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Inteligencia artificial
Vuelve el PAN, integral, pero sin IA
Una botella de agua por cada e-mail de 100 palabras.
Una absurda competición por la incompetencia digitalizada habría movido a miles de empresas a llenarse la boca de “inteligencia artificial” y todas sus variantes. CEOs, CISOs y otros cés que viven en sus mundos flotantes digitales vomitan discursos sin sentido (generados por sus preciadas y caras adquisiciones) para defender el ruido más tóxico de la historia de Internet.
Cada pequeña palabra medio pegada a la siguiente o cada pixel, está goteando.
Desde la aparición del chatbot ChatGPT de Open AI en 2022, millones de personas han estado utilizando las aplicaciones de esta compañía, y otras similares. La IA ha sido presentada como el inexorable paso al “futuro”, ese único futuro irremediable, al parecer, según las grandes empresas y sus dóciles fieles, los techbros. En un momento de crisis climática aparece una de las tecnologías más dañinas para la sostenibilidad. Incluso empresas como Google o Amazon, que estaban intentando mantener una falsa apariencia de aliados por la lucha en la soistenibilidad comprando apoyos por la investigación de la huella de carbono o plantando árboles aquí y allá, han hecho cálculos para descubrir que con su nuevo modelo zombie-artificial, son incapaces de compensar su huella de suciedad digital.
Aunque calcular con exactitud la huella climática de chatgpt y otras aplicaciones es una odisea casi imposible, investigadoras de la Universidad de California junto a periodistas del Washington Post han hecho un informe en marzo de 2023 para demostrarnos que, para empezar, estamos tirando una botella de agua por cada 100 palabras que generemos con GPT-4. Ese cálculo aumenta para multiplicarse por las personas que lo hayan utilizado aproximadamente, la cantidad y la frecuencia. Apuntan, además, que el coste puede aumentar si tenemos en cuenta las monstruosidades de centros de datos masivos que se construyen en sitios de clima caliente.
'Tu nube seca mi río' es un colectivo español que explica algunos de estos impactos absurdos. Uno de esos colectivos que lucha por hacernos ver otros futuros, por oponerse a un futuro según algunos irremediable. Como una gran ofrenda religiosa al neoliberalismo digital, el bienestar de todas por un puñado de techbros sonriendo hasta partirse la boca. Gracias a ellas, y a otros colectivos similares, aún estamos a tiempo de meter a esos CEO, CISO e IAs en su búnker, repitiéndose mantras artificiales mientras nosotras recuperamos nuestros espacios digitales.