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Opinión
El momento Walter Benjamin de la política española
En al menos cuatro de sus tesis sobre el Concepto de historia, Walter Benjamin dejó escritas algunas afirmaciones lapidarias sobre la teoría socialdemócrata y la práctica concreta de la clase política de la Alemania de Weimar. Según el filósofo alemán de origen judío, la noción del progreso histórico que caracteriza a esta ideología, algo “esencialmente incesante” e inevitable, deja la puerta abierta a la tecnocracia fascista: impone una falsa conciencia sobre la realidad social de los obreros, la de haber alcanzado la etapa más elevada del desarrollo humano, y legitima una visión donde la lucha de clases desaparece del centro de la política.
Para este autor, la historia no era simplemente un tiempo homogéneo y vacío, sino un momento abierto al acto revolucionario. La suya era una dialéctica en suspenso: agarraba la imagen del presente tal y como se le aparecería a fin de “pasarle a la historia el cepillo a contrapelo”. Esa era la única forma de redimir a nuestros antepasados de su opresión histórica, el capitalismo.
Pensamiento
La imagen de Walter Benjamin que sigue suspendida en Portbou
A escasos metros del nicho 563 del cementerio de Portbou, queda recogida la frase de Walter Benjamin: “El capitalismo no morirá de muerte natural”.
Imagen I: el 23-J
Si nos fijamos en la imagen que nos ofrecen las distintas mercancías periodísticas publicadas recientemente, observamos que el PSOE ha salido bien parado de las últimas elecciones generales, precisamente, con un lema similar a los que Benjamin hubiera criticado: “Adelante. España avanza”. El mensaje, interiorizado también en los distintos artículos que han llegado a las publicaciones anglosajonas, se asienta en trasladar que el éxito radica en, primero, no haber retrocedido ante la ultraderecha, el fascismo tardío, el trumpismo, el populismo reaccionario (como quieran llamarlo); segundo, consolidar los avances logrados en los últimos cuatro años de legislatura progresista; y, tercero, seguir avanzando en la democratización del Estado. Pareciera como si la hazaña de Sánchez fuera algo así como una suerte de segunda Transición.
Pero el problema es precisamente ese, nos diría Benjamin: la desaparición de nuestra conciencia histórica, sea la Segunda República, los asesinados y torturados por el régimen del 78, o las generaciones que enterró la crisis de 2008 antes siquiera de que el 15-M tuviera la oportunidad de escalar y constituirse –por sí mismo– como un proyecto contrahegemonónico. Porque detrás de tanta narrativa heroica, discurso político cuidadosamente adaptado a las redes y de tamaña cantidad de memes se encuentra la ideología del progreso. Así, se trataría simplemente de liberar a las generaciones venideras de quienes nos quieren hacer retroceder 20 o 30 años, no a las pasadas. De acuerdo con esta narrativa, no haría falta más que celebrar el haber parado a Vox y defender la España del 2023. Pero, nos podríamos preguntar de manera provocativa, ¿acaso la sociedad española ha avanzado desde la crisis metabólica ocurrida en 2008?
En primer lugar, nos recomendaría entender George Lakoff, el marco del avance es orwelliano, contradictorio, reflejaría además cierta debilidad estratégica en las filas de la socialdemocracia: ciertamente, los únicos avances de los que Pedro Sánchez puede presumir son las políticas de la ministra de Igualdad, Irene Montero, cuyas leyes, pese a las filias transexcluyentes y más conservadoras del PSOE, fueron condición de posibilidad en el terreno de la lucha institucional gracias al gran movimiento antisistémico de nuestro tiempo, la larga revolución de las mujeres, como diría Juliet Mitchell. Ha sido la resistencia contra el patriarcado como estructura de opresión la que, en todo caso, ha permitido hacer avanzar a la sociedad o, al menos, generar una cultura política distinta y abrir una brecha de oportunidad para problematizar distintas formas de violencia patriarcal. Esta nunca ha sido –o no solo– una batalla para otorgar más derechos a las generaciones futuras, sino para redimir a aquellas mujeres que, precisamente, han sufrido en sus carnes los costes del progreso, la modernización industrial, el auge neoliberal... Esas mujeres no miran atrás y contemplan a Zapatero, sino a Campoamor.
