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Sanidad
La radioterapia de Amancio Ortega, la consejera Sagardui y los 42 jefes de servicio
El 31 de diciembre de 2022 finaliza el convenio de vinculación entre Kutxabank y el hospital concertado Onkologikoa de Donostia, después tres años de vigencia y uno de prórroga. El Onkologiko, como popularmente se le conoce, es una eminencia histórica en Gipuzkoa y, a la vez, es el centro con las instalaciones más nuevas —2009— e infrautilizadas tras cuatro años de desmantelamiento progresivo por parte de Osakidetza de los servicios que atienden procesos de cáncer relacionados con maxilofacial, urología, radiocirugía, tiroides y mama. Osakidetza también eliminó patología —laboratorios—, por lo que ha reducido las intervenciones quirúrgicas a su mínima expresión.
En septiembre, el Departamento de Salud del Gobierno vasco, dirigido por la consejera Gotzone Sagardui, informó a la responsable de la OSI Donostialdea que dicho centro formaría una nueva OSI (Organización de Servicio) tras su definitiva publificación, tal y como consta en el Marco Estratégico 2021-2024 de Osakidetza (página 35). El Onkologiko está a 150 metros de distancia del Hospital Donosti, que es público y es el centro generalista de referencia en el territorio.
A primeros de diciembre, 28 de los 47 jefes de servicio de la OSI Donostialdea firmaron una extensa carta repleta de adjetivos peyorativos hacia Osakidetza en la que reivindicaban, principalmente, libertad para contratar a facultativos y ser escuchados por el Departamento, además de medidas necesarias que “atiendan al incremento de la demanda sanitaria” y frenen las “políticas suicidas” del Gobierno vasco.
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Meses antes, en febrero, Osakidetza anunció que construirá un pabellón anexo al Onkologiko para instalar la máquina de radioterapia de protones donada por el multimillonario Amancio Ortega (Inditex). La máquina está valorada en 28 millones. Sirve para focalizar la quimioterapia y evitar destruir tejidos anexos donde se halla el tumor. Para el 7 de diciembre, 42 de los 47 jefes de servicio apoyaban la misiva.
La carta de los jefes de servicio creó una crisis que los medios conservadores han calificado de “sin precedentes”, a pesar de que los sindicatos llevan años advirtiendo del desmantelamiento de la Atención Primaria, de las sucesivas privatizaciones —o intentos frenados en los tribunales— y de las cuatro convocatorias de huelga de este año, así como la multitudinaria manifestación en Bilbao en defensa de la Atención Primaria.
¿Clave social?
El primer impulso de mucha gente tras leer las páginas de la misiva fue interpretarla en clave social: los jefes médicos quieren una Osakidetza más fuerte y mejor, un servicio público de calidad. Enseguida, facultativos a título individual advertían en voz baja de que quizá esa no era la lectura correcta. “Todo lo ocurrido en el Hospital Donostia ha destapado una lucha de poderes interna”, afirma la anestesista Marta Macho en un artículo de opinión publicado en El Salto, quien añade que “no hay que olvidar el factor de clase, porque los médicos hablan desde una posición de poder que no es la de los demás trabajadores, y hay que recordar que hasta ahora no han alzado la voz”.
Macho es una de los tres anestesistas que en 2018 denunció las OPE fraudulentas del Servicio Vasco de Salud, cuyas represalias se han extendido durante años y han desembocado en la marcha de sus dos compañeros del hospital público en el que trabajaban todos (Arrasate). Quien fue su jefe, y al que responsabilizan de pauperizar el servicio con un calendario de turnos caótico e inasumible, Agustín Agirre, es el nuevo gerente de la OSI Donostialdea, en sustitución de la cesada Itziar Pérez —también fue cesada Itziar Gurrutxaga, que ejercía la dirección médica del Hospital Donostia—. Ambos ceses motivaron la carta de los 42 jefes de servicio.
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Desde el propio comité de empresa de la OSI Donostialdea, el delegado de LAB Juankar Plazaola advierte de que “ni los jefes de servicio, ni la dirección de Osakidetza dicen claramente de dónde ha surgido este follón, que no se monta en un día y que viene de atrás”. Por ello, apunta, “hay dos cuestiones reseñables: de la carta se lee entre líneas que los jefes de servicio consideran que las OPE no son apropiadas para los médicos, que hasta ahora tenían mucho poder para designarlos y, otro punto que genera fricciones, podría ser la integración del Onkologiko al sistema público”.
