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La salud de las mujeres depende de muchos factores. Por ejemplo, depende de sus circunstancias vitales, de sus recursos materiales y económicos y de la información que tenga en torno a hábitos saludables. En definitiva, de las oportunidades que tienen a lo largo de su vida para cuidar su salud. Pero también depende en gran medida de cómo se abordan los diagnósticos y tratamientos de las enfermedades que las afectan. Sobre todo ello Carme Valls Llobet, política y médica, y autora de Mujeres invisibles para la medicina (Capitán Swing), lleva años divulgando allá donde puede porque si bien las ciencias de la salud han avanzado enormemente en las últimas décadas, más despacio avanza una medicina adaptada a las necesidades de la mujer desde una perspectiva biopsicosocial. Y todo pese a que cada vez existen más datos científicos que encuentran importantes diferencias en el modo de enfermar entre hombres y mujeres, así como en la evolución de las enfermedades o en la eficacia de los fármacos. Mejorar la salud de las mujeres de más de 60 años pasa por la atención a la diferencia; una atención que debe iniciarse desde etapas tempranas.
Vivir más pero viviendo mejor
Dice Carme Valls en Mujeres invisibles para la medicina que a partir de los 50 años “seguimos con el mismo cuerpo que antes, pero sobrecargado por los embarazos, por llevar niños a cuestas o por el trabajo diario”. La vida va pesando, o como escribía Belén García en El cielo de los oblicuos (Errata naturae), “el mundo a veces nos pesa y con ese peso nos vamos doblando, nos vamos torciendo”. Y a medida que nos torcemos, se van desvelando dolencias y enfermedades. La diabetes, la hipertensión, la osteoporosis o el estrés físico y mental son algunas de las patologías más habituales en mujeres mayores de 60 años. Según Valls, hay patologías que no son mortales pero restan calidad de vida, como la osteoporosis —“aquí hay un factor genético importante, el 70% de las mujeres no sufren esta enfermedad”— o la artrosis —“en esta enfermedad influyen mucho las profesiones, por eso es tan importante mantenernos activas, hacer ejercicios funcionales, que nos permitan que no perder movilidad”—.
La diabetes sí tiene incidencia en la morbilidad (aunque queda incluida como causa de la mortalidad cardiovascular), y también tiene una alta prevalencia: entre el 10% y el 15 % de las mujeres de más de 50 años padecen esta patología. Aunque hay un factor genético en algunos casos, Carmen Valls también recuerda que hay un factor adquirido que ha sido poco estudiado en mujeres: la obesidad y el sedentarismo. “Por esto luchamos, para que la mujer haga ejercicio físico, se mueva, y también que mejore su alimentación: que basen su alimentación en frutas, verduras, que tomen proteínas, que reduzcan el consumo de hidratos de carbono”, explica.
Los problemas cardiovasculares son más complicadas de abordar. “A partir de los 70 años hay más insuficiencias cardiacas entre mujeres que en hombres, y aquí se ha planteado que haya una carencia de hierro durante toda la vida de las mujeres. Seguramente hay problemas de morbilidad diferencial que se gestan en la etapa joven de la mujer y que se manifiestan en la etapa adulta”. Es esa atención a la salud de la mujer desde etapas jóvenes en la que más insiste la médica, ya que estos periodos anteriores construyen la base de la salud futura – la salud entendida por la Organización Mundial de la Salud como un “estado de bienestar físico, mental y social”–.
No se trata sólo de vivir más años (las mujeres viven entre 5 y 10 años más que los hombres, en función del país en el que viven) sino de hacerlo en mejores condiciones y de forma autónoma. Y esto pasa por la prevención pero también por el reconocimiento de la diferencia para lograr que la ciencia y los tratamientos aborden los problemas que han permanecido invisibles. ¿Esto está cambiando en las últimas décadas? ¿Hay una mayor conciencia de plantear una medicina adaptada a las necesidades específicas de la mujer? “Está cambiando algo pero muy lentamente. Hay cosas que incluso han retrocedido (como las cuestiones hormonales) pero en otras, como en la salud cardiovascular, sí que se ha avanzado en cuando a la atención a la diferencia. Para que esto llegue a todas las mujeres debe dar el salto de la investigación a las universidades y a atención primaria”, responde Carme Valls.
“Los años que tengamos los hemos de vivir lo mejor posible y una buena alimentación y el ejercicio ayudan mucho. También es muy importante recuperar el deseo y los deseos de vivir. Cada día tiene su guerra y su vida”, afirma Carmen Valls
Su guerra y su vida
A partir de los 60 años, ¿cómo pueden las mujeres mantener una buena salud? Para Valls, mientras hay vida, hay esperanza, pero no hemos de bajar la guardia. “No podemos llegar a los 50 o 60 años pensando que ya no hay nada que debamos hacer. Los años que tengamos los hemos de vivir lo mejor posible y una buena alimentación y el ejercicio ayudan mucho. También es muy importante recuperar el deseo y los deseos de vivir. Cada día tiene su guerra y su vida, y hay que buscar la motivación y buscar el placer. Toda la vida nos han dicho que nos teníamos que sacrificar por los demás y buscar el placer es revolucionario. Y la nutrición, claro, que es tan importante de jóvenes como de mayores. La etapa madura necesita también una correcta alimentación”.