El PSOE ha presentado los fondos para la gestión pandémica como un 'avance', pero solo es una reacción a la crisis orgánica del capital. Bruselas temía la posible insurrección de los países del Sur.
Respecto a la segunda contradicción orwelliana, aquello que este partido presenta como un avance, la gestión pandémica, simplemente es una reacción a las últimas expresiones de la crisis orgánica del capital. No es que la reforma laboral, al igual que algunas de las políticas sociales que se han defendido en campaña, fueran un triunfo contra la tecnocracia europea, quien estranguló a las clases populares en la última recesión. Más bien al contrario, estas medidas fueron pactadas con Bruselas. Eran incluso condición sine qua non para recibir los 140.000 millones de los Next Generation. Y eso es así porque, efectivamente, existía un motivo político: ayudar a los países sumamente endeudados y azotados por la pandemia. De lo contrario, se pensaba desde la ecúmene europea, las periferias podrían iniciar nuevas revueltas populares aún más intensas que las de 2015. Así lo señalan los estudios académicos que conceptualizan los fondos europeos como “una revolución pasiva” (en términos gramscianos) diseñada para aminorar las posibles situaciones de insurrección en los países del Sur. De nuevo, este avance es, más bien, el sedimento de una lucha pasada.
A estas alturas, tras la resaca electoral, podemos observar que asumir desde la izquierda la visión sobre la historia de la socialdemocracia, al igual que su ideología sobre el progreso, como se escuchó en la valoración de los resultados del 23-J (“no hemos ganado el presente, sino el futuro”), implicará algunos problemas a la larga para su margen de maniobra: de un lado, la progresiva desaparición de la potencia popular (será difícil que la política institucional articule la próxima ola de descontento), de otro, la involución en la guerra de posiciones para conquistar el Estado (su posición será, objetivamente, más débil en el aún hipotético Gobierno de coalición). Haber evitado el golpe de Estado soft –es decir, mediáticamente construido– de las posiciones más arribistas y reaccionarias tampoco significará la desaparición de la batalla cultural o jurídica. Más aún, cuando la hegemonía socialdemócrata es más precaria que nunca, como incluso ha reconocido Pablo Iglesias: “Pedro Sánchez necesitará que todos los partidos de la coalición en torno a Sumar, junto a ERC, Bildu, PNV y BNG voten a favor de cada ley y que además Junts se abstenga”.
Resultaría extraño que el PSOE acometiera una transformación profunda y radical del Estado e impidiera sus técnicas antidemocráticas. Este partido , como demostraron Felipe González y Zapatero, es un componente orgánico del régimen
La guerra de posiciones de la derecha mediática, que pese a la derrota momentánea ha conseguido rascar 800.000 votos más y acumula un enorme poder institucional gracias a las elecciones del 28-M, seguirá taladrando con la idea de que España se ha roto, o que es ingobernable. Y la judicatura, la policía y el resto de poderes del bloque hegemónico nacional harán todo lo posible para que el país no gire ni un ápice a la izquierda, especialmente cuando saben que la caja de herramientas socialdemócrata no encontrará una buena solución a los problemas sociales y políticos existentes. Resultaría extraño que el PSOE acometiera una transformación profunda y radical del Estado para impedir las técnicas antidemocráticas, o de lawfare. Este partido, como demostraron Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, es un componente orgánico del régimen.
El fascismo del que alertaba Walter Benjamin no es un riesgo en sí mismo en el presente, pues Vox, a quien las élites españolas, que son también europeas, dejarán caer pronto, está lejos de esa categoría, pero las lecciones del filósofo, que se suicidó en Portbou escapando del nazismo, el comunismo estalinista, el régimen de Vichy y la policía franquista, siguen siendo claras: el “hemos frenado a la barbarie” es una trampa. La catástrofe se encuentra en el presente. Es que las cosas sigan siendo como son. Es que la próxima crisis en la eurozona la gestione la ideología de la socialdemocracia.
