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El diez de agosto de hace 50 años llego a nuestro pueblo, Pedrera, un nuevo cura, Enrique Priego Díaz. Desde la perpectiva que te da el tiempo, tengo que decir que desde ese día empezaron a cambiar muchas cosas en nuestro pueblo. Seguramente mucho de lo que hoy somos como municipio, nuestra idiosincrasia y, posiblemente, parte de nuestra cultura, tiene que ver con su llegada a nuestro pueblo. También con la llegada de otros como ėl a la comarca de la Sierra Sur, como Miguel Pérez a Martín de la Jara, Diamatino García a Los Corrales, Juan Heredia a Gilena (primero estuvo en Pedrera) o Esteban Tabares a Aguadulce.
Pronto ibamos a descubrir que este hombre era diferente, y que nada tenía que ver con los curas conocidos hasta ese momento. Con este nuevo cura, Enrique, muchos hijos y hijas de jornaleros tuvieron la oportunidad de aprender a leer y escribir en aquella improvisada escuela que hizo en su casa, a la que se podía asistir de noche después de dar la peoná. Con ėl aprendimos que Jesucristo era mucho más que una figura en la cruz, que su palabra, sus hechos, su rebeldía, su ejemplo, era lo realmente importante y que Jesús no pertenecia a las altas esferas de la iglesia ni del Estado, sino que era nuestro, y que murió defendiendo a los oprimidos, a los hambrientos, a los pobres.
Con el cura Enrique, llegaron las excusiones, las reuniones, los debates, los libros, los teatros, etc, donde aprendimos la importancia de la dignidad, del respeto a los demás y a uno mismo, que no importa ser negro, blanco, o amarillo, que todos somos seres humanos Aprendimos la importancia del apoyo mutuo, de la paz, de luchar por la libertad, del respeto entre diferentes y la igualdad en derechos, aprendimos a diferenciar entre caridad y solidaridad, supimos que pertenecíamos a una clase, a la obrera, y a sentirnos orgullosos de ser lo que éramos, obreros y jornaleros del campo.
El cura Enrique siempre predicó con el ejemplo, trabajando en el campo como cualquier jornalero. Recuerdo sus primeros días de trabajo en Jaén, sin tener mucho conocimiento, pero apencao como el que más. Fue en su casa donde aprendimos lo que significaba ser cristiano, ser socialista, comunista, o anarquista, y fue también desde su casa donde salieron las primarias organizaciones obreras, políticas y sindicales de Pedrera.
Allá por el 1979, en las primeras elecciones municipales, estábamos con Enrique cogiendo aceitunas en Jaén. Un grupo de compañeros vinieron a visitarnos, había que convencer al cura, a Enrique para que se presentara a las elecciones, era la única manera de ganar a la derecha. Contra la opinión y las amenazas de las autoridades civiles y eclesiásticas, se presentó en las lista de las Candidaturas Unitarias de los trabajadores, y todo el tiempo que estuvo en el Ayuntamiento trabajó por y para la gente, siendo fiel a sus principios
Enrique se enfrentó a la dictadura y a los poderes reaccionarios, y a todas las injusticias vinieran de dónde vinieran, luchó contra la ignorancia y siempre ha estado y está al lado de los más débiles, de los pobres, de los que nada tienen y él sabe mejor que nadie que su forma de ver la vida tiene un coste a veces muy desagradable. Pero precisamente es eso lo que lo hace grande, humano y un ejemplo a seguir para mí y para muchas gente de pedrera que lo sentimos como un pedrereño más, uno de los nuestros.
Me siento orgulloso de haber compartido tantos años de mi vida con Enrique y me alegro de poder compartir el futuro mientras el cuerpo aguante.
Gracias Enrique.