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Pensamiento
Un intelectual bielorruso para revivir a los movimientos antisistémicos
Evgeny Morozov ha logrado anticiparse a algunas de sus tendencias para arrojar análisis certeros que deben comenzar a permear hasta las agendas de los movimientos sociales para ser llevadas después a la acción política
Existen muchos pensadores que en las últimas décadas han tratado de afrontar cuestiones relacionadas con internet o la tecnología. Ninguno con tanta destreza y lucidez como Evgeny Morozov (Soligorsk, 1984). Recientemente, la editorial Enclave de Libros ha publicado en España una compilación de sus últimos escritos llamada Capitalismo Big Tech: ¿Welfare o neofeudalismo digital?. Este título es solo una sucinta adaptación para resumir la sinergia entre la versión más salvaje de las finanzas y el supuesto humanismo atribuido a la tecnología, capaz de ofrecer todo tipo de soluciones inteligentes a los recortes en los presupuestos nacionales exigidos en los últimos años por las políticas de austeridad. Un explicación más holística como esta nos permite entender la problemática de fondo que denuncia nuestro autor: la cada vez mas marcada bifurcación entre capital y democracia.
Llevando algo más allá la tesis de ‘acumulación por desposesión’ con la que el teórico británico David Harvey describía la fase neoliberal del capitalismo, Morozov señala que “el auge de la tecnología de la información ha añadido un giro adicional a esta lógica, ya que al despojar a la gente de sus recursos y al proporcionarles medios altamente sofisticados pero ampliamente accesibles para ayudarse a sí mismos, el capital también desbloquea su potencial creativo que los moviliza para avanzar en sus propios objetivos”.
Así, internet es presentado por este como una infraestructura que ha sido privatizada por unas cuantas compañías, haciéndonos dependientes de esta, y logrando centralizar nuestra información de forma que ahora son capaces de ofrecernos todo tipo de servicios por los que pagar en el mercado. Nada ello es casual, sino que guarda una estrecha relación con las exigencias de la globalización. Esto es, con la agenda estadounidense para establecer la liberalización de servicios durante las sucesivas rondas comerciales iniciadas desde mediados del siglo pasado.
En una primera instancia, la llamada a la acción contra las exigencias del capital han tratado de ser articuladas por Morozov desde lo local
Al mismo tiempo, Evgeny Morozov coloca Silicon Valley, no como una fuerza histórica que emerge de la nada sino en la órbita de la Guerra Fría, cuando la potencia se propuso asegurar su preeminencia tecnología a nivel mundial mediante la creación de un complejo militar e industrial fuertemente financiado con el presupuestos públicos. Convendría señalar que este autor ya no es el mismo que publicara El desengaño de internet: Los mitos de la libertad en la red (2011) o La locura del solucionismo tecnológico (2012). La maduración en la compresión teórica del autor, vinculada a su trato posterior con los movimientos sociales, le ha llevado a enarbolar una visión con un fuerte componente antisistémico. Frente a las habituales ambigüedades sobre las cuestiones políticas reales, sus análisis ofrecen andamios teóricos extremadamente sólidos para pensar en la transformar de la sociedad en una dirección democrática e igualitaria.
En una primera instancia, la llamada a la acción contra las exigencias del capital han tratado de ser articuladas por Morozov desde lo local, concretamente en Barcelona, donde ha pensando en estrategias de soberanía tecnológica diseñadas para contrarrestar los procesos presentes detrás de las cínicamente llamadas smart cities. “¿Cómo se puede ejercer un derecho de manera efectiva a la ciudad cuando la infraestructura ya no está en manos del público y las empresas privadas marcan los términos de acceso, incluidos los términos en los que se desarrollarán las protestas contra ellas?,” señalaba en un paper escrito junto con Francesa Bria para el Instituto Rosa Luxemburgo. Ambos han trabajado de manera conjunta en los proyectos más radicales a nivel práctico y teórico que probablemente hayan tenido lugar en los últimos años.
Dicho trabajo supone una de las pocas contribuciones extensas para comprender de manera clara el pensamiento del autor. Argumenta que fondos de inversión presentes detrás de plataformas privadas como Uber o Airbnb les han dopado con fuertes sumas de dinero con el fin de introducir este tipo sus servicios en buena parte de las ciudades del mundo para que, una vez eliminada la competencia, ofrezcan a los gobiernos municipales servicios como la movilidad, el urbanismo u otras políticas públicas gracias a la cantidad de datos que las compañías han logrado acumular sobre los ciudadanos. Cuando esto ocurre, y el suceso se encuentra presente en muchas ciudades azotadas por las políticas de austeridad en Estados Unidos, el retorno potencial de la inversión prestada por los fondos con un capital billonario es enorme.
