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Somos ahora estos fantasmas que caminan invisibles, sin hacer apenas ruido, como si pertenecieran a otras las casas que habitamos y tuviéramos que conformarnos con ser un grifo que se abre, una puerta que cruje, una sombra debajo de la cama. Vemos las vidas que antes eran nuestras desde esta transparencia tan nueva. Alargamos los dedos intentando tocar los objetos que nuestras manos tan solo atraviesan, una y otra vez. Deambulamos por esta mansión abandonada donde solo nosotras nos asustamos al mirar los espejos y no vernos dentro. Donde antes la vida, ahora esta extrañeza. Donde antes la vida, ahora este miedo.
Todo parece seguir como si nada, pero la realidad tiene esa pátina de lienzo gastado, esa niebla tan propia de los sueños. No es este el paisaje de una guerra: los edificios intactos, las luces encendidas, las siluetas detrás de las ventanas. La incertidumbre, la desesperanza, la muerte y, sin embargo, el techo sobre las cabezas, dormir bajo una manta. Solo dentro las bombas. Solo dentro los escombros.
Nos hicimos las mismas fotos sonrientes de todos los veranos. Como si nada. Como si nunca
Al principio fue la angustia como una avalancha: dejarse arrastrar por el alud, querer saberlo todo, verlo todo, llorarlo todo. Sentir que el único vínculo posible era ese daño. Aferrarse a él para reducir la lejanía de las otras. Paralizadas, como la vida que se había detenido, nos volvimos estatuas de sal, mujeres de Lot, muy quietas mientras Sodoma ardía.
Al cabo de las semanas empezamos a creer en las cuatro paredes, en la mente ocupada en el trabajo —que en tantos casos no existía, pero por fuerza había que inventarlo—, en el aplauso de las ocho, el deporte de las nueve, la serie de las diez. Mirábamos la pantalla sin mirar mientras los cadáveres se apilaban y las cifras bailaban al son de la flauta de los asesores políticos. Buscábamos el sol, una ranura de luz, las flores que solo veríamos después.
El verano llegó y jugamos a huir hacia delante. Corrimos al mar, como si el agua pudiese curarnos esta herida. Agradecimos las treguas que el consumo nos daba, que en torno a la mesa del bar todo pareciera como siempre. Nos hicimos las mismas fotos sonrientes de todos los veranos. Como si nada. Como si nunca. Pero hemos regresado de ese oasis de atrezo y han vuelto a los informativos las cifras de contagios, las muertes diarias, el paro, los despidos, la lucha de clases disfrazada de medidas sanitarias, el capitalismo con piel de pandemia mundial.
Los tiempos que vienen nos precisan más unidas que nunca y nos encuentran de esta guisa, aisladas, aturdidas, tan frágiles
En esta distancia —de seguridad, dicen— que parece separarnos a todas por igual se borran las otras distancias necesarias, esas en torno a las que antes organizábamos nuestra rabia. Como si a todas nos separase un metro y medio, lo mismo a hermanas que a enemigas de clase, lo mismo a oprimidas que a opresoras. ¿Qué va a pasar con nosotras? ¿Cómo nos vamos a recuperar de esto —de la herida, de la precariedad, de la pérdida— y cómo vamos a recuperar eso otro a lo que hemos renunciado en los últimos meses: el grito colectivo, el abrazo en la lucha, articular nuestra resistencia juntas?
Los tiempos que vienen nos precisan más unidas que nunca y nos encuentran de esta guisa, aisladas, aturdidas, tan frágiles. Nos aguarda, según las predicciones, la crisis económica y social más profunda del último siglo. ¿Zozobrará con ella el capital entero? ¿Naufragará el sistema o volveremos a ser nosotras el lastre que se arroja al agua desde cubierta? ¿Podremos hacer algo para ahondar en la brecha sin hundirnos en ella? En un momento así, ¿cómo organizarnos, cómo convertirnos en fuerza transformadora, revolucionaria? Donde antes la vida, ahora estas preguntas. Y esta especie de espera que no termina nunca.
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Demasiadas preguntas y escasas respuestas.
Este artículo me ha 'tocado', por su realismo e identificación en muchas de las percepciones concretamente me ha dolido y a la vez me ha gustado mucho.
PD: Tampoce tengo respuestas, pero busco dentro en en desván de los mejores instintos y valores humanos.