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Portugal
Las elecciones legislativas en Portugal podrían acabar con siete años de gobierno socialista
El pasado octubre de 2021, y por primera vez en la historia de su democracia, Portugal se vio abocada a convocar unas elecciones anticipadas tras el rechazo del Parlamento a los presupuestos presentados por el Gobierno. Nunca un Ejecutivo se había atrevido a presentar un Orçamento de Estado (Presupuestos Generales) sin la certeza de que sería aprobado en primera o segunda votación, ya fuera por tener mayoría absoluta, ya por contar con los suficientes apoyos entre el resto de los grupos de la oposición.
Esta vez, ni siquiera los partidos de izquierda que, supuestamente, llevaban desde 2019 apoyando al Gobierno de António Costa secundaron el texto económico para 2022, lo que empujó al presidente de la república, Marcelo Rebelo de Sousa, a disolver el Parlamento y convocar elecciones para el 30 de enero de 2022.
Una vez más, y ya van tres —junto a las presidenciales de junio de 2021 y las autonómicas del mismo año—, el país encara otras elecciones marcadas por la pandemia: medidas de seguridad anti-covid, nuevo récord de solicitud de votos anticipados, la conocida como “bazuka” europea, o Plan de Recuperación y Resiliencia, sobrevolando sobre toda la campaña, o el fantasma de la abstención por el miedo de muchos electores a las aglomeraciones.
La cita electoral arranca este domingo, aunque un total de 315.785 ciudadanos ya votaron de forma anticipada —frente a los 50.000 de 2019—, y el escenario podría resumirse en una sola palabra: incertidumbre. Veamos cómo están las apuestas.
La quimera de la mayoría absoluta
En octubre de 2021, cuando el socialista António Costa y sus socios parlamentarios, el Bloco de Esquerda y los comunistas del PCP, fueron incapaces de entenderse y abocaron al país a elecciones anticipadas, no había duda de que había una posibilidad real de que el Partido Socialista consiguiera la mayoría absoluta. De un total de 230 diputados, los socialistas contaban desde 2019 con 108 asientos, a tan solo ocho de los 116 necesarios para poder gobernar en solitario.
El principal partido de la oposición, el Partido Social Demócrata, capitaneado por Rui Rio, permanecía a la zaga con 79 asientos y sin esperanza de mejora, según todas las encuestas. Aunque el principal desafío para Rio no era tanto conseguir un significativo repunte de votos para su partido como encontrar un socio con quien aliarse en el Parlamento para, aun sin alcanzar la mayoría absoluta, viabilizar un futuro gobierno conservador.
La distancia en intención de voto entre el Partido Socialista y el Partido Social Demócrata ha ido acortándose en los sucesivos sondeos electorales hasta quedarse en un indiscutible empate técnico
Tres meses después, los vientos políticos del país no han soplado a favor de los socialistas, y la distancia en intención de voto entre ambos partidos, Partido Socialista y Partido Social Demócrata, ha ido acortándose en los sucesivos sondeos electorales hasta quedarse en un indiscutible empate técnico. Hoy, ni António Costa ni Rui Rio se atreven a soñar con poder gobernar en solitario, por lo que, sean cuales sean los resultados, los pactos de gobernabilidad a izquierda o derecha del hemiciclo parecen ya inevitables.
La batalla por la tercera posición
Si nos atenemos a la disposición actual de la Assembleia da República (Parlamento), siete partidos pueden ayudar a socialistas o socialdemócratas a viabilizar un futuro gobierno en Portugal, por orden de representación: el Bloco de Esquerda (BE) —con Catarina Martins como candidata y con 19 escaños actualmente—, la Coaligação Democrática Unida (CDU) —coalición formada por el Partido Comunista Portugués (PCP) y Os Verdes, y con 12 asientos—, el Centro Democrático Social —en coalición con el Partido Popular (CDS/PP), y que en estas elecciones se juega la propia existencia si pierde sus cinco representantes en la Assembleia—, el Partido Animales y Naturaleza —con tres parlamentarios—, el partido de extrema derecha CHEGA —liderado por el populista André Ventura y que, si bien cuenta desde 2019 con un solo escaño, todo apunta a que experimentará una subida considerable—, la Iniciativa Liberal —con un escaño— y dos diputadas independientes, una proveniente del partido LIVRE, de izquierdas, ecologista y europeísta, y otra del PAN.
La absoluta falta de entendimiento mostrado en los últimos años entre toda la izquierda no apunta a la reunificación
Un pacto de las izquierdas es posible, aunque la absoluta falta de entendimiento mostrado en los últimos años entre toda la izquierda no apunta a la reunificación. De hecho, ya desde antes de las elecciones de 2019, el Gobierno socialista se distanció sutilmente de sus socios parlamentarios y comenzó a apoyarse en el PSD para sacar adelante diferentes proyectos rechazados por bloquistas y comunistas: el proceso de descentralización administrativa, la posición portuguesa ante la Unión Europea para los fondos estructurales de 2030, leyes sobre videovigilancia policial e incluso importantes normativas en materia laboral pasaron el visto bueno del Parlamento gracias al alineamiento entre el PS y el PSD.