Las soluciones espacio temporales que requiere sobreponerse a las crisis de sobreacumulación nos coloca en la tesitura de que cada derecho debe de ser provisto por el mercado, no por las leyes
Evidentemente, como argumenta el intelectual bielorruso, para entender dichos cambios hubiera que elevar nuestra mirada sobre las ‘ciudades rebeldes’. Según este “es demasiado simplista considerar el neoliberalismo como un mero conjunto de ideas susceptibles de ser aceptadas o rechazadas a nivel local, pues ignoraría las restricciones estructurales —los productos de las transformaciones económicas y políticas desatadas por el neoliberalismo como un proceso, no solo el neoliberalismo como la ideología— detrás de tales prescripciones para que sean más o menos probables de mantenerse en el tiempo”.
Ante esta cuestión, la magnitud del desafío debe ser comprendida desde el hecho de que muchas empresas de tecnología, a menudo ubicadas en Silicon Valley, tratan de ofrecen un estado de bienestar totalmente privatizado paralelo al actual, que se contrae con enorme rapidez en muchos países de la OCDE.
De esta forma, tras haber conquistado todo el globo, la necesidad de introducir la provisión de servicios a escala local es una exigencia impertérrita del capital. Las soluciones espacio temporales que requiere sobreponerse a las crisis de sobreacumulación nos coloca en la tesitura de que cada derecho debe de ser provisto por el mercado, no por las leyes. ¿O que es entonces la economía colaborativa? Todo ello debemos entenderlo de forma inseparable a los sistemas de inteligencia artificial de empresas como Alphabet, matriz de la que antaño fuera Google, que han visto un increíble desarrollo en los últimos años debido a la cantidad de información que han recopilado sobre nosotros. Ello podría ilustrarse con Google Sidewalk Labs, un intento por automatizar el estacionamiento y optimizar el flujo de tráfico mediante los datos provistos por el resto de ciudadanos de una ciudad.
Al capitalismo neoliberal aun le quedan muchas área de nuestra vida que mercantilizar gracias a las tecnologías de la información. No podemos entretenernos pensando en lo que muchos analistas apuntan, siguiendo el trabajo de Paul Mason, de que es posible un horizonte poscapitalista basado en la abundancia o en la liberación de la cadenas que nos atan al trabajo enajenado. Digámoslo de nuevo: el mercado está sustituyendo al Estado a la hora de garantizar la protección del ciudadano, quien convertido en un autómata debe pagar para acceder a una infraestructura privatizada por las compañías tecnológicas donde las libertades civiles alcanzadas durante la época ilustrada se convierte en un servicio provisto por la inteligencia artificial. El capitalismo no está a punto de colapsar, sino que el sistema se encuentra en plena forma.
Seguramente, Carlos Sánchez Mato tenga mucho que decir sobre ellos tras su experiencia con el endeudamiento, las finanzas y las ciudades.
Los tiempos están maduros para alterar las condiciones materiales en buena parte de Europa. Este es el único antagonismo relevante a día de hoy
Morozov es una pensador de carácter histórico que describe sin ambages el presente sinsentido común de época. Sin embargo, piensa, la historia debe ceder a la política la tarea de transformar las relaciones de producción bajo esta especie de capitalismo digital altamente financiarizado. Claro que esta no es una hazaña sencilla, sino que implica la creación de un plan holístico de acción para pensar en nuevas formas de organizar el estado nacional de forma tecnológicamente soberana contra los gigantes de Estados Unidos o China que controlan la nube digital. Los tiempos están maduros para alterar las condiciones materiales en buena parte de Europa. Este es el único antagonismo relevante a día de hoy.
Huelga, por ello, la creación de planes coordinados con otros frentes en países europeos para llevar esa estrategia a nivel regional, donde verdaderamente la Unión Europea aún posee capacidad para hacer frente a las dos potencias económicas que compiten en el integrado mercado neoliberal global haciendo gala ambas de un fuerte nacionalismo económico.