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Sidecar En tierra de nadie: el impasse de la izquierda española
Imagen II: la hipótesis populista
“Hay que incrustar tres momentos en los fundamentos de la concepción materialista de la historia: la discontinuidad del tiempo histórico, la fuerza destructiva de la clase trabajadora, la tradición de los oprimidos”, aconsejaba Benjamin. Pero no estamos en ese escenario. Más bien al contrario, la imagen que se nos aparece, parafraseando la primera tesis del filósofo, es la del autómata, la maquinaria de guerra electoral (diseñada en los inicios de Podemos) que luce ahora desmembrada y cuyos pedazos observamos que se amontonan en los restos de un tiempo anterior.
Tras el 23-J, esto es más claro que nunca. Buena parte de la preeminencia que tenía el discurso como sistema de equivalencia para articular las formas de subjetividad del 15-M y asaltar los cielos, o romper las formas culturales dominantes en la teorización que hizo la posición política particular de Iñigo Errejón, se ha quedado en eso, en el nivel de las formas. Pero ello per se no garantiza el contenido progresista de la lucha contrahegemónica, sino todo lo contrario. El espacio político nacido en 2014 ha terminado sirviendo a la socialdemocracia en tanto que le ha otorgado cierta energía (la electoral, única adrenalina de la izquierda, el “echarse a la espalda al país”) cuando el desgaste de los dos partido del régimen era mayor; ha sido combustible, verde, no negacionista, para sostener el liderazgo de Sánchez. No están ganando espacios en la guerra de posiciones para profundizar en alguna suerte de democratización, sino consiguiendo cesiones mínimas del poder.
Esta incapacidad del discurso para articular prácticas políticas y sociales tanto populares, del pueblo, como exteriores a una formación cultural particular, es precisamente la problemática principal que señalaba Pedro M. Rey-Araújo en nuestro estudio para New Left Review sobre los límites de la hipótesis populista: a la larga, ‘el correr y atarse los cordones’, la falta de trabajo en el terreno y la apertura de posiciones culturales, terminará en que uno se estampe de bruces contra el suelo o, dicho de otro modo, el contenido progresista termine en desencanto.
La revolución cultural (Raymond Williams dixit) no se puede producir sin la organización de la comunidad política; de multiplicar, hacer brotar en cada pueblo intelectuales orgánicos al servicio del pueblo. Así lo entendía Gramsci. Con el ciclo independentista cerrado con la misma fuerza que la ventana de oportunidad que abrió el 15-M, ha sido el Maquiavelo de Ferraz quien ha conseguido capitalizar esta desafección y movilizar a las masas para luchar contra lo que la derecha ha definido como el sanchismo. Se ha hecho un sorpasso a sí mismo, a su propia imagen, resistiendo en el camino a la ofensiva mediática conservadora y, además, lo ha hecho desde Barcelona.
La memética de la socialdemocracia ha demostrado una enorme capacidad de resiliencia y no ha necesitado abrirse una cuenta en YouTube para preservar su hegemonía
Ello también nos lleva a replantearnos la segunda arista de la hipótesis populista, la aportación de Pablo Iglesias: la centralidad de la comunicación en la construcción de hegemonía cultural, el acceder a los medios, formas residuales, para apropiarse de ellos, expropiarlos y reinventarlos desde una plataforma digital con el objetivo de comunicar a una comunidad dada aquello que la une, dando así lugar a un proceso donde lo individual y lo colectivo se encuentran. Pese a todo el martilleo en los medios, el “perro sanxe, que sabe más por perro que por sanxe”, a saber, la memética cuidadosamente diseñada de la socialdemocracia, ha demostrado una enorme capacidad de resiliencia. No ha necesitado abrirse una cuenta en YouTube para conseguir la papeleta del voto útil, sino que ha construido el lenguaje que habla sobre el lugar donde están las personas, lo que la gente es y los futuros posibles (por muy precario que este discurso sea) sirviéndose de las herramientas mediáticas del amo.
Y un dato: Prensa Latina, fundada en 1959 por iniciativa de Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, y con apoyo de, entre otros, Gabriel García Márquez o Rodolfo Walsh, tenía 1.500 militantes a su servicio.
