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Sáhara Occidental
Llegó la guerra y todo continúa
El viento arrecia y el sol todavía no calienta. La carretera se bifurca entre las wilayas (provincias) de los campamentos de refugiados saharauis: El Aaiún, Auserd, Bojador, Rabuni, Smara y la última y más alejada, Dakhla. Allí se celebra durante los últimos días el XVI Congreso del Frente Polisario, que comenzó el pasado viernes 13 de enero.
El Congreso debe ser convocado con una periodicidad de tres años más un cuarto prorrogable, pero este es especialmente relevante dado que es el primero desde la ruptura del alto el fuego con Marruecos el pasado noviembre de 2020. El último ataque, de hecho, se llevó a cabo en la región liberada de Tifariti, donde Marruecos retomó hace unos días los ataques a civiles con sus drones, concretamente a las afueras del municipio de Bir Tighisit.
El coche de Dad Ejdido voló por los aires la pasada madrugada del jueves 12 de enero. El automóvil quedó destruido y Ejdido murió. No fue el único. El director de la Oficina de Coordinación de la Acción contra las Minas del Sáhara (Smaco), Gaici Nah, afirma que, en solo dos meses, justo después de que el Ejército de Moha1med VI recibiese los famosos drones Bayraktar TB2, Marruecos ya había matado a casi 20 personas. Además de los Bayraktar, posee otros 11 tipos de drones. Todas estas muertes se produjeron fuera de las zonas de guerra.
En el Museo de la resistencia saharaui un militar uniformado camina entre todo tipo de armas, explica que todo lo que está expuesto fue capturado por el Frente Polisario a Marruecos. Las armas proceden de Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Bélgica, España…
En el Museo de la resistencia saharaui, propiedad del Ministerio de Defensa, se amontonan vestigios de guerra. Un militar uniformado camina entre todo tipo de armas, desde tanques, pasando por morteros, hasta ametralladoras y fusiles; es el responsable del museo. A su paso por las diferentes salas, explica que todo lo que está expuesto fue capturado por el Frente Polisario a Marruecos. Al lado les hace compañía un cartel en el que aparece el nombre del arma y el país que la ha fabricado. La lista es amplia: Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Bélgica, España…
El grifo del desierto
Rabuni es la posibilidad de sobrevivir en el exilio del desierto. Todas las wilayas toman sus nombres de las ciudades ocupadas. Todas menos una, la capital: Rabuni. Su nombre es una derivación de la palabra francesa robinet, grifo. Estos campamentos fueron fundados por aquelles que llegaron huyendo de los bombardeos y matanzas (Um Dreiga, Guelta Zemmur, Amgala, Tifariti...) que siguieron a la ocupación del Sahara Occidental por parte del Majzén (círculo de poder marroquí) de Hasan II. “Vinimos miles, pero no llegamos todos. Nunca supimos de mi padre, que era nómada” confiesa Fatimetu Sid Ahmed Bidela.
Ubicados en territorio argelino, se encuentran muy cerca de la frontera del Sáhara Occidental y cuentan con suficiente agua subterránea. “Fueron las mujeres las que tuvieron un papel trascendental en la creación de los campamentos, mientras los hombres estaban en el frente” comenta Suelma Beiruk, ministra de Asuntos Sociales y Promoción de la Mujer. Han pasado ya 46 años y no hay señales de emprender el retorno. En el coche suena la radio. “Es el único medio para la gente que está en el desierto, beduinos, militares…”, explica un periodista saharaui. De fondo, su voz pregrabada.
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Enfrente, un camión de agua aminora la marcha para atravesar el badén del checkpoint. La wilaya que más agua tiene es El Aaiún y la que no tiene en absoluto es Auserd. Hace tiempo, muchas familias tenían su propio pozo —solo hacía falta cavar metro y medio, dos metros. “La mejor es la de Smara”, dice Nih, técnico de sonido y periodista también en la radio. Un vendedor trae ese agua desde los pozos más limpios, que será comprada para preparar té. Los pozos familiares se han dejado de usar, y es que el desierto no frenó el cólera, llegado a través de agua contaminada. El gobierno empezó a extraerla, purificarla y llevarla en camiones. Muchos no escapan, sin embargo, de la corrosión en los dientes que indica la falta de pureza.
“En los campamentos buscamos autoabastecernos y tener la menor dependencia posible, pero seguimos con carencias” dice Buhabeni Yayh, presidente de la Media Luna Saharaui. El Aaiún, la wilaya más grande, ha sufrido cierto éxodo hacia otras provincias. Crecieron dairas (municipios de cada wilaya) como el 27 de febrero —en Bojador—, primero una escuela que fue congregando nuevas casas a su alrededor, hasta tener entidad propia. Otra gente se mudó a Tinduf, la ciudad argelina más cercana, donde las infraestructuras permiten soportar mejor el calor abrasador del verano.
En casa de Abdrhman, imán de la 27 de febrero, las cortinas disimulan la falta de ventanas: que ni el sol entre en verano ni el frío por la noche. Vuelve de la boda de su amigo. “No habrá segundo día de celebración, pues estamos en guerra. Suenan los tambores por un día y eso es bueno. Antes hubiese durado tres días, y hace mucho tiempo, ¡siete!” Bromista, ríe y da la mano sin parar, una y otra vez. “Si los jóvenes quieren pasarlo bien, pueden coger los coches e ir al desierto. Pero no aquí, sus familiares están muriendo en la guerra. Hay que tener respeto”. La boda, de hecho, se celebra entre las casas de los vecinos y no en una enorme jaima. Algo más pequeño.