Catarina Martins, líder del Bloco de Esquerda, ya ofreció una reunión a dos bandas a António Costa para el mismo día 31, una pipa de la paz que, sin embargo, fue recibida de forma fría por los socialistas. Todo dependerá de los resultados de cada partido, cuán reforzados o debilitados salgan una vez se compute el último voto. En el mismo sentido se podría hablar de la CDU, del PAN y de Livre: ninguno ha cerrado la puerta a un posible acuerdo con los socialistas, pero cada uno tendrá que jugar con las cartas que le repartan los portugueses.
El PSD de Rui Rio lleva toda la campaña eludiendo la pregunta de qué hará si un futuro Gobierno conservador sólo es posible con el apoyo del partido de extrema derecha CHEGA
A la derecha del hemiciclo, los pactos pueden resultar aún más complicados, si cabe. El PSD de Rui Rio lleva toda la campaña eludiendo la gran pregunta: qué hará si un futuro Gobierno conservador sólo es posible con el apoyo del partido de extrema derecha CHEGA. La cuestión no es baladí, porque, por un lado, la extrema derecha de André Ventura amenaza con convertirse en la tercera fuerza en el Parlamento, por delante no solo del Bloco y de los Comunistas, sino también de los conservadores del CDS y de Iniciativa Liberal. Por otro, porque gobernar con Ventura sería gobernar con un político bolsonarizado, que invitó a la diputada de origen bisauguineana Joacine Katar Moreira a volver a su país, que carga constantemente contra la comunidad gitana o que defiende la castración química para pedófilos.
La otra posibilidad sería que entre el CDS e Iniciativa Liberal sumaran tantos votos como para ser, por sí solos, suficientes para formar un Gobierno en mayoría junto al PSD. Esta hipótesis, aunque poco probable, sería la que podría tanto viabilizar un gobierno conservador como salvar la imagen y credibilidad de los socialdemócratas.
La lógica política y parlamentaria apunta, a priori, a que los posibles pactos de gobierno solo podrán darse entre partidos del mismo espectro ideológico. Por un lado, y según la disposición actual parlamentaria, el PS, el Bloco de Esquerda, la CDU, el PAN y los dos independientes; por otro, el PSD, la CDS, CHEGA e Iniciativa Liberal.
En marzo de 2020, ante el desastre que se avecinaba con la pandemia, Rui Rio pronunció su famoso alegato en apoyo de António Costa: “En todo lo que podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervio de acero y mucha suerte, porque su suerte es nuestra suerte”
Lo que ocurre es que, por regla general, en la mentalidad portuguesa siempre ha prevalecido, hasta ahora, una pequeña pero funcional preferencia por la estabilidad y la gobernabilidad. De esta relativa lealtad ante quien está gobernando fue el mundo testigo cuando, en marzo de 2020, y ante el desastre que se avecinaba con la pandemia, Rui Rio pronunció su famoso alegato en apoyo de António Costa: “En todo lo que podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervio de acero y mucha suerte, porque su suerte es nuestra suerte”. Y en el mismo sentido se ha pronunciado en varias ocasiones durante esta campaña: si el PSD no consiguiera generar una mayoría de gobierno, podría apoyar a António Costa para viabilizar un Ejecutivo socialista en minoría. Suena a fantasía, pero así se las gastan algunos políticos portugueses.
Después de dos semanas frenéticas de campaña electoral, de 31 debates televisados cara a cara entre los nueve candidatos, de dos debates entre los partidos con representación parlamentaria, de otro debate entre 12 partidos sin representación, y de diferentes sondeos con vocación de montaña rusa, pocos mensajes quedan ya por transmitir a los portugueses.
Está en juego que en los próximos y decisivos cuatro años Portugal sea gobernado por una coalición de izquierdas o por una coalición conservadora apoyada, posiblemente, por un partido de extrema derecha
En juego están los 16.600 millones, entre préstamos y subvenciones, que el país podrá gastar del Plan de Recuperación y Resiliencia europeo; el rescate a la aerolínea pública TAP, que podría llevarse 3.200 millones de esa ayuda, y que muchos reclaman para sanidad o educación; la emergencia habitacional que sufren ciudades como Oporto o Lisboa; la crisis sanitaria… Está en juego, en definitiva, que en los próximos y decisivos cuatro años el país sea gobernado por una coalición de izquierdas o por una coalición conservadora apoyada, posiblemente, por un partido de extrema derecha.