En una sociedad donde no existe politización digital, y no digamos militancia, cuando la única mediatización de las experiencias colectivas es pulsar el botón de retuit, de me gusta, antes de ir a votar, en ese escenario que se ha asumido con el único posible desde la izquierda, siempre vencerá la socialdemocracia, o peor, los reaccionarios. Si existía cierta hegemonía política antes de llegar al gobierno, tras una legislatura dejando que quien emplee esta fuerza material de manera plena sea la socialdemocracia, su izquierda ya no tiene el poder de otorgarle una dirección hegemónica.
En suma, las dos posiciones políticas que mantienen viva la hipótesis presente en los orígenes de Podemos se han probado erróneas e incapaces de superar el concepto de la historia de la socialdemocracia, aunque ello no implique necesariamente su desaparición política. La muerte de este espacio es más dialéctica, y también da cuenta de la existencia de una ventana nueva. Como Carlos Prieto ha insistido en afirmar, la reconfiguración acelerada del sistema-mundo capitalista inaugura debates intelectuales de grandes magnitudes, los cuales superan con creces a los de 2014, aunque sea por la urgencia de la situación. ¿Acaso alguien quiere seguir los pasos de Alexis Tsipras y Syriza en Grecia o de partidos verdes autodestructivos como el alemán?
Opinión
Elecciones Diez tesis sobre el 23J
Imagen III: el ciclo post-austeridad
“El conformismo, que desde el principio ha estado como en su casa en la socialdemocracia, no se apega sólo a su táctica política, sino además a sus concepciones económicas”, escribía Benjamin en su onceava tesis.
Dado que el “instante de peligro” se expresa en la reestructuración de los circuitos globales del capital, entonces el relato institucional de la socialdemocracia, aquel que le permite presentar la gestión en la crisis del coronavirus como un éxito de Gobierno, no es autónomo en términos políticos, es decir, no tiene –ni tendrá– potestad suficiente como para imponerse en la realidad material al tiempo que escapa de las contradicciones del capital. Este relato, inspirado en una suerte de “keynesianismo de crisis”, es realmente un boomerang que da vueltas sobre sí mismo. Está en suspenso, no en movimiento, y puede volverse contra sí mismo.
Primeramente, las condiciones económicas, motivo principal a la hora de ir a votar para el 31% de los ciudadanos según La Vanguardia, se agravarán en los próximos años. Un periódico poco sospechoso de sostener tesis aznaristas sobre la llegada de la austeridad, El País, lleva unos meses alertando de que el FMI está exigiendo la moderación fiscal en la eurozona, que Alemania ha marcado el camino con un recorte de 26.000 millones en su presupuesto, y que habrá un techo considerable al gasto público en 2024.
Pese a las llamadas a evitar la “catástrofe social” de sus articulistas más destacados, “el próximo gobierno deberá apretarse el cinturón”, como rezaba otro titular de este medio, que informaba de una cuestión crucial para entender cómo se entenderá el disciplinamiento económico: el gasto en armas y en inversiones ‘productivas’, como la transformación verde y digital, que tienen lugar a través de los polémicos acuerdos público privados (para muchos académicos y activistas, una forma de imponer la austeridad), se mantendrá.
Vemos así que la izquierda, tras prometer en campaña salir una hora antes de trabajar, dentista y dinero gratis para emprender, pronto se verá a sí misma haciendo malabares –dividida y enfrentada– para justificar sus posiciones políticas inminentes: tendrá que seguir legislando en favor de los traficantes de armas, de los rentistas de la vivienda, de los capitalistas tecnológicos y fósiles, de la dictadura marroquí... mientras el resto de esferas de la vida se recrudecen hasta puntos que quizá no sean gestionables de manera progresista. Gobernará una austeridad distinta a la anterior, pues la Unión Europea no comete el mismo error dos veces, en la que a los ciudadanos se le exigirá recortes en educación y sanidad para, digamos, salvar al mundo de la catástrofe climática. “Disciplina fiscal y transición energética verde”, escribía el director de Funcas el mismo día en las páginas del periódico de PRISA. Ese será el precio para seguir disfrutando del “progreso”.
