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Análisis
Estados Unidos, la mayor burbuja de la humanidad
Trump personifica la decadencia terminal de las democracias occidentales, pero su ascenso no es más que el corolario lógico de una dinámica sistémica que, aunque algunos anticipamos, resultó imposible frenar por la incapacidad, personal y colectiva, de contrarrestar sus engranajes. Su figura encarna la culminación de un liberalismo desregulado y arrogante, cuyos brotes históricos —desde el colonialismo hasta el capitalismo salvaje— han dejado siempre secuelas de polarización y crisis civilizatorias. Las advertencias teóricas, desde el Totalitarismo Invertido de Sheldon Wolin hasta los análisis clásicos sobre el fascismo, parecen hoy profecías autocumplidas.
La implosión del bloque soviético en 1989 marcó un punto de inflexión: el neoliberalismo, hasta entonces contenido por la Guerra Fría, se despojó de toda ambigüedad. Bajo este nuevo orden, las demandas sociales y los principios democráticos quedaron subordinados a un dogma incuestionable: la infalibilidad del mercado. Este paradigma no fue un accidente, sino un proyecto orquestado con la complicidad activa de las grandes fuerzas políticas occidentales —liberales, conservadoras, democratacristianas e incluso socialdemócratas—, que abdicaron de su rol redistributivo. La academia, por su parte, legitimó este giro mediante modelos económicos elegantemente matematizados pero desconectados de la realidad material, convertida en sacerdocio al servicio del capital.
El resultado fue una mutación estructural: los economistas se erigieron en augures de los mercados, mientras una legión de policy experts reducía la política a un manual de “buenas prácticas” tecnocráticas. La izquierda tradicional, especialmente la socialdemocracia, pagó el precio más alto: su metamorfosis en gestora del statu quo la vació de contenido ideológico, fracturando su vínculo con sindicatos, clases medias empobrecidas y sectores vulnerables. Este vacío de representación alimentó el caldo de cultivo para la extrema derecha, en general, y el trumpismo, en particular.
En Estados Unidos, los partidos hegemónicos —Demócrata y Republicano— son corresponsables. Su colusión con élites corporativas y grupos de presión convirtió al Estado en un instrumento al servicio de intereses privados. Trump no es una anomalía, sino la cristalización de ese pacto perverso entre dinero y política. Lo mismo sucedió al otro lado del Atlántico: en Europa, la erosión progresiva de la socialdemocracia y la derecha institucional ha abierto compuertas a proyectos ultranacionalistas que, bajo retóricas de soberanía, replican el mismo guion: desmantelar instituciones, demonizar al diferente y normalizar el autoritarismo.
Trump, el fanfarrón, se olvida de ciertas cosas
La estrategia proteccionista de Donald Trump, bajo el lema “América Primero”, prioriza aranceles y sanciones comerciales para imponer la supremacía económica estadounidense. Su enfoque, centrado inicialmente en renegociar acuerdos como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con México y Canadá, amenaza con desestabilizar el comercio global al ignorar la interdependencia económica. Por ejemplo, sus aranceles del 25% a México buscan forzar concesiones políticas, pero podrían desencadenar una crisis similar a la de 1982: la reducción de exportaciones mexicanas a Estados Unidos deprimiría el peso, dispararía la inflación y complicaría el pago de deuda en dólares, replicando un colapso regional.
Igual el fanfarrón de Trump se acaba encontrando con algo que no espera: el colapso del orden monetario actual y el fin de la hegemonía del dólar
Las políticas de Trump tensionan la balanza de pagos de economías dependientes de Estados Unidos, especialmente en el Sur Global. Un dólar fuerte, derivado de la reacción inicial a las políticas arancelarias, encarece las importaciones y la deuda externa en estas naciones. Los países enfrentan un dilema perverso: aceptar los términos de Estados Unidos (con depreciación monetaria y caída del nivel de vida) o resistir mediante suspensiones de deuda y sustitución de importaciones. Yo, si fuera ellos, optaría por la segunda opción, y que les den. Si jugamos, hagámoslo todos. Igual el fanfarrón de Trump se acaba encontrando con algo que no espera: el colapso del orden monetario actual y el fin de la hegemonía del dólar.
Keynes tenía razón: la falacia de la teoría del comercio internacional de David Ricardo
La teoría del comercio internacional de David Ricardo, basada en la ventaja comparativa, sostiene que los países siempre encontrarán una manera de equilibrar sus pagos internacionales, ajustando salarios y precios para hacer sus exportaciones más competitivas. Esta lógica es la base del modelo de austeridad del FMI, que impone severos recortes presupuestarios a los países deudores con la esperanza de que reduzcan su déficit comercial.
Sin embargo, como explicó John Maynard Keynes en los debates económicos de los años 20 y 30, esta teoría es profundamente errónea. Durante el período de entreguerras, Estados Unidos exigió a sus aliados europeos que pagaran enormes deudas de guerra, que éstos trasladaron a Alemania, pero al mismo tiempo impuso aranceles que impedían que estos países generaran ingresos exportando a Estados Unidos. El resultado fue una espiral de crisis financiera y el auge de regímenes autoritarios que llevaron a la II Guerra Mundial.