Crecidos en el exilio
Esos jóvenes son los que salieron a celebrar, con sus coches derrapando, la derrota de la selección de fútbol que supuestamente representaba a todo un continente, Marruecos. Tanto celebraron que uno terminó dando vueltas de campana.
Dos niños de cuatro y cinco años hacen aspavientos, saludan: “Hola, ¿cómo estás?” Da igual que el receptor sea español, francés o alemán. Siempre un “hola, ¿cómo estás?” en castellano. Una niña, detrás, llama a sus primos entre tímida y enfadada. Ella no habla castellano. Tal vez se sienta desplazada.
“La formación es un elemento fundamental en los campamentos”, dice un profesor. En la escuela les niñes estudian hasta la educación secundaria. Otres, más de 7.000, estudian en Argelia, país que cubre todos los costes, explica Buhabeni Yayh. También existen becas para realizar estudios universitarios en países como Argelia o Cuba. “Somos conscientes de que los horizontes de las personas aumentan tras formarse. Muchos vuelven a aplicar sus conocimientos, otros no, pero realizan programas y vienen a trabajar en sus vacaciones para ir aportando” explica Jira Bulahi, ministra de Sanidad.
Para les jóvenes que crecen en los campamentos en territorio argelino, fuera de su nación, la vida pasa y, el tiempo, sienten, les obliga a actuar. Los campamentos han recibido en los últimos días a combatientes o activistas como Sultana Jaya con las banderas en alto.
Guerra nueva, viejos tiempos
“Son muchos los jóvenes que quieren ir a la guerra”, dice un periodista, buen conocedor de los campamentos. Este puede ser su Congreso, cuyo lema reza “Intensificar la lucha armada para expulsar al invasor y culminar la soberanía.”
En el año 2000 la guerra estuvo a punto de volver… a cuenta del Rally París-Dakar. El rey Hasan II murió después de una enfermedad que se creía menos avanzada y su hijo, Mohamed VI, le sucedió. Frente a la estrategia de su predecesor de celebrar un referéndum desvirtuado —con la inscripción de colonos marroquíes—, Mohamed cambió en rotundo los planes: no habría referéndum. Y el Rally, que no había sido consultado con el Frente Polisario, podía ser la excusa para relanzar la guerra. Pero sin apoyo argelino o libio —países que han suministrado armamento al Ejército de liberación— los mandos militares cancelaron la ofensiva en el último momento. La guerra no volvió.
Brahim Gali, secretario del Frente Polisario: “Marruecos violó los acuerdos, con lo que no nos quedó otra vía que retomar las armas. Es un derecho de los pueblos ocupados. La guerra no es un objetivo, sino un medio para garantizar al pueblo saharaui su independencia”
Pero sí lo hizo 20 años más tarde. Brahim Gali, secretario del Frente Polisario, afirma en el marco del Congreso que “Marruecos violó los acuerdos, con lo que no nos quedó otra vía que retomar las armas. Es un derecho de los pueblos ocupados. La guerra no es un objetivo, sino un medio para garantizar al pueblo saharaui su independencia”. Con el anuncio no faltaron los brazos dispuestos a alistarse y combatir. A atravesar uno de los muros más largos del mundo.
Marruecos construyó 2.720 kilómetros de muro para protegerse de las acometidas del Frente Polisario en una guerra que se le iba complicando. Mucho ha pasado desde el alto el fuego de 1991. Con su ruptura en 2020, se suceden las escaramuzas en una guerra de desgaste. La mayor parte del ejército marroquí se aposta en el muro, con el consecuente consumo de recursos empleados a cambio de las riquezas del territorio saharaui.
Mientras desde instancias marroquís se minimizan los efectos de la guerra, por la parte del Polisario el Ministerio de Defensa publica partes de guerra con tono triunfal de bombardeos con artillería sobre el muro o de ataques rápidos con unidades de pocos soldados. Hasta la fecha, no se conoce manera de atravesar definitivamente el muro mientras el ejército marroquí se moderniza y apuesta, en concreto, por los ataques con drones.
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El XVI Congreso está teniendo una óptica muy militar. Con una dirección política copada por miembros presentes desde la propia fundación del Frente Polisario, la contienda del Congreso se personifica entre Brahim Gali y Bachir Mustafa Sayed, ministro de Asuntos Políticos y hermano del histórico líder El Uali. Congresos en los que se ponen en juego los equilibrios entre las diferentes tribus. Gali apuesta por intensificar la guerra de baja intensidad y su rival, Bachir, no se ha pronunciado en contra. Sobre cómo se realizaría —¿más incursiones en Territorios ocupados o suelo marroquí? ¿Ataques en ciudades? ¿Adquisición de drones?— no está claro.
Con más de 370 invitados internacionales y 2.200 congresistas saharauis según la organización, les saharauis celebran su XVI Congreso con el conflicto en el horizonte y la libertad como meta.
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La resistencia a la ocupación marroquí por parte del pueblo saharaui, es de admirar. Han tenido paciencia y han sidl engañados por la comunidad internacional que solo le interesa el beneficio económico de sus corporaciones que operan ilegalmente en el Sáhara Occidental. Ahora la lucha de debe de centrar en esa económia de ocupación, para desgastar al ejército ocupador marroquí y poder penetrar el muro.