We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Estos días estamos viviendo un conflicto diplomático entre España y México en torno a la toma de posesión de la primera presidenta de México Claudia Sheinbaum. El conflicto estalla porque el Gobierno mexicano ha enviado una carta de invitación al presidente del Gobierno Pedro Sánchez en la que no se invita al monarca español Felipe IV. La asistencia de Felipe VI a las inauguraciones en América Latina había sido una práctica habitual que muestra parte de la colaboración entre las élites poscoloniales latinoamericanas y la monarquía española como bloque diplomático del capitalismo español. Ante la exclusión del monarca español, el gobierno PSOE-Sumar ha decidido no enviar ninguna representación diplomática a la investidura del nuevo presidente de México, lo que ha ampliado el conflicto diplomático a un conflicto cultural.
Las tensiones entre la monarquía española y los gobiernos latinoamericanos se iniciaron con los presidentes de la llamada «década ganada latinoamericana» y una generación de presidentes que plantaron cara a las políticas neoliberales y a la injerencia norteamericana y europea. En 2007, ante una XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado, en Santiago de Chile, en una acalorada discusión entre Hugo Chávez y José Luis Rodríguez Zapatero, el monarca Juan Carlos I lanzó un desafiante «¡Por qué no te callas! al comandante Hugo Chávez, que provocó el primer conflicto diplomático entre un país latinoamericano y la Monarquía española. El trasfondo fue el apoyo dado por José María Aznar al golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002.
En 2019, el presidente mexicano López Obrador envió una carta al monarca Felipe VI pidiéndole que reconociera los crímenes coloniales perpetuados por los españoles en la conquista de América y durante los siglos de dominación colonial. La Casa Real española no sólo no respondió a la carta, sino que la filtró a la prensa, provocando un fuerte desencuentro entre la Casa Real española y el Gobierno mexicano. En 2019, durante la ceremonia de investidura del presidente Gustavo Petro, las autoridades colombianas sacaron en la ceremonia la Espada de Bolívar, símbolo de la independencia y soberanía nacional de Colombia, y de las naciones latinoamericanas en su conjunto. En el momento en que la espada de Bolívar apareció en la ceremonia, todos los presentes se pusieron en pie, excepto el Monarca, en una reacción de desprecio a la ceremonia, al símbolo de la espada de Bolívar y a lo que representa en términos de soberanía nacional.
En 2021, durante la toma de posesión de Pedro Castillo, el nuevo presidente de Perú cargó duramente contra la monarquía española en su discurso de investidura frente a Felipe VI, lo que provocó diferentes reacciones imperialistas de sectores de la ultraderecha y dirigentes de VOX.
Todo ello ha provocado un nuevo resurgimiento del siempre abortado debate postcolonial en España. La negativa de México a invitar a Felipe VI ha provocado que los partidos del Gobierno (PSOE-Sumar) cierren filas en torno a la gravedad de la exclusión del monarca, lo que hace, según ellos, inadmisible la participación de miembros del Gobierno en la ceremonia de investidura de Claudia Sheinbaum. En la dimensión cultural, el pasado miércoles 25 de septiembre, día en que estalló el conflicto diplomático en la televisión pública, Javier Fortes invitó como historiador y especialista a Javier Santamarta, quien acudió a la televisión pública para difundir la narrativa de la nueva corriente imperiofílica española, una corriente intelectual de nostalgia imperial española que data de la década pasada y que bebe de las respuestas ultrarreaccionarias en Estados Unidos y Europa Occidental. En 2016 Elvira Roca Barea publicó su ya manual de divulgadores de la historia colonial, Imperiofobia y leyenda negra. En 2017 Bruce Gilley publicó The Case for Colonialism en Third World Quarterly, que fue retirado y posteriormente publicado en Academic Questions. Era una defensa académica del colonialismo y sus aspectos positivos en términos civilizatorios, económicos y culturales. Ambas respuestas son dos pilares de la nueva ola reaccionaria de afirmación colonial e imperial que surge tras más de medio siglo de movimientos anticoloniales y varias décadas de emergencias poscoloniales en la cultura, la literatura y la universidad. En el caso español, además, hay una particularidad, y es que fue el único régimen autoritario en Europa que nació de un golpe de Estado dirigido por militares coloniales, que trasladaron a la península las lógicas de la guerra colonial a nivel militar, cultural, político, tanto en las instituciones como en las Universidades y en el sentido común de España en una visión global del mundo. Además, los militares coloniales que construyeron el régimen de 1939 restauraron una monarquía profundamente colonial que había sido el vehículo de todos los intereses coloniales del capitalismo español en los últimos trescientos años. En el caso español, por tanto, el legado colonial es también, pero no sólo, un legado de la dictadura.