Si se cumplen las amenazas de Trump, Estados Unidos estará violando ese principio fundamental al bloquear el acceso de otros países al comercio internacional, haciendo que sus deudas sean impagables
Keynes argumentó que un sistema financiero internacional funcional debe permitir que los países deudores generen ingresos exportando a los países acreedores. De lo contrario, el sistema colapsa bajo la presión de la deuda. La propuesta de Keynes en Bretton Woods de establecer un mecanismo de ajuste basado en el “bancor” buscaba precisamente evitar la polarización del mundo entre países acreedores y deudores. No le hicieron caso, y, ahora, con Trump, doble taza. Si se cumplen las amenazas de Trump, Estados Unidos estará violando ese principio fundamental al bloquear el acceso de otros países al comercio internacional, haciendo que sus deudas sean impagables. Repito, de nuevo, por segunda vez, ¡las deudas en dólares no se pagarán!
La arrogancia de Trump supone que las economías afectadas no responderán. Sin embargo, la historia muestra que opciones como suspender el pago de deuda (México, 1982), reorientar el comercio hacia China o impulsar alianzas regionales (BRICS, yuan digital) son viables. Estas medidas no solo debilitarían el dólar como moneda global, sino que acelerarían la fragmentación del sistema financiero. La política trumpiana, lejos de consolidar el poder estadounidense, podría catalizar su declive como eje económico hegemónico.
Hay algo más: Estados Unidos es la mayor burbuja de la humanidad
Hay algo de lo que nadie habla. Estados Unidos es en realidad la mayor burbuja de la historia de la humanidad. Todo lo que produce, sobretodo tecnología, bienes y servicios, está profundamente sobrevalorado. Un ejemplo es su programa militar y espacial. Gastan mucho más en armas que sus principales competidores, pero ahora mismo en el campo de batalla dejan mucho que desear –ver lo que está sucediendo en Ucrania-: no disponen de misiles hipersónicos, como los rusos, ni de aviones de combate de sexta generación, como los chinos. Está claro, como dice el matemático Nassim Talen, que hay un sobrepago –muy típico de los acuerdos público-privados-. Lo mismo sucede con el coche eléctrico, con el programa aeroespacial, con la industria farmacéutica, con su sistema educativo universitario… El último botón de muestra, la Inteligencia Artificial. En este campo, un grupo de niñatos pijos autócratas, no paran de extraer rentas desde sus atalayas en Sillicon Valley. Pero a la hora de la verdad llegan los chinos y sacan DeepSeek, mucho más barato y eficiente, porque al final, la ingeniería de las cosas, funciona.
Inteligencia artificial
Teconología DeepSeek, la IA china que hace temblar Wall Street y Silicon Valley
La economía estadounidense ha mutado desde finales del siglo XX hacia un modelo dominado por las finanzas, profundamente extractivo, convirtiendo incluso derechos básicos universales, como la vivienda, la educación y la salud en activos especulativos. Además, es profundamente depredador, acelerando la crisis climática y la extracción de todo tipo de minerales y materias primas. Nos dirigimos a Thanatia –de eso va la fanfarronada sobre Groenlandia-. Fondos de inversión y bancos han inflado artificialmente los precios de la vivienda, transformándola en un instrumento de rentabilidad en lugar de un derecho. La educación, sujeta a deudas estudiantiles abusivas, y la salud, controlada por aseguradoras y farmacéuticas que imponen precios monopolísticos desorbitados, reflejan cómo la financiarización prioriza el lucro sobre el acceso. El colofón final de estas dinámicas es el aumento del poder de mercado de ciertas empresas, que ha conllevado un aumento del capital extractivo (beneficios puros) a expensas del factor trabajo y el capital productivo. Este proceso ha desviado capital de la inversión productiva hacia burbujas especulativas, agravando desigualdades y generando crisis cíclicas.
La sobrevaloración de activos estadounidenses es posible porque el resto del mundo acepta el dólar como garantía, pero una crisis de las deudas emitidas en dólares acelerará el giro hacia divisas alternativas
En este contexto, qué papel juega la política arancelaria de Trump. Desempolvemos la Paradoja de Robert Triffin. La hegemonía del dólar como moneda global obliga a Estados Unidos a mantener déficits crónicos para abastecer al mundo de liquidez, pero estos mismos déficits socavan la confianza en su valor. Trump agrava esta paradoja: su proteccionismo limita la circulación internacional del dólar, mientras la financiarización exige su emisión. La sobrevaloración de activos estadounidenses (desde acciones hasta servicios educativos) ahora es posible porque el resto del mundo acepta el dólar como garantía, pero una crisis de las deudas emitidas en dólares acelerará el giro hacia divisas alternativas (yuan) y alianzas como los BRICS. La política trumpiana, al obstruir el comercio global, acelerará la fuga de confianza hacia otras monedas.
El modelo estadounidense —financiarización, oligarquía rentista e imposición de la hegemonía del dólar— choca contra sus límites. Trump, al imponer aranceles y restricciones comerciales, no fortalece a Estados Unidos., sino que acelera la erosión de su moneda y su influencia. La combinación de deuda impagable, represalias internacionales (suspensión de pagos, comercio en yuan) y la pérdida de credibilidad del dólar podría desencadenar un colapso sistémico. Lejos de restaurar la grandeza, la estrategia de Trump reproduce los errores de los años 30: proteccionismo que alimenta crisis, desigualdad que polariza sociedades y un declive hegemónico. El resultado no será un reajuste, sino una implosión. Por eso me entra la duda, ¿y si en realidad Trump fuera un agente infiltrado, al servicio de otra potencia, y su lema otro, MAGA: Manufacturing America’s Gradual Annihilation?