Solo 4 de los 27 países europeos tienen la capacidad económica de llegar al 3% de las inversiones verdes para alcanzar un escenario de reducción de emisiones. España solo puede llegar al 1%.
De nuevo, aunque los debates entre algunos ecologistas se encuentren enfangados en el ad hominem, estas transformaciones en la economía política española inaugurarán algunas situaciones contradictorias: como muestran los estudios, solo 4 de los 27 países europeos tienen la capacidad económica de llegar al 3 % de las inversiones verdes necesarias para alcanzar el escenario de reducción de emisiones. Ninguno de esos es España, quien, atado a las restricciones de endeudamiento de la UE, solo puede llegar al 1 %. El peligro de no afrontar esta ambivalencia, como radiografían los estudios comparados sobre Alemania, Reino Unido y Estados Unidos, está en asumir el discurso, imperante también en España, de que es necesario mantener la inflación baja y el conservadurismo fiscal. Pues ello, a corto plazo, implicará establecer una vuelta a la “normalidad” en la formulación de las políticas neoliberales y trasladar recursos desde los fondos públicos a los privados, aunque sea bajo la bandera verde.
La narrativa del avance entiende la crisis intelectual del neoliberalismo como un chivo expiatorio para dotarse de legitimidad. Pero llegado el momento, la socialdemocracia reforzará esa ideología mediante nuevas articulaciones y lenguajes
Lo más anecdótico es que estas transformaciones en los procesos de mercantilización, que a largo plazo no solucionarán los problemas climáticos, hayan ocurrido, precisamente, gracias a la retórica del “keynesianismo de crisis” que impuso Sánchez. La narrativa del avance y el progreso requiere siempre de una visión específica sobre la Kritik, la crisis intelectual del neoliberalismo en este caso, algo así como un chivo expiatorio para dotarse de legitimidad. Pero llegado el momento, la socialdemocracia sabe que deberá reforzar esa misma ideología mediante nuevas articulaciones y lenguajes. Son plenamente conscientes de que impondrán cualquier escenario de ajuste que Bruselas requiera, y que acudirán a justificarlo al podcast que sea necesario. Está por ver si los partidarios del Green New Deal lo aceptan para intentar culminar su utopía colonial o si se mueven hacia posiciones más populares y radicales.
Opinión
Opinión Ganar y no perder la razón. Sumar tras el 23J
Imagen IV: el freno de emergencia
“La superación del concepto de 'progreso' y del concepto de 'época de decadencia' no son sino dos aspectos de una y la misma cosa”. Por eso en Walter Benjamin la utopía es el acto político de iluminar aquello que debe destruirse.
Respecto al caso que nos ocupa, dado que ha quedado de manifiesto que seguir la visión de la historia de la socialdemocracia es una decisión estratégica peligrosa y que ninguna de las hipótesis que rigen actualmente el funcionamiento de la izquierda son correctas, la responsabilidad de entrar en el Gobierno, de ocurrir, requerirá de un doble movimiento: reconocer su propia destrucción (como hipótesis, como espacio, como plataforma, como movimiento…) para que sea posible alumbrar sobre sus ruinas, cuanto antes, un sujeto histórico nuevo; “destruir es construir”, escribía también el filósofo marxista, alternativas en todos aquellos espacios que sean tácticamente posibles una vez en el Estado.
Como añadía en la Obra de arte en su época de la reproductibilidad técnica, entender la potencialidad, dialéctica, de los desarrollos tecnológicos más recientes será clave en ambos procesos.
Quedaron muchas tareas pendientes cuando Vistalegre I se posicionó en favor de la máquina de guerra electoral (y su estructura organizacional de arriba-abajo), infinidad de caminos contrafactuales mucho más ricos en potencialidades tecnopolíticas que nunca fueron escogidos, alternativas para cortocircuitar los intentos permanentes de revolución pasiva. Pero quizá la más importante de todas ellas fuera el no construir una verdadera red social y cultural en los márgenes del Estado y el mercado desde la que organizar las energías creativas para volcarlas unidas sobre las brechas del régimen del 78.
