Personas refugiadas
Los aitamaris del Aita Mari

El Aita Mari ha renacido como barco de salvamiento. decenas de voluntarios han trabajado en su reconstrucción para salir, a finales de este mes, rumbo a Libia.

Aita Mari
Voluntarios de SMH serigrafian el nuevo nombre del barco Aita Mari. Javi Julio
6 oct 2018 06:25

En el puerto de Pasai Donibane (Gipuzkoa), Eguzki y Lore pintaban el pasado viernes 21 de septiembre una pared del que hasta hace poco era el vivero de proa del Stella Maris, un atunero de jubilación y envejecimiento prematuro. De una vida pasada sepultada entre cajas de pescado y mercancías, el tabique de madera pasaba a lucir formas todavía sin colorear de animales, plantas y un atardecer que le daban un toque más humano al recinto. En unas semanas, este espacio pretende ser la estancia de mujeres y niños que, a través del Mediterráneo, escapan del hambre y la barbarie. Pintando la pared, decían Eguzki y Lore, pretenden hacer la habitación un poco más amable. Ya de paso, la vida también lo parece.

Abandonado en el puerto guipuzcoano de Getaria hasta el pasado mayo, al barco le ocurría lo mismo que a las personas que viven mucho y se cuidan muy poco, y aparentaba mucha más edad de la que en realidad tenía. El antiguo Stella Maris, a sus 17 años, mostraba el aspecto, la sala de máquinas y la pintura de un barco anciano. La mala vida, que pasaba factura. Sin embargo, cuando ya dormitaba en la rampa de salida para el desguace, el viejo atunero resucitó cuando la organización zarauztarra Salvamento Marítimo Humanitario (SMH) se fijó en él para reconvertirlo en el barco de su próxima misión en el Mediterráneo central. Tras meses buscando por los puertos de medio mundo, de tener un barco en Rotterdam casi adquirido, resultó que el futuro navío de la asociación vasca estaba, literalmente, en el pueblo de al lado.

Este no será el primer viaje de SMH, que cuenta con una misión permanente en la isla griega de Chíos y en septiembre de 2017 ya llevó a cabo labores de rescate frente a las costas de Libia de la mano de la ONG andaluza Proemaid. Un año después de esta primera expedición, ambas asociaciones retornan con su proyecto conjunto MayDayTerraneo al mismo lugar. Con los recursos humanos suficientes, el proyecto solo necesitaba de un barco con el que poder operar. Un barco que, tras poco más de 100 días de trabajo, está listo para partir.

Ahora, unos y otros cuentan los días para recibir el permiso de la dirección general de la Marina Mercante y partir del puerto de Pasaia hacia Sevilla, donde recogerán a los voluntarios de Proemaid y, ya desde allí, dirigirse hacia su objetivo. Jornadas que pasan entre penúltimos retoques en el puerto de Pasaia Donibane, pruebas, estrés e impaciencia por parte de unos y de otros.

Aita Mari - Eguzki y Lore
Eguzki y Lore pintan la pared del vivero de proa en el barco. Javi Julio

De Eguzki a Urtzi

Para Eguzki, apoyar la causa de SMH era casi que una obligación con la historia de su familia. De acento venezolano y nombre en euskera, su abuela emigró a Chile y sus padres lo hicieron, posteriormente, a Venezuela. Nació en la Valencia venezolana y al país del que proviene su nombre, a Zarautz, no llegó para quedarse hasta hace dos décadas. 20 años que no han minado, demasiado, su acento venezolano.

“Mi familia ha estado toda la vida de aquí para allá”, explicaba Eguzki, como justificando el sacar unas horas de su tiempo libre como diseñadora web e ilustradora para colaborar en el proyecto de SMH. Al proyecto de reacondicionamiento del Stella Maris llegó mediante un amigo y ella, a su vez, trajo a Lore, con la que formó una pareja perfectamente coordinada ya no solo a la hora de pintar el muro del vivero, sino también en el nombre. El eguzkilore, la planta mitológica de la cultura euskaldun, es la flor que se pone en la puerta de los caseríos para espantar a los espíritus malignos y velar el sueño de los que lo habitan. Eguzki y Lore, a su manera, pintaban la pared para velar por el sueño de los niños y mujeres que van a refugiarse, en unas semanas, en este espacio del Stella Maris.

Como Eguzki, su amigo Pirmin también representa mejor que nadie la marea que mueve al barco con el que SMH y Proemaid buscan llegar a las costas de Libia. En la mañana del sábado 22 de septiembre Pirmin era de los primeros en aparecer por los astilleros pasaitarras de Kai-Alde, donde el barco vasco ultimaba su puesta a punto. Ese día aparecía con Ekain, su hijo, con el que se pasó la mañana pintando primero el babor y, ya al mediodía, la popa del viejo atunero. Lo pintaban de gris, azul y blanco, una nueva piel sobre la verde y desmejorada del Stella Maris, que todavía asoma de cuando en cuando. La colaboración de la familia de Pirmin y Ekain no acaba en ellos: la madre de la familia, encargada de responsabilidad social en una empresa guipuzcoana, consiguió que la compañía costease el transporte de los chalecos salvavidas que se utilizarán en los rescates, donados por una ONG alemana.

