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Obituario
Lapso
Presidenta de la Asociación Todos los niños robados son también mis niños.
Siempre me ha resultado asombrosa la percepción que tenemos del paso del tiempo, dependiendo de la edad y del momento en que nos encontremos. Existe una relación misteriosamente inversa que nos provoca la sensación de ir a la contra de un ritmo temporal que no nos concierne: en la infancia, con la energía desbordada, nada parece llegar porque todo es eterno; pero cuando sumamos una edad en que precisamos de más lentitud, cada momento que pasa es un suspiro al borde del abismo.
Muchos coinciden cuando hablan del año transcurrido, de marzo a marzo, en cómo se nos paró el tiempo. Pero el tiempo no se detiene, nunca lo hace. Somos nosotros los que hemos tenido, necesariamente, que parar algunas de nuestras acciones; se han quedado suspendidos muchos de nuestros deseos; se ha bloqueado buena parte de nuestra ilusión; y, sin duda alguna, hemos colapsado irremediablemente con las pérdidas cercanas a nuestro corazón.
Chato, hoy hace un año de tu muerte. No fue una partida, ni una marcha, ni un viaje, fue tu muerte, con toda la inmensidad de su significado y de la ausencia que dejaste. El tiempo no se paró ese 29 de marzo de 2020 para el resto del mundo, pero para la gente que te quería, que te quiere, el tiempo se detuvo con un golpe seco, incomprensible y doloroso. Nuestros pensamientos, sentimientos y emociones se quedaron ese día anclados solo en ti: pensando en tu vida y en tu inagotable entusiasmo en la lucha por la Justicia; sintiendo como propio el sufrimiento que debiste pasar en esos últimos días en el hospital; emocionándonos con el recuerdo de la última vez que estuvimos contigo, haciendo planes, organizando actos, proyectando un futuro más libre, más justo, de todas y todos, compartiendo charla, vino o setas empanadas.
Hay seres que fluctúan con los vaivenes del viento enloquecido, del aire veleta o de la brisa oportunista; hay otros, como tú, que se mantienen robustos, coherentes y firmes incluso frente a huracanes
Más tarde, no sé si poco o mucho después, las manecillas del reloj volvieron a moverse, con un esfuerzo titánico, despacio, con un ruido infame de mecanismo oxidado. Conseguimos recuperar algunas acciones, deseos e ilusiones, aunque al corazón todavía le cuesta salir de su colapso. Incluso logramos avances en la labor que compartíamos contigo. Todo siguió pero ya sin ti, y nunca de la misma manera.
Este año ha podido transcurrir deprisa según unos; despacio, creen otros; o desesperadamente lento en opinión de muchos. Pero sin duda alguna, y de forma inevitable, algo se nos quedó estancado ese 29 de marzo de 2020.
Hay seres que fluctúan con los vaivenes del viento enloquecido, del aire veleta o de la brisa oportunista; hay otros, como tú, que se mantienen robustos, coherentes y firmes incluso frente a huracanes. Son los seres que no se dejan llevar, son los que marcan el ritmo, y cuyo recuerdo se mantiene lleno de dignidad, a pesar de la vida, a pesar de la muerte, y a pesar del paso del tiempo.
Presidenta de la asociación Todos los niños robados son también mis niños.
Amiga y compañera de activismo de Chato Galante en la Coordinadora estatal de apoyo a la Querella argentina contra los crímenes del franquismo -CeAqua.