Existen decenas, cientos, de tecnologías abiertas disponibles para mejorar nuestras posiciones en la lucha política y cultural. Desde la formación de cuadros o alfabetización digital del proletariado hasta la creación de discurso, la organización interna y la construcción de poder popular que haga emerger soluciones desde abajo del todo imaginativas para enriquecer el espacio de lo político. Renovando algunas categorías gramscianas, la izquierda debería pensar en términos de erigir repositorios históricos para construir lo que la gente es. Lo requiere la guerra de posiciones institucional, pero también la guerra climática o la guerra cultural que librará contra progresistas y reaccionarios. Esto es,producir subjetividades con un concepto de la historia que nos permita recordar aquello que ocurrió en el viejo mundo y con el que ya no tenemos conexiones reales, en parte debido a nuestra alienación por la memética socialdemócrata, para echar el freno de emergencia.
A continuación, más allá de los niveles filosóficos necesarios para abandonar esa noción de la historia como progreso, necesitamos diseñar interfaces tecnológicas alternativas para coordinar la acción colectiva. La ingeniería, las artes, el diseño y la arquitectura, las ciencias sociales que existen en esos espacios en los márgenes se tienen que poner a trabajar de manera interdisciplinar en cómo articular la cultura de clase y el deseo a llevarla hacia un horizonte emancipador mediante las tecnologías. Esto es, diseñar las mejores formas de visualizar escenarios de futuro y encontrar formas de organizarnos para alcanzarlos. Estas van desde tecnologías para recopilar el feedback que producirían las clases populares si tuvieran que enfrentarse a un problema teniendo la soberanía para solucionarlo (input), procesarlo algorítmicamente para fomentar su agrupación, junto a su participación en procesos offline de democracia radical,a fin de que el conocimiento resultante (output) se orienta a desarrollar un sistema que pudiera tener vocación transformadora de lo existente. Lo contrario, asumir la visión de la socialdemocracia, supone un proyecto orientado a la mera supervivencia mediante el fortalecimiento del mercado, o la adaptación al concepto de la historia que impongan los neoliberales.
Más que frustrarnos intentando nacionalizar Telefónica, se necesita construir repositorios libres que nos permitan transicionar hacia la desmercantilización de cada esfera de la vida digital y analógica
Hemos de plantear espacios culturales más complejos a la hora de canalizar ese ingenio del que cada cual hace uso antes de poner un meme y volcarlo en plataformas comunitarias, donde los movimientos sociales, u otras expresiones democráticas de masas, posean un capital mayor que en las actuales burocracias de los partidos o los estúpidos influencers que impone la lógica del mercado. Ese sistema se construye desde fuera, y luego se introduce dentro de las instituciones, alterándolas. De ahí que, en una segunda fase del qué hacer, la mentalidad, interdisciplinar, que trata de acercar a perfiles de distinto cuño, como en el 15-M, a trabajar en la misma dirección, deberá extenderse hacia la labor del Estado, entendido como un dispositivo para gestionar y gobernar la complejidad creativa, popular, y emancipada de los grilletes mercantiles, que surge de abolir las relaciones sociales de producción capitalistas.
Será entonces, tras una larga lucha cultural que debe iniciarse de inmediato, efectivamente, conquistar, ahí donde se den las condiciones de posibilidad, para alumbrar todo tipo de experimentos que permitan politizar la técnica de manera estratégica, pero también orientarla a provocar cambios permanentes en los arreglos existentes. Más que pensar en nacionalizar Telefónica y terminar absolutamente frustrados por la imposibilidad de esta hazaña dadas nuestras débiles fuerzas, se necesita hacer uso de la gestión de los recursos tecnológicos disponibles para construir los repositorios que nos permitan transicionar progresivamente desde afuera hacia la desmercantilización de cada esfera de la vida digital y analógica, no favorecer su completa dominación.
Es necesario reconocerlo. La victoria del bloque progresista debe dar paso inmediatamente a un proceso de reflexión estratégica, de pensamiento multiescalar sobre las distintas dimensiones de la crisis, y a la articulación de un plan, tecnológico pero no solo, de acción sobre la realidad más inmediata. Es urgente. Y estamos lejos.
Pensamiento
Abecedario de Walter Benjamin
De la a de Asocial a la z de Zaratrusta. Una introducción al pensamiento de Benjamin Walter a través de sus artículos, entrevistas en prensa y textos fundamentales.