Además de la colaboración de los voluntarios, el trabajo de reconstrucción del Stella Maris ha sido posible gracias a la colaboración de instituciones, compañías y anónimos, que han hecho posible recaudar más de 700.000 euros para medicamentos, material sanitario, chalecos, mantas y otras provisiones. La Secretaría de Derechos Humanos y Cooperación del Gobierno Vasco ha aportado 400.000 euros y el resto procede de ayudas municipales, donativos de entidades privadas y aportaciones a la campaña DonaMillas, parte de MayDayTerraneo, que permite que el barco navegue una milla náutica más por cada 34 euros recolectados.

Aita Mari operarios
Operarios del astillero comienzan las obras en el barco. Javi Julio

La reconstrucción del Stella Maris, completada menos de cuatro meses, también se ha desarrollado, en gran parte, gracias a la solidaridad de los diferentes profesionales que han pasado y siguen pasando por los astilleros de Pasaia. La de Urtzi, el carpintero que ha trabajado durante estos meses en el viejo Stella Maris, que “ha cobrado un presupuesto de 50.000 euros cuando ha trabajo, al menos, por valor de 100.000”, tal y como comentan en el barco. También la de los propios trabajadores del astillero Kai-Alde de Pasai Donibane, que acudieron sábados y domingos a trabajar en el barco en sus fases más complejas. Unos y otros han trabajado por la reconstrucción de un barco en el que se había tenido que reemplazar casi todo menos la bocina. En la tarde del lunes 24 de septiembre saltaba la noticia: el fundador de SMH, Iñigo Mijangos, confirmaba que la bocina del Stella Maris no funcionaba. También había que cambiarla.

Los Íñigos

Como todos, las caras más visibles del proyecto también han dejado media o toda una vida a un lado para embarcarse, literal y metafóricamente, en el proyecto Maydayterráneo. Mijangos cuenta que fundó SMH, junto a otros voluntarios, cuando decidieron irse al mar Egeo en plena llegada de migrantes en 2015. En un momento en el que no tenía nada que lo atase profesionalmente, el ahora coordinador fundó la asociación como método para canalizar las ayudas que recibiesen. Ahora, mientras compagina su labor en SMH con los cursos para ser capitán de barco y un trabajo de carácter más estacional, se embarca para su segundo viaje hacia el Mediterráneo.

El otro Íñigo, Gutiérrez, recuerda perfectamente que fueron las imágenes del cadáver del niño kurdo Aylan Kurdi las que le llevaron a ofrecerse como rescatador voluntario en el proyecto de SMH. Instructor de buceo en sus tiempos libres, la oferta de Guti fue rechazada en un primer momento por la asociación de SMH. Tres años después ejerce como vicepresidente de la ONG y lo compagina con su agencia de publicidad gracias a una clientela “comprensiva y buena gente”, tal y como explica entre risas.

Igual que ocurría con los Íñigos, cualquier día a cualquier hora se podía encontrar uno en el barco con Ulises, una de las caras permanentes en la reconstrucción del Stella Maris, donde ha estado durmiendo durante días. Este bonaerense aprovechó que la temporada de socorristas en Argentina había finalizado para cruzar el charco y unirse al proyecto MayDayTerraneo como rescatador voluntario. Su idea original era la de zarpar con el barco y regresar a Argentina. Sin embargo, al final, quizás solo haya venido para participar en su reconstrucción. La primavera austral ya ha comenzado y poder tener que volverse a Argentina antes de que el viejo Stella Maris zarpe hacia Libia. Pese a todo, Ulises no se ha arrepentido en absoluto de su viaje.  

“¿Cómo así que viniste?”, le preguntan. “Vine”, responde Ulises. “Además, no creo que esto vaya a acabar pronto”, puntualiza.

Bajo la cubierta, en la sala de máquinas, Jaume, el maquinista, se afanaba en adecentar unos motores que llevaban sin cuidarse, quizás, desde el primer día que el Stella Maris toco el mar. Con un cepillo de pelos metálicos rascaba aquí y allá, sacando óxido ahora, pintura reseca después. Según sus cálculos, se necesitarán meses para dejar la sala de máquinas en un estado que él considerara óptimo. Pero, si todo sale como se espera, tendrá el tiempo suficiente durante las travesías del barco a través del Mediterráneo.

Mientras sigue rascando a conciencia la pintura oxidada del motor, Jaume, que es uno de los pocos tripulantes profesionales del barco, explicaba sus razones para embarcarse en el antes conocido como Stella Maris: “Prefiero trabajar en un barco así, en el que el objetivo es que la gente no muera en el mar, que para cualquier ricachón que se quiere ir de viaje por ahí”.