Efectivamente, nada de esto podría llevarse a cabo de manera tecnocrática, bajo la forma de operar de instituciones como la Comisión Europea, en cuyo seno Ayn Rand se encuentra más presente que Jean Monnet. Mucho menos creyendo que basta con imponer multas al monopolio de Google por cuestiones de competencias relacionadas son su motor de búsqueda, como señalaba recientemente Morozov, cuando lo que está en juego es la propiedad de nuestra información. “Todos los datos de la nación, por ejemplo, deberían acumularse en un fondo nacional de datos, copropiedad de todos los ciudadanos (o, en el caso de un fondo pan-europeo, de europeos)”
Ahora bien, para ello es necesario recuperar la infraestructura donde tiene lugar la nueva economía digital y, evidentemente, socializar los centros de datos otorgando la propiedad de estos a los ciudadanos, los cuales se encontrarían organizados de manera descentralizada a nivel local y de manera algo más centralizada a nivel superior. Cada cual puede entregarlos de manera libre a su municipio, pero no comercializar con ellos, para gozar de los frutos del desarrollo tecnológico a nivel urbano, donde los barrios pueden ser organizados comunal y de manera mucho más democrática a la forma tecnocrática y globalista de operar de las empresas tecnológicas y sus voceros occidentales, entre los que ya se encuentran Emmanuel Macron, Justin Trudeau o Matteo Renzi.
En este sentido, si realmente la izquierda quisiera dejar de operar con las categorías de otra época debiera recuperar una agenda política ambiciosa en cuestiones relacionadas con la propiedad de nuestros datos y la reversión privada de la infraestructura sobre la que nuestros gobiernos comienzan a operar. Sin embargo, una agenda económica real y adaptada al capitalismo contemporáneo parece no ser una prioridad para estas fuerzas. A día de hoy, estas parecen vapuleadas, sin ideas o, en su defecto, pregonándolas en forma de charlas TED, como hiciera recientemente Yanis Varoufakis para presentar su marca a nivel europeo.
Morozov ha propuesto en distintas ocasiones un nuevo New Deal para aprovechar al máximo los datos, entendidos como propiedad común, mientras se garantiza la soberanía y privacidad
Una frase de Antonio Gramsci valdría para resumir las críticas de este pensador hacia las supuestas fuerzas de izquierda: “para los reformistas que dicen no querer ponerlo todo a una carta (aunque dejan que los demás lo hagan y ganen) y querrían que el proletariado asistiera como espectador imparcial a los acontecimientos, dejando que estos le traigan su hora, mientras que en ese tiempo los adversarios crean ellos mismos su hora y preparan su plataforma para la lucha de clases”. Hoy podríamos hablar de plataformas digitales que han acumulado suficientes datos sobre el resto de nosotros como para desarrollar sus sistema de inteligencia artificial haciendo dependientes a buena parte de los gobiernos de Occidente.
De hecho, los argumentos de Morozov están impregnados de términos marcadamente gramscianos. Vuelca en la producción intelectual buena parte del labor de recuperar la visión crítica sobre el mundo en el que vivimos. También deja caer que no existe un análisis a la altura en el grupo de políticos de la nueva izquierda española, empecinada en teorías sobre el Estado sin entender como puede de ser utilizado de forma inteligente, aunque no con la estructuras de Silicon Valley, para ofrecer realmente respuestas para recuperar el Estado del bienestar.
En este sentido, el pensador ha propuesto en distintas ocasiones un nuevo New Deal para aprovechar al máximo los datos, entendidos como propiedad común, mientras se garantiza la soberanía y privacidad.
Hemos de entender que son bienes esenciales que constituyen una parte clave en la gestión de las infraestructuras nacionales, no únicamente una cuestión gracias a la cual Facebook nos entrega publicidad. Toda reclamación contraria a esta acabaría por justificar que, efectivamente, Facebook se financie mediante suscripciones para no tener que vendernos publicidad. Esta idea, por otro lado, no deja de avanzar en una lógica rentista ya descrita en algunos pasaje de Economía de Marx, la cual algunas empresas de Silicon Valley quieren hacer suya para hacernos pagar con efectivo por sus servicios, en lugar de vendernos simplemente publicidad.
En este sentido, Morozov ha llegado presentar la teoría del feudalismo digital como una explicación razonable para problematizar algunas dinámicas regresivas del capitalismo, ahí donde el terreno digital se encuentra en propiedad de unos cuantos terratenientes.
Sin embargo, esta parece una explicación que no es del todo convincente para el autor a la hora de contrarrestar algunas proclamas de la ultraderecha, quienes se han vuelto a adelantar a la izquierda cosmopolita en sus planteamientos radicales. Steve Bannon afirmó recientemente en una entrevista con el Financial Times, precisamente con motivo del ciclo de conferencias del periódico sobre el futuro de las noticias, que “los ciudadanos deben tener la propiedad de sus datos”.