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Lo que el poder necesita cuanto antes es otra "pandemia", ya que se dan síntomas preocupantes para sus intereses. La censura, la propaganda violenta, las medidas totalitarias, las mentiras pseudocientíficas, la devastación social deben volver para que estos maquiavelos estén tranquilos.
El amigo Ekaitz, se apoya en Benjamin para alegrarse por la "victoria" electoral (conseguida por la fuerza del voto femenino que veía a las bestias machistas acceder al poder, y por el voto joven comprado provisionalmente a golpe de talonario) y poner una venda venda antes de la herida que se viene (por la influencia de la sequía en el turismo y los agricultores que tirarán de la inflación hacia arriba y que anuncian unos otoños calentitos a nivel climático y laboral durante esta legislatura con Frankestein desencadenado en Waterloo), sin renegar del PSOE y siendo realista respecto a la menor influencia progresista de SUMAR en un hipotético gobierno.
Pasando por encima de la multicrisis planetaria, que achicará el presupuesto de Sanidad y Educación para agrandar las cuentas de los señores de la guerra otanistas y también cerrará el grifo europeo con Alemania en recesión técnica, se viene un contraataque de la caverna desokupa mientras la ley de vivienda se queda en frustración y los desahucios por no poder pagar la hipoteca se multiplican, todo a cuenta de los medios materiales para salvar el mes a mes, el día a día para los trabajadores por cuenta ajena con ínfulas de clase media con derecho a Netflix y coche eléctrico (personalmente sueño con atascos de autobuses en las ciudades porque nadie pueda permitirse el transporte privado, así respiraremos oxigeno en vez de ollín fósil).
El amigo Ekaitz, como trabajador de la comunicación, lo fía todo a una guerrilla contracultural contra el fascismo que siempre ha tenido su principal alimento en los descontentos populares y en envolverlo todo en la bandera para hacer soñar al populacho con la promesa de un destino en lo universal que restañe una miserización de su vida mientras los desequilibrios territoriales les levantan las ampollas y socavan los apoyos electorales de mujeres y jóvenes. Nada nuevo bajo el sol abrasador de la excepción ibérica.
Pero, viendo a Meloni prometer un 40% de impuesto a la banca, se ven los reflejos del neofascismo para superar las apuestas de la izquierda.
Respecto al complejo de líder fundador (con partido vertical) que le entró a Pablo Iglesias y que terminó en convertirle en casta con casoplón, poco que decir aparte de llamarle arribista traidor que frustró un movimiento popular que podría estar impregnando la sociedad española hoy día, en vez de vernos entregados al pactismo socialdemocrata como quien juega una partida de ajedrez con los peones abriendo brecha y siendo carnaza de los buitres del cuanto peor, mejor.
En fin, no tengo ni dinero para pagar la suscripción a El Salto ni para tomarme un café en el bar ni para pagar el alquiler ni irme de vacaciones. Pero, he aprovechado la tarifa plana de este móvil para lanzar un grito silencioso: NO ESTAMOS SOLAS.
Bueno, ya llamar SOCIALDEMOCRACIA a este Vigente Régimen de Poder Oligárquico-Partitocrático-Antidemocracia-Usurpador-Expoliador-Corrupto-Corruptor-Neoliberal-Filofascista-Liberticida-Etc.-Etc.-Etc. es como para mandar a que le miren las neuronas a quien de buena fe así lo denomine.
Es, además, un Régimen que es casi casi casi lo contrario de la SOCIAL-DEMOCRACIA, pues precisamente consiste en casi casi casi en lo mismo en que consistía el FRANQUISMO, es decir, en una DICTADURA DE CLASES SOCIALES (económicas, judiciales, mediáticas, policiales, militares, partitocráticas).
La SOCIAL-DEMOCRACIA tiene sus fundamentos (creo que vienen desde finales del siglo XIX, por Austria, etc.; no me voy a levantar ahora a mirarlo) y llamar SOCIAL-DEMOCRACIA a cualquier puñetera mierda megacriminal de Régimen es como para cagarse de la risa.
