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Andalucismo
La juventud andaluza ante el pulso de Europa
Andalucía necesita de su juventud, decía Blas Infante, y estaba en lo cierto. Los jóvenes andaluces somos esenciales, necesarios, para construir una sociedad presente y futura que sea consciente de la realidad cultural y la identidad social de nuestro pueblo.
Nosotros, juventud destinada al exilio y a la emigración, somos protagonistas del máximo exponente del abandono histórico y continuado que esta tierra ha sufrido: Nosotros, jóvenes andaluces, o abandonamos nuestros pueblos, familias y hogares, o nos quedará un futuro de precariedad, inestabilidad y falta de conciencia. Y es que diversas son las deficiencias que sufre la juventud del pueblo andaluz y que manifiestan una necesaria presencia política que sea capaz de reivindicar los cambios sociales desde todos los estrados de las diversas instituciones útiles para tales fines. Y sí, también desde el Parlamento Europeo, donde los jóvenes andaluces nos jugamos mucho.
Esta hipérbole no es una simple figura literaria de expresión exagerada, es una realidad fáctica y consciente de que el futuro de nuestra juventud depende de ello, de todo lo que nos jugamos. En Europa, más allá de la vaguedad populista de políticas agrarias (no por ello menos importante para el sector agrícola y ganadero de Andalucía), existen competencias como la política monetaria, aduanera, o sectores como el Espacio de Libertad, Seguridad y Justicia, la libre circulación de trabajadores, los diversos reglamentos en cooperación jurídica internacional o los grandes retos medioambientales a los que nos enfrentamos, en los que el pueblo andaluz debe tener capacidad de valoración y gestión, más allá del protagonismo de los grandes partidos centralistas del Estado español. Los jóvenes de Andalucía, a través de una representación andalucista en el Parlamento Europeo, debemos sentarnos en la mesa de debate donde se fragua el mañana de nuestras vidas profesionales y personales. Que los libros verdes de las instituciones europeas, sean libros verdiblancos, llenos de paz y esperanza y que nos concedan eficaces remedios para la salvación de Andalucía.
En este sentido, es inconcebible que, a día de hoy, seamos nosotros quienes protagonicemos los peores datos de informes como el último PISA, que a más al sur nos encontremos, empeoran, en el que a un nivel medio de la OCDE de 472, en ciencias como las matemáticas, Andalucía se encuentra muy por debajo, en 457, a la cola del ranking de las diversas Comunidades Autónomas, y por supuesto muy por debajo del resto de Estados miembros de la Unión Europea. Y no, no se debe a una falta de inteligencia sino a la falta de una política educativa que fomente un éxito y no un fracaso escolar, en otras palabras, necesitamos más inversión económica.
En un análisis comparado, la situación laboral en nuestro territorio es gravemente desigual respecto al resto de la Unión Europea, más allá de Despeñaperros. El desempleo Comunitario se sitúa en una media del 6,4% frente al 17,6% andaluz, datos que se incrementan exponencialmente cuando somos jóvenes, a nivel de la UE un 11,6% frente al 40% de Andalucía, que aumenta todavía más cuando los jóvenes son menores de 20 años, en el que más de la mitad de los andaluces en búsqueda activa de empleo se encuentran en paro. Datos muy tristes y desesperados que manifiestan la existencia de un dilema al que hay que darle urgente solución, y no, no es el turismo ni la precariedad laboral, porque Andalucía debe dejar de ser el cortijo de unos pocos, el campo de golf de los burgueses y el parque temático de quienes convierten nuestras ciudades en el escenario de despedidas de solteros y festividades sin sentido.
Los jóvenes tenemos un papel importante, sabernos sujetos irremplazables en la proyección política, jurídica y social de nuestra nacionalidad histórica. A este respecto, dos son las cuestiones a tener en cuenta para que el Ideal Andaluztriunfe: conciencia de clase y de pueblo, siguiendo la tesis del andalucista e investigador Pepe Aumente. Por un lado, conciencia de clase, es decir, compartir la realidad de que el pueblo andaluz es un pueblo trabajador, precario y proletariado. La precariedad, con sus graves consecuencias, negativas para la salud y estabilidad del trabajador, está manifestada en trabajos de temporada, sometidos a un fuerte estrés y al servicio de la hostelería, principalmente en territorios vendidos al turismo, como Málaga, Sevilla o Granada, porque un universitario sin recursos la única forma que tiene de pagarse sus estudios es currando de sol a sol en un chiringuito de cualquier playa paradisiaca. Por otro, conciencia de pueblo, reivindicarnos orgullosos de un pasado glorioso en el que Andalucía llegó a ser la capital cultural de occidente, cuna de civilizaciones y de gloriosos personajes históricos, además de reclamar la identidad singular y propia de nuestra gente, una identidad que es nacionalidad histórica, y así lo refleja nuestro Estatuto de Autonomía, conquistado por las luchas sociales.
Que Andalucía se tome en cuenta en el ejercicio de las políticas medioambientales también es esencial, un ejemplo es la reciente situación de Doñana y el incumplimiento por parte del Gobierno de Moreno Bonilla de la Directiva Marco del Agua, afectando a los acuíferos y a la reserva natural de sus aguas. De hecho, yo mismo presenté una Petición ante el Parlamento Europeo, demostrando que la juventud andaluza tiene intenciones y preocupaciones en políticas europeísta. Esta, con el número 0485/2023, fue declarada admisible por la Comisión de Peticiones de dicha institución europea, aunque, a posteriori, la Junta de Andalucía retrocedió y tomó ciertas medidas, tras presiones, para sobrellevar la situación medioambiental en el Parque Nacional.
Por todo ello, ante este paradigma de desesperanza, el pasado nos ofrece ejemplos a seguir, un horizonte futuro con una vista recta al sentimiento del cuatro de diciembre de 1977, aprender de la lucha que nuestros padres defendieron, aquellos años de aspiraciones para el autogobierno andaluz. Ahora, de nuevo, es urgente desempolvar nuestras banderas verdiblancas, sacar la arbonaida para reclamar progreso social, seguimos con los mismos obstáculos, misma exclusión social, desempleo, precariedad, índices de calidad de vida, los mayores números de emigración del Estado, los peores datos en abandono escolar, el mayor número de ciudades y barrios pobres… Tú y yo, andaluz, sabemos y conocemos nuestras deficiencias, tú y yo sabemos que tenemos un problema, que debemos resolverlo y que la única respuesta es el grito de reivindicar un poder andaluz, en Sevilla, en Madrid y en Estrasburgo. Un poder que garantice nuestra voz, nuestra lucha, las inquietudes de ocho millones de europeos situados al sur del continente.