andaluzas: “Se gobernará con Vox o contra Vox, pero sin Podemos”. Nuestro espacio no es una alianza democrática con los partidos de siempre sino el de impugnar y a la vez liderar un nuevo país. El régimen del 78 sigue tambaleándose y su crisis está lejos de cerrarse. Y es que la desafección, la corrupción y la escasa regeneración ética impiden la recomposición del régimen.

Pero desde arriba no basta. Necesitamos una campaña a pie de calle, bajando al barro. Reuniones con tejido social en barrios, cenas con militantes, acciones fuera de las instituciones, articular movimientos sociales. Combinar las acciones por arriba, con otras de movilización por abajo, generando grupos autónomos de militantes. Revertir la abstención no se consigue solamente cambiando la agenda pública y con logros materiales, necesita de una organización activada y convencida por abajo, de un frente militante o de barrio. La inercia de Podemos (e IU) puede conducir a hacer exactamente lo contrario: al repliegue. Ante el miedo a un mal resultado electoral, repliegue interno autoritario. Mal negocio. No anticipemos nada: ¿quién podría pensar hace un mes que Susana Díaz perdería unas elecciones?

Finalmente, después de Brasil y Andalucía, tenemos que innovar repertorio de campaña en redes sociales. Este mes de mayo veremos en España lo que ya vieron Brasil y Estados Unidos con Bolsonaro y Trump. Y ahí, cada grupo de WhatsApp, cada discusión en el trabajo, cada red social preestablecida, será clave. ¿Estaremos preparadas?

2019 no debe ser el año de la resistencia, sino del avance. Porque no ha llegado el momento de poner trincheras sino de hacer factibles las utopías. También de reconocer y subsanar los múltiples errores a la mayor brevedad. No vale huir hacia adelante, pero tampoco caminar hacia atrás. No nacimos para frenar a la ultraderecha sino para ser alternativa al régimen. Vivamos para aquello para lo que nacimos. Avancemos.

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#28104
18/12/2018 11:35

Comentarselo al coletas, que lleva de error en error desde principios de 2016. Necesario artículo eso si, da en la calve, a ver si logarís movilar e ilusionar de nuevo, pero en la dirección que vais, difícil.

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