Como avisaba Morozov durante un seminario reciente tenido lugar en el Museo Reina Sofia de Madrid, incluso estos movimientos fascistas han logrado encontrar la simpatía de los referentes del neoliberalismo (Lionel Barber, editor del FT, incluso se rió de los chistes de Bannon) a la hora de problematizar la soberanía digital.
Desde luego, todas estas cuestiones no tienen cabida alguna dentro de la “cadena de equivalencias” que la izquierda española ha tratado de agrupar sin ninguna éxito contra la casta española, si es que esta todavía existe y no es global. Su absoluta ceguera sobre las dinámicas que les sobrepasan es palmaria, al menos a la hora de contemplar cuestiones geopolíticas más elevadas, aquellas en las que los datos de todos nosotros se concentran en los centros de privados de Estados Unidos y China.
Por ejemplo, los acuerdos de comercio que se están fraguando a nivel mundial, como el TTIP o el TiSA, avanzan en una agenda que imposibilita la localización de nuestros datos a nivel municipal y establecen a golpe de tratado vinculante el libre flujo de datos, pero libres de viajar desde nuestros teléfonos hacia centros de datos privados.
Los líderes políticos de la supuesta izquierda contemporánea no son capaces de ofrecer una lectura, ya no digamos radical sino coherente del mundo en el que viven. Un buen ejemplo podría ser la dependencia de Podemos de las redes sociales, es decir, que requiere de redes privadas para hacer llegar su mensaje y liberar el potencial rebelde de sus votantes para usufructo corporativo. Esto también dificulta de manera considerable mantener una perspectiva contrahegemónica de ese bloque histórico que trata de renovar Silicon Valley. Aunque quizá estas cuestiones impliquen ver más allá de referentes como Manuel Castells o Antonio Negri.
Quienes recogieron su legado de las protestas que tuvieron lugar hace unos años en Vodafone Sol, no son capaces de comprender que cuando la vida social de los abajo opera bajo la infraestructura de Silicon Valley existen pocos visos para creer en la emancipación. Más aún cuando las únicas ideas políticas, o más bien filosóficamente idealistas, que llegan de la izquierda pasan por una especie de “competencia virtuosa” con los hijos de Felipe González. ¿Se referirán a enfrentarse por ver quién es más virtuoso a la hora de no atajar las condiciones materiales en la nueva economía digital?
De todo esto también dice mucho que el principal instituto de difusión de ideas de Podemos, #lacircular, ahora se difunda dentro de los circuitos del capitalismo digital. Quizá eso sea sólo la expresión a golpe de hashtag de haber aceptado el sentido común de época del neoliberalismo, como si no fuera un proceso continuo de reversión que elimina toda noción de lo público.
En un momento en que la izquierda española se encuentra atrapada en debates superfluos, Morozov ofrece una catarata de ideas nuevas. En el caso, claro, de que la izquierda española quiere dejar de emular a las fuerzas pseudo-progresistas como Macron, cancelando toda posibilidad de una alternativa real. ¿Aspirarán a que Facebook anuncie importantes inversiones en nuevos centros de inteligencia artificial o que Google abre nuevos Hubs en todo el país, como hicieron en Francia en enero? Cuando quien ha conseguido conectar con los problemas de la gente no ha sido la política, sino el mercado, uno piensa en la importancia de corrientes activas desde abajo para impulsar de nuevo la lucha antisistémica, no en esos politólogos que aún no disponen de un plan de acción distinto a los esquemas presentes hace treinta años.
En resumen, el intelectual bielorruso ha logrado reconceptualizar las diversas luchas que atañen a los grupos sociales para entrar en conflicto con la economía-mundo a medida que esta se transforma. Diríamos que incluso ha logrado anticiparse a algunas de sus tendencias para arrojar análisis certeros que deben comenzar a permear hasta las agendas de los movimientos sociales para ser llevadas después a la acción política. Desde luego, esta sería una forma de comenzar a plantar cara a la sinergia virtuosa de las finanzas y la tecnología para emanciparse verdaderamente del pasado. La experiencia que traslada la generación que representa Evgeny Morozov es que el capitalismo no morirá de muerte natural. De ahí que para conquistar verdaderamente los cielos, hubiera que decirle a algunos líderes políticos, tienen el cometido de pensar en cómo socializar la nube.
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Sería muy bueno si el no fuera afiliado a la Open Society Foundation...
"Si no hubiera sido". El autor ha vivido un proceso de transformación bastante amplio. https://www.lamarea.com/2018/08/16/renovacion-clase-dominante-george-soros-a-google/
Muy bueno el artículo. Pero está repleto de errores de redacción, tipeo, faltan palabras, etc. ¡Pongan un/a revisor/a!