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Personas refugiadas
Tras el abandono y el deterioro llegó el incendio en el campamento de Moria
Un incendio en el campo de refugiados de Moria terminó el pasado domingo con la vida de una mujer y un niño. Las ONG en terreno achacan lo acaecido a las malas condiciones y al hacinamiento en el que viven las personas en este campo de Lesbos (Grecia).
Un incendio en el campo de personas refugiadas de Moria, en la isla griega de Lesbos, acabó el pasado domingo con la vida, según el Alto Comité de las Naciones Unidas para los Refugiados —ACNUR— de al menos una mujer y un niño.
Desde hace años, varias ONG en terreno llevan denunciando la situación en la que viven los migrantes en Moria, un espacio inicialmente pensado para alrededor de 3.000 personas en el que actualmente malviven más de 10.000.
A pesar de que todavía no hay informaciones oficiales sobre el origen del fuego, Isabel Roue, coordinadora en terreno del proyecto Rowing Together, insiste en que “no se puede hablar de accidente teniendo en cuenta las condiciones en las que vive la gente en Moria”.
Allí, en Moria, vive Zahra, que es natural de Afganistán y lleva en este campo de Lesbos cuatro meses. “La vida aquí es horrible, no hay espacio para tanta gente, en las tiendas no tenemos electricidad y nos vemos obligados a conectar los cables a fusibles y es muy peligroso”, asegura. La escasez de recursos es también, según Zahra, continua: “A veces tenemos que hacer colas de entre cuatro y cinco horas para poder comer y no hay medicinas ni médicos suficientes para tanta gente”.
En agosto, un adolescente afgano perdió la vida durante una pelea en el campo y en septiembre un niño, también afgano, fue atropellado por un camión
Después del incendio acaecido el domingo, las personas refugiadas de Moria comenzaron una serie de manifestaciones contra las condiciones en las que viven. “Estábamos enfadadas, quisimos protestar y la policía comenzó a lanzarnos gas lacrimógeno. A pesar de que les decíamos que había personas que se encontraban mal, continuaron empujándonos y lanzando gas”, asegura Zahra. Isabel Roue afirma que, a pesar de no haber visto en primera persona los presuntos ataques policiales contra las personas refugiadas el pasado domingo, no se sorprende. “Cada vez que hay un problema en el campo, la respuesta es siempre cerrarlo todo y lanzar gas sin tener en cuenta las consecuencias”, cuenta.
Estas no son las primeras muertes que acontecen en Moria en los últimos meses. En agosto, un adolescente afgano perdió la vida durante una pelea en el campo y en septiembre un niño, también afgano, fue atropellado por un camión mientras jugaba en una caja de cartón. ACNUR ha alertado en varias ocasiones al gobierno griego sobre la situación en este campo de Lesbos y ha instado a transferir lo más rápido posible a personas a tierra firme en Grecia.
Alessio Barberio, psiquiatra clínico especializado en emergencias psiquiátricas, declaró en un informe para la ONG Médicos Sin Fronteras que, en todos sus años de carrera, nunca vio a un número de gente tan amplio “sufrir problemas mentales tan serios como los refugiados de la isla de Lesbos”. En su informe asegura que muchos de ellos “no pueden desarrollar las necesidades vitales más básicas como comer, dormir, mantener higiene personal y comunicarse”. Desde Médicos Sin Fronteras ya se alertaba en un comunicado en septiembre del pasado año sobre niños y adolescentes que han intentado suicidarse o auto-lesionarse durante el tiempo que viven en Moria.
Tras el incendio, el gobierno griego anunció el pasado lunes, después de un Consejo de Ministros, su intención de aumentar las devoluciones de personas refugiadas a Turquía desde las islas griegas. Desde Atenas también se declaró que se establecerán “centros pre-salida” para las personas que hayan entrado en Grecia ilegalmente, no tengan derecho asilo o para aquellos cuya solicitud haya sido rechazada.
Sin embargo, desde Amnistía Internacional han hecho hincapié en varios informes que Turquía no es un país seguro. El acuerdo de la Unión Europea-Turquía para frenar el flujo migratorio hacia Europa se basa en la afirmación de que Turquía es un país seguro para los refugiados, pero, según Amnistía Internacional, esta afirmación es “insostenible ya que no tiene un sistema de asilo plenamente operativo”. Esta ONG afirma que en Turquía no se proporciona “la protección íntegra que exige la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, ni garantiza en principio de no devolución, que prohíbe devolver a nadie a un país donde corra verdadero peligro de sufrir violaciones graves de derechos humanos.”
En lo que va de año, 35.848 migrantes llegaron a territorio griego por vía marítima, de los cuales, 16.075 lo hicieron a la isla de Lesbos, según datos de ACNUR. La principal nacionalidad de origen de las personas a Europa por el mar Egeo es Afganistán, seguida de Siria, La República Democrática del Congo, Iraq y Palestina.
Las personas refugiadas que viven en Moria están cansadas y enfadadas. “Mi madre estuvo llorando y rezando toda la noche. Nos queríamos manifestar, pero los policías no nos dejaban estar en grupos de más de cuatro personas para impedírnoslo”, cuenta Zahra. Para Isabel Roue, lo que está ocurriendo en Lesbos es un “abandono total de la situación” e insiste en la “negligencia por parte de Europa”.
El viaje para las personas que huyen de la guerra, la represión y la pobreza no termina tras pisar territorio europeo. Zahra sigue en Moria, ni ella ni nadie sabe por cuánto tiempo más, ni tampoco lo que le espera después.
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