A pesar de la evidente conexión entre el proyecto colonial español y la dictadura militar franquista en la España actual, las fuerzas progresistas no han desarrollado una posición propia crítica con los legados del colonialismo. Podemos ha entendido durante años, a través de su solidaridad con los gobiernos latinoamericanos, la importancia de la restitución y las reparaciones coloniales tanto en América Latina como en el mundo árabe. Por otro lado, las naciones sin Estado, o al menos los sectores progresistas siempre han sido críticos con los discursos imperialistas españoles porque las naciones oprimidas también forman parte de esa larga historia colonial española que ha reproducido en la península las lógicas de dominación colonial con formas de opresión nacional, lingüística, territorial y de clase.
Pero aun así, lo que ha sido tan evidente para historiadores británicos como Paul Preston y su The Spanish Holocaust.Hatred and Extermination in the Civil War and After o Sebastian Balfour y su Deadly Embrace: De la guerra colonial a la guerra civil en España y Marruecos (1909-1939) aún no ha sido reconocido por el conjunto de la historiografía española. Preston reconoce que Franco no era un fascista, sino algo peor, un africanista, es decir, un militar colonial. Balfour desglosa en su obra cómo la guerra civil fue una prolongación del conflicto militar colonial que se venía desarrollando en el Protectorado desde las primeras décadas del siglo XX.
Es decir, el carácter colonial del franquismo y la reproducción del sentido común imperial en todas las instituciones culturales y académicas del Estado como museos, universidades, el CSIC y todo el entramado de aparatos ideológicos del Estado como las Academias de la Historia, Fundaciones, Institutos o entidades privadas financiadas por el Estado.
Pero no sólo la historiografía británica, también la mexicana entiende la naturaleza del Imperio decadente que sigue imprimiendo a las instituciones culturales y académicas del Estado español. Esa fue también la tarea de los filósofos, intelectuales, científicos y profesores que huyeron a México entre 1938 y 1939 como refugiados y acogidos por el gobierno de Lázaro Cárdenas, quien creó la Casa de España. Años más tarde la institución se convertiría en el Colegio de México, una de las instituciones académicas más importantes de América Latina, cuyo Centro de Estudios Históricos, dirigió durante años el historiador y filósofo Leopoldo Zea, quien afirmó, muy acertadamente en los años que: «España fue la última colonia de sí misma».
Lo que señala Leopoldo Zea es que el proyecto colonial español se circunscribió al interior de la península debido a las constantes derrotas sufridas por el Imperio y a la pérdida de todas las administraciones coloniales. Esto ha generado una España donde las instituciones del Estado, sobre todo las militares, pero también las académicas, culturales, judiciales, mediáticas y económicas, están atravesadas por una visión profundamente colonial, españolista y supremacista. La Monarquía española sigue siendo el epicentro ideológico de todas las corrientes reaccionarias como el imperialismo español, el sindicalismo de Estado, el capitalismo y el supremacismo colonial español. La democratización del Estado implica la desarticulación de la monarquía, como ya ha ocurrido en los países latinoamericanos, donde la independencia y la conquista de la soberanía nacional pasaron por una primera fase de lucha contra la monarquía y por la soberanía popular.
Además, la izquierda española y las naciones sin Estado debemos reconcer políticamente el daño y el dolor que provocó la colonización española y en la que nuestros antecesores participaron en mayor o en menor medida. Por ser habitantes de la península, o españoles penínsulares los crímenes coloniales y la extracción de riqueza nos benefició y por lo tanto debemos de reconocer que el proyecto colonial español nos convirtió también en complices pasivos a todos los habitantes de la Metrópoli, en este caso España. Ser naciones oprimidas nos convierte en victimas de la larga historia colonial, en concreto de las formas de colonialismo interno, pero ser naciones oprimidas al inteior del Estado nos hizo complices de siglos de dominacion española en América Latina y África, empresas como BBVA, Repsol, Telefonica, así como terratenientes y empresarios andaluces, gallegos, vascos y catalanes participaron de diferentes formas en la carrarera colonial y eso nos obliga a un ejercicio de repaciones y reconocimiento de las violencias coloniales. Sin reconocer el daño causado, por más que fuese como complices o que nos beneficiase de manera tangencial, nunca podremos construir un proyecto de liberación nacional basado en una nueva forma de humanidad en la que no haya ni explotadores ni explotados.
Como militante soberanista andaluz miembro de una nación oprimida victima de la dominación colonial española y por las razones descritas arriba acerca de la responsabilidad que tenemos por beneficios que los andaluces obtuvimos del colonialismo español contra los pueblos, pido perdón a los pueblos originarios por los crímenes de nuestros ancestros aún cuando la responsabilidad principal fue del la monarquía imperial española.
Las sociedades latinoamericanas nos han enseñado cómo descolonizar y democratizar sus sociedades, y estas lecciones deben ser retomadas por la izquierda transformadora y las naciones sin Estado. Los movimientos migratorios y antirracistas, las luchas soberanistas y las movilizaciones populares deben recoger el legado anticolonial del sur global, escuchar y aprender de estas experiencias para llevar a cabo la última descolonización de España, la descolonización de sí misma.