Alimentación saludable, ejercicio, recuperación de nuestros deseos chocan en mucho momentos de la vida con los sentimientos de culpa; que son los grandes agresores de la salud de las mujeres, ya que su cuerpo y su mente se ven constantemente amenazados por el deseo de perfección y las expectativas. Según Valls, llega un momento en el que esto se supera. “Yo siempre lucho contra este sentimiento negativo que hace que muchas mujeres acepten con sumisión demasiadas agresiones y que siempre dependan de los deseos de los demás en lugar de fabricar deseos propios. Esto se puede conseguir después de hacer un trabajo personal y aquí las asociaciones de mujeres tienen un papel muy importante porque comparten los problemas pero también las soluciones”, sostiene.
Violencia machista
Carme Valls: “La medicina también ejerce violencia contra las mujeres”
En esa tendencia a la medicalización, Carme Valls destaca la menopausia que, en los países desarrollados, se trata más como una enfermedad que como un acontecimiento normal y universal
La medicalización del cuerpo de las mujeres
En el envejecimiento influyen múltiples factores: ser hombre o mujer, vivir en un país desarrollado o no desarrollado, tener recursos económicos, materiales, educativos y emocionales, tener o no una buena red familiar y social. Influye también la tendencia de medicalizar en exceso el envejecimiento de las mujeres, algo que solo puede contrarrestarse con la información adecuada sobre el envejecimiento y el cuidado personal. En esa tendencia a la medicalización, Carme Valls destaca la menopausia que, en los países desarrollados, se trata más como una enfermedad que como un acontecimiento normal y universal. “Las investigaciones señalan que la terapia hormonal sustitutiva a dosis alta aumenta el riesgo de cáncer de mama y de infartos de miocardio. No ocurre si la dosis es muy baja pero deberíamos tener más en cuenta poner por delante analizar bien a qué mujeres se les prescriben esas hormonas. Por ejemplo, en el caso de mujeres a las que se les ha extirpado el útero y los ovarios muy jóvenes, claro que necesitan recibir una ayuda hasta los 50 años. Pero mujeres que no tienen este problema, no necesitan este tipo de terapia. Ahora bien, no hay que dejar sufrir a la mujer y llegada la menopausia hay alternativas que debemos buscar a las hormonas para mejorar la calidad de vida cuando ésta empeora”, explica la médica.
Solo hay dos síntomas que se le pueden atribuir a la menopausia: la sequedad vaginal y las sofocaciones, y para ambas hay muchas cosas que se pueden hacer antes de optar por la terapia hormonal como, por ejemplo, un cambio de hábitos
¿Por qué todos los males del envejecimiento se le atribuyen a la menopausia? Según Valls hay un desconocimiento enorme en torno al envejecimiento pero también un miedo enorme a la menopausia que ha fomentado la industria farmacéutica. Destaca la experta que solo hay dos síntomas que se le pueden atribuir a la menopausia: la sequedad vaginal y las sofocaciones, y para ambas hay muchas cosas que se pueden hacer antes de optar por la terapia hormonal como, por ejemplo, un cambio de hábitos. ¿Podemos cambiar la mirada y encontrar ciertas ventajas a esta nueva etapa? Valls tiene claro que sí: con la menopausia mejora la vitalidad, la sexualidad y hasta la sensualidad. “La primera ventaja es la recuperación de la energía corporal. No tiene nada que ver la energía de una mujer de 40 que la de una de 55, y esto se debe a la pérdida de hierro asociada a la menstruación. También el humor mejora, es menos oscilante, está más equilibrado. Además, la menopausia siempre fue una liberación porque las mujeres ya no tenían miedo al embarazo no buscado. De hecho, la evitación de un embarazo no deseado ha llevado a muchas mujeres a relajarse y a recuperar las ganas de pasárselo bien en el sexo. Por tanto, la culpa no es de la menopausia es que nuestro cuerpo tiene ya muchos años a cuestas y hay que escucharlo y cuidarlo para seguir conviviendo con él con los menores achaques posibles”.
La salud mental de las mujeres mayores
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 15% de las personas mayores de 60 años padece con algún trastorno de salud mental. A partir de los 65 años aparecen más trastornos en las mujeres, especialmente por los trastornos depresivos y la ansiedad. Carme Valls cree que hay un sobrediagnóstico y una sobremedicación. “En etapas mayores hay mucha soledad y mucha tristeza pero esto no es una depresión, esto es un problema social. Pasa más en las grandes ciudades que en los pueblos pequeños porque aquí hacen otro tipo de vida, se ayudan entre ellas. Son necesarias otro tipo de soluciones más complejas de abordar. Hay voluntad actualmente de replantear estos temas y no es para menos porque somos uno de los primeros países del mundo prescriptores de sedantes y antidepresivos”, señala.
Que todo sea achacado a la salud mental puede enmascarar otras patologías pero también puede provocar otras, incluso accidentes. “Si por la noche te tomas un fármaco de este tipo por la mañana te cuesta varias horas establecer un cierto equilibrio y esa falta de equilibrio puede desembocar en una caída. Hay que bajar las dosis. En las mujeres, y más aún las mujeres mayores, hay una diferencia importante en la metabolización de los fármacos. A veces con una cuarta parte de la dosis, ya les va bien. Y esto no está estudiado: ni la morbilidad diferencial ni la farmacocinética”, concluye.
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Estaría bien que El Salto se aclarase. ¿De qué mujeres se habla aquí? Supongo que de las hembras humanas, es decir del sexo mujer. Visto así, ¿no os parece absurdo seguir dando la barrila con el género y la autoidentificación? Una mujer es una mujer es una mujer. Lo demás, peligrosa y misógina tontería neoliberal.