Hay que joderse.
En resumen la idea es clara, los logros del psoe son más bien concesiones de las élites y no dudará en traicionar a sus votantes cuando llegue el momento.
El aspecto de fondo es que lo ganado electoralmente es un espejismo porque no hay base social, cultural e intelectual para frenar realmente a la ultraderecha.
Posiblemente lo veamos cuando asalten el Congreso tras la investidura de Sánchez. Porque una repetición electoral entonces sí que le darán los números a los fachas.
Yo creo que el espejismo es el triunfo de la ultraderecha. Hay base social, cultural e intelectual para mandarlos al basurero de la historia. Tenemos que reconocernos una cosa los españoles, y es que tenemos el mayor porcentaje de partidos de izquierda con representación, el mayor anarcosindicato del mundo, movimientos sociales que levantaron un hito histórico en Europa como el 15M, somos vanguardia en feminismo. España tiene una historia negra de represión y atraso social, pero también hicimos una Huelga General Revolucionaria en 1934, escribimos la tercera Constitución liberal del mundo... Vamos a mirar bien la situación, que hay mucho que construir pero no estamos en Hungría ni en Burkina Faso, partimos de una posición y una historia buena.
Si cada avance social lo leemos como una concesión de las élites pues apaga y vamonos, el progreso de la Humanidad va a ser ahora gracias a que los que tienen el garrote nos han dejado.
Lo primero, yo también vengo a decir que no he entendido la mitad del texto. Un poco de pedagogía y claridad no vendrían mal.
Lo segundo, lo de las tecnologías abiertas ha sido un poco sorprendente, ¿cuándo veremos a Ekaitz por Mastodon y el Fediverso? Hace meses que lo estamos esperando.
La mayoría de la audiencia de El Salto no sólo no estamos doctoradas en Ciencias Sociales sino que, además, gran parte del vocabulario utilizado en el artículo no entra en nuestro repertorio.
Cierto es que podemos esforzarnos en entender el mensaje, yo lo hago, pero hay párrafos enteros incomprensibles para quienes no somos especialistas en la materia.
Enhorabuena para quienes sí tienen nivel para comprenderlo e incluso comentarlo.
ESCRIBIR FÁCIL, PARA QUE LA MAYORÍA LO ENTIENDA, ES UNA OPCIÓN POLÍTICA.
DEMOCRATICEMOS EL CONOCIMIENTO
Desde una posición popular, no acedémica, me parece un artículo que da demasiados datos y va y viene demasiado deprisa como para entenderse bien. Creo que debería revisarse pues los lectores del periódico no somos doctorados en ciencias sociales.
Sí me gustaría apuntar que siempre se minusvalora que el PSOE es el partido de la clase trabajadora en España, es al partido al que vota la clase trabajadora, es el partido en el que milita la clase trabajadora, es el partido que más relación guarda con movimientos sociales como asociaciones de vecinos o de mujeres y cuenta con un gran sindicato (por tamaño) y miles de sindicalistas. Y ha conseguido tener el apoyo de una parte de la clase empresarial del país, lo que le ha dado recursos y le ha permitdo, a pesa de estar formado por lo perdedores del capitalismo, no ser un partido outsider. Y en relación a esto, su mayor fracaso ha sido no haber sabido supeditar las demandas de sus bases a las demandas de los círculos empresariales.
Aun en el peor de los momentos mantuvo un apoyo electoral que ni el mejor Podemos consiguió. A todo esto no se le da importancia desde los movimientos sociales anticapitalistas, universitarios y urbanos. Seguramente porque las fracturas de clase siguen existiendo y la clase media urbana, culta y universitaria no sepa entender la cultura y las esperanzas de la clase trabajadora rural y de extrarradio.
De lo mejor que he leído sobre la "la victoria" de la que hablaba la líder autoproclamada del artefacto que diciendo sumar restó. Harían bien en leerlo con atención los que en la redacción de este medio se dedican a celebrar el crecimiento de PIB y de blanquear a Podemos se atreven ahora a blanquear a Díaz e incluso a Sánchez para vergüenza de muchos de sus lectoras y colaboradoras (mayormente periféricas).