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Insumisión
La chimenea de la Insumisión
A José Manuel López Blanco (†2022),
que ya estaba allí
Hace pocos meses me encontré con varias personas de la Asamblea Antimilitarista de Madrid, del MOC (Movimiento de Objeción de Conciencia). Aparte de llevarme sus aportaciones para aquello que nos convocaba (promover la desobediencia civil y la acción directa noviolenta en los campamentos de activismo organizados por NOVACT y Greenpeace) me entregaron también un bonito reencuentro personal con tiempos pasados.
Me suena, me cuadra, fue en 1992, en 1990… finalmente acordamos (por unanimidad, desde luego) que fue en 1989 cuando se pintó por primera vez la chimenea del Campo del Gas, un emblema de la INSUMISIÓN, esa chimenea del Rastro que nuestra generación seguro que recuerda. La pintamos jóvenes del MOC de Carabanchel, dos mujeres y cuatro hombres si no recuerdo mal, un domingo con la plaza llena de gente, mañana de Rastro. De aquella época no quedan registros digitales, pero sí carteras, bolsas, papeles y cajas que acumulan polvo en algún armario, y claro… me puse a buscar y aparecieron los vestigios del 25 de junio de 1989. Según el dibujo pintado en mi agenda quedamos a las 9.30 h. en el metro Puerta de Toledo.
Ya nos habíamos agenciado una de aquellas escaleras de dos tramos de Telefónica, que alguien había cambiado de lugar (¿tenían cadena?, qué mala memoria tengo) para que en esa primera hora nos sirviese para salvar los aproximadamente cinco metros hasta los primeros escalones de hierro de la chimenea. Los escalones tenían un ancho similar a la distancia que separaba cada uno de ellos, por lo que era fácil imaginar un cuadrado. Y también era fácil imaginar sendos cuadrados similares a derecha e izquierda, por lo que nos habían regalado una plantilla de cuadrículas de tres de ancho por… mucho de alto. Una plantilla para que pintar INSUMISIÓN fuese fácil (si sabes contar): letras cuadraditas, grandes, proporcionadas… qué fácil era imaginarlo…
Y aunque no era mucho, necesitaríamos algo de material, además de la escalera cambiada de sitio: pintura, brochas, arneses caseros, monos o ropa (preferiblemente para no volver a ser utilizada)… poco más, o poco más aporta mi memoria. Pero sí recuerdo las cartulinas color rosa (una cartulina muy parecida a la de los antiguos carnets de conducir) con forma de chimenea, con la palabra INSUMISIÓN de una parte, y en el reverso “BONO APOYO - INSUMISION – MILI NO – MOC” y por supuesto, la flor con un casco miliar como tiesto. Con 20 duros por bono reunimos el material necesario.
No recuerdo ningún tipo de planificación ni apoyo legal más allá de que seguramente nos detendrían, cosa que después no ocurrió
Poco podría importarnos en una época en la que dos años, cuatro meses y un día era una cifra frecuente, en algunos casos mayor, y en otros te daban boleto porque no había sitio para tantos. Nos fuimos inventando palabras para mostrar nuestro rechazo al Servicio Militar y al ejército: insumisión, reobjeción, autoinculpación, objeción a la PSS… Y en esa estrategia implicábamos a personas que no estaban afectadas por el secuestro legal que suponía a los varones jóvenes dedicar doce meses de tu vida al entrenamiento militar (y a muchas tonterías más). En esa estrategia, era especialmente icónico el significado de la INSUMISIÓN: no nos sometían, no nos conformábamos con rechazar el Servicio Militar, rechazábamos y rechazamos la esencia de que nuestra sociedad tenga estructuras organizadas, costosas e injustas para matar y para mantener privilegios dentro y fuera de nuestras fronteras.
Era especialmente icónico el significado de la INSUMISIÓN: no nos sometían, no nos conformábamos con rechazar el Servicio Militar, rechazábamos la esencia de que nuestra sociedad tenga estructuras organizadas para matar
Tiempo después desapareció el Servicio Militar. Curiosamente, fue el gobierno del PP quien se atrevió a dar el paso. A veces pensamos que las cosas son imposibles de cambiar, y lamentablemente muchas permanecen inmutables durante el periodo de nuestras vidas. Pero algunas veces tenemos pequeños (o grandes) triunfos que no hubiéramos pensado posibles, y que nunca se habrían producido si no hubiera personas que se organizan, se arriesgan y trabajan para que se produzcan cambios, con muchos golpes, muchos días de cárcel, muchas horas de trabajo, muchas reuniones, muchos escritos, muchas convocatorias y muchos recursos empleados.
Yo quedé fuera por mucho tiempo de la desobediencia civil, de asumir el riesgo de que dañen tu cuerpo, tu vida, tu patrimonio o tus proyectos para conseguir derribar instituciones o leyes injustas. Ahora estoy, en alguna forma, de vuelta, y van y me piden los que nunca lo dejaron que escriba estos recuerdos.
Escribo con el síndrome del impostor, sin saber cómo hablar de la chimenea sin recurrir a los recuerdos de abuelo cebolleta, y más cuando miro a mujeres y hombres que llevan décadas, de forma ininterrumpida, desobedeciendo y resistiendo. Tendremos que convertir el recuerdo en compromiso porque aún tenemos ejército, gastos militares, sociedades injustas y desiguales, emergencia climática, crisis medioambiental, patriarcado e infinitos motivos más para movilizarnos.Tendremos que convertir el recuerdo en compromiso porque aún tenemos ejército, gastos militares, sociedades injustas y desiguales, emergencia climática, patriarcado e infinitos motivos más para movilizarnos
Bueno, supongo que tiene sentido celebrar y hacer memoria. Maripi, José Manuel, Juanjo, ¿Quique?... Seguro que en este proceso las memorias del resto permitan reconstruir quiénes estuvimos allí, recuperar las fotos y renovar definitivamente (quienes lo interrumpimos) el compromiso y la fuerza de la desobediencia civil y la acción directa noviolenta. Seguimos soñando con un mundo sin ejércitos y sin injusticias.