Aita Mari noche
Voluntarios de SMH descansan tras un día de trabajo en la cubierta del barco. Javi Julio

Filippo

Ya en la noche del lunes 25 de septiembre, con el frío otoñal comenzando a bajar en el puerto de Pasaia, Filippo se preparaba para su primera noche de la semana en el barco. Enfermero de profesión, italiano y afincado en Navarra, repasaba con Mijangos que el botiquín y la enfermería que ha habilitado el barco para tratar a los refugiados estén en perfecto estado. Comprobaba los medicamentos, los desfibriladores y las camas. Son los últimos días antes de que el barco zarpe de manera definitiva hacia Libia, salida que se espera que tenga lugar en estas primeras semanas de octubre.

A su manera, Filippo también mostraba sus credenciales para embarcar en el primer turno del barco. Además de su profesión, habla tres idiomas: español —básico para hablar con la tripulación—, inglés —con los refugiados— e italiano —“para mandar a tomar por el culo a Salvini”. Además, contaba también que lo de ayudar a los inmigrantes le viene de lejos: “Cuando era pequeño, en Sicilia, veía a muchas personas llegar a las playas y siempre decía que de mayor quería ayudarlos”. Ahora, y después de haber estado ya en la misión de SMH en Chíos, Filippo espera partir hacia su Mediterráneo natal para salvar a las personas que no acogen en su isla.

A diferencia de él, la mayoría de los voluntarios que ha participado en la reconstrucción del Stella Maris no irá en el barco ni se plantea hacerlo. No lo hará Ander, que seguía peleándose con las conexiones en la noche del lunes para que  internet vaya a más de 2 kbps de subida. Sin una buena conexión, los periodistas que acompañarán las misiones de MaydayTerraneo no podrán transmitir al resto del mundo lo que está teniendo lugar a pocos kilómetros de las costas de Europa, uno de los objetivos básicos del proyecto. Tampoco irán en el barco Eguzki y Lore, Pirmin o muchas de las personas que han pasado meses por aquí. El sistema de voluntarios con el que trabaja SMH está sustentado por un razonamiento básico: “Esto no es un proyecto empresarial, es un proyecto de la sociedad y de las personas”, explica Iñigo Mijangos. “El trabajar con voluntarios nos permite no convertir la organización en un objetivo, un fin en sí mismo; cuando ésta ya no haga falta, no tenemos porque seguir sin un sentido que nos haga hacerlo”.

“Este barco es del gobierno y de la sociedad vasca, ahora lo tenemos nosotros, pero no lo consideramos de nuestra propiedad”, sentencia Íñigo Gutiérrez.

José María Zubía

En la misma noche del lunes 25, Filippo comentaba con Iñigo Mijangos y con otros voluntarios la última noticia que había llegado del Mediterráneo Central: Panamá decidía retirarle la bandera de conveniencia al Aquarius y éste debía volver a puerto. Esto implicaba que el Mediterráneo Central quedaba huérfano de barcos de rescate. Quizás, a su llegada, el navío de SMH y Proemaid se convertiría en el único en labores de rescate frente a las costas de Libia.

Las incógnitas, pues, son muchas. Nadie sabe si Malta permitirá dejar en su territorio a las personas rescatadas en el mar, o si el viejo Stella Maris tendrá que regresar hasta Islas Baleares para hacerlo. El barco, que contará con unos 16 tripulantes, podrá recoger hasta 150 personas, pero no podrá navegar muchos días con ellas a bordo. Las soluciones, cuentan, se irán improvisando.

Mientras, en el vivero reconvertido en estancia para niños y mujeres, Eguzki y Lore daban las pinceladas finales a su mural. Ellas y todos los demás protagonistas de la historia, los anónimos que han donado 34 euros para que el barco navegue una milla más y los no tan anónimos son, en cierta manera, los nuevos Aita Mari, ese histórico patrón de pesca del puerto donostiarra que se dedicaba a rescatar a marineros naufragados en la costa de la ciudad. De forma desinteresada, por puro altruismo, José María Zubía, originario de Zumaia, salvó la vida a mucho a las puertas de Donostia. En cierto modo, durante estos meses en el astillero pasaitarra de Kai-Alde, el espíritu del Aita Mari, desaparecido hace 150 años tras salvar a varios náufragos de una galerna, ha revivido.

Aita Mari - chalecos
Miembros de SMH imprimen el nombre del barco a los chalecos salvavidas que utilizarán Javi Julio

El nuevo nombre del Stella Maris, el que simboliza mejor que ninguno el paso de descuidado y espartano atunero a barco de rescate humanitario, no podía ser otro. Un homenaje a los que han dedicado parte de su vida a que este proyecto sea posible, a los que han dado de forma altruista dinero, tiempo y fuerzas. Frente a la omisión criminal de los gobiernos europeos, que siguen viendo como la gente se muere tocando en su puerta, el esfuerzo de muchos Aita Maris. Como no podía ser de otra forma, el nuevo nombre del Stella Maris es Aita Mari.

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Álex Conde
7/10/2018 14:33

Un gran ejemplo... Mucha suerte y espero obtener disponibilidad para el año que viene y volver a trabajar xob vosotros. Enhorabuena SMH!

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0
Tito
7/10/2018 8:58

Todo un ejemplo de lo que se puede llegar a transformar, en este caso un barco.
Espero que sea un grano de arena más para transformar a este mundo y a la humanidad.
Ánimo y fuerza.

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