Uno de los portavoces de los 42 jefes de servicio es Adolfo López de Munain, jefe del servicio de Neurología del Hospital Donostia y neurólogo en el hospital privado Policlínica de Gipuzkoa —ubicada en Donostia y con convenio con Quirón Salud—. En un googleazo rápido puede observarse que Osakidetza tuvo concertados con este centro en 2021, por ejemplo, los servicios de “estudios diagnósticos cardiológicos y vasculares ambulatorios” y la “rehabilitación cardiaca” (una ecocardiografía, 70,35 euros; rehabilitación de riesgo medio-alto, 1.011 euros). Además de la Policlínica, sanitarios defensores de la sanidad pública llevan alertando, con más fuerza desde la pandemia, sobre la clínica privada La Asunción, en Tolosa.
López de Munain recibió ayer una llamada de la nueva directora general de Osakidetza, Rosa Pérez, explica el diario El Correo. La interlocución ha conseguido distensionar la situación, afirma el diario tras recoger que el jefe de servicio tuvo “buenas sensaciones” y que ha podido entrever “voluntad de escuchar y atender los problemas reales”. La interlocución tuvo lugar a propuesta de Agustín Agirre.
“Ante una lista de espera larga en la pública, los propios facultativos hacen propuestas desleales de tratamientos, sugiriendo que, si tienes seguro privado, te pueden tratar en breve en la clínica privada donde también trabajan”
Colisión de intereses
Fuentes consultadas por El Salto resumen que “hay que hablar de puertas giratorias en la sanidad pública y privada: ante una lista de espera larga en la pública, los propios facultativos hacen propuestas desleales de tratamientos, sugiriendo que, si tienes un seguro privado, te pueden tratar en breve en la clínica privada donde también trabajan”. Los jefes de servicio no hablan sobre la privada. “Es una colisión de intereses”, añaden las mismas fuentes. Defienden una ley de incompatibilidades que se aplique y un incremento salarial para los sanitarios, que acumulan una pérdida del poder adquisitivo en los últimos años del 19% desde 2009, según el Centro de Estudios del Sindicato Médico de Granada, que recientemente ha publicado una comparativa de todas las comunidades autónomas entre facultativos con dedicación exclusiva a los sistemas públicos de salud.
En el Onkologiko, el comité de empresa lo forman 13 delegados, de los cuales 12 son del sindicato LAB y miembros independientes. Kepa Vicario, junto con varios compañeros, desea resaltar a El Salto “el desmantelamiento paulatino del hospital en los cuatro años que ha durado el convenio con Osakidetza”. Reivindican la “integración total” del centro al sistema público, incluyendo la subrogación de los trabajadores y el cambio de titularidad del edificio, pasando de Kutxabank, o Fundación de Kutxabank, a Osakidetza, que desde 2019 ha asumido los costes del personal y el asistencial —ha asumido la asistencia a la vez que la ha vaciado, insisten—. Esperan que el centro vuelva a funcionar como un centro “monográfico”, como cuando era “referencial”. Monográfico quiere decir, señalan, que cuando un paciente de Gipuzkoa con cáncer entraba en el Onkologiko era atendido por un equipo multidisciplinar y en un breve plazo de tiempo tenía las pruebas hechas y el tratamiento en marcha.
De las más de 90 habitaciones del Onkologiko, en un día cualquiera hay menos de diez ocupadas; muchas se usan de almacenes de sillas y butacones
“Todo el mundo debería recordar que cualquiera puede acabar siendo un paciente de cáncer, por lo que a todas las personas nos conviene una sanidad pública robusta, con personal suficiente y recursos apropiados, porque para tratar el cáncer, la rapidez es vital”, argumenta Vicario.
Él y sus compañeros lamentan el “desperdicio” al erario público que ha generado Osakidetza en los últimos cuatro años de concertación con el Onkologiko: “Tienen habitaciones cerradas que funcionan como almacenes de sillas y butacones”. Un día cualquiera, de las más de 90 habitaciones que hay en el centro, a primera hora de la mañana hay menos de una decena en uso.
Por qué molesta a los firmantes de la carta que el Onkologiko se convierta en una OSI, como lo es Donostialdea, es una de las preguntas que sobrevuelan en esta nueva crisis de la sanidad vasca que debe finalizar un proceso de publificación integral de un centro hospitalario, algo inaudito en Euskadi, aunque existen ejemplo en el Estado. Las respuestas podrían arrancar en la opacidad del Gobierno vasco. A 13 de diciembre, los trabajadores del Onkologiko desconocen su futuro. Sus vecinos del Hospital Donostia, que reclaman compartir con ellos OSI, desconocen cómo deberán relacionarse a partir de ahora. Nadie sabe quién será el jefe de servicio de los protones de Amancio Ortega. Osakidetza sigue guardando silencio.
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“Hay un descontento extendido entre muchos jefes de servicio, pero no por el cese de esas dos jefas, sino porque la gente se siente muy poco escuchada”, indica una médica
Esperanza y precaución
El Salto ha consultado a dos fuentes más que también prefieren mantener el anonimato. Una es médico raso del Hospital Donostia; otra, médico jefe de servicio firmante de la carta —el uso del masculino es genérico en ambos casos—. El médico muestra cautela a la hora de valorar el movimiento de sus jefes, pero resalta el “descontento extendido entre muchos jefes de servicio, no por el cese de esas dos jefas, sino porque la gente se siente muy poco escuchada, tienen miedo a que se centralicen servicios en el Hospital de Cruces (Barakaldo, Bizkaia) y son conscientes de los problemas de los trabajadores, con largas interinidades, plazas no perfiladas y muchas cosas más que no funcionan”, resume. Se atisba que desea tener esperanza y que esta crisis sea la gota que colme el vaso que sindicatos y Atención Primaria llevan años llenando con reivindicaciones claras sobre hechos concretos.
“Si he dado este paso y firmado la carta es porque me preocupa la calidad asistencial y la verticalidad. Quizá no podamos cambiarla, pero podemos añadir un toque de atención”, jefe de servicio
El jefe de servicio firmante asegura conocer la situación de la anestesista Marta Macho y sus dos compañeros, empatiza con ellos y recalca que también ha “vivido ese modelo de jefatura vertical”. “Si he dado este paso y firmado la carta es porque me preocupa la calidad asistencial y la verticalidad. Quizá no podamos cambiarla, porque no somos sindicatos ni podemos suplantar una mesa sectorial, que es una vergüenza que esté parada, pero sí podemos añadir un toque de atención a esta situación”, agrega.
El facultativo contextualiza que lo que está viviendo Osakidetza es lo mismo que ocurre en la sanidad pública de Extremadura, Catalunya, Cantabria y Madrid. “El problema de fondo es la dejadez en los sistemas de salud en los últimos veinte años, para los que no se ha abordado el déficit de jubilaciones, se ha aplicado hasta los límites las reformas laborales y recortes de 2011 y 2012 y donde hay un aumento de la demanda por el aumento de la vejez en la población”, concluye indicando que no trabaja en la privada.
El gasto sanitario ha aumentado, pero al personal se dedica el 65%, cuya plantilla tiene una temporalidad del 58%
Datos que no dicen lo que esconden
El lehendakari Iñigo Urkullu trató de enfriar la situación esta semana con datos económicos: Gobierno vasco ha pasado de invertir 1.490 euros por persona en 2013 en gasto sanitario a 2.100 euros en 2022. Tal y como recuerda el jefe de servicio consultado, este dato no tiene porqué suponer una mejora de la calidad asistencial, ya que cuanto más envejece la población, más atención sanitaria requiere.
Por otra parte, fuentes sociales recuerdan que cuando Osakidetza estableció las OSI en 2011, aumentó la financiación a centros hospitalarios y descuidó Atención Primaria, por lo que parte del aumento presupuestario financia máquinas e infraestructuras —desde el cambio de centrifugadoras de sangre de Cruces al nuevo hospital de Urduliz—, en vez de personal, para el que se invierte el 65% del presupuesto, 2.264 millones.
Osakidetza es la “empresa” más grande de Euskadi y cuenta con la gerencia que propicia la mayor inestabilidad laboral en el territorio: el 58% de la plantilla es temporal —26.000 trabajadores—, recuerda Esther Saavedra, de ELA. La sindicalista añade que antes de la pandemia, en 2019, convocaron tres jornadas de huelga en Atención Primaria, “en los hospitales la mala situación no era tan generalizado, pero ahora las urgencias se ven colapsadas, es un efecto colateral”. Ella también resalta la “actitud impositiva” de la dirección de Osakidetza: “No escuchan”. Todos los sindicatos se han levantado de la mesa sectorial este año, por lo que el diálogo está roto. Plantearon un foro de carácter informativo en un terreno neutral, en el Consejo de Relaciones Laborales. Han convocado a Osakidetza dos veces, no ha acudido ninguna.
Tras la llamada telefónica de ayer entre Rosa Pérez y Adolfo López de Munain, los jefes de servicio han desconvocado las concentraciones previstas